ASIA AL DÍA
India y Pakistán, vecindad en la encrucijada
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Eva Queralt
Eva Queralt
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Mientras India se afianza como potencia económica mundial, Pakistán sufre atentados diarios y se ve inmerso en una grave inestabilidad política en el momento en que los dos países están de aniversario. Cumplen 60 años como países independientes, pero en una coyuntura muy diferente.
Mientras India se afianza como potencia económica mundial, Pakistán sufre atentados diarios y se ve inmerso en una grave inestabilidad política en el momento en que los dos países están de aniversario. Cumplen 60 años como países independientes, pero en una coyuntura muy diferente.
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Pakistán vive una de las épocas más cruentas de su historia, con atentados casi a diario. Pervez Musharraf, su presidente-dictador, se encuentra entre las cuerdas presionado por todos los frentes posibles.
Los islamistas moderados, que hasta ahora le apoyaban, han llegado a llamarle “asesino”; los talibanes, que ven en Musharraf a una marioneta de los Estados Unidos, están llevando su guerra contra el gobierno hasta el centro de la capital misma; y la oposición laica en el exilio, a pesar de negociar a escondidas con el gobierno un posible retorno, declara que no tolerará a un presidente con uniforme militar.
También a los aliados internacionales, especialmente a los Estados Unidos, cada vez les es más incómodo mantener las alianzas con un gobierno que no consigue resolver el problema de la talibanización del norte del país. Incluso la población civil le ha dado definitivamente la espalda tras la arbitraria destitución del presidente del Tribunal Supremo en marzo.
Ya nadie está con él mientras no dé el golpe de timón esperado: conseguir un gran pacto nacional con los partidos políticos para sacar al país de la actual encrucijada.
El tiempo no corre a su favor, ya que a pesar de esta rápida pérdida de apoyos, internos y externos, Pakistán espera celebrar elecciones en otoño. Unos comicios para los cuales el papel que jugarán los diferentes actores políticos y militares aún está por definir. De momento, una reciente encuesta indica que el 64% de la población se muestra claramente contraria a que Musharraf sea reelegido y los resultados muestran como su popularidad cae día a día.
Poco antes de estas elecciones, el 14 de agosto, Pakistán celebra el 60 aniversario de la independencia del Reino Unido. Al día siguiente, lo hace India. Ambos estados se crearon con el desmembramiento del Imperio Británico y con la división del subcontinente indio siguiendo motivaciones religiosas.
Sesenta años después, como los indicadores económicos no dejan tan mal parado al gobierno de Musharraf, que ha conseguido reducir fuertemente la inflación y alcanzar altos índices de crecimiento del PIB, la inestabilidad política y la falta de seguridad son en este aniversario los principales puntos que distinguen a los dos países.
Hace poco más de una década, India sufría también graves confrontaciones internas por disputas religiosas, y no menos importantes choques con el mismo Pakistán. La relación de vecindad a lo largo de estas seis décadas de independencia ha sido conflictiva y tensa.
Tres guerras han enfrentado a estos dos países, dos de ellas por la región fronteriza de Cachemira (1947-49, 1965). Esta confrontación ha provocado una escalada armamentística que les ha llevado a ambos a convertirse en potencias nucleares en 1998. Ninguna de los dos países ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear y se les han impuesto por ello y por las pruebas nucleares que han llevado a cabo, sanciones internacionales durante casi tres décadas.
Estas sanciones han perjudicado seriamente a sus economías y sólo se han visto aligeradas en los últimos años, cuando ambos países han empezado a colaborar en la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, ambas economías, y especialmente la india, han sabido abrirse al exterior y crecer con el impulso de la globalización. Una creciente clase media urbana y una mano de obra especializada y cualificada son atractivas para las multinacionales.
Esto, junto a las reformas económicas que se han venido desarrollando desde los años 80, han hecho que hoy India se sitúe entre los países emergentes que más crecen económicamente y que más aportan a la economía mundial, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).
