Todos los caminos conducen a Rusia
Por: Carolina Barros
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Todas las rutas políticas condujeron a Rusia en estos días de octubre. Mientras el huracán financiero concentraba la atención mundial en las pizarras de EE.UU., Europa y Asia, el foco de reacomodamiento político-estratégico se dirigió a Moscú. Alemania, Israel, Islandia, Francia, Colombia, Siria, Libia, Venezuela, Ucrania, Corea del Sur (y hasta la Argentina, con el canciller Taiana), todos «fueron al pie» y conversaron con el presidente Medvedev o con el primer ministro Putin. ¿El mundo gira hacia un orden rusocéntrico?
Es de las preguntas más difíciles de responder. Como dicen los politólogos cuando se les queman los papeles: «es poco probable pero no imposible». Si bien Wall Street fue arrollada por la crisis, el mundo sigue dolarizado para tomar divisas y los bonos del Tesoro son inversión segura en estos días de zozobra. Por ahora. Está claro que EE.UU. perdió las riendas para dirigir y controlar el capital global que, con la transferencia de riqueza, se asentó en Asia, Oriente Medio y Rusia. Wall Street, de ombligo del mundo económico financiero, hoy es otro atrincherado más frente a las implosiones económicas y se ve corrido hacia el concepto ancho de «uno de los centros de poder financiero». También, por ahora. No obstante, continúa siendo el primero en desarrollo científico y tecnológico y retiene la corona de potencia militar mundial. Lo es, por ahora, y con perspectivas de larga duración.
El déficit, grave, de EE.UU. con el mundo, es de liderazgo. Ni un George W. Bush con tranco de jubilado, ni dos candidatos presidenciales con debates y propuestas anodinas, que carecen de carisma, «stamina» y sangre hirviente han dado muestras de que pueden sujetar al toro mundial por las astas. Consecuencia: mientras el gato se dispersa y distrae, los ratones (de Rusia) aprovechan para largar su baile. Hay tiempo para acomodar el carnet de danzas: recién el 20 de enero asume el próximo jefe de la Casa Blanca.
Un pacto ruso
«Buscamos un nuevo pacto en seguridad que prohíba el uso de la fuerza o de la amenaza de su utilización, y en el que no habrá ningún país que tenga el monopolio de proveer seguridad al continente». La frase, que parece extraída de un manual clásico en seguridad occidental, pertenece a Dimitri Medvedev. La dijo el miércoles en Evian, Francia, ante la presencia de Nicolas Sarkozy. Puntualizó, de nuevo, para Europa y el Atlántico, las funciones disuasivo-defensivas originales demarcadas en su momento para la OTAN, traicionadas en 1998 con la invasión a Yugoslavia; y a principios de 2008 cuando desde el organismo se avaló la independencia de Kosovo (con oposición de la ONU y de Rusia) y se propuso un avance hacia el Este (en Polonia y República Checa) del escudo antimisil soviético, además de la incorporación de Georgia y Ucrania. Con esto, Rusia, la razón de ser de la OTAN (controlarla) y a la vez su principal víctima en su desmadre, retoma para un nuevo pacto propuesto por ella misma, lo acordado hace 50 años para el Tratado del Atlántico Norte.
Pongámonos un momento ahora en los zapatos de Rusia. Siempre creyó que con el fin de la Guerra Fría, Europa se desmilitarizaría. Esa muestra de confianza nunca llegó. Tampoco EE.UU. reconoció, luego del atentado del 11 de septiembre, la incondicionalidad rusa para rastrear a Al-Qaeda y cooperar con inteligencia en Afganistán. Además, Putin, un ex KGB que creció con el soviet, no se cansa de decir que el hecho más trascendente para la historia de Rusia en el siglo XX, no es la Revolución de 1917 ni las dos guerras mundiales, ni el default de 1998, sino la desintegración de la URSS en 1991. Por ese vacío de casi dos décadas desangró la herida rusa, que el indiscutible liderazgo de Putin promete reivindicar.
Acercamiento
Por eso es que en estos días Moscú no se cansó de dar señales de que sabe sujetar las riendas y que su espectro político internacional es amplio y desideologizado. Rescató a la quebrada Islandia con un préstamo de u$s 5.400 millones. ¿Es una manera de darle el regreso a la corporación económica de satélites como en tiempos de la URSS? Habrá que ver.
