La 'Europa de los mercaderes', ante la crisis
Rosa Massagué
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La hoy Unión Europea (UE) y su antecesora, la Comunidad Económica Europea (CEE), nunca cerraron el debate de si esta amalgama de países europeos muy distintos debe aspirar a ser solo un mercado común, como lo fue en sus inicios, o aspirar a algo mucho más ambicioso como es una unión política. En este debate, la llamada Europa de los mercaderes por la que han circulado libremente los capitales desde 1990 (además de personas, bienes y servicios), ha tenido las de ganar. Ahora, con la crisis financiera iniciada en EEUU, pero con repercusiones globales, tampoco parece que esta Europa mercantil que se suponía sólida y mucho más compacta que su vertiente política, esté muy bien avenida.
Que la UE no sea verdaderamente una unión política dificulta el tratamiento de la crisis a este lado del Atlántico. No existe un ministerio de Economía o Finanzas europeo. Lo que hay es un Pacto de Estabilidad y Crecimiento y la coordinación de las políticas económicas, iniciativas que fueron establecidas para garantizar la disciplina presupuestaria a fin de evitar déficits excesivos y contribuir a la estabilidad monetaria. Y, naturalmente, está el Banco Central Europeo (BCE), pero con un campo de actuación limitado a los países de la zona euro y con poca capacidad de intervención.
Irlanda decidió actuar por su cuenta cuando anunció que iba a garantizar la totalidad de los depósitos en los bancos irlandeses sin informar al resto de la UE. Grecia hizo otro tanto. La posibilidad que se planteó en algún momento de un paquete de medidas parecido al trabajosamente aprobado en EEUU topó con la dificultad de saber quien tendría capacidad para gestionarlo y cómo. Nicolas Sarkozy, presidente europeo de turno, decidió, como es habitual en él, que había que hacer algo y convocó el sábado a una muy restringida y selectiva representación de la UE. Solo fueron llamados los países que son miembros del G-8 (además de la propia Francia, Alemania, Gran Bretaña e Italia), y los presidentes de la Comisión Europea (CE), José Manuel Durao Barroso; del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, y del BCE, Jean-Claude Trichet.
El resultado de la convocatoria fue magro. Los participantes se comprometieron a coordinar iniciativas, aunque cada miembro de la UE actuará por su cuenta, y a pedir una reunión del G-8 ampliada a los países emergentes. Poco más se podía acordar.
Este lunes ser reúnen los ministros de Economía y Finanzas de la UE que configuran el llamado Ecofin. Sería deseable que tomaran decisiones sensatas y particularmente que profundizaran en la coordinación, pero en esta Europa, los mercaderes siguen marcando el paso. Cada uno el suyo.
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La hoy Unión Europea (UE) y su antecesora, la Comunidad Económica Europea (CEE), nunca cerraron el debate de si esta amalgama de países europeos muy distintos debe aspirar a ser solo un mercado común, como lo fue en sus inicios, o aspirar a algo mucho más ambicioso como es una unión política. En este debate, la llamada Europa de los mercaderes por la que han circulado libremente los capitales desde 1990 (además de personas, bienes y servicios), ha tenido las de ganar. Ahora, con la crisis financiera iniciada en EEUU, pero con repercusiones globales, tampoco parece que esta Europa mercantil que se suponía sólida y mucho más compacta que su vertiente política, esté muy bien avenida.
Que la UE no sea verdaderamente una unión política dificulta el tratamiento de la crisis a este lado del Atlántico. No existe un ministerio de Economía o Finanzas europeo. Lo que hay es un Pacto de Estabilidad y Crecimiento y la coordinación de las políticas económicas, iniciativas que fueron establecidas para garantizar la disciplina presupuestaria a fin de evitar déficits excesivos y contribuir a la estabilidad monetaria. Y, naturalmente, está el Banco Central Europeo (BCE), pero con un campo de actuación limitado a los países de la zona euro y con poca capacidad de intervención.
Irlanda decidió actuar por su cuenta cuando anunció que iba a garantizar la totalidad de los depósitos en los bancos irlandeses sin informar al resto de la UE. Grecia hizo otro tanto. La posibilidad que se planteó en algún momento de un paquete de medidas parecido al trabajosamente aprobado en EEUU topó con la dificultad de saber quien tendría capacidad para gestionarlo y cómo. Nicolas Sarkozy, presidente europeo de turno, decidió, como es habitual en él, que había que hacer algo y convocó el sábado a una muy restringida y selectiva representación de la UE. Solo fueron llamados los países que son miembros del G-8 (además de la propia Francia, Alemania, Gran Bretaña e Italia), y los presidentes de la Comisión Europea (CE), José Manuel Durao Barroso; del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, y del BCE, Jean-Claude Trichet.
El resultado de la convocatoria fue magro. Los participantes se comprometieron a coordinar iniciativas, aunque cada miembro de la UE actuará por su cuenta, y a pedir una reunión del G-8 ampliada a los países emergentes. Poco más se podía acordar.
Este lunes ser reúnen los ministros de Economía y Finanzas de la UE que configuran el llamado Ecofin. Sería deseable que tomaran decisiones sensatas y particularmente que profundizaran en la coordinación, pero en esta Europa, los mercaderes siguen marcando el paso. Cada uno el suyo.
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El Periódico de Catalunya - España/06/10/2008
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