ESCARBANDO...LQ somos.
Ambiguas refundaciones y otras riesgosas giladas
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A mitad de mayo 2008 y esperando el fin del lockout de los sectores campestres, perpetuos en Argentina para imponer sus convicciones a los gobiernos lícitamente elegidos, recordamos que ese privilegiado grupo de presión, hoy tan radicalizado, varias veces emprendió este tipo de sublevación institucional y contrariamente, jamás le reclamaran igual a los grupos militares que desde 1930 en adelante tantas veces usurparan el gobierno nacional y usaran de manera discrecional de los fondos del Estado.
Un asunto nada sugestivo ni casual al revisar los elencos civiles de esa corriente que otorgaran entidad ideológica a esos sediciosos y según registra la historia, jamás promovieron cambios económicos más distributivos y republicanos; igual a más equilibrado y humano; al reparto de la riqueza. Un equilibrio que sin hundirnos en tediosas teologías economicistas, los gobiernos legítimos casi en general tienden a mejorar reacomodando las aplicaciones impositivas al diferenciar a quienes más tienen de los menos pudientes. Digamos, mejorar el tratamiento de los pobres, miserables y un cachito más abajo, hambrientos.
Pero esta simpleza teóricamente indiscutible, al menos sin ruborizarse, al entrar en su instancia operativa ‘quien más gana más aporta’ tropieza con las encerronas cerriles y medievales tan propicias a los constantes profetas del odio que definiera el escritor Arturo Jauretche. Y hoy, al asomar ciertos modestos índices favorables a la repartición, los privilegiados que junto a los medios de comunicación estiman a su mediocridad como una actitud militante, interrumpen las rutas y desabastecen en tanto los informadores anuncian tragedias a corto plazo, reclamos por la inseguridad y atentados de ignoto origen. Y eso sí, los medios quitan del panorama la demanda verdadera: los hombres dueños de la tierra que al sembrar están haciendo patria, según dicen, se niegan a pagar las retenciones a la exportación de soja que dictaminó el gobierno sin la autorización explícita de ese sector. Dejando afuera de toda consideración que el resto de la sociedad, aunque hoy vea desencaminado al gobierno nacional en la gestión del conflicto, considera a esas retenciones impositivas como certeras, en cuanto olfatea que los gauchescos expositores del campo son, tradicionalmente, evasores y autoritarios. Ver encuestas. En este panorama confuso y a rachas caótico se aprecia la ferviente amplificación del malestar que hicieron dos o tres diarios y los canales de televisión desde iniciado el conflicto. En principio porque la cosas no suceden solas; suceden siempre y cuando las cámaras lo registren, se supone, pero esta vez la discordia institucional apareció cuando los ‘fabricantes de opinión’ luchan para mantener las condiciones actuales de sus explotaciones, asignadas por decretos militares, y la administración actual pretende modificar. Ese debate se está dando y los principales medios al mezclarlo con la crisis del campo, aprovechan para denostar al proyecto como un cercenamiento de la libertad de expresión en tanto los redactores de la reforma afirman lo contrario. Así que la imparcialidad de los medios, siempre pálida, acaso se ennegrezca por esta cuestión pero la aparición de personajes inéditos hasta hoy en las pantallas, dieron hectáreas de material a cámaras y redacciones. Es que junto a los opinadores habituales emergieron los dirigentes agrarios que durante dos meses ocuparon cámaras y titulares, sin precisar ni hacer comprensibles sus exactas exigencias, ambigüedades que vuelan los cielos de la patria, toman sesgos de restauración nacional, ruegan a dios volver a las fuentes, (textual), y de repente, la exigencia concreta de administrar ellos mismos los impuestos a pagar; una pretensión no sólo grosera y trasnochada sin modificación constitucional sino que apunta a la eliminación de todo aquello que inviste sentido a una Nación.
