Fujimori sigue desatando pasiones encontradas en su país, unos repudian su régimen por autoritario y corrupto, otros reconocen sus logros en economía y seguridad.
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POR CARMEN MUÑOZ
POR CARMEN MUÑOZ
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Madrid - Desde que le arrebató la Presidencia peruana al escritor Mario Vargas Llosa en las elecciones de 1990, hasta que dimitió por fax desde Japón una década después, Alberto Fujimori protagonizó una década en el poder cargada de luces y sombras. El ex presidente que ahora será extraditado a Perú para comparecer ante la Justicia por graves delitos contra los derechos humanos y corrupción, era un perfecto desconocido cuando se enfrentó en las urnas al Premio Cervantes y le derrotó en la segunda vuelta. Sólo un año antes había fundado Cambio 90, una organización que apoyaban los sectores más desfavorecidos de la sociedad peruana, partidarios de su candidatura «antisistema».
De origen humilde -sus padres emigraron desde Japón antes de que él naciera en Lima en 1938-, el ingeniero agrónomo, físico, matemático y profesor universitario se convirtió en un ambicioso e imprevisible político. Su ansia de poder le llevó a abandonar un exilio seguro en el país de sus progenitores -tiene la doble nacionalidad- para trasladarse a Chile y desde allí tratar de participar en las elecciones peruanas de 2006, pero fue detenido y allí comenzó su carrera hacia los tribunales peruanos.
Madrid - Desde que le arrebató la Presidencia peruana al escritor Mario Vargas Llosa en las elecciones de 1990, hasta que dimitió por fax desde Japón una década después, Alberto Fujimori protagonizó una década en el poder cargada de luces y sombras. El ex presidente que ahora será extraditado a Perú para comparecer ante la Justicia por graves delitos contra los derechos humanos y corrupción, era un perfecto desconocido cuando se enfrentó en las urnas al Premio Cervantes y le derrotó en la segunda vuelta. Sólo un año antes había fundado Cambio 90, una organización que apoyaban los sectores más desfavorecidos de la sociedad peruana, partidarios de su candidatura «antisistema».
De origen humilde -sus padres emigraron desde Japón antes de que él naciera en Lima en 1938-, el ingeniero agrónomo, físico, matemático y profesor universitario se convirtió en un ambicioso e imprevisible político. Su ansia de poder le llevó a abandonar un exilio seguro en el país de sus progenitores -tiene la doble nacionalidad- para trasladarse a Chile y desde allí tratar de participar en las elecciones peruanas de 2006, pero fue detenido y allí comenzó su carrera hacia los tribunales peruanos.
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La herencia de Alan García
La herencia de Alan García
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Alberto Fujimori heredó del actual presidente de Perú, Alan García, un país deshecho por la hiperinflación y la violencia política. Pero actuó con rapidez y logró recuperar la estabilidad macroeconómica y la seguridad interna, esto último a costa de cuestionados métodos que ahora le llevarán al banquillo. «No me tiembla la mano cuando debo tomar una decisión difícil», aseguró en una reciente entrevista a Reuters. Esa frase describe una década en el poder. Desde el primer momento emprendió una lucha sin tregua contra el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) y Sendero Luminoso, cuya captura de su líder, Abimael Guzmán, en 1992 le asestó un golpe mortal a la banda terrorista. Sus adversarios denuncian sombras en la derrota de la guerrilla maoísta. La Justicia peruana le acusa de ordenar a escuadrones de la muerte dos matanzas conocidas como de La Cantuta y Barrios Altos a principios de la década de los noventa. El saldo, dos docenas de muertos, entre ellos estudiantes, un profesor y un niño. Tampoco le tembló la mano al ordenar el asalto a la residencia del embajador de Japón en 1997 para poner punto y final a una crisis con rehenes incluidos, causada por el MRTA. que se prolongó durante cuatro meses.
Alberto Fujimori heredó del actual presidente de Perú, Alan García, un país deshecho por la hiperinflación y la violencia política. Pero actuó con rapidez y logró recuperar la estabilidad macroeconómica y la seguridad interna, esto último a costa de cuestionados métodos que ahora le llevarán al banquillo. «No me tiembla la mano cuando debo tomar una decisión difícil», aseguró en una reciente entrevista a Reuters. Esa frase describe una década en el poder. Desde el primer momento emprendió una lucha sin tregua contra el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) y Sendero Luminoso, cuya captura de su líder, Abimael Guzmán, en 1992 le asestó un golpe mortal a la banda terrorista. Sus adversarios denuncian sombras en la derrota de la guerrilla maoísta. La Justicia peruana le acusa de ordenar a escuadrones de la muerte dos matanzas conocidas como de La Cantuta y Barrios Altos a principios de la década de los noventa. El saldo, dos docenas de muertos, entre ellos estudiantes, un profesor y un niño. Tampoco le tembló la mano al ordenar el asalto a la residencia del embajador de Japón en 1997 para poner punto y final a una crisis con rehenes incluidos, causada por el MRTA. que se prolongó durante cuatro meses.
