La reconquista imperialista de África
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El viaje que la Secretaria de Estado norteamericana realiza a nuestro continente es el más largo desde que dirige la diplomacia estadounidense. Apenas tres semanas después de la visita de Barack Obama a Ghana, Hillary Clinton inició el martes de la semana pasada un largo recorrido por siete países del África subsahariana para amarrarles económicamente, en el momento en que China se ha convertido en muchos países en el principal inversor extranjero, Ah sí, también para “promover la seguridad” (es decir, la subordinación militar a EEUU) y los “derechos humanos”.
El engodo de este viaje es la African Growth Opportunity Act (Ley de Crecimiento y Oportunidades para África), aprobada en el año 2000 por la administración Clinton y destinada a favorecer la exportación, sin impuestos, de ciertos productos africanos hacia Estados Unidos. Tras ocho años, los resultados de esta ley (cuya vigencia termina en 2015) son decepcionantes: solo la exportación de petróleo africano hacia EEUU ha aumentado. De hecho, los intercambios comerciales entre la potencia norteamericana y los 48 países de África, por otra parte, son prácticamente insignificantes. Nuestro continente recibe únicamente el 1% de las exportaciones estadounidenses y sólo consigue alcanzar el 3% de las importaciones de EEUU.
¿Cuáles son las condiciones necesarias para que los países africanos puedan acogerse a la exención de aranceles de la African Growth Opportunity Act? Hillary las definió como que los inversores no se encuentren con países llenos de “corrupción y crimen” y dirigidos por “una administración floja”.
En Kenia, primera etapa de su viaje, Hillary Clinton aseguró que las empresas y comercios de África podrán crecer sólo cuando los gobiernos africanos ejerzan un “poder benigno”. En un discurso televiso dirigido a los kenyatas, Obama decía también que “los países africanos deben ejercer un poder benigno.” Este término ya fue usado por el presidente estadounidense cuando visitó Ghana (“ejemplo de democracia africana”). Esta exigencia de “benignidad” (hacia EEUU) no tiene en cuenta la realidad de unos países masacrados por el colonialismo y aún aplastado por las relaciones de saqueo que impone el imperialismo.
Pero la verdadera naturaleza del viaje de Clinton a nuestro continente se hace transparente si tenemos en cuenta que los primeros seis de los siete países africanos que visita o son grandes países petroleros, o son países de gran población y de importancia estratégica. En cuanto a nuestros vecinos de Cabo Verde, el departamento de Estado lo justifica como “apoyo a la democracia africana”.
Con el recurso del palo y la zanahoria, EEUU obliga a que los países africanos acepten la “democracia occidental”. El imperialismo ha aplicado esta táctica durante décadas y sigue insistiendo en ella. Sin embargo, los países de nuestro continente no quieren aceptar con resignación el papel de “negritos obedientes”. Justo antes de que Hillary Clinton pronunciara su discurso en Kenia, el primer ministro del país, Raila Odinga, manifestó que “África no necesita sermones sobre la democracia, porque los problemas africanos fueron creados desde el principio por los países occidentales”.
La visita de Hillary Clinton a la cabeza de una numerosa delegación a África no solo evidencia la enorme ambición imperialista por nuestro continente, sino también pone de manifiesto su rivalidad con China, ya que la actual visita de la Secretaria de Estado norteamericana es un calco las escalas de las giras realizadas por los líderes chinos. Pero en vez de ofrecer contratos y condiciones ventajosas para los países africanos, como hace Beijing, siguiendo el principio de “cooperación y beneficio mutuo” y “no injerencia en los asuntos internos”, EEUU se empeña en mantener las políticas de saqueo y de dominación política y militar.
Evidentemente, África constituye un objetivo preferencial para China. Desde mediados de 2000, los líderes chinos han visitado nuestro continente en varias ocasiones, trayendo compromisos de hacer más y más contratos. El acelerado desarrollo de China le obliga a conseguir recursos energéticos en todo el mundo, y África es una de sus mayores fuentes.
Esa atención que presta China a África la percibe Washington como una amenaza. Ya en 2005, un sector de los partidarios demócratas hizo una severa advertencia de que hay que considerar a China como rival de los EEUU, ya que el país asiático continúa la política destinada a convertir a África en el mercado de sus productos, el lugar de trabajo de sus obreros y la región de conseguir minerales y petróleo.
China patrocinó en 2006 la Cumbre de Beijing del Forum de Cooperación China-África, con la participación de 48 países africanos. Y en 2009, planea celebrar otra vez ese Forum, en el que China aprovechará la oportunidad para hacer públicas ocho medidas de su gobierno, incluidas la condonación o reducción de deudas y proyectos de construcción de infraestructuras. La influencia económica de China en África continuará elevándose, y ya hay 20 países africanos con un volumen de comercio con China superior a los 1.000 millones de dólares.
Pero, así y todo, no hay que perder la perspectiva. El volumen total de comercio entre China y África llegó a solo los 107.000 millones de dólares en el año 2008, por de bajo de las cifras registradas por nuestro continente con la Unión Europea (unos 334.000 millones de dólares), Japón (267.000 millones de dólares) y Corea del Sur (186.000 millones de dólares).
El problema para EEUU, por lo tanto, no es cuantitativo -no es tanto lo que le “quita” China en África- sino cualitativo: el mal ejemplo que supone el establecimiento de unas relaciones no imperialistas. Y que nuestros países empiecen a acostumbrarse a las mieles de unas verdaderas soberanía e independencia nacional. No pueden permitirlo, pero cada vez les es más difícil impedirlo.