La canciller alemana, Angela Merkel, firmó un acuerdo energético con Moscú (hasta 2013 Berlín depende exclusivamente del gas ruso) y se comprometió a no aceptar a Georgia y Ucrania en la OTAN ni a proponer a ningún otro miembro nuevo dentro de ella. Una inclinación de cabeza de la alemana hacia su vecina cosaca y un corto paso al costado del bloque europeo. Con Israel, Moscú utiliza todo su poder de seducción: ofreció pasaporte ruso y libre ingreso a israelíes de origen ruso (llegarían a 2 millones). Ademas, ayer volvió a asegurar que no vendería sistemas de defensa aérea a «países de zonas volátiles», ante la preocupación del gobierno de Tel Aviv que estas armas llegasen a Siria o Libia.
La flota del Artico rusa que se dirige a Venezuela (sin armamento nuclear, dijo Moscú ayer), ancló esta semana en puertos sirios y libios. Mientras tanto, el vicepresidente de Colombia, Francisco Santos, se entrevistó con Putin para acordar la visita del presidente Uribe a fin de año y la compra de helicópteros rusos para el ejército colombiano. Corea del Sur, el país más cercano política y militarmente a EE.UU. en el sudeste asiático, firmó en estos días una alianza estratégica con Rusia.
En cuanto a Ucrania, podría ser la repetición del dolor de cabeza que significó Georgia en agosto. La ruptura de la coalición antirrusa liderada por Victor Yuschenko, disolvió la Asamblea Nacional y llamó a elecciones para diciembre. Yuschenko se negó a renovar el permiso para que la flota rusa siguiera en el puerto de Sebastopol a partir de 2011. ¿La seducción de Putin en este caso? La promesa de otorgarles la ciudadanía rusa a 8 millones de ucranianos que viven en la península de Crimea. Una manera de provocar un enclave forzoso, como el de Osetia en Georgia. Habrá que ver si Rusia, en sus ansias proteccionistas y expansivas, opta por el camino armado nuevamente o si, con u$s 650.000 millones de reservas, será el bombero de Ucrania, Grecia, Eslovaquia, Bosnia-Hersegovina, Austria, Rumania y Hungría, todos vulnerables y donde Moscú tiene especial interés. De lo que no hay duda es que, con Vladimir Putin, Rusia se decidió a retomar el liderazgo. carobarros@yahoo.com
Todas las rutas políticas condujeron a Rusia en estos días de octubre. Mientras el huracán financiero concentraba la atención mundial en las pizarras de EE.UU., Europa y Asia, el foco de reacomodamiento político-estratégico se dirigió a Moscú. Alemania, Israel, Islandia, Francia, Colombia, Siria, Libia, Venezuela, Ucrania, Corea del Sur (y hasta la Argentina, con el canciller Taiana), todos «fueron al pie» y conversaron con el presidente Medvedev o con el primer ministro Putin. ¿El mundo gira hacia un orden rusocéntrico?
Es de las preguntas más difíciles de responder. Como dicen los politólogos cuando se les queman los papeles: «es poco probable pero no imposible». Si bien Wall Street fue arrollada por la crisis, el mundo sigue dolarizado para tomar divisas y los bonos del Tesoro son inversión segura en estos días de zozobra. Por ahora. Está claro que EE.UU. perdió las riendas para dirigir y controlar el capital global que, con la transferencia de riqueza, se asentó en Asia, Oriente Medio y Rusia. Wall Street, de ombligo del mundo económico financiero, hoy es otro atrincherado más frente a las implosiones económicas y se ve corrido hacia el concepto ancho de «uno de los centros de poder financiero». También, por ahora. No obstante, continúa siendo el primero en desarrollo científico y tecnológico y retiene la corona de potencia militar mundial. Lo es, por ahora, y con perspectivas de larga duración.
El déficit, grave, de EE.UU. con el mundo, es de liderazgo. Ni un George W. Bush con tranco de jubilado, ni dos candidatos presidenciales con debates y propuestas anodinas, que carecen de carisma, «stamina» y sangre hirviente han dado muestras de que pueden sujetar al toro mundial por las astas. Consecuencia: mientras el gato se dispersa y distrae, los ratones (de Rusia) aprovechan para largar su baile. Hay tiempo para acomodar el carnet de danzas: recién el 20 de enero asume el próximo jefe de la Casa Blanca.
