Cuba y las pasiones desbordadas
OPINIÓN
Carlos Carnicero*
EL ZUMBIDO
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Muchos querrían que Cuba sencillamente no existiera. Digo esto por la furia que se desata contra el sistema cubano cada vez que se escribe sobre el tema poniendo en consideración las condiciones históricas que han evitado, a diferencia de como ocurrió con Puerto Rico, que la mayor de las Antillas sea un apéndice del imperio norteamericano.
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De entrada, si los españoles tuviéramos memoria histórica de nuestras grandezas y nuestras tragedias, no debiéramos olvidar la provocación del acorazado USS Maine y la intromisión colonial de Estados Unidos para tomar posiciones en Cuba a costa de sangre española. Desde entonces, Estados Unidos a lo largo de su historia, ha intentado por todos los medios apoderarse de Cuba y en muchos momentos de su corta historia, de hecho lo han logrado de formas diversas. Que el régimen cubano necesita transformaciones profundas es una cuestión aceptada incluso por los mismos líderes de la revolución cubana. Claro que las cuestiones semánticas y la profundidad de las transformaciones forman parte de un discurso que está siempre condicionado precisamente por la amenaza norteamericana, que es tan real como los intentos de invasión, de asesinato de Fidel Castro y los atentados cometidos por mercenarios financiados por la CIA. A partir de ahí, y con el espejo de lo ocurrido con el desmoronamiento de la Unión Soviética, todos los que sufren calentura al hablar de Cuba y que inundan internet fuera de control emocional, debieran dar alternativas posibles que no conduzcan al suicidio de la independencia de una país celoso de su autonomía. Por encima de todos sus déficit, la historia reciente de Cuba formará parte de la épica de la humanidad en una lección sobresaliente de resistencia del débil contra el más poderoso. Lo razonable es buscar caminos para que se haga la luz. El primero de ellos, que desparezcan el conjunto de leyes coloniales que el Congreso y el Senado norteamericano han desarrollado sobre Cuba considerando a este estado soberano como una porción más de la unión. Leyes extraterritoriales que castigan a los barcos que tocan tierra cubana; castigo a ejecutivos y empresas de otros países que hacen negocios con Cuba. En segundo lugar, desaparecida la agresión externa, reclamar al gobierno cubano la apertura democrática que permita el control eficaz del pueblo cubano sobre su futuro. El terrorista Posada Carriles -un Osama Ben Laden de la causa anticastrista que asesinó a más de setenta personas que viajaban en un vuelo comercial de Cubana de Aviación- goza de protección norteamericana que impide que sea juzgado por esos crímenes. En estos tiempos que el terrorismo parece un objetivo sobre el que no cabe piedad, este asesino es mimado por el Gobierno norteamericano sobre todo para que no se sepa que los crímenes que cometió contaron con la colaboración, sino con el patrocinio, de la CIA. Personalmente estoy en condiciones de hacer una análisis crítico de la revolución cubana, de los errores que ha cometido, del sacrificio que la heroicidad reporta al pueblo cubano sin que se le haya consultado directamente para ello. Estoy en condiciones de exigir que no quede un solo preso por motivos de opinión o conciencia en Cuba. Pero tengo algunas condiciones que afectan al método y sobre todo a la calidad de quienes tan histéricos se ponen con la revolución cubana. Tal vez no fuera requisito menor que Estados Unidos pida perdón por sus crímenes. Por preparar, alentar y dirigir el golpe de estado contra Salvador Allende. Que se excuse de los desaparecidos de las dictaduras de Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay, Bolivia etc. Que nos explique con detalle sus criterios de mantener derechos fundamentales para sus ciudadanos que solo exige en el exterior cuando le conviene. Quizá debiéramos revisar las gestas de Alejando Magno en vista de que sólo en raras ocasiones consultó –y solo a sus generales- sobre el sacrificio de su larga marcha hacia la India. Debiéramos reflexionar sobre la circunstancia que permitió que la Unión Soviética se desprendiera del Zar y sacrificara a 20 millones de sus ciudadanos para evitar el nazismo en Europa para siempre o considerar qué hubiera ocurrido si Mao Tse Tung no hubiera organizado la larga marcha. Occidente sería distinto tal vez porque Japón y Alemania no hubieran sido derrotados. En todo caso, la defensa de los derechos humanos es para mi una actitud irrenunciable. Pero en el caso de Cuba, me reservo la discusión sobre estos aspectos solo con quien reconozca y denuncie la ilegítima intromisión del país más poderosos de la tierra contra una tierra que considero como mi segunda patria. Y al que mis palabras le produzcan desgarro, que se alivie insultándome porque no me afecta.Carlos Carnicero es periodista y analista político
