ARGENTINA> INSTALARON LA ESTATUA DE ERNESTO GUEVARA EN UNA PLAZA DE ROSARIOEl Che ya tiene su monumento
La escultura de cuatro metros de altura, realizada con el bronce de llaves donadas por 14.500 personas, fue inaugurada en el marco de los festejos del cumpleaños número 80 del líder revolucionario. Las celebraciones concluirán hoy con un recital...
Por Laura Vales
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Rosario - Llegó gente de todo el país para inaugurar el monumento. Rosario festejó el cumpleaños número 80 del Che Guevara con una nueva plaza, en la que instaló la estatua del escultor Andrés Zerneri, una obra colectiva realizada con la participación de 14.500 personas que donaron llaves y decidieron por votación que la ciudad, donde Guevara nació en 1928, debía ser su lugar de emplazamiento. No sólo la donación de las llaves, sino el proceso de hacer circular la idea, fundir el bronce, hacer el monumento y trasladarlo en barco hasta Rosario fue un trabajo en común, que realizaron las personas que se fueron reuniendo cada sábado en el taller de Zerneri. El trabajo llevó tres años. Ayer, finalmente, la escultura fue instalada, con la presencia de los hijos del Che –Aleida, Celia, Camilo y Ernesto–, de sus hermanos y de un grupo de compañeros que combatieron con él en Sierra Maestra.
La plaza se llenó rápido: echarpes y camperita con la cara del Che, termo y mate, pullóveres de algún viaje a Jujuy, chalecos de organizaciones sociales. Zapatillas baratas. Militancia agrupada en organizaciones y también mucha gente suelta. Era un día soleado pero frío, ventoso. La estatua del Che, de cuatro metros de altura, esperó su presentación cubierta por una tela blanca que el viento hacía ondear como la silueta de un fantasma.
Zerneri fue uno de los primeros en hablar en el acto. Contó que le mandaron llaves exiliados en Alemania, que un científico le llevó un pedazo del primer microscopio efecto túnel que se fabricó en la Argentina y que otros donaron pequeños objetos de bronce que habían sido de sus padres para que se fundieran en la estatua. “Esto que hacemos no es una actividad en sí, ni una demostración de fuerza, ni una anécdota; son pequeñas construcciones que nos permitimos para acercarnos unos a otros”, propuso el escultor, quien defiende la idea de que se hagan más monumentos con este método, con lo cual tendríamos, seguramente, unas cuantas menos estatuas de Julio Argentino Roca. También aseguró que él no es fanático del Che. “Cuando la conocí a Aleida (Guevara March, la hija mayor de Guevara) le aclaré que el Che ni siquiera me parecía lindo. ‘Feo eres tú’, me dijo ella. Pero lo que estaba tratando de decirle es que no somos fanáticos del Che, con lo que haríamos un club de fans, lo que sería desahuciante.”
Aleida fue la siguiente en hablar. Fue la única de los oradores que se refirió a la situación por el lockout ruralista. Sostuvo que hay que “impedir que personas sin escrúpulos tiren la leche tan necesaria para miles de chicos”. “Son problemas internos de la Argentina, pero como mujer y como médica que trabajó en los problemas de desnutrición les pido por favor que no permitan estas cosas. Ayer (por el viernes) Adolfo Pérez Esquivel se preguntó qué haría el Che. Hoy les pregunto a ustedes qué van a hacer.”
Barrios de Pie, el Movimiento Evita, el Frente Transversal y Popular, la Federación de Tierra y Vivienda fueron algunas de las organizaciones kirchneristas que se movilizaron con delegaciones numerosas al festejo. Desde la izquierda también llevaron columnas nutridas el Partido Comunista, con su Movimiento Universitario de Izquierda, y el Movimiento Socialista de los Trabajadores, entre otros. Había varios gremios de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y delegaciones de empresas recuperadas, como el Bauen. Junto al palco, en un sector de invitados especiales, se sentaron Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que fueron muy aplaudidas por los manifestantes.
Los vendedores ambulantes sacaron a la calle todo el merchandising del Che: llaveros a tres pesos, remeras a 25, posters a dos, grabados en madera con su cara a siete.
–¿Banderas del Che amarillas? ¿Por qué?
–¡Porque el Che era de Central!
El más ingenioso: un buscavidas que ofrecía, encuadrada, la partida de nacimiento del hijo más famoso de Rosario. Allí se lee que el Che nació el 14 de junio de 1928, aunque sobre ese dato hay toda una polémica. Algunos investigadores aseguran que el Che nació en realidad un mes antes, el 14 de mayo. Ayer Aleida dedicó un párrafo de su discurso a desmentirlo, y aseguró que la partida de nacimiento cita la fecha correcta. Sin embargo, la biógrafa de la madre del Che, Julia Constenla, cuenta en su libro que la propia Celia de la Serna le reveló que había anotado a su hijo como nacido un mes más tarde. La razón, detalla, es que se había casado embarazada y no quería que su familia lo supiera. A Celia la habían criado unas tías muy beatas que hubiesen puesto el grito en el cielo de saberlo. Por eso viajó a Rosario, para estar lejos en el momento de dar a luz, y después dijo a todo el mundo que el bebé era sietemesino.
Una novedad fue que se pudo conocer a varios de los hermanos del Che, que viven en la Argentina con un perfil muy bajo. Entre ellos estaba Celia, de largo pelo blanco, anteojos y un chal violeta. Y también Juan Martín, quince años menor que Ernesto, quien fue un preso político: durante la dictadura estuvo ocho años encarcelado.
Un grupo de chicos de guardapolvo se ocupó junto a los familiares de tirar de la tela que cubría la escultura para dejarla inaugurada. Después, Eduardo Aliverti, que condujo el acto, invitó a subir al escenario a Daniel Viglietti. “A desalambrar, Daniel”, le pidió el público.
Los festejos fueron organizados por la municipalidad, el gobierno de Santa Fe, la Embajada de Cuba y la Multisectorial de apoyo a Cuba. Empezaron el viernes y excedieron los actos: talleres, paneles, muestras de fotografía, un encuentro de Cátedras del Che, otro de sindicatos, otro de movimientos sociales son algunas de las actividades realizadas en el marco del homenaje. Los festejos van a cerrar hoy con un recital de León Gieco, Víctor Heredia, Santiago Feliú, Juan Carlos Baglietto y Jaime Roos.
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Por Laura Vales
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