España no va tan bien
José Manuel Naredo*
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Una vez más el Gobierno ha echado las campanas al vuelo anunciando “brotes verdes” en el pulso de la coyuntura económica a partir del dato de junio de los trabajadores inscritos en la seguridad social. Esta interpretación es demagógica porque las inscripciones a la seguridad social están sujetas a una fuerte estacionalidad y el mes de junio es especialmente alcista. Existen métodos estadísticos para eliminar la estacionalidad de las series temporales y la de afiliados a la seguridad social se viene desestacionalizando desde hace tiempo. Lo que no se ha dicho es que, en términos desestacionalizados –que es como debe interpretarse esta serie– la afiliación siguió bajando en junio, mostrando que no hay signos de que se haya invertido la caída del empleo (y el aumento del paro) que se observa desde principios de 2008. Otra cosa es que el dato de junio confirme que la caída se ha ido moderando, junto con la menor destrucción de empleo en la construcción, pero eso no implica que el empleo repunte ya. Para ello tendrían que apreciarse primero indicios de expansión de la propia actividad económica que no se vislumbran: indicadores tan fiables del pulso de la coyuntura como son la recaudación por IVA, el crédito al sector privado, el tonelaje transportado o el consumo de energía y de cemento no muestran signos de reactivación.
El eslogan “España va bien” de Aznar sintetiza la reacción común ante los problemas adoptada, desde antiguo, por nuestros gobernantes. Desde el famoso baño de Fraga en la playa de Palomares, para ocultar evidencias de contaminación todavía presentes. O desde el gran retraso en reconocer la crisis económica de los setenta, que tuve la ocasión de vivir como analista, cuando el régimen franquista daba sus últimas boqueadas. Pasando por la tardanza en asumir la crisis que afloró tras los festejos del 92, pese al potente gasto público encargado de paliar sus síntomas. Hasta la, primero, negada, luego, minimizada y, ahora, ya casi presuntamente superada crisis actual. En repetidas ocasiones se ha argumentado que España iba mejor porque su PIB caía menos que en otros países, cuando indicadores, como el empleo o la recaudación de impuestos mostraban lo contrario. ¿Cómo cabe interpretar esta paradoja? Por una parte, hay que subrayar que ese invento del PIB que acapara la atención de los economistas conlleva sesgos y carencias que ocultan aspectos fundamentales de nuestra realidad económica: por ejemplo, las enormes plusvalías realizadas al calor de la burbuja inmobiliario-financiera no salen en la foto del PIB, aunque hayan venido animando la recaudación de impuestos y los bolsillos de muchos. Por otra parte, resulta poco creíble que se derrumbe el empleo sin que lo haga en consonancia el producto, presuponiendo aumentos de productividad por empleado impensables en tiempos de crisis.
Seguir entonado el “España va bien” cuando el país va a acabar el año acumulando cerca de 5 millones de parados y déficits y endeudamientos que marcan máximos históricos sólo puede acarrear desprestigio para los que nos gobiernan y deberían conocer lo que ocurre.
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*Economista y estadístico
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Una vez más el Gobierno ha echado las campanas al vuelo anunciando “brotes verdes” en el pulso de la coyuntura económica a partir del dato de junio de los trabajadores inscritos en la seguridad social. Esta interpretación es demagógica porque las inscripciones a la seguridad social están sujetas a una fuerte estacionalidad y el mes de junio es especialmente alcista. Existen métodos estadísticos para eliminar la estacionalidad de las series temporales y la de afiliados a la seguridad social se viene desestacionalizando desde hace tiempo. Lo que no se ha dicho es que, en términos desestacionalizados –que es como debe interpretarse esta serie– la afiliación siguió bajando en junio, mostrando que no hay signos de que se haya invertido la caída del empleo (y el aumento del paro) que se observa desde principios de 2008. Otra cosa es que el dato de junio confirme que la caída se ha ido moderando, junto con la menor destrucción de empleo en la construcción, pero eso no implica que el empleo repunte ya. Para ello tendrían que apreciarse primero indicios de expansión de la propia actividad económica que no se vislumbran: indicadores tan fiables del pulso de la coyuntura como son la recaudación por IVA, el crédito al sector privado, el tonelaje transportado o el consumo de energía y de cemento no muestran signos de reactivación.
El eslogan “España va bien” de Aznar sintetiza la reacción común ante los problemas adoptada, desde antiguo, por nuestros gobernantes. Desde el famoso baño de Fraga en la playa de Palomares, para ocultar evidencias de contaminación todavía presentes. O desde el gran retraso en reconocer la crisis económica de los setenta, que tuve la ocasión de vivir como analista, cuando el régimen franquista daba sus últimas boqueadas. Pasando por la tardanza en asumir la crisis que afloró tras los festejos del 92, pese al potente gasto público encargado de paliar sus síntomas. Hasta la, primero, negada, luego, minimizada y, ahora, ya casi presuntamente superada crisis actual. En repetidas ocasiones se ha argumentado que España iba mejor porque su PIB caía menos que en otros países, cuando indicadores, como el empleo o la recaudación de impuestos mostraban lo contrario. ¿Cómo cabe interpretar esta paradoja? Por una parte, hay que subrayar que ese invento del PIB que acapara la atención de los economistas conlleva sesgos y carencias que ocultan aspectos fundamentales de nuestra realidad económica: por ejemplo, las enormes plusvalías realizadas al calor de la burbuja inmobiliario-financiera no salen en la foto del PIB, aunque hayan venido animando la recaudación de impuestos y los bolsillos de muchos. Por otra parte, resulta poco creíble que se derrumbe el empleo sin que lo haga en consonancia el producto, presuponiendo aumentos de productividad por empleado impensables en tiempos de crisis.
Seguir entonado el “España va bien” cuando el país va a acabar el año acumulando cerca de 5 millones de parados y déficits y endeudamientos que marcan máximos históricos sólo puede acarrear desprestigio para los que nos gobiernan y deberían conocer lo que ocurre.
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*Economista y estadístico
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Público - España/14/07/2009
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