ESCARBANDO...LQ somos.
Argentina: En el país de no me acuerdo
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Recordar siempre es un acto que produce alegría o dolor, por lo que se rescata de un momento pasado, por los que no están, por lo que fuimos y por lo que somos.
Las memorias nos construyen, nos moldean, como personas y como naciones. Por eso somos iguales y, a la vez, somos distintos, ¡por suerte! Porque de la interacción entre igualdades y diferencias nacen-maduran-se nutren las sensaciones, las emociones, los crecimientos, los progresos y los conflictos.
Recordar siempre es un acto que produce alegría o dolor, por lo que se rescata de un momento pasado, por los que no están, por lo que fuimos y por lo que somos.
Las memorias nos construyen, nos moldean, como personas y como naciones. Por eso somos iguales y, a la vez, somos distintos, ¡por suerte! Porque de la interacción entre igualdades y diferencias nacen-maduran-se nutren las sensaciones, las emociones, los crecimientos, los progresos y los conflictos.
Pero cuando esas igualdades y diferencias se viven sólo como conflicto que el entramado social no puede resolver y donde la opción-respuesta es eliminar al otro pensado como conflicto, entonces las cosas que les pasan a los otros terminan siendo pensadas como salidas posibles para lo que no tolero. Y se instala un pensamiento repetido que, a su vez, repite ciertas tres palabras (con distintas variaciones) que nos retrotraen a un pasado no tan lejano, tenebroso y salvaje: “por algo será”…
Por algo será que se los llevaron… en algo andarían… fue la respuesta del inmovilismo individualista que instaló en el imaginario social una época de terror, una época de mensajes desde el poder que conducían a producir el shock que detiene no sólo el movimiento sino la respuesta humana.
La realidad de las desapariciones se explicó, para este sector de la sociedad, como producto derivado de haber pertenecido, haber hecho, haber andado a algo considerado malo, tabú, censurable, que justificaba el destino: el secuestro, la desaparición forzada, las torturas y la muerte.
Años más tarde, un 18 de julio de 1994, una sociedad que pasó de la dictadura a una transición de democracia formal en vías de crecimiento hacia democracia sustancial, recibió otro duro golpe. Esta vez dirigida al seno mismo de la comunidad.
Una bomba destruía la sede mutual judía de Buenos Aires. Con el derrumbe de la AMIA se producía un duro golpe a la inteligencia y a la dignidad humana.
Los encargados de dar respuestas –los funcionarios que representan instituciones de la democracia- produjeron laberínticos pasillos que buscaron alejar las elucidaciones de modo de hacer ese juego perverso según el cual a más tiempo transcurrido mas se borran los caminitos recorridos por los que generaron el atentado. Pero también pusieron piedras en el camino, tantas como la cantidad de piedras a que quedó reducida la sede mutual. Intentaron “generar” culpabilidades en tanto miraron para el otro lado en un infame gesto.
En el país-del-no-me-acuerdo, se sumaron las muertes, se amontonaron los cadáveres, se enmoheció la justicia, se enmudeció la palabra de los que tenían que explicar (o lo que es peor: hablaron explicando con mentiras), se denigró la inteligencia y la dignidad, se burlaron del dolor de los que hoy no están pero que son presencias en las mesas de quienes los llevan como un desgarro en el corazón pero como una presencia por la que se sigue reclamando. Porque muchos aun vivimos en el país de la MEMORIA.
Por algo será que se los llevaron… en algo andarían… fue la respuesta del inmovilismo individualista que instaló en el imaginario social una época de terror, una época de mensajes desde el poder que conducían a producir el shock que detiene no sólo el movimiento sino la respuesta humana.
La realidad de las desapariciones se explicó, para este sector de la sociedad, como producto derivado de haber pertenecido, haber hecho, haber andado a algo considerado malo, tabú, censurable, que justificaba el destino: el secuestro, la desaparición forzada, las torturas y la muerte.
Años más tarde, un 18 de julio de 1994, una sociedad que pasó de la dictadura a una transición de democracia formal en vías de crecimiento hacia democracia sustancial, recibió otro duro golpe. Esta vez dirigida al seno mismo de la comunidad.
Una bomba destruía la sede mutual judía de Buenos Aires. Con el derrumbe de la AMIA se producía un duro golpe a la inteligencia y a la dignidad humana.
Los encargados de dar respuestas –los funcionarios que representan instituciones de la democracia- produjeron laberínticos pasillos que buscaron alejar las elucidaciones de modo de hacer ese juego perverso según el cual a más tiempo transcurrido mas se borran los caminitos recorridos por los que generaron el atentado. Pero también pusieron piedras en el camino, tantas como la cantidad de piedras a que quedó reducida la sede mutual. Intentaron “generar” culpabilidades en tanto miraron para el otro lado en un infame gesto.
En el país-del-no-me-acuerdo, se sumaron las muertes, se amontonaron los cadáveres, se enmoheció la justicia, se enmudeció la palabra de los que tenían que explicar (o lo que es peor: hablaron explicando con mentiras), se denigró la inteligencia y la dignidad, se burlaron del dolor de los que hoy no están pero que son presencias en las mesas de quienes los llevan como un desgarro en el corazón pero como una presencia por la que se sigue reclamando. Porque muchos aun vivimos en el país de la MEMORIA.
En el país del no me acuerdo
Doy tres pasitos y me pierdo.
Un pasito para allí,
no recuerdo si lo di.
Un pasito para allá!
Ay, que miedo me da!
..
En el país del no me acuerdo
Doy tres pasitos y me pierdo.
Un pasito para atrás,
y no doy ninguno mas,
porque yo ya me olvidé,
dónde puse el otro pie.
..
En el país del no me acuerdo,
En el país del no me acuerdo,
Doy tres pasitos y me pierdo.
¡14 años de impunidad!
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LQSomos. Mónica Oporto. Julio de 2008
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(*) Pintura de Hilda Hiller: “Paloma herida”
(**) 1994 – 18 de Julio – 2008
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LQSomos/18/07/2008
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