Un pacto ruso
«Buscamos un nuevo pacto en seguridad que prohíba el uso de la fuerza o de la amenaza de su utilización, y en el que no habrá ningún país que tenga el monopolio de proveer seguridad al continente». La frase, que parece extraída de un manual clásico en seguridad occidental, pertenece a Dimitri Medvedev. La dijo el miércoles en Evian, Francia, ante la presencia de Nicolas Sarkozy. Puntualizó, de nuevo, para Europa y el Atlántico, las funciones disuasivo-defensivas originales demarcadas en su momento para la OTAN, traicionadas en 1998 con la invasión a Yugoslavia; y a principios de 2008 cuando desde el organismo se avaló la independencia de Kosovo (con oposición de la ONU y de Rusia) y se propuso un avance hacia el Este (en Polonia y República Checa) del escudo antimisil soviético, además de la incorporación de Georgia y Ucrania. Con esto, Rusia, la razón de ser de la OTAN (controlarla) y a la vez su principal víctima en su desmadre, retoma para un nuevo pacto propuesto por ella misma, lo acordado hace 50 años para el Tratado del Atlántico Norte.
Pongámonos un momento ahora en los zapatos de Rusia. Siempre creyó que con el fin de la Guerra Fría, Europa se desmilitarizaría. Esa muestra de confianza nunca llegó. Tampoco EE.UU. reconoció, luego del atentado del 11 de septiembre, la incondicionalidad rusa para rastrear a Al-Qaeda y cooperar con inteligencia en Afganistán. Además, Putin, un ex KGB que creció con el soviet, no se cansa de decir que el hecho más trascendente para la historia de Rusia en el siglo XX, no es la Revolución de 1917 ni las dos guerras mundiales, ni el default de 1998, sino la desintegración de la URSS en 1991. Por ese vacío de casi dos décadas desangró la herida rusa, que el indiscutible liderazgo de Putin promete reivindicar.
Acercamiento
Por eso es que en estos días Moscú no se cansó de dar señales de que sabe sujetar las riendas y que su espectro político internacional es amplio y desideologizado. Rescató a la quebrada Islandia con un préstamo de u$s 5.400 millones. ¿Es una manera de darle el regreso a la corporación económica de satélites como en tiempos de la URSS? Habrá que ver.
La canciller alemana, Angela Merkel, firmó un acuerdo energético con Moscú (hasta 2013 Berlín depende exclusivamente del gas ruso) y se comprometió a no aceptar a Georgia y Ucrania en la OTAN ni a proponer a ningún otro miembro nuevo dentro de ella. Una inclinación de cabeza de la alemana hacia su vecina cosaca y un corto paso al costado del bloque europeo. Con Israel, Moscú utiliza todo su poder de seducción: ofreció pasaporte ruso y libre ingreso a israelíes de origen ruso (llegarían a 2 millones). Ademas, ayer volvió a asegurar que no vendería sistemas de defensa aérea a «países de zonas volátiles», ante la preocupación del gobierno de Tel Aviv que estas armas llegasen a Siria o Libia.
La flota del Artico rusa que se dirige a Venezuela (sin armamento nuclear, dijo Moscú ayer), ancló esta semana en puertos sirios y libios. Mientras tanto, el vicepresidente de Colombia, Francisco Santos, se entrevistó con Putin para acordar la visita del presidente Uribe a fin de año y la compra de helicópteros rusos para el ejército colombiano. Corea del Sur, el país más cercano política y militarmente a EE.UU. en el sudeste asiático, firmó en estos días una alianza estratégica con Rusia.
En cuanto a Ucrania, podría ser la repetición del dolor de cabeza que significó Georgia en agosto. La ruptura de la coalición antirrusa liderada por Victor Yuschenko, disolvió la Asamblea Nacional y llamó a elecciones para diciembre. Yuschenko se negó a renovar el permiso para que la flota rusa siguiera en el puerto de Sebastopol a partir de 2011. ¿La seducción de Putin en este caso? La promesa de otorgarles la ciudadanía rusa a 8 millones de ucranianos que viven en la península de Crimea. Una manera de provocar un enclave forzoso, como el de Osetia en Georgia. Habrá que ver si Rusia, en sus ansias proteccionistas y expansivas, opta por el camino armado nuevamente o si, con u$s 650.000 millones de reservas, será el bombero de Ucrania, Grecia, Eslovaquia, Bosnia-Hersegovina, Austria, Rumania y Hungría, todos vulnerables y donde Moscú tiene especial interés. De lo que no hay duda es que, con Vladimir Putin, Rusia se decidió a retomar el liderazgo. carobarros@yahoo.com
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Analítica - Venezuela/11/10/2008
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