Marx, entre nosotros -
Si hemos de hacer caso de los críticos del marxismo, hablar hoy de Marx es un ejercicio inútil. Según ellos, el pensamiento de Carlos Marx es una antigualla, no sirve. Todo lo más, algunos aspectos de sus trabajos tienen interés limitado dentro de las ciencias sociales, pero el genero de su teoría no sólo es erróneo sino dañino para la humanidad.
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Para convencernos de ello, los que atacan el marxismo han escrito cientos de artículos, miles y miles de frases que también han sido repetidas mil veces. Pero ¿cómo es posible que un personaje cuya obra es completamente errónea siga despertado tanto odio? ¿Acaso este interés en descalificar a Marx no demuestra más bien que sigue vigente? Nadie gastaría tanta tinta en atacar un oscuro y fracasado economista decimonónico si sus ideas no estuvieran bien vivas.
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Que el marxismo está vivo es tan cierto como que hay explotadores y explotados, opresores y oprimidos, y que unos y otros se enfrentan. Es tan cierto como que el capitalismo y el imperialismo han producido y producen miseria y guerra. Es tan cierto como que las clases y pueblos oprimidos luchan por su liberación o se esfuerzan por construir una sociedad más justa y libre. La grandeza y vigencia de Marx está en que su pensamiento está íntimamente vinculado a todo esto de modo inseparable.
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Desde sus mismos inicios, el marxismo sufrió continuos ataques y tergiversaciones. La propia vida y obra de Marx y su compañero Engels son testimonio de ello. Ahora se siguen produciendo desde la reacción y desde sectores que hacen de su particular versión del "marxismo" una coartada para sus intereses. A los marxistas de hoy en día, nos corresponde hacer frente a este desafío, no sólo enfrentándonos, sino trabajando para profundizar y aplicar el pensamiento de Marx aquí y ahora. Esta debe ser nuestra contribución a la causa del comunismo cuyos fundamentos teóricos orientó el propio Carlos Marx.
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LQSomos. Ferran Fullá. Julio de 2008
¿Qué futuro nos espera? -
Muchos analistas, como James Lovelock, Martin Rees, Samuel P. Huntington, Jacques Attali y otros, hacen pronósticos sombríos sobre el futuro que nos espera. Es cierto que la historia no tiene leyes, pues se mueve en el reino de las libertades que están sometidas al principio de indeterminación Bohr/Heisenberg y de las sorprendentes emergencias, propias del proceso evolutivo. Sin embargo una mirada a largo plazo nos permite constatar algunas constantes que pueden ayudarnos a entender, por ejemplo, el surgimiento, la floración y la caída de los imperios y de civilizaciones completas. Quien se detuvo más cuidadosamente en esta cuestión fue el historiador inglés Arnold Toynbee (+1976), que escribió una obra de doce tomos sobre las civilizaciones históricamente conocidas: A Study of History. Ahí maneja una categoría-clave, verdadera constante socio-histórica, que arroja alguna luz sobre el tema en cuestión. Se trata de la correlación desafío-respuesta(challenge-response). Señala que una civilización se mantiene y se renueva en la medida en que consigue equilibrar el potencial de desafíos con el potencial de respuestas que ella les puede dar. Cuando los desafíos son de tal monta que sobrepasan la capacidad de respuesta, comienza el ocaso de esa civilización, entra en crisis y desparece.
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Estimo que actualmente nos enfrentamos a esta clase de fenómeno. Nuestro paradigma civilizacional, elaborado en Occidente y difundido por todo el globo, está haciendo agua por todas partes. Los desafíos (challenges) globales son de tal gravedad, especialmente los de naturaleza ecológica, energética, alimentaria y poblacional, que estamos perdiendo la capacidad de darles una respuesta colectiva e incluyente. Este tipo de civilización se va a disolver.
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¿Qué viene después? Solo hay conjeturas. El conocido historiador Eric Hobsbawn vaticina: o adoptamos otro paradigma o vamos al encuentro de la oscuridad.
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Quiero detenerme en los pronósticos de Jacques Attali, economista, ex-asesor de F. Mitterand y pensador francés, en su libro Une brève histoire de l’avenir (2006), pues me parecen verosímiles, aunque dramáticos. El pinta tres escenarios probables que resumo brevemente.
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El primero es el del superimperio. Se trata de Estados Unidos y de sus aliados. Ellos confieren un rostro occidental a la globalización y le imprimen la dirección que atiende a sus intereses. Su fuerza es de todo tipo, pero principalmente militar: puede exterminar a toda la especie humana. Pero está decadente, con muchas contradicciones internas que se muestran en la inexorable depreciación del dólar.
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El segundo es el superconflicto. Es lo que sigue a la quiebra del orden imperial. Se entra en un proceso colectivo de caos (no necesariamente generativo). La globalización continúa pero predomina la balcanización con dominios regionales que pueden generar conflictos de gran poder devastador. La anomia internacional abre espacio para que surjan grupos de piratas y corsarios que cruzarán los aires y los océanos, saqueando grandes empresas y gestando un clima de inseguridad global. Estas fuerzas pueden tener acceso a armas de destrucción masiva y, en el límite, amenazar a la especie humana. Esta situación extrema clama por una solución también extrema.
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El tercer escenario es la superdemocracia. La humanidad, si no quiere autodestruirse, deberá elaborar un contrato social mundial con creación de instancias de gobernabilidad global y una gestión colectiva de los escasos recursos de la naturaleza. Si triunfara, se inauguraría una nueva etapa de la civilización humana, posiblemente con menor conflictividad y más cooperación.
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Sólo nos queda rezar para que este último escenario sea el que suceda.
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LQSomos. Leonardo Boff. Julio de 2008
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LQSomos/23/07/2008