Un modelo para Latinoamérica
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Una noticia enterrada en la sección de negocios del Miami Herald, según la cual los irlandeses se han convertido en los habitantes más ricos de Europa, debería ser incluida en los libros de historia de todas las escuelas latinoamericanas, y montada en las paredes de todas las oficinas gubernamentales de la región.
¿Qué tiene que ver esta noticia con América Latina?, se preguntarán ustedes. Bueno, mucho. La pequeña Irlanda es un magnífico ejemplo a seguir --y un motivo de esperanza-- para la mayoría de los países en la región.
Al igual que muchos países de América Latina, Irlanda era hasta hace muy poco un país pobre, agrícola, amante del fútbol, católico, conocido por tener una buena parte de su población viviendo en el extranjero, y una economía en gran medida dependiente de las remesas familiares de sus emigrantes en los Estados Unidos.
Bajo muchos aspectos, Irlanda era más pobre que la mayoría de países latinoamericanos. La Gran Hambruna Irlandesa de 1846 dejo un millón de muertos.
Hasta principios de los noventa, Irlanda era todavía uno de los países más pobres de Europa. Como en muchas partes de América Latina, una de las bromas más comunes en Irlanda era ``Que el último en dejar el país por favor apague la luz’.
Asimismo, Irlanda era un país conocido por producir grandes escritores, cantantes y deportistas, pero muy pocas estrellas en el mundo de los negocios, la ciencia o la tecnología. Todas estas características no son ajenas a muchos muchos países latinoamericanos.
Sin embargo, en menos de 15 años, que no es nada en la historia de una nación, Irlanda se ha convertido en el país más rico de los 27 integrantes de la Unión Europa en términos de riqueza por habitante.
Según el reporte publicado el lunes por el Banco de Irlanda, la riqueza neta promedio por individuo de la población irlandesa, de 4.2 millones de personas, creció en un 19 por ciento el año pasado, para llegar a $268,000 por persona. El incremento se debió, además de las exportaciones de tecnología, a un gran aumento en los precios de los bienes raíces, y a tener las tasas de ahorro más altas de Europa.
La economía irlandesa ha crecido a pasos agigantados desde que el país comenzó a albergar a unas 1,100 compañías multinacionales a comienzos de los noventa. Hoy día, es uno de los centros más importantes de alta tecnología y productos farmacéuticos del mundo.
¿Cómo logró Irlanda progresar tan rápidamente? Contrariamente a lo que muchos piensan, el factor clave del éxito irlandés no fue la ayuda económica que recibió el país después de incorporarse a la Unión Europea en 1973.
Cuando visité Irlanda en el 2003, casi todas las personas que entrevisté me dijeron que aunque los fondos de ayuda europeos ayudaron a mitigar algunos de los problemas sociales que trajo consigo la apertura económica, no fueron el factor más importante.
Más bien, el éxito de Irlanda se debe a una combinación de factores, incluyendo la tregua social entre empresarios y obreros iniciada en 1987, la eliminación de barreras burocráticas que desalentaban las inversiones extranjeras, una amnistía para todos los evasores fiscales, una reducción de impuestos corporativos para incentivar las inversiones, un fuerte apoyo a la ciencia, tecnología e ingeniería en las universidades, y la decisión de los sucesivos gobiernos de no desviar el rumbo económico a pesar de las tensiones sociales que se produjeron al principio de la apertura económica.
Claro que los escépticos dirán que --además de que los irlandeses hablan inglés-- los $14,000 millones que Irlanda recibió de la Unión Europea en los noventa le dieron al país una red de protección que les permitió una transición más suave a una economía globalizada.
Pero la mayoría de países de América Latina ñespecialmente en Sudamérica-- están obteniendo más que eso actualmente gracias a los altos precios de sus materias primas de exportación, y las compras masivas de China. Deberían estar usando esas ganancias inesperadas para seguir los pasos de Irlanda, y producir más productos de mayor valor agregado.
Mi opinión: Aunque los países latinoamericanos no deberían seguir el modelo irlandés --ni ningún otro modelo-- a ciegas (la región tiene los niveles de desigualdad más altos del mundo, y debería hacer una mejor labor que Irlanda en la distribución de la riqueza), la región podría aprender mucho del ejemplo irlandés.
Irlanda es una demostración de que los países pueden subir rápidamente de los últimos puestos a los primeros si atraen inversiones y se dedican a exportar productos cada vez más sofisticados. De manera que no sería una mala idea difundir las últimas noticias de Irlanda en toda la región, como un recordatorio de que el tamaño no es crucial, ni la historia tampoco.
