El semeste de presidencia sueca en la UE a penas acaba de comenzar, sin embargo ya pueden observarse implicaciones interesantes que podrían surgir, sobre todo en lo que concierne al eje de Francia, Rusia y Alemania. Se han expuesto diferentes cuestiones: la alianza energética simpre más fuerte entre Alemania y Rusia, sobre todo respecto al proyecto Nord Stream; el atlantismo francés, que se aproxima al neo-atlantismo del Presidente Fredrik Reinfeldt, y que juntos podrían suponer un nuevo eje de cooperación y de contraste al franco-alemán. Suecia se ha colocado más tarde a favor de la integración de Georgia y Ucrania en la OTAN, y a continuación ha avanzado la hipótesis de integrarse en la Organización del tratado del Atlántico Norte. ¿Hasta qué punto la nueva posición de Estocolmo puede ser un obstáculo para un eje sólido como el ruso-alemán?La presidencia sueca está al frente en un periodo muy delicado de cambios importantes que podrían alterar un equilibrio en vigor desde hace años.
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Francesca Iovine
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El proyecto Nord Stream y la respuesta sueca
EL proyecto del gaseoducto Nord Stream ha fortificado las relaciones entre Rusia y Alemania, ésta última aliada europea privilegiada del coloso energético dirigido por Medvedev.
El Nord Stream causa una serie de problemáticas a nivel comunitario ya que el proyecto prevé la suplantación de países de Europa centro-oriental , pasando así por el lecho marino del Mar Báltico.
A finales del 2007, en Suecia se hablaba ya abiertamente del proyecto Nord Stream como un proyecto destinado a aumentar la influencia rusa en las regiones europeas limítrofes, y como consecuencia inadecuado para los fines del abastecimiento energético en Europa.
El gobierno Reinfeld subraya no querer ser el centro de los problemas relacionados con las políticas de seguridad que un país de tránsito debe afrontar. Además, Estocolmo ha reforzado su posición a favor delos fuertes principios ecológicos que le caracteriza. El gobierno de Estocolmo avanzó una propuesta alternativa para volver a proyectar el Nord Stream, cambiando el gaseoducto al este hacia Polonia y los Estados Bálticos. Es lógico que las motivaciones de carácter ambiental no son cuestiones menos importantes con relación al contexto geopolítico y de seguridad del Báltico, que cambiaría notablemente si el proyecto se llevara a cabo en esta dirección.
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Francesca Iovine
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El proyecto Nord Stream y la respuesta sueca
EL proyecto del gaseoducto Nord Stream ha fortificado las relaciones entre Rusia y Alemania, ésta última aliada europea privilegiada del coloso energético dirigido por Medvedev.
El Nord Stream causa una serie de problemáticas a nivel comunitario ya que el proyecto prevé la suplantación de países de Europa centro-oriental , pasando así por el lecho marino del Mar Báltico.
A finales del 2007, en Suecia se hablaba ya abiertamente del proyecto Nord Stream como un proyecto destinado a aumentar la influencia rusa en las regiones europeas limítrofes, y como consecuencia inadecuado para los fines del abastecimiento energético en Europa.
El gobierno Reinfeld subraya no querer ser el centro de los problemas relacionados con las políticas de seguridad que un país de tránsito debe afrontar. Además, Estocolmo ha reforzado su posición a favor delos fuertes principios ecológicos que le caracteriza. El gobierno de Estocolmo avanzó una propuesta alternativa para volver a proyectar el Nord Stream, cambiando el gaseoducto al este hacia Polonia y los Estados Bálticos. Es lógico que las motivaciones de carácter ambiental no son cuestiones menos importantes con relación al contexto geopolítico y de seguridad del Báltico, que cambiaría notablemente si el proyecto se llevara a cabo en esta dirección.
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El neo-atlantismo sueco
Suecia registró en las elecciones del 2006 una nueva participación política más dirigida al atlantismo. Las posiciones moderadas del Presidente Fredrik Reinfeldt han hecho que Suecia se movilice a favor de nuevos aliados como Polonia.
Entre Varsovia y Moscú, se contempla sobre todo el proyecto europeo de la Asociación Oriental, una empresa conjunta orientada a profundizar en las relaciones entre la UE y los países de Europa oriental: Ucrania, Moldavia, Georgia, Armenia y Arzeibaján. La Rusia de Medvedev no apoya un proyecto como este, y acusa a la Unión de querer crear una nueva esfera de influencia que alcance los confines rusos, que asumiría un papel central en la región, actuando como mediador entre los vértices europeos y los países vecinos ex soviéticos.