En estos divagues de globalización universal, este temerario disparate es otorgarle el manejo de aquello común, hasta la geografía, a las gigantescas y poderosas empresas multinacionales. Ahora eso sí, suponemos que ninguno de los voceadores de esos pastiches discursivos tienen idea cercana de cuanto lo dicho significa, pero ellos no se enteran y así estos meses descollaron el principal expositor, alguien que con increíble lenguaje progresista exige ‘la mejor repartición de la riqueza’, aunque en los últimos días sin reiterar ‘reforma agraria’ porque a su lado finge distraerse de semejante ofensa el presidente de la Sociedad Rural Argentina. Junto a esos dos cabalga un exaltado dirigente de Gualguaychú, la zona más combativa rechazando camioneros y donde nadie dice si la verdadera requisitoria consiste en acompañar a los exportadores, - que no son ellos precisamente- en el reclamo contra las retenciones impositivas que subieron del 35% al 44%, y móviles según crecieran los precios internacionales. De eso, en las arengas televisadas al menos se habla poco por temor a darse patadas con las confesiones del presidente de la Sociedad Rural al augurar que bien podría abastecerse el mercado local de carnes una vez cumplidas las demandas internacionales. Algo que ocasionaría una faltante de carne vacuna en Argentina que si no regulan las autoridades, con la creciente demanda internacional de alimentos el precio que pagaría un nativo de por aquí sería de cuarenta pesos el kilo.
Por supuesto, las televisaciones exhiben el espectáculo sin ahondar en los excesos delictuales en los cortes de ruta ni aclarar tantos inciertos anuncios tremendistas, y mucho menos en contarnos el verdadero riesgo institucional que pontifican estos novedosos actores. Por más que nos divierta pensar, según los vemos y a la ética televisiva vigente entre nosotros, que pronto salten del living de almuerzos a malambear alrededor de un caño. En resumen, oyendo y leyendo en los medios decenas de rumbosas expresiones de deseos y ninguna otra factibilidad para el desacuerdo que no sea el éxito de la gente de campo, más las aseveraciones de los dirigentes agrarios, todo nos remite a una categórica definición de lunfardo canero: “un gil habla creyendo que los demás son todos giles. Y al fin, pierde por gil”. Algo interesante que significa eso mismo.
Un asunto nada sugestivo ni casual al revisar los elencos civiles de esa corriente que otorgaran entidad ideológica a esos sediciosos y según registra la historia, jamás promovieron cambios económicos más distributivos y republicanos; igual a más equilibrado y humano; al reparto de la riqueza. Un equilibrio que sin hundirnos en tediosas teologías economicistas, los gobiernos legítimos casi en general tienden a mejorar reacomodando las aplicaciones impositivas al diferenciar a quienes más tienen de los menos pudientes. Digamos, mejorar el tratamiento de los pobres, miserables y un cachito más abajo, hambrientos.