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El viaje que la Secretaria de Estado norteamericana realiza a nuestro continente es el más largo desde que dirige la diplomacia estadounidense. Apenas tres semanas después de la visita de Barack Obama a Ghana, Hillary Clinton inició el martes de la semana pasada un largo recorrido por siete países del África subsahariana para amarrarles económicamente, en el momento en que China se ha convertido en muchos países en el principal inversor extranjero, Ah sí, también para “promover la seguridad” (es decir, la subordinación militar a EEUU) y los “derechos humanos”.
El engodo de este viaje es la African Growth Opportunity Act (Ley de Crecimiento y Oportunidades para África), aprobada en el año 2000 por la administración Clinton y destinada a favorecer la exportación, sin impuestos, de ciertos productos africanos hacia Estados Unidos. Tras ocho años, los resultados de esta ley (cuya vigencia termina en 2015) son decepcionantes: solo la exportación de petróleo africano hacia EEUU ha aumentado. De hecho, los intercambios comerciales entre la potencia norteamericana y los 48 países de África, por otra parte, son prácticamente insignificantes. Nuestro continente recibe únicamente el 1% de las exportaciones estadounidenses y sólo consigue alcanzar el 3% de las importaciones de EEUU.
¿Cuáles son las condiciones necesarias para que los países africanos puedan acogerse a la exención de aranceles de la African Growth Opportunity Act? Hillary las definió como que los inversores no se encuentren con países llenos de “corrupción y crimen” y dirigidos por “una administración floja”.
En Kenia, primera etapa de su viaje, Hillary Clinton aseguró que las empresas y comercios de África podrán crecer sólo cuando los gobiernos africanos ejerzan un “poder benigno”. En un discurso televiso dirigido a los kenyatas, Obama decía también que “los países africanos deben ejercer un poder benigno.” Este término ya fue usado por el presidente estadounidense cuando visitó Ghana (“ejemplo de democracia africana”). Esta exigencia de “benignidad” (hacia EEUU) no tiene en cuenta la realidad de unos países masacrados por el colonialismo y aún aplastado por las relaciones de saqueo que impone el imperialismo.
Pero la verdadera naturaleza del viaje de Clinton a nuestro continente se hace transparente si tenemos en cuenta que los primeros seis de los siete países africanos que visita o son grandes países petroleros, o son países de gran población y de importancia estratégica. En cuanto a nuestros vecinos de Cabo Verde, el departamento de Estado lo justifica como “apoyo a la democracia africana”.
Con el recurso del palo y la zanahoria, EEUU obliga a que los países africanos acepten la “democracia occidental”. El imperialismo ha aplicado esta táctica durante décadas y sigue insistiendo en ella. Sin embargo, los países de nuestro continente no quieren aceptar con resignación el papel de “negritos obedientes”. Justo antes de que Hillary Clinton pronunciara su discurso en Kenia, el primer ministro del país, Raila Odinga, manifestó que “África no necesita sermones sobre la democracia, porque los problemas africanos fueron creados desde el principio por los países occidentales”.
La visita de Hillary Clinton a la cabeza de una numerosa delegación a África no solo evidencia la enorme ambición imperialista por nuestro continente, sino también pone de manifiesto su rivalidad con China, ya que la actual visita de la Secretaria de Estado norteamericana es un calco las escalas de las giras realizadas por los líderes chinos. Pero en vez de ofrecer contratos y condiciones ventajosas para los países africanos, como hace Beijing, siguiendo el principio de “cooperación y beneficio mutuo” y “no injerencia en los asuntos internos”, EEUU se empeña en mantener las políticas de saqueo y de dominación política y militar.
Evidentemente, África constituye un objetivo preferencial para China. Desde mediados de 2000, los líderes chinos han visitado nuestro continente en varias ocasiones, trayendo compromisos de hacer más y más contratos. El acelerado desarrollo de China le obliga a conseguir recursos energéticos en todo el mundo, y África es una de sus mayores fuentes.
Esa atención que presta China a África la percibe Washington como una amenaza. Ya en 2005, un sector de los partidarios demócratas hizo una severa advertencia de que hay que considerar a China como rival de los EEUU, ya que el país asiático continúa la política destinada a convertir a África en el mercado de sus productos, el lugar de trabajo de sus obreros y la región de conseguir minerales y petróleo.
China patrocinó en 2006 la Cumbre de Beijing del Forum de Cooperación China-África, con la participación de 48 países africanos. Y en 2009, planea celebrar otra vez ese Forum, en el que China aprovechará la oportunidad para hacer públicas ocho medidas de su gobierno, incluidas la condonación o reducción de deudas y proyectos de construcción de infraestructuras. La influencia económica de China en África continuará elevándose, y ya hay 20 países africanos con un volumen de comercio con China superior a los 1.000 millones de dólares.
Pero, así y todo, no hay que perder la perspectiva. El volumen total de comercio entre China y África llegó a solo los 107.000 millones de dólares en el año 2008, por de bajo de las cifras registradas por nuestro continente con la Unión Europea (unos 334.000 millones de dólares), Japón (267.000 millones de dólares) y Corea del Sur (186.000 millones de dólares).
El problema para EEUU, por lo tanto, no es cuantitativo -no es tanto lo que le “quita” China en África- sino cualitativo: el mal ejemplo que supone el establecimiento de unas relaciones no imperialistas. Y que nuestros países empiecen a acostumbrarse a las mieles de unas verdaderas soberanía e independencia nacional. No pueden permitirlo, pero cada vez les es más difícil impedirlo.
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LQSomos. Teodoro Santana*. Agosto de 2009.
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(*) Teodoro Santana es miembro del Comité Central del PRCC
LQSomos. Teodoro Santana*. Agosto de 2009.
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(*) Teodoro Santana es miembro del Comité Central del PRCC
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LQSomos/18/08/2009
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