Suecia se ha dirigido también a la cuestión OTAN, colocándose a favor de la integración de Ucrania y Georgia, y proponiéndose para un futuro, como miembro. La situación europea en continuo cambio obliga a volver a pensar en una organización que necesita una estructura renovada.
Los dos países, en “lista de ingreso” para la Organización del tratado del Atlántico del Norte, deben afrontar las hostilidades de Rusia, comprensiblemente preocupada por la ampliación de la OTAN. La guerra entre Rusia y Georgia del pasado año ha sido analizada como una advertencia por parte de Rusia respecto a los proyectos georgianos para entrar en la esfera de influencia atlántica. Por otro lado, Ucrania, a pesar de la aceleración en el tema de la integración OTAN, no registra más del 15-20% de consensos entre los ciudadanos por diferentes motivos. Frente a los renovados equilibrios geopolíticos, Kiev cree necesario la integración rápida en la OTAN, pero no excluye la futura apertura de negociaciones en el seno de la UE. Las cumbres ucranianas consideran que la carencia se encuentra en la seria convicción acerca de que el ingreso venga acompañado por el ejercicio de una influencia a largo plazo en materia de seguridad. La región que se extiende desde el Báltico hasta el Cáucaso meridional es extremadamente delicada, y los países de la zona padecen la ausencia de un plan único y compacto para la seguridad europea. Por ahora, la propuesta de Kiev es el reconocimiento de un estatus permanente que no suponga una posible amenaza. Al igual que para Suecia, Austria, Finlandia, Malta, Chipre e Irlanda, ésto podría facilitar a las cumbres ucranianas el camino para llegar a una integración futura, que sería facilitada en caso de que el país disfrutara de este estatus.
Por otra lado, la auto candidatura sueca debe entenderse como un gran elemento de cambio en un país históricamente neutral, pero que se encuentra hoy obligado a tomar posiciones fuertes para defender su propio estatus. Lo que hace que Suecia impulse la hipótesis de integración es el fuerte indicio de que los equilibrios geopolíticas cambian, y esto debe ser enfrentado. En realidad, dentro del país, los comentarios sobre la hipótesis de ingreso en la Organización no se balancean, subrayando que Suecia participa ya en las operaciones de la OTAN, y que por lo tanto no cambiarán radicalmente las acciones de ésta.
Esta actitud se remonta al plan trazado recientemente por Nicolás Sarkozy, que ha vuelto a integrar a Francia en el cuerpo militar de la OTAN, provocando el malestar de los gaullistas más puros. En efecto, el nuevo impulso atlantista sueco coincide con el “sarkozismo”, y en lo que respecta a la cuestión OTAN es elogiable pensar que los dos países actuaron siguiendo el mismo orden de prioridades: la necesidad de devolver la fuerza a una Alianza que hoy parece no tener iguales, a pesar de los esfuerzos europeos para la creación de una PESD estructurada.
El neo-atlantismo sueco
Suecia registró en las elecciones del 2006 una nueva participación política más dirigida al atlantismo. Las posiciones moderadas del Presidente Fredrik Reinfeldt han hecho que Suecia se movilice a favor de nuevos aliados como Polonia.
Entre Varsovia y Moscú, se contempla sobre todo el proyecto europeo de la Asociación Oriental, una empresa conjunta orientada a profundizar en las relaciones entre la UE y los países de Europa oriental: Ucrania, Moldavia, Georgia, Armenia y Arzeibaján. La Rusia de Medvedev no apoya un proyecto como este, y acusa a la Unión de querer crear una nueva esfera de influencia que alcance los confines rusos, que asumiría un papel central en la región, actuando como mediador entre los vértices europeos y los países vecinos ex soviéticos.
Suecia se ha dirigido también a la cuestión OTAN, colocándose a favor de la integración de Ucrania y Georgia, y proponiéndose para un futuro, como miembro. La situación europea en continuo cambio obliga a volver a pensar en una organización que necesita una estructura renovada.
Los dos países, en “lista de ingreso” para la Organización del tratado del Atlántico del Norte, deben afrontar las hostilidades de Rusia, comprensiblemente preocupada por la ampliación de la OTAN. La guerra entre Rusia y Georgia del pasado año ha sido analizada como una advertencia por parte de Rusia respecto a los proyectos georgianos para entrar en la esfera de influencia atlántica. Por otro lado, Ucrania, a pesar de la aceleración en el tema de la integración OTAN, no registra más del 15-20% de consensos entre los ciudadanos por diferentes motivos. Frente a los renovados equilibrios geopolíticos, Kiev cree necesario la integración rápida en la OTAN, pero no excluye la futura apertura de negociaciones en el seno de la UE. Las cumbres ucranianas consideran que la carencia se encuentra en la seria convicción acerca de que el ingreso venga acompañado por el ejercicio de una influencia a largo plazo en materia de seguridad. La región que se extiende desde el Báltico hasta el Cáucaso meridional es extremadamente delicada, y los países de la zona padecen la ausencia de un plan único y compacto para la seguridad europea. Por ahora, la propuesta de Kiev es el reconocimiento de un estatus permanente que no suponga una posible amenaza. Al igual que para Suecia, Austria, Finlandia, Malta, Chipre e Irlanda, ésto podría facilitar a las cumbres ucranianas el camino para llegar a una integración futura, que sería facilitada en caso de que el país disfrutara de este estatus.
