15/5/10

ESCARBANDO en LQ Somos

Pigs, o sea: cerdos



portada_0205_2009Los conflictos políticos y las luchas obreras y populares en Grecia anuncian lo que se avecina en otros países entre los que se incluye el nuestro.

Estos conflictos se expresan dentro del contexto de la actual crisis capitalista.

Algunos se desprenden de las peculiaridades de la construcción europea y de los desequilibrios entre los países que la integran.

Otros son fruto de la forma en que el capital monopolista intenta descargar los efectos de la crisis en las espaldas de las clases populares.

También se pone al descubierto el papel del Estado capitalista y los conflictos particulares que lo atraviesan.

A nosotros también se considera cerdos

Una de las cosas espeluznantes de la actual crisis griega son los argumentos chovinistas empleados por varios comentaristas de nuestro país y recreados alegremente en
programas televisivos del género humorístico, con los que se pretende explicarlo todo basándose en el modo de ser de los griegos. Los presentan como poco aptas para el trabajo, aficionados a la fiesta y a la buena vida y empeñados en dilapidar los ahorros de los demás.

Esta argumentación, que gracias a su simplicidad tiene un innegable éxito en el medios, reproduce de una manera frívola el guión trazado por unos cuantos grupos financieros que idearon el término PIGS (cerdos) para identificar a las víctimas de las futuras (actuales ya) maniobras especulativas.

Ahora bien, la palabra PIGS, no califica sólo a los griegos sino que según sus autores se refiere a la parte más vulnerable de la Unión Europea. Es decir: Portugal, Grecia, España, Irlanda o Italia. Por lo tanto, también nos incluye a nosotros.

La dimensión de la tragedia


Pero limitar el problema a la periferia de la Unión Europea no permite abordarlo acertadamente. Lo que se avecina no es una tragedia griega, o una tragedia de un número reducido de países, sino que estamos ante una verdadera tragedia de la zona euro.

Desde esta óptica, el término PIGS podría incluir a toda Europa. Ahora estaríamos en la primera parte de la tragedia en la que se ataca al eslabón más débil, o sea, Grecia.

La zona euro es únicamente una unidad monetaria. Incorpora, ciertamente, exigencias rígidas de control de los presupuestos de cada socio. A Grecia, precisamente le acusan de haber mentido para burlarse de estas exigencias.

Pero esta zona no funciona como un país ya que no tiene ningún tipo de unidad presupuestaria que incorpore sus propios mecanismos de solidaridad.

Por otra parte, no es homogénea. Todo este galimatías, en una crisis económica como la actual, hace que la unidad monetaria se tambalee.

Como ahora, el primer eslabón débil (Grecia) de la zona no puede defenderse solo debido a la falta de autonomía monetaria y al poco margen de maniobra que tiene en otros terrenos de la política económica, los países centrales de la zona deben buscar alguna solución. Pero al hacerlo intentan que esta solución les reporte futuros beneficios y subordinan la solución a los intereses del capital monopolista y a los designios de los mercados financieros. De esta manera embrollan aún más las cosas.

El galimatías todavía se hace más grande al meter por medio al Fondo Monetario Internacional.

Los británicos, por su parte, que también pertenecen a la Unión Europea, no tienen interés en el euro sino más bien todo lo contrario, y se desentienden de la carga de prestar dinero.

Un modelo productivo muy basado en la especulación

Si nos ceñimos al crecimiento del PIB, en los años previos a la crisis, las economías de la Europa periférica crecieron más que la alemana.

La ventaja de Alemania fue su capacidad exportadora (mayoritariamente en la periferia europea) y eso le permitió garantizar el superávit. Las periferias, en cambio, generaron déficit.

Estas conductas tienen que ver con las características del sistema productivo de cada país.

Alemania cuenta con la ventaja de su potente sector industrial. Ahora bien, Alemania, Francia y otros países centrales también controlan parte de la industria de la periferia europea (e incluso de los países emergentes). Fijémonos en quiénes están detrás de las principales empresas del automóvil instaladas en España o de las del sector químico.

Las matrices de estas grandes empresas se preocupan de que las que están bajo su dominio no generen grandes beneficios y las obligan a utilizar en su proceso productivo materiales que han de importar. Esto genera más déficit comercial.

Si volvemos de nuevo a Grecia, descubriremos que su sistema industrial aún va más cojo que el español. Pero el crecimiento económico griego del último período de auge tuvo puntos de contacto con el nuestro:

En los años previos y posteriores a los Juegos Olímpicos de Atenas, prosperó una frenética actividad especulativa en torno a la construcción. Como la construcción no es un objeto de comercio internacional, no permite equilibrar la balanza de pagos y a veces incluso genera más déficit comercial.

La burbuja inmobiliaria, tanto en Grecia como en España, contó con el estímulo de la zona euro donde dominaron los bajos intereses. La posibilidad de obtener rentabilidades más elevadas que el interés exigido llevaron a ambas economías a un endeudamiento exagerado en unos años donde el crédito era fácil.

