PALESTINA-ISRAEL: ¿Arde Jerusalén?
Análisis de Jerrold Kessel y Pierre Klochendler
JERUSALÉN, 26 oct (IPS) - La escena se repite cíclicamente en uno de los sitios sagrados más volátiles del mundo, reverenciado tanto por musulmanes como por judíos, en el corazón de la ciudad de Jerusalén.
Helicópteros de la policía israelí sobrevolaron en círculos el domingo la mezquita de Al Aqsa y la vecina Cúpula de la Roca, el sitio desde donde, según el Islam, ascendió al cielo el profeta Mahoma, y, según el judaísmo, estaba instalado el Templo dos veces destruido. En las callejuelas cercanas, policías israelíes armados de bastones, gases lacrimógenos y granadas de estruendo estaban dispuestos a enfrentarse con jóvenes manifestantes palestinos.
En ese sitio, denominado Monte del Templo por los judíos y Explanada de las Mezquitas por los musulmanes, no tardaron en ocurrir violentos choques. Hubo docenas de heridos de ambos lados.
Agentes israelíes arrestaron a 21 palestinos, entre ellos el ministro de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) a cargo de los asuntos de Jerusalén, Hatim Abdel Qader.
El lugar fue clausurado, tanto para los peregrinos como para los turistas. Las autoridades dispusieron su reapertura este lunes.
El nudo del problema es el temor de los musulmanes a que judíos extremistas se introduzcan en el lugar, disimulados entre los visitantes, para participar en servicios religiosos de carácter eminentemente político.
Musulmanes y árabes temen que esas actividades sean el preludio de una operación israelí a gran escala hacia la ocupación del sitio sagrado. Israel niega categóricamente que ésa sea la intención.
A lo largo de los años, el lugar se ha tornado un poderoso símbolo de orgullo nacional tanto para palestinos como para israelíes.
Israel ocupó la Explanada de las Mezquitas junto con toda Jerusalén oriental en 1967, al cabo de la Guerra de los Seis Días. Pero, a pesar de la anexión --desconocida por la comunidad internacional--, el control del sitio quedó en manos de la autoridad religiosa musulmana, el Waqf.
Este enfoque pragmático fue posible porque, para la mayoría de los líderes religiosos judíos, nadie de su grey debe poner un pie allí hasta que Dios haya reconstruido el Templo de Jerusalén.
Pero, tras años de ocupación, el Monte del Templo se ha vuelto en una idea fija para judíos religiosos nacionalistas que no temen en desafiar ese tradicional consenso rabínico.
Ése es el trasfondo que rodea los choques intermitentes registrados desde el mes pasado.
El actual ciclo de tensión fue, al parecer, precipitado por insistentes versiones según las cuales judíos ultranacionalistas pretendían reunirse para promover la causa del "retorno al Templo".
Eso, a su vez, motivó acciones de musulmanes de línea dura, cuya estrategia consiste en frenar todo avance del bloqueado proceso de paz hacia un acuerdo negociado entre israelíes y palestinos en torno de la situación de Jerusalén.
Los judíos nacionalistas no ocultan su meta.
El Instituto del Templo, dedicado a "reconstruir por fin" el sitio más sagrado del judaísmo bíblico, realizó una reunión para promover su objetivo.
"El Templo debe ser construido ahora. Las mezquitas no tienen por qué ser destruidas para que lo hagamos", dijo un dirigente del Instituto, el profesor Hillel Weiss, de la religiosa Universidad Bar Ilán.
"Es vital para el pueblo israelí visitar el Monte del Templo", dijo, por su parte, el conocido rabino Dov Lior.
"Hoy, los musulmanes han ganado impulso", afirmó otro rabino, Yaakov Meidan. "Pero si aumentara la presencia judía, por cientos y por miles, seríamos nosotros los que ganaríamos impulso."
Varios parlamentarios oficialistas participaron en la reunión, incluida Tzipi Hotovely, del derechista partido Likud, al que pertenece el primer ministro Benjamín Netanyahu.
"Cuanto más nos retiremos del Monte del Templo, más violencia habrá. No sólo aumentará, sino que se propagará a otras zonas de Jerusalén", dijo la legisladora.
Palestinos de todas las tendencias políticas y líderes árabes de todo Medio Oriente advirtieron que si no se desalienta ese propósito, las consecuencias serán graves.
"La comunidad internacional debe intervenir para que cese la incitación" al conflicto, dijo el principal negociador de paz de la ANP, Saeb Erekat. "De lo contrario, tememos una espiral de violencia fuera de control."
El presidente de la ANP, Mahmoud Abbas, se reunirá en breve con el rey de Marruecos, Mohammed VI, quien preside la Conferencia Islámica Al Quds (nombre árabe de Jerusalén) para pedirle que entre en acción, informó Erekat.
Jordania, que tiene relaciones diplomáticas con Israel, le ha exigido a su vecino que controle a los extremistas judíos. "Estamos extremadamente preocupados por estas conductas provocativas", dijo el ministro de Medios y Comunicaciones y portavoz de la corona jordana, Nabil Sharif.
El principal portavoz político del Movimiento de Resistencia Islámica palestino (Hamás), Jaled Mashal, advirtió en conferencia de prensa desde Damasco que Israel podría intentar la división de Al Aqsa e "imponer sus rituales religiosos" allí.
"El destino de Jerusalén no se decidirá en la mesa de negociaciones, sino en el balance entre enfrentamiento y resistencia", advirtió Mashal.
Hace nueve años, el entonces líder de la oposición israelí y luego primer ministro --hoy en estado de coma-- Ariel Sharon, realizó una provocativa visita a la Explanada de las Mezquitas. Ese gesto desató la segunda intifada (rebelión popular contra la ocupación israelí).
Ésa es la pregunta que se formula hoy: si los actuales enfrentamientos provocarán otra intifada.
Dos procesos parecen apuntar ominosamente en esa dirección.
El proceso de paz está bloqueado y ganan espacio las voces más extremistas de ambos bandos, lo cual amenaza con empujar a los políticos moderados israelíes y palestinos hacia un enfrentamiento que las dos partes dicen no desear.
Pero otro factor que incide es la ausencia de unidad en el bando palestino, dado el persistente estado de choque entre Mahmoud Abbas y la dirigencia Hamás en Gaza, territorio que el partido islamista controla por las armas.
Las divisiones palestinas constituyen un gran obstáculo para las gestiones de Estados Unidos hacia el inicio de conversaciones de paz con Israel.
Y, a falta de una alternativa política, nadie puede garantizar que la razón quede a un lado y que el extremismo religioso de ambos lados determine que arda Jerusalén.
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