De entrada, si los españoles tuviéramos memoria histórica de nuestras grandezas y nuestras tragedias, no debiéramos olvidar la provocación del acorazado USS Maine y la intromisión colonial de Estados Unidos para tomar posiciones en Cuba a costa de sangre española. Desde entonces, Estados Unidos a lo largo de su historia, ha intentado por todos los medios apoderarse de Cuba y en muchos momentos de su corta historia, de hecho lo han logrado de formas diversas. Que el régimen cubano necesita transformaciones profundas es una cuestión aceptada incluso por los mismos líderes de la revolución cubana. Claro que las cuestiones semánticas y la profundidad de las transformaciones forman parte de un discurso que está siempre condicionado precisamente por la amenaza norteamericana, que es tan real como los intentos de invasión, de asesinato de Fidel Castro y los atentados cometidos por mercenarios financiados por la CIA. A partir de ahí, y con el espejo de lo ocurrido con el desmoronamiento de la Unión Soviética, todos los que sufren calentura al hablar de Cuba y que inundan internet fuera de control emocional, debieran dar alternativas posibles que no conduzcan al suicidio de la independencia de una país celoso de su autonomía. Por encima de todos sus déficit, la historia reciente de Cuba formará parte de la épica de la humanidad en una lección sobresaliente de resistencia del débil contra el más poderoso. Lo razonable es buscar caminos para que se haga la luz. El primero de ellos, que desparezcan el conjunto de leyes coloniales que el Congreso y el Senado norteamericano han desarrollado sobre Cuba considerando a este estado soberano como una porción más de la unión. Leyes extraterritoriales que castigan a los barcos que tocan tierra cubana; castigo a ejecutivos y empresas de otros países que hacen negocios con Cuba. En segundo lugar, desaparecida la agresión externa, reclamar al gobierno cubano la apertura democrática que permita el control eficaz del pueblo cubano sobre su futuro. El terrorista Posada Carriles -un Osama Ben Laden de la causa anticastrista que asesinó a más de setenta personas que viajaban en un vuelo comercial de Cubana de Aviación- goza de protección norteamericana que impide que sea juzgado por esos crímenes. En estos tiempos que el terrorismo parece un objetivo sobre el que no cabe piedad, este asesino es mimado por el Gobierno norteamericano sobre todo para que no se sepa que los crímenes que cometió contaron con la colaboración, sino con el patrocinio, de la CIA. Personalmente estoy en condiciones de hacer una análisis crítico de la revolución cubana, de los errores que ha cometido, del sacrificio que la heroicidad reporta al pueblo cubano sin que se le haya consultado directamente para ello. Estoy en condiciones de exigir que no quede un solo preso por motivos de opinión o conciencia en Cuba. Pero tengo algunas condiciones que afectan al método y sobre todo a la calidad de quienes tan histéricos se ponen con la revolución cubana. Tal vez no fuera requisito menor que Estados Unidos pida perdón por sus crímenes. Por preparar, alentar y dirigir el golpe de estado contra Salvador Allende. Que se excuse de los desaparecidos de las dictaduras de Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay, Bolivia etc. Que nos explique con detalle sus criterios de mantener derechos fundamentales para sus ciudadanos que solo exige en el exterior cuando le conviene. Quizá debiéramos revisar las gestas de Alejando Magno en vista de que sólo en raras ocasiones consultó –y solo a sus generales- sobre el sacrificio de su larga marcha hacia la India. Debiéramos reflexionar sobre la circunstancia que permitió que la Unión Soviética se desprendiera del Zar y sacrificara a 20 millones de sus ciudadanos para evitar el nazismo en Europa para siempre o considerar qué hubiera ocurrido si Mao Tse Tung no hubiera organizado la larga marcha. Occidente sería distinto tal vez porque Japón y Alemania no hubieran sido derrotados. En todo caso, la defensa de los derechos humanos es para mi una actitud irrenunciable. Pero en el caso de Cuba, me reservo la discusión sobre estos aspectos solo con quien reconozca y denuncie la ilegítima intromisión del país más poderosos de la tierra contra una tierra que considero como mi segunda patria. Y al que mis palabras le produzcan desgarro, que se alivie insultándome porque no me afecta.
