El fracaso detrás de la victoria
Mirada al mundo
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Paul Krugman
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Según los parámetros políticos normales, la aprobación del paquete de estímulos económicos por parte del Congreso fue una gran victoria para el presidente Barack Obama
El mandatario estadounidense obtuvo más o menos lo que pidió: casi 800 mil millones de dólares para rescatar la economía, con la mayor parte de ese dinero destinado a gasto y no a recortes fiscales ¡Ya podemos destapar el champagne para celebrar!
O tal vez no. Como no estamos en una situación normal no aplican los parámetros políticos normales y la victoria de Obama es más bien una derrota. La ley de estímulos parece útil pero inadecuada, especialmente si se le combina con un decepcionante plan de rescate de bancos. Y la política de lucha por el paquete de estímulos ha hecho que los sueños pospartidistas de Obama sean una insensatez.
Comencemos con la política.
Uno hubiera esperado que los republicanos actuaran como si de verdad hubieran recibido una lección en los primeros días de la administración Obama, sobre todo teniendo en cuenta la paliza que recibieron en las últimas dos elecciones y la debacle económica de los últimos ocho años. Pero está claro que el compromiso del partido con la “economía vudú” —impuesta en parte por grupos de presión dispuestos a producir contendientes contra heréticos— es tan firme como siempre. Tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, la mayoría de los republicanos apoyó la idea de que la respuesta adecuada al abyecto fracaso de los recortes fiscales de la administración Bush eran más recortes fiscales al estilo Bush.
Y la respuesta retórica de los conservadores al plan de estímulos —que costará mucho menos que los 2 billones de dólares asignados por la administración Bush a recortes fiscales o el billón de dólares, más lo que se sigue acumulando, gastados en Irán— raya en lo patológico.
Es un “robo generacional”, dijo el senado John McCain, apenas unos días después de votar por los recortes fiscales que hubieran costado hasta cuatro veces más en la próxima década. Es “destruir el futuro de mi hijas. Es como sentarme a ver cómo una banda de ladrones saquea mi casa”, dijo Arnold Kling del Instituto Cato.
La suciedad del debate político es importante debido a que genera dudas sobre la capacidad de la administración Obama de regresar por más en caso de que, como es probable, la ley de estímulos demuestre ser insuficiente.
Si bien Obama obtuvo más o menos lo que pidió, con seguridad no pidió lo suficiente. Probablemente estemos enfrentando la peor crisis financiera desde la Gran Depresión. La Oficina de Presupuesto del Congreso, que normalmente no tiene inclinación por las hipérboles, pronostica que en los próximos tres años habrá una brecha de 2 billones 9 mil mdd de dólares entre lo que la economía podría producir y lo que de hecho producirá. Y 800 mil millones de dólares, aunque parece mucho, no es suficiente para reducir ese abismo.
De manera oficial, la administración insiste en que el plan es adecuado para las necesidades económicas, sin embargo, pocos economistas están de acuerdo. Y en general se cree que ciertas consideraciones políticas —como que Obama se comprometió con anticipación con la esperanza de obtener más apoyo bipartidista— llevaron a establecer un plan más débil y que contiene más recortes fiscales de los que debería. Ya vimos lo bien que funcionó.
Ahora, las posibilidades de que el estímulo fiscal resulte adecuado serían mayores si estuviera acompañado por un rescate financiero efectivo, uno que descongelara los mercados crediticios e impulsara de nuevo la circulación del dinero. No obstante, el tan esperado anuncio sobre los planes de la administración Obama en ese sentido, dados a conocer esta semana, cayeron como un golpe seco.
El plan esbozado por Tim Geithner, secretario del Tesoro, no era exactamente malo pero sí ambiguo y dejó a todo el mundo preguntándose hacia donde va realmente la administración. ¿Esas sociedades entre el ámbito público y privado terminarán siendo una manera encubierta de rescatar a los banqueros a expensas de los contribuyentes? ¿o la requerida “prueba de esfuerzo” actuará como una ruta hacia la nacionalización temporal de la banca (solución que apoya un creciente número de economistas, entre los que me incluyo)? Nadie sabe.
La intención en general fue patear la lata unos metros para que avanzara y eso no es suficiente. Hasta ahora la respuesta de la administración Obama a la crisis económica mantiene muchas semejanzas con la de Japón en los años 90: una expansión fiscal lo suficientemente importante como impedir lo peor pero insuficiente para reactivar la recuperación económica; apoyo para el sistema bancario pero renuencia a obligar a los bancos a enfrentar sus pérdidas. Estamos en los primeros días de la administración Obama pero vamos en picada. Y no sé ustedes pero tengo una sensación desagradable en la boca del estómago, la sensación de que Estados Unidos no está superando el mayor reto económico de los últimos 70 años.
Probablemente a los mejores no les hagan falta convicciones pero parecen estar dispuestos a aceptar medidas a medias y los peores están, como siempre, invadidos de intensidad pasional, ajenos al grotesco fracaso de su doctrina en la práctica .
