Retrato de Sarkozy
“Ganar es gustar, mi oficio es decidir”, confesó Nicolas Sarkozy cuando supo que había ganado la elección en Francia. “Estaba inquieto sobre mi capacidad para gustar”. La frase resume con nitidez el drama de un político en una democracia. Decidir y gustar. Tomar decisiones que tendrán un impacto sobre la vida de millones de personas, sobre la integridad del planeta, es en efecto la tarea más importante de un hombre de Estado. Pero antes de asumir esa carga, que es enorme, tiene que aprender un arte muy distinto, más común: el de gustar.La frase es parte de un libro que acaba de aparecer sobre Sarkozy: L’aube le soir ou la nuit (El alba, la tarde o la noche), el evento político-literario del otoño en París. La autora, Yasmina Reza, actriz, novelista, dramaturga, hija de una violinista húngara y un ingeniero judío mitad iraní, mitad ruso, es una de las autoras más exitosas de Francia. Sus textos han sido traducidos a varias decenas de idiomas. Una de sus obras de teatro, sobre la relación del arte contemporáneo con la vida cotidiana, Art, ha estado durante años en las carteleras de todas las ciudades donde ha sido estrenada, entre ellas Londres y Nueva York.El libro es el resultado de casi un año de seguir, durante su campaña electoral, a Nicolas Sarkozy. ¿Cómo es? Inteligente, nervioso, impaciente, a veces cruel (“Ser una nulidad no es un inconveniente en Francia”, dice sobre Ségolène Royal). Siempre tiene prisa, se aburre con facilidad, cojea, es bajo de estatura, no deja de mover las piernas cuando está sentado, come chocolates todo el tiempo, habla con frecuencia y elocuencia pero, en cambio, no escucha (“No hay nada peor que los consejos”, dice con franqueza. “No los escucho. Pueden resumirse en esto: nunca es buen momento”).Sarkozy hace también algunas reflexiones sobre la izquierda y la derecha. “En el fondo”, confiesa, “creo que soy el que mejor ha sabido aprovechar la inmensa riqueza humana del Partido Socialista”. Ha podido atraer, en efecto, a varias de las vacas más sagradas de la izquierda: Attali, Lang, Kourchner, Dominique Strauss-Kahn. Al mismo tiempo ha sido elogioso con Prodi, Blair y Zapatero. “Yo soy de derecha”, afirma, “pero no soy conservador”. No ve hacia atrás sino, siempre, hacia adelante: “Lo único que me interesa es esta tarde, mañana”. Anthony Giddens lo reconoció hace poco, invitado para hablar sobre la izquierda en Francia: “Modernización significa elaborar políticas que nos permitan adaptarnos a un mundo distinto del anterior, en el que la globalización es el principal motor del cambio. Y no tiene por qué identificarse a la derecha política con el conservadurismo. Puede haber modernizadores de derecha: un ejemplo perfecto es Sarkozy. El futuro de la izquierda en Francia, pero también en general, está en adoptar la modernización —en otras palabras, en elaborar políticas que nos ayuden a preservar y profundizar los valores de la izquierda en la era de la globalización. Tenemos que convencer a los conservadores de izquierda de que avancen hacia la modernidad”. Sarko lo ha hecho, a su manera. Aunque su capacidad de seducir a la izquierda ha sido tan exitosa que tiene, ya, un gravísimo inconveniente: ha dejado sin oposición a Francia.
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Milenio - Mexico/29/09/2007
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