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Camino a la estabilidad
El punto de inflexión en la mala relación entre los dos estados llegó con los atentados del 11 de julio de 2006 en los trenes de Bombay, perpetrados por islamistas, y en los que murieron 190 personas. Sólo dos meses después, en la XIV Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, celebrada en Cuba, ambos países acuerdan iniciar un proceso de paz para intentar mitigar la amenaza islamista y poner fin al conflicto por la disputa de Cachemira.
Esta perspectiva de cambio ha favorecido sobre todo a India, que ha ido acercándose cada vez más a los Estados Unidos. Si tras la independencia, India se configuró de la mano de Nehru como un estado socialista que se situó cercano a la Unión Soviética y que impulsó el Movimiento de Países no Alineados, ahora la geopolítica regional y mundial ha cambiado.
India, la democracia parlamentaria más grande del mundo por número de habitantes, ha firmado recientemente un acuerdo histórico con la que es la segunda, Estados Unidos. Ambas potencias han llegado a un pacto que permite a India acceder a tecnología nuclear civil norteamericana y almacenar combustible nuclear, si facilita que se inspeccionen sus instalaciones. Este acuerdo representa una excepción a lo dictado por Bush hace sólo tres años de no permitir que ningún país más pudiera desarrollar combustible nuclear.
Y mientras India se convierte en la nueva compañera de Estados Unidos, Pakistán sigue inmerso en la inestabilidad. Las alianzas de la Guerra Fría, durante la cual Pakistán, con la ayuda de la administración norteamericana, apoyaba a los mujahidines para frenar la influencia de la Unión Soviética en Asia Central, quedan ahora muy lejos.
Tampoco en India se han superado todas las dificultades. Aun persisten los problemas sociales y medioambientales, las grandes bolsas de pobreza y una gran parte de la población rural es analfabeta y casi no dispone de recursos.
Una mayor cooperación económica entre los dos países quizás pueda ayudarles a dar el salto definitivo a la estabilidad que necesita la región. Al menos, eso deben pensar sus dirigentes, que acaban de firmar un acuerdo para impulsar las relaciones comerciales y con el cual esperan incrementar el comercio bilateral de los menos de 2.000 millones de dólares anuales actuales hasta los 10.000 millones en 2010.
La declaración conjunta tras las negociaciones mostraba un espíritu de colaboración y entendimiento. Sólo falta que la economía lleve de la mano a la política. 07-08-2007
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Pakistán vive una de las épocas más cruentas de su historia, con atentados casi a diario. Pervez Musharraf, su presidente-dictador, se encuentra entre las cuerdas presionado por todos los frentes posibles.
Los islamistas moderados, que hasta ahora le apoyaban, han llegado a llamarle “asesino”; los talibanes, que ven en Musharraf a una marioneta de los Estados Unidos, están llevando su guerra contra el gobierno hasta el centro de la capital misma; y la oposición laica en el exilio, a pesar de negociar a escondidas con el gobierno un posible retorno, declara que no tolerará a un presidente con uniforme militar.
También a los aliados internacionales, especialmente a los Estados Unidos, cada vez les es más incómodo mantener las alianzas con un gobierno que no consigue resolver el problema de la talibanización del norte del país. Incluso la población civil le ha dado definitivamente la espalda tras la arbitraria destitución del presidente del Tribunal Supremo en marzo.
Ya nadie está con él mientras no dé el golpe de timón esperado: conseguir un gran pacto nacional con los partidos políticos para sacar al país de la actual encrucijada.
El tiempo no corre a su favor, ya que a pesar de esta rápida pérdida de apoyos, internos y externos, Pakistán espera celebrar elecciones en otoño. Unos comicios para los cuales el papel que jugarán los diferentes actores políticos y militares aún está por definir. De momento, una reciente encuesta indica que el 64% de la población se muestra claramente contraria a que Musharraf sea reelegido y los resultados muestran como su popularidad cae día a día.
Poco antes de estas elecciones, el 14 de agosto, Pakistán celebra el 60 aniversario de la independencia del Reino Unido. Al día siguiente, lo hace India. Ambos estados se crearon con el desmembramiento del Imperio Británico y con la división del subcontinente indio siguiendo motivaciones religiosas.