Todavía estamos a tiempo de cambiar la situación pero Obama tiene que ser más fuerte de ahora en adelante. De otra manera, el veredicto con respecto a la posibilidad de superar la crisis será: “no, no podemos”. (Traducción: Gabriela Cornejo)
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Según los parámetros políticos normales, la aprobación del paquete de estímulos económicos por parte del Congreso fue una gran victoria para el presidente Barack Obama
El mandatario estadounidense obtuvo más o menos lo que pidió: casi 800 mil millones de dólares para rescatar la economía, con la mayor parte de ese dinero destinado a gasto y no a recortes fiscales ¡Ya podemos destapar el champagne para celebrar!
O tal vez no. Como no estamos en una situación normal no aplican los parámetros políticos normales y la victoria de Obama es más bien una derrota. La ley de estímulos parece útil pero inadecuada, especialmente si se le combina con un decepcionante plan de rescate de bancos. Y la política de lucha por el paquete de estímulos ha hecho que los sueños pospartidistas de Obama sean una insensatez.
Comencemos con la política.
Uno hubiera esperado que los republicanos actuaran como si de verdad hubieran recibido una lección en los primeros días de la administración Obama, sobre todo teniendo en cuenta la paliza que recibieron en las últimas dos elecciones y la debacle económica de los últimos ocho años. Pero está claro que el compromiso del partido con la “economía vudú” —impuesta en parte por grupos de presión dispuestos a producir contendientes contra heréticos— es tan firme como siempre. Tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, la mayoría de los republicanos apoyó la idea de que la respuesta adecuada al abyecto fracaso de los recortes fiscales de la administración Bush eran más recortes fiscales al estilo Bush.
Y la respuesta retórica de los conservadores al plan de estímulos —que costará mucho menos que los 2 billones de dólares asignados por la administración Bush a recortes fiscales o el billón de dólares, más lo que se sigue acumulando, gastados en Irán— raya en lo patológico.
Es un “robo generacional”, dijo el senado John McCain, apenas unos días después de votar por los recortes fiscales que hubieran costado hasta cuatro veces más en la próxima década. Es “destruir el futuro de mi hijas. Es como sentarme a ver cómo una banda de ladrones saquea mi casa”, dijo Arnold Kling del Instituto Cato.
La suciedad del debate político es importante debido a que genera dudas sobre la capacidad de la administración Obama de regresar por más en caso de que, como es probable, la ley de estímulos demuestre ser insuficiente.
Si bien Obama obtuvo más o menos lo que pidió, con seguridad no pidió lo suficiente. Probablemente estemos enfrentando la peor crisis financiera desde la Gran Depresión. La Oficina de Presupuesto del Congreso, que normalmente no tiene inclinación por las hipérboles, pronostica que en los próximos tres años habrá una brecha de 2 billones 9 mil mdd de dólares entre lo que la economía podría producir y lo que de hecho producirá. Y 800 mil millones de dólares, aunque parece mucho, no es suficiente para reducir ese abismo.
De manera oficial, la administración insiste en que el plan es adecuado para las necesidades económicas, sin embargo, pocos economistas están de acuerdo. Y en general se cree que ciertas consideraciones políticas —como que Obama se comprometió con anticipación con la esperanza de obtener más apoyo bipartidista— llevaron a establecer un plan más débil y que contiene más recortes fiscales de los que debería. Ya vimos lo bien que funcionó.
Ahora, las posibilidades de que el estímulo fiscal resulte adecuado serían mayores si estuviera acompañado por un rescate financiero efectivo, uno que descongelara los mercados crediticios e impulsara de nuevo la circulación del dinero. No obstante, el tan esperado anuncio sobre los planes de la administración Obama en ese sentido, dados a conocer esta semana, cayeron como un golpe seco.
El plan esbozado por Tim Geithner, secretario del Tesoro, no era exactamente malo pero sí ambiguo y dejó a todo el mundo preguntándose hacia donde va realmente la administración. ¿Esas sociedades entre el ámbito público y privado terminarán siendo una manera encubierta de rescatar a los banqueros a expensas de los contribuyentes? ¿o la requerida “prueba de esfuerzo” actuará como una ruta hacia la nacionalización temporal de la banca (solución que apoya un creciente número de economistas, entre los que me incluyo)? Nadie sabe.
La intención en general fue patear la lata unos metros para que avanzara y eso no es suficiente. Hasta ahora la respuesta de la administración Obama a la crisis económica mantiene muchas semejanzas con la de Japón en los años 90: una expansión fiscal lo suficientemente importante como impedir lo peor pero insuficiente para reactivar la recuperación económica; apoyo para el sistema bancario pero renuencia a obligar a los bancos a enfrentar sus pérdidas. Estamos en los primeros días de la administración Obama pero vamos en picada. Y no sé ustedes pero tengo una sensación desagradable en la boca del estómago, la sensación de que Estados Unidos no está superando el mayor reto económico de los últimos 70 años.
Probablemente a los mejores no les hagan falta convicciones pero parecen estar dispuestos a aceptar medidas a medias y los peores están, como siempre, invadidos de intensidad pasional, ajenos al grotesco fracaso de su doctrina en la práctica .
Todavía estamos a tiempo de cambiar la situación pero Obama tiene que ser más fuerte de ahora en adelante. De otra manera, el veredicto con respecto a la posibilidad de superar la crisis será: “no, no podemos”. (Traducción: Gabriela Cornejo)
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El Universal - México/17/02/2009
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