Una noticia enterrada en la sección de negocios del Miami Herald, según la cual los irlandeses se han convertido en los habitantes más ricos de Europa, debería ser incluida en los libros de historia de todas las escuelas latinoamericanas, y montada en las paredes de todas las oficinas gubernamentales de la región.
¿Qué tiene que ver esta noticia con América Latina?, se preguntarán ustedes. Bueno, mucho. La pequeña Irlanda es un magnífico ejemplo a seguir --y un motivo de esperanza-- para la mayoría de los países en la región.
Al igual que muchos países de América Latina, Irlanda era hasta hace muy poco un país pobre, agrícola, amante del fútbol, católico, conocido por tener una buena parte de su población viviendo en el extranjero, y una economía en gran medida dependiente de las remesas familiares de sus emigrantes en los Estados Unidos.
Bajo muchos aspectos, Irlanda era más pobre que la mayoría de países latinoamericanos. La Gran Hambruna Irlandesa de 1846 dejo un millón de muertos.
Hasta principios de los noventa, Irlanda era todavía uno de los países más pobres de Europa. Como en muchas partes de América Latina, una de las bromas más comunes en Irlanda era ``Que el último en dejar el país por favor apague la luz’.
Asimismo, Irlanda era un país conocido por producir grandes escritores, cantantes y deportistas, pero muy pocas estrellas en el mundo de los negocios, la ciencia o la tecnología. Todas estas características no son ajenas a muchos muchos países latinoamericanos.
Sin embargo, en menos de 15 años, que no es nada en la historia de una nación, Irlanda se ha convertido en el país más rico de los 27 integrantes de la Unión Europa en términos de riqueza por habitante.
Según el reporte publicado el lunes por el Banco de Irlanda, la riqueza neta promedio por individuo de la población irlandesa, de 4.2 millones de personas, creció en un 19 por ciento el año pasado, para llegar a $268,000 por persona. El incremento se debió, además de las exportaciones de tecnología, a un gran aumento en los precios de los bienes raíces, y a tener las tasas de ahorro más altas de Europa.
La economía irlandesa ha crecido a pasos agigantados desde que el país comenzó a albergar a unas 1,100 compañías multinacionales a comienzos de los noventa. Hoy día, es uno de los centros más importantes de alta tecnología y productos farmacéuticos del mundo.
¿Cómo logró Irlanda progresar tan rápidamente? Contrariamente a lo que muchos piensan, el factor clave del éxito irlandés no fue la ayuda económica que recibió el país después de incorporarse a la Unión Europea en 1973.
Cuando visité Irlanda en el 2003, casi todas las personas que entrevisté me dijeron que aunque los fondos de ayuda europeos ayudaron a mitigar algunos de los problemas sociales que trajo consigo la apertura económica, no fueron el factor más importante.
Más bien, el éxito de Irlanda se debe a una combinación de factores, incluyendo la tregua social entre empresarios y obreros iniciada en 1987, la eliminación de barreras burocráticas que desalentaban las inversiones extranjeras, una amnistía para todos los evasores fiscales, una reducción de impuestos corporativos para incentivar las inversiones, un fuerte apoyo a la ciencia, tecnología e ingeniería en las universidades, y la decisión de los sucesivos gobiernos de no desviar el rumbo económico a pesar de las tensiones sociales que se produjeron al principio de la apertura económica.
Claro que los escépticos dirán que --además de que los irlandeses hablan inglés-- los $14,000 millones que Irlanda recibió de la Unión Europea en los noventa le dieron al país una red de protección que les permitió una transición más suave a una economía globalizada.
Pero la mayoría de países de América Latina ñespecialmente en Sudamérica-- están obteniendo más que eso actualmente gracias a los altos precios de sus materias primas de exportación, y las compras masivas de China. Deberían estar usando esas ganancias inesperadas para seguir los pasos de Irlanda, y producir más productos de mayor valor agregado.
Mi opinión: Aunque los países latinoamericanos no deberían seguir el modelo irlandés --ni ningún otro modelo-- a ciegas (la región tiene los niveles de desigualdad más altos del mundo, y debería hacer una mejor labor que Irlanda en la distribución de la riqueza), la región podría aprender mucho del ejemplo irlandés.
Irlanda es una demostración de que los países pueden subir rápidamente de los últimos puestos a los primeros si atraen inversiones y se dedican a exportar productos cada vez más sofisticados. De manera que no sería una mala idea difundir las últimas noticias de Irlanda en toda la región, como un recordatorio de que el tamaño no es crucial, ni la historia tampoco.
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Listín Diario-Republica Dominicana/08/08/2007
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