Pero esta simpleza teóricamente indiscutible, al menos sin ruborizarse, al entrar en su instancia operativa ‘quien más gana más aporta’ tropieza con las encerronas cerriles y medievales tan propicias a los constantes profetas del odio que definiera el escritor Arturo Jauretche. Y hoy, al asomar ciertos modestos índices favorables a la repartición, los privilegiados que junto a los medios de comunicación estiman a su mediocridad como una actitud militante, interrumpen las rutas y desabastecen en tanto los informadores anuncian tragedias a corto plazo, reclamos por la inseguridad y atentados de ignoto origen. Y eso sí, los medios quitan del panorama la demanda verdadera: los hombres dueños de la tierra que al sembrar están haciendo patria, según dicen, se niegan a pagar las retenciones a la exportación de soja que dictaminó el gobierno sin la autorización explícita de ese sector. Dejando afuera de toda consideración que el resto de la sociedad, aunque hoy vea desencaminado al gobierno nacional en la gestión del conflicto, considera a esas retenciones impositivas como certeras, en cuanto olfatea que los gauchescos expositores del campo son, tradicionalmente, evasores y autoritarios. Ver encuestas. En este panorama confuso y a rachas caótico se aprecia la ferviente amplificación del malestar que hicieron dos o tres diarios y los canales de televisión desde iniciado el conflicto. En principio porque la cosas no suceden solas; suceden siempre y cuando las cámaras lo registren, se supone, pero esta vez la discordia institucional apareció cuando los ‘fabricantes de opinión’ luchan para mantener las condiciones actuales de sus explotaciones, asignadas por decretos militares, y la administración actual pretende modificar. Ese debate se está dando y los principales medios al mezclarlo con la crisis del campo, aprovechan para denostar al proyecto como un cercenamiento de la libertad de expresión en tanto los redactores de la reforma afirman lo contrario. Así que la imparcialidad de los medios, siempre pálida, acaso se ennegrezca por esta cuestión pero la aparición de personajes inéditos hasta hoy en las pantallas, dieron hectáreas de material a cámaras y redacciones. Es que junto a los opinadores habituales emergieron los dirigentes agrarios que durante dos meses ocuparon cámaras y titulares, sin precisar ni hacer comprensibles sus exactas exigencias, ambigüedades que vuelan los cielos de la patria, toman sesgos de restauración nacional, ruegan a dios volver a las fuentes, (textual), y de repente, la exigencia concreta de administrar ellos mismos los impuestos a pagar; una pretensión no sólo grosera y trasnochada sin modificación constitucional sino que apunta a la eliminación de todo aquello que inviste sentido a una Nación.
En estos divagues de globalización universal, este temerario disparate es otorgarle el manejo de aquello común, hasta la geografía, a las gigantescas y poderosas empresas multinacionales. Ahora eso sí, suponemos que ninguno de los voceadores de esos pastiches discursivos tienen idea cercana de cuanto lo dicho significa, pero ellos no se enteran y así estos meses descollaron el principal expositor, alguien que con increíble lenguaje progresista exige ‘la mejor repartición de la riqueza’, aunque en los últimos días sin reiterar ‘reforma agraria’ porque a su lado finge distraerse de semejante ofensa el presidente de la Sociedad Rural Argentina. Junto a esos dos cabalga un exaltado dirigente de Gualguaychú, la zona más combativa rechazando camioneros y donde nadie dice si la verdadera requisitoria consiste en acompañar a los exportadores, - que no son ellos precisamente- en el reclamo contra las retenciones impositivas que subieron del 35% al 44%, y móviles según crecieran los precios internacionales. De eso, en las arengas televisadas al menos se habla poco por temor a darse patadas con las confesiones del presidente de la Sociedad Rural al augurar que bien podría abastecerse el mercado local de carnes una vez cumplidas las demandas internacionales. Algo que ocasionaría una faltante de carne vacuna en Argentina que si no regulan las autoridades, con la creciente demanda internacional de alimentos el precio que pagaría un nativo de por aquí sería de cuarenta pesos el kilo.
Por supuesto, las televisaciones exhiben el espectáculo sin ahondar en los excesos delictuales en los cortes de ruta ni aclarar tantos inciertos anuncios tremendistas, y mucho menos en contarnos el verdadero riesgo institucional que pontifican estos novedosos actores. Por más que nos divierta pensar, según los vemos y a la ética televisiva vigente entre nosotros, que pronto salten del living de almuerzos a malambear alrededor de un caño. En resumen, oyendo y leyendo en los medios decenas de rumbosas expresiones de deseos y ninguna otra factibilidad para el desacuerdo que no sea el éxito de la gente de campo, más las aseveraciones de los dirigentes agrarios, todo nos remite a una categórica definición de lunfardo canero: “un gil habla creyendo que los demás son todos giles. Y al fin, pierde por gil”. Algo interesante que significa eso mismo.
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LQSomos. Eduardo Pérsico. Mayo de 2008
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LQSomos/01/06/2008
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