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«El autogolpe»
«El autogolpe»
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Los detractores de Fujimori también denuncian su autoritarismo, en especial tras el llamado «autogolpe de 1992», cuando disolvió el Congreso y la Judicatura y asumió poderes absolutos. Después consiguió que se aprobara la Constitución de 1993, que le otorgó el derecho a la reelección. En los comicios de 1995 venció al ex secretario general de Naciones Unidas Javier Pérez de Cuéllar y se consolidó en el poder. Se presentó de nuevo en abril de 2000 y en esa ocasión ganó al ex presidente Alejandro Toledo, que renunció a presentarse a la segunda vuelta después de denunciar fraude. En ese momento la impopularidad de Fujimori era creciente, comenzaban a destaparse casos de corrupción y la situación económica se deterioraba por momentos.
En septiembre de 2000 estalló el escándalo de los «vladivídeos», en nombre del leal asesor presidencial Vladimiro Montesiones, hoy preso en Perú, en los que aparecía éste sobornando a políticos de otros partidos para que apoyasen a Alberto Fujimori. Mientras su régimen se desmoronaba, «El chino», apodado así por sus rasgos orientales, viajó a Brunei para asistir a una reunión del APEC en calidad de presidente de Perú. Pero aprovechó para huir a Japón y desde allí envió por fax su dimisión a la Presidencia. Fujimori consiguió que Tokio rechazara las reiteradas peticiones de extradición de Lima. Hasta que se le ocurrió viajar a Chile en un avión privado. Entre medias, afrontó una guerra fronteriza con Ecuador y un sonoro divorcio con la peruana de origen japonés Susana Higuchi, que le acusó de malos tratos.
Los detractores de Fujimori también denuncian su autoritarismo, en especial tras el llamado «autogolpe de 1992», cuando disolvió el Congreso y la Judicatura y asumió poderes absolutos. Después consiguió que se aprobara la Constitución de 1993, que le otorgó el derecho a la reelección. En los comicios de 1995 venció al ex secretario general de Naciones Unidas Javier Pérez de Cuéllar y se consolidó en el poder. Se presentó de nuevo en abril de 2000 y en esa ocasión ganó al ex presidente Alejandro Toledo, que renunció a presentarse a la segunda vuelta después de denunciar fraude. En ese momento la impopularidad de Fujimori era creciente, comenzaban a destaparse casos de corrupción y la situación económica se deterioraba por momentos.
En septiembre de 2000 estalló el escándalo de los «vladivídeos», en nombre del leal asesor presidencial Vladimiro Montesiones, hoy preso en Perú, en los que aparecía éste sobornando a políticos de otros partidos para que apoyasen a Alberto Fujimori. Mientras su régimen se desmoronaba, «El chino», apodado así por sus rasgos orientales, viajó a Brunei para asistir a una reunión del APEC en calidad de presidente de Perú. Pero aprovechó para huir a Japón y desde allí envió por fax su dimisión a la Presidencia. Fujimori consiguió que Tokio rechazara las reiteradas peticiones de extradición de Lima. Hasta que se le ocurrió viajar a Chile en un avión privado. Entre medias, afrontó una guerra fronteriza con Ecuador y un sonoro divorcio con la peruana de origen japonés Susana Higuchi, que le acusó de malos tratos.
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AFP
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-El magistrado de la Corte Suprema de Chile, Alberto Chaigneau, anuncia la extradición de Fujimori
-En su exitosa lucha sin cuartel contra Sendero Luminoso, Fujimori alimentó también el asesinato de Estado
-El ex mandatario peruano estabilizó un país deshecho por la inflación, pero no dejó una buena herencia
-En su exitosa lucha sin cuartel contra Sendero Luminoso, Fujimori alimentó también el asesinato de Estado
-El ex mandatario peruano estabilizó un país deshecho por la inflación, pero no dejó una buena herencia
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ABC - España/23/09/2007
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