Por otra lado, la auto candidatura sueca debe entenderse como un gran elemento de cambio en un país históricamente neutral, pero que se encuentra hoy obligado a tomar posiciones fuertes para defender su propio estatus. Lo que hace que Suecia impulse la hipótesis de integración es el fuerte indicio de que los equilibrios geopolíticas cambian, y esto debe ser enfrentado. En realidad, dentro del país, los comentarios sobre la hipótesis de ingreso en la Organización no se balancean, subrayando que Suecia participa ya en las operaciones de la OTAN, y que por lo tanto no cambiarán radicalmente las acciones de ésta.
Esta actitud se remonta al plan trazado recientemente por Nicolás Sarkozy, que ha vuelto a integrar a Francia en el cuerpo militar de la OTAN, provocando el malestar de los gaullistas más puros. En efecto, el nuevo impulso atlantista sueco coincide con el “sarkozismo”, y en lo que respecta a la cuestión OTAN es elogiable pensar que los dos países actuaron siguiendo el mismo orden de prioridades: la necesidad de devolver la fuerza a una Alianza que hoy parece no tener iguales, a pesar de los esfuerzos europeos para la creación de una PESD estructurada.
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Conclusiones
Suecia muestra un dinamismo positivo, sobre todo ahora que se encuentra en las cumbres europeas. Tras la humillante derrota de la presidencia Checa, prácticamente ausente y silenciosa, la presidencia Reinfeldt establece ambiciosos objetivos, con una agenda que pone como prioridad la situación de la economía, y abandona su neutralidad para convertirse en un participante activo en el escenario europeo. Las cuestiones analizadas representan los mayores problemas que la presidencia sueca deberá afrontar para volver a equilibrar un eje importante:
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Francia siempre ha tenido el egoísmo alemán, y ahora con el proyecto Nord Stream la situación podría empeorar; Francia y Suecia parecen acercarse con nuevas posiciones atlantistas, y con una aproximación de política externa inclinada al multilateralismo, sin embargo entre los dos países permanece la divergencia respecto al ingreso de Turquía en la UE, apoyada por Suecia y rotundamente rechaza por Sarkozy; entre Rusia y Suecia existe la tensión relacionada con el proyecto Nord Stream, pero también con las nuevas posiciones expresadas por el gobierno Reinfeldt, ya sea por la voluntad de integración en la OTAN o por los acuerdos con Varsovia de la Eastern Partnership; la presidencia sueca bien podría moderar tales cuestiones, y asegurar un semestre satisfactorio desde el punto de vista de las relaciones diplomáticas de grandísima importancia para la UE.
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Traducido por Alicia Gálvez Castrillo
Conclusiones
Suecia muestra un dinamismo positivo, sobre todo ahora que se encuentra en las cumbres europeas. Tras la humillante derrota de la presidencia Checa, prácticamente ausente y silenciosa, la presidencia Reinfeldt establece ambiciosos objetivos, con una agenda que pone como prioridad la situación de la economía, y abandona su neutralidad para convertirse en un participante activo en el escenario europeo. Las cuestiones analizadas representan los mayores problemas que la presidencia sueca deberá afrontar para volver a equilibrar un eje importante:
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Francia siempre ha tenido el egoísmo alemán, y ahora con el proyecto Nord Stream la situación podría empeorar; Francia y Suecia parecen acercarse con nuevas posiciones atlantistas, y con una aproximación de política externa inclinada al multilateralismo, sin embargo entre los dos países permanece la divergencia respecto al ingreso de Turquía en la UE, apoyada por Suecia y rotundamente rechaza por Sarkozy; entre Rusia y Suecia existe la tensión relacionada con el proyecto Nord Stream, pero también con las nuevas posiciones expresadas por el gobierno Reinfeldt, ya sea por la voluntad de integración en la OTAN o por los acuerdos con Varsovia de la Eastern Partnership; la presidencia sueca bien podría moderar tales cuestiones, y asegurar un semestre satisfactorio desde el punto de vista de las relaciones diplomáticas de grandísima importancia para la UE.
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Traducido por Alicia Gálvez Castrillo
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Equilibri/29/07/2009
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