Sesenta años después, como los indicadores económicos no dejan tan mal parado al gobierno de Musharraf, que ha conseguido reducir fuertemente la inflación y alcanzar altos índices de crecimiento del PIB, la inestabilidad política y la falta de seguridad son en este aniversario los principales puntos que distinguen a los dos países.
Hace poco más de una década, India sufría también graves confrontaciones internas por disputas religiosas, y no menos importantes choques con el mismo Pakistán. La relación de vecindad a lo largo de estas seis décadas de independencia ha sido conflictiva y tensa.
Tres guerras han enfrentado a estos dos países, dos de ellas por la región fronteriza de Cachemira (1947-49, 1965). Esta confrontación ha provocado una escalada armamentística que les ha llevado a ambos a convertirse en potencias nucleares en 1998. Ninguna de los dos países ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear y se les han impuesto por ello y por las pruebas nucleares que han llevado a cabo, sanciones internacionales durante casi tres décadas.
Estas sanciones han perjudicado seriamente a sus economías y sólo se han visto aligeradas en los últimos años, cuando ambos países han empezado a colaborar en la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, ambas economías, y especialmente la india, han sabido abrirse al exterior y crecer con el impulso de la globalización. Una creciente clase media urbana y una mano de obra especializada y cualificada son atractivas para las multinacionales.
Esto, junto a las reformas económicas que se han venido desarrollando desde los años 80, han hecho que hoy India se sitúe entre los países emergentes que más crecen económicamente y que más aportan a la economía mundial, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).
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Camino a la estabilidad
El punto de inflexión en la mala relación entre los dos estados llegó con los atentados del 11 de julio de 2006 en los trenes de Bombay, perpetrados por islamistas, y en los que murieron 190 personas. Sólo dos meses después, en la XIV Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, celebrada en Cuba, ambos países acuerdan iniciar un proceso de paz para intentar mitigar la amenaza islamista y poner fin al conflicto por la disputa de Cachemira.
Esta perspectiva de cambio ha favorecido sobre todo a India, que ha ido acercándose cada vez más a los Estados Unidos. Si tras la independencia, India se configuró de la mano de Nehru como un estado socialista que se situó cercano a la Unión Soviética y que impulsó el Movimiento de Países no Alineados, ahora la geopolítica regional y mundial ha cambiado.
India, la democracia parlamentaria más grande del mundo por número de habitantes, ha firmado recientemente un acuerdo histórico con la que es la segunda, Estados Unidos. Ambas potencias han llegado a un pacto que permite a India acceder a tecnología nuclear civil norteamericana y almacenar combustible nuclear, si facilita que se inspeccionen sus instalaciones. Este acuerdo representa una excepción a lo dictado por Bush hace sólo tres años de no permitir que ningún país más pudiera desarrollar combustible nuclear.
Y mientras India se convierte en la nueva compañera de Estados Unidos, Pakistán sigue inmerso en la inestabilidad. Las alianzas de la Guerra Fría, durante la cual Pakistán, con la ayuda de la administración norteamericana, apoyaba a los mujahidines para frenar la influencia de la Unión Soviética en Asia Central, quedan ahora muy lejos.
Tampoco en India se han superado todas las dificultades. Aun persisten los problemas sociales y medioambientales, las grandes bolsas de pobreza y una gran parte de la población rural es analfabeta y casi no dispone de recursos.
Una mayor cooperación económica entre los dos países quizás pueda ayudarles a dar el salto definitivo a la estabilidad que necesita la región. Al menos, eso deben pensar sus dirigentes, que acaban de firmar un acuerdo para impulsar las relaciones comerciales y con el cual esperan incrementar el comercio bilateral de los menos de 2.000 millones de dólares anuales actuales hasta los 10.000 millones en 2010.
La declaración conjunta tras las negociaciones mostraba un espíritu de colaboración y entendimiento. Sólo falta que la economía lleve de la mano a la política. 07-08-2007
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Asiared/Observatorio Económico - China/01/02/2008
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