18/3/07

EL AÑO HISTÓRICO DE 1968 (PARTE 4º)

Diez acontecimientos que cambiaron el mundo
(Parte IV)
Ricardo Ribera 18-12-2006 / El Faro

4.- Auge y fracaso de la revolución cultural china
1968 será un año decisivo para el futuro de China: por un lado Lin Piao podrá declarar, a inicios del siguiente año, que “la revolución cultural ha triunfado”, mientras, por el otro, su derrota viene señalada por el exterminio o absorción en el ejército de la mayoría de los “guardias rojos” que fueron su motor y brazo ejecutor. En realidad, el IX° Congreso de Partido Comunista Chino de principios de 1969 se fijó como objetivo “la reconstrucción del Partido” tras la anarquía y el caos generado por la revolución cultural maoísta. Pero sus máximos dirigentes se integraban al Buró Político. Poner fin al experimento todavía costaría varios años de intensas luchas entre facciones. Pero la iniciativa que levantara Mao Tsé tung ya no lograría reponerse y pasaría a la historia como otro fracaso del “gran timonel”.

Todo comenzó en otoño de 1965 cuando Mao consiguió del Partido autorización para lanzar una campaña de propaganda para “destruir el antiguo mundo”. Desplazado del poder real tras el fracaso económico de “El Gran Salto Adelante”, lanzado por iniciativa suya, el experimentado dirigente iba a dar inicio a una audaz maniobra para recuperar su liderazgo en el partido y en el país. Descontento con el pragmatismo reformista de otros camaradas, que priorizaba el crecimiento económico y la eficacia, Mao buscaría apoyarse en las masas para enfrentarlas al aparato burocrático del Partido e intentar reconquistarlo. Acusaría a la dirigencia estatal de estarse convirtiendo en “la nueva burguesía”, atacaría por igual a técnicos e ingenieros, a intelectuales y funcionarios del partido. La lucha de clases no había terminado con el triunfo de la revolución socialista y Mao seguía confiando en las masas campesinas como la clase principal, frente a los sectores urbanos que en su opinión tendían a aburguesarse. Defenderá a la juventud china como el grupo social que no estaba corrompido y se apoyará en los estudiantes para lanzar una revolución dentro de la revolución. El Grupo de la Revolución Cultural dirigido por la esposa de Mao organizó una estructura paralela a la del Partido, los “guardias rojos”, reclutados sobre todo entre los estudiantes universitarios.

En mayo de 1967 un millón de guardias rojos venidos de todo el país se congregaba frente la Puerta de la Paz Celestial, en Pekín, a escuchar al “gran timonel”: “¡Destruid lo viejo, construid lo nuevo!”. La revolución cultural se ponía en marcha en todo el país, bajo la guía del “pensamiento de Mao Tsé tung”. La edición de “Citas del Presidente Mao”, más conocida como el “Libro Rojo”, se reprodujo por centenares de millones y se tradujo a la casi totalidad de idiomas conocidos. El maoísmo cobraba notoriedad en el mundo, como una forma de leninismo a la china, provocando debates y en algunos casos escisiones en los partidos marxistas y la fundación de organizaciones de signo pro-chino o maoísta. En todas partes se revitalizaba la opción por la lucha armada y en el Tercer Mundo por movimientos guerrilleros que arraigasen entre el campesinado. El imperialismo, según la definición de Mao, era “un tigre de papel”. Se asumían también las críticas a la Unión Soviética, calificada de “social-imperialismo”. La lucha ideológica y por la “proletarización” de la militancia se ponían en un primer plano. La revolución cultural china fue mitificada en muchas partes y sus ecos seguirían resonando incluso mucho después de haber sido muerta y enterrada en la propia China comunista.

En 1967 se imponían los guardias rojos en la mayoría de provincias, comités locales del Partido eran destituidos, se encarcelaba a dirigentes, hubo casos de linchamientos. Muchos dirigentes nacionales fueron purgados, incluido Den Xiao ping, el cerebro de la reformas económicas, y enviados a comunas rurales a “reeducarse”. Chu En lai, el Presidente del Consejo de Ministros y compañero de Mao desde la Larga Marcha de la guerra revolucionaria, pudo mantenerse en el cargo pero privado de poder real. Hubo resistencias y en algunas ciudades se dieron auténticas batallas entre fracciones. Las universidades permanecían cerradas, la producción industrial se redujo y la producción agrícola también descendió dramáticamente. Reinaba el caos en toda China.

El propio Mao empezó a tomar distancia del fanatismo e irracionalidad con que grupos de guardias rojos actuaban. Empezaron a surgir rivalidades entre ellos. Mao se apoyó entonces en el ejército para restaurar el orden y reorganizar la producción. Empezará una campaña de denuncia del ultraizquierdismo y se intentará desarmar a los guardias rojos a partir de 1968. Éstos se resisten y terminarán siendo diezmados por el ejército. Éste retoma el control pero se niega a mantener militarizado el país. El Partido ha de asumir nuevamente la conducción. Es así cómo a principios de 1969 casi la mitad del nuevo Comité Central procede de las filas del ELP. Poco a poco son rehabilitados los dirigentes purgados por la revolución cultural. Es un difícil equilibrio de fuerzas, donde los maoístas todavía intentarán en 1973, con una campaña dirigida supuestamente a criticar el pensamiento de Confucio, debilitar la posición nuevamente reforzada de Chu En lai. Éste consiguió prevalecer y en 1975 puso de nuevo al frente de la conducción económica a Deng Xiao ping, quien lanzó la línea de “las cuatro modernizaciones”. El milagro económico chino y su despegue al desarrollo, camino a convertirse en potencia económica mundial, empezaba a sentar sus bases tras diez años de anarquía y virtual guerra civil.

El Presidente Mao, no obstante, mantuvo hasta el fin de sus días el respeto y apoyo de masas, alimentado con un exagerado culto a la personalidad, y nadie en el Partido se atrevió a desafiar su poder. Pero tras su muerte en 1976, pocos meses después era arrestada su viuda, Jiang Qing, acusada de conspirar y de ser parte de “la banda de los cuatro” que habría provocado la pesadilla de los años de revolución cultural. Lin Piao, el jefe del ejército que acuerpó la revolución cultural y la hegemonía de Mao, había muerto en 1971 víctima de un extraño accidente de aviación, cuando volaba secretamente a Moscú. China pasaba página a un complicado período de su historia contemporánea, de extremismo ideológico que llevaba a la revolución permanente y a la guerra civil, pero también de rectificación hacia la estabilidad, la moderación y la modernización, como ha demostrado en el siguiente cuarto de siglo.

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