Grecia también cuenta con un potente sector turístico de masas. Esto, evidentemente, no la aleja de nosotros sino que aún la hace más parecida.

Hay otros elementos comunes que han generado gasto público y contribuido al déficit comercial.

El primero se encuentra en las políticas fiscales regresivas con regalos a los ricos en tiempos de abundancia. Así disminuyeron los recursos propios del Estado mientras se desviaba más combustible hacia la burbuja especulativa y se ayudaba a financiar la corrupción que la acompaña.

El segundo se encuentra en los enormes gastos militares, "justificadas" en el caso de Grecia, en la necesidad de defenderse del "enemigo turco".

En este último terreno ha sido curioso ver como alemanes y franceses han aprovechado las dificultades actuales de Grecia para obligarla a comprarles nuevos utensilios bélicos. Estas adquisiciones empeorarán aún más el déficit del Estado pero no dejan de ser una forma encubierta de cobrar más intereses por los préstamos concedidos.

Evidentemente, tanto en Grecia como en España, las clases populares quedaron excluidas de la orgía de los años de vacas gordas. Fueron los paganos. Continuó existiendo un volumen elevado de desempleo a pesar de la creación de nuevos puestos de trabajo. La precariedad y la rotación laboral (de una manera especial en España) se convirtieron en habituales dentro del mundo del trabajo

Se nos considera cerdos, pero somos unos cerdos más pesados que los griegos

¿Todo esto quiere decir que en España se reproducirá mecánicamente la situación de Grecia? Pienso que mecánicamente no.

Aquí el déficit público es menor. Contamos, además, con la ventaja de que nuestra economía pesa más que la griega. Y en estos temas el tamaño importa.

Por cierto, y dicho sea de paso, esta última constatación (la del tamaño) deberían tenerla presente todos los que alegremente plantean que la actual Unión Europea constituye un marco idóneo para la disgregación del Estado español en nuevas unidades económicas minúsculas de carácter nacional. Esta disgregación, en las condiciones actuales, nos haría a todos más frágiles ante las políticas de los poderosos.

Pero como decíamos más arriba, nuestro déficit público no es exagerado. Ahora bien, la orgía especulativa nos ha convertido en uno de los países más endeudados del mundo. En este terreno nos parecemos a los EEUU. Lo que ocurre es que ni somos una potencia imperialista capaz de hacer arrodillar a los demás, ni tenemos a nuestro alcance la maquinilla de dólares.

En España, por lo tanto, los inversores extranjeros no tienen proporcionalmente tantos papelitos de bonos del Estado como en el caso de Grecia, aunque tienen un buen fajo. Pero tienen muchos papelitos que representan créditos concedidos al sistema financiero español y papelitos que representan créditos y acciones de empresas.

Todos estos inversores tiemblan cuando escuchan hablar de una posible suspensión de pagos e intentan asegurarse el cobro de los préstamos y garantizar al mismo tiempo una rentabilidad tan elevada como sea posible para las actuales y las futuras inversiones.

El estado capitalista


Hace décadas, Nicos Poulantzas, un teórico marxista de origen griego, se esforzó en explicar que el Estado capitalista moderno, sin dejar de servir a los intereses de la clase dominante, también debe garantizar la hegemonía de esta clase y ocupar un papel organizador de unas sociedades que suelen ser muy plurales. Esta pluralidad afecta incluso a las clases dominantes y el Estado se encargará de conciliar los intereses de todas sus fracciones.

Para poder garantizar la hegemonía, el Estado está obligado a dar satisfacción a determinados intereses de las clases dominadas siempre que ello sea compatible con los interese de las clases dominantes. Por esta razón, las clases dominadas están muy atentas a la evolución de determinadas parcelas del Estado, ya que según como vayan las cosas pueden mejorar o se pueden deteriorar sus niveles de bienestar.

Pero llevar a cabo estas funciones cuesta mucho dinero.

Inicialmente el Estado debería obtener dinero los impuestos y de las cotizaciones Sociales. Pero a veces esto es insuficiente. Entonces el Estado recurre a la deuda pública. Así el Estado puede gastar sin necesidad de subir los impuestos, lo que permite aplazar la lucha de clases.

La tregua se rompe cuando los prestamistas no se fían del Estado o le exigen que pague más. Al llegar a esta situación, las clases dominantes intentan arrebatar las mejoras que las clases dominadas habían conseguido y pretenden que el Estado les garantiza unas condiciones más adecuadas para mejorar la tasa de beneficio incrementando la explotación de las clases dominadas.

Y este es justamente el punto en el que está Grecia. Un punto que tiene mucho en común con lo que mañana llegará en otros lugares.

En cada caso, las condiciones del momento y las particularidades de sus historias, darán forma específica al conflicto social.

Lo más importante de todo es diseñar las políticas y preparar las formas de organización y movilización de las clases trabajadoras para garantizar que el desenlace de este conflicto sea el más favorable posible a sus intereses.
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LQSomos. Antoni Puig Solé. Mayo de 2010.
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