De entrada, si los españoles tuviéramos memoria histórica de nuestras grandezas y nuestras tragedias, no debiéramos olvidar la provocación del acorazado USS Maine y la intromisión colonial de Estados Unidos para tomar posiciones en Cuba a costa de sangre española. Desde entonces, Estados Unidos a lo largo de su historia, ha intentado por todos los medios apoderarse de Cuba y en muchos momentos de su corta historia, de hecho lo han logrado de formas diversas. Que el régimen cubano necesita transformaciones profundas es una cuestión aceptada incluso por los mismos líderes de la revolución cubana. Claro que las cuestiones semánticas y la profundidad de las transformaciones forman parte de un discurso que está siempre condicionado precisamente por la amenaza norteamericana, que es tan real como los intentos de invasión, de asesinato de Fidel Castro y los atentados cometidos por mercenarios financiados por la CIA. A partir de ahí, y con el espejo de lo ocurrido con el desmoronamiento de la Unión Soviética, todos los que sufren calentura al hablar de Cuba y que inundan internet fuera de control emocional, debieran dar alternativas posibles que no conduzcan al suicidio de la independencia de una país celoso de su autonomía. Por encima de todos sus déficit, la historia reciente de Cuba formará parte de la épica de la humanidad en una lección sobresaliente de resistencia del débil contra el más poderoso. Lo razonable es buscar caminos para que se haga la luz. El primero de ellos, que desparezcan el conjunto de leyes coloniales que el Congreso y el Senado norteamericano han desarrollado sobre Cuba considerando a este estado soberano como una porción más de la unión. Leyes extraterritoriales que castigan a los barcos que tocan tierra cubana; castigo a ejecutivos y empresas de otros países que hacen negocios con Cuba. En segundo lugar, desaparecida la agresión externa, reclamar al gobierno cubano la apertura democrática que permita el control eficaz del pueblo cubano sobre su futuro. El terrorista Posada Carriles -un Osama Ben Laden de la causa anticastrista que asesinó a más de setenta personas que viajaban en un vuelo comercial de Cubana de Aviación- goza de protección norteamericana que impide que sea juzgado por esos crímenes. En estos tiempos que el terrorismo parece un objetivo sobre el que no cabe piedad, este asesino es mimado por el Gobierno norteamericano sobre todo para que no se sepa que los crímenes que cometió contaron con la colaboración, sino con el patrocinio, de la CIA. Personalmente estoy en condiciones de hacer una análisis crítico de la revolución cubana, de los errores que ha cometido, del sacrificio que la heroicidad reporta al pueblo cubano sin que se le haya consultado directamente para ello. Estoy en condiciones de exigir que no quede un solo preso por motivos de opinión o conciencia en Cuba. Pero tengo algunas condiciones que afectan al método y sobre todo a la calidad de quienes tan histéricos se ponen con la revolución cubana. Tal vez no fuera requisito menor que Estados Unidos pida perdón por sus crímenes. Por preparar, alentar y dirigir el golpe de estado contra Salvador Allende. Que se excuse de los desaparecidos de las dictaduras de Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay, Bolivia etc. Que nos explique con detalle sus criterios de mantener derechos fundamentales para sus ciudadanos que solo exige en el exterior cuando le conviene. Quizá debiéramos revisar las gestas de Alejando Magno en vista de que sólo en raras ocasiones consultó –y solo a sus generales- sobre el sacrificio de su larga marcha hacia la India. Debiéramos reflexionar sobre la circunstancia que permitió que la Unión Soviética se desprendiera del Zar y sacrificara a 20 millones de sus ciudadanos para evitar el nazismo en Europa para siempre o considerar qué hubiera ocurrido si Mao Tse Tung no hubiera organizado la larga marcha. Occidente sería distinto tal vez porque Japón y Alemania no hubieran sido derrotados. En todo caso, la defensa de los derechos humanos es para mi una actitud irrenunciable. Pero en el caso de Cuba, me reservo la discusión sobre estos aspectos solo con quien reconozca y denuncie la ilegítima intromisión del país más poderosos de la tierra contra una tierra que considero como mi segunda patria. Y al que mis palabras le produzcan desgarro, que se alivie insultándome porque no me afecta.
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*Carlos Carnicero es periodista y analista político
*Carlos Carnicero es periodista y analista político
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El Plural.com - España/16/10/2008
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