China – EEUU: las disputas comerciales ponen a prueba el Diálogo Económico Estratégico
El pasivo de la balanza comercial americana respecto a China está en máximos históricos y el Congreso busca afrontar el problema promoviendo leyes de carácter proteccionista, mientras Bush abre una acción legal contra Pekín en la sede de la OMC. La reacción china ha estado hasta ahora estancada pero, sin embargo, moderada en el rechazo a llevar reformas arriesgadas en su política monetaria. El papel crítico desarrollado en el mercado global hace que China sea un interlocutor imprescindible para Washington.
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Davide Cazzoni
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Davide Cazzoni
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A un año del inicio del Diálogo Económico Estratégico (DEE) a alto nivel entre China y Estados Unidos, los resultados conseguidos son pocos y la misma palabra “diálogo” resulta inadecuada. Surgido por iniciativa americana para desarrollar una cooperación a medio y largo plazo sobre temas clave como las finanzas, la energía o el Medio Ambiente, ha sido influenciado por temas más urgentes y espinosos para la agenda americana, como la devaluación de la moneda china, el yuan, y su contribución al enorme déficit de la balanza comercial de Washington. La impresión de algunos funcionarios chinos es que Pekín será llamada a realizar nuevas concesiones, ya sea detrás del estímulo del Capitolio, sea de Wall Street o de otros grupos de interés, y que esto no sea señal de un auténtico diálogo entre los interlocutores. La viceprimera Ministra Wu Yi, jefa de la delegación, conocida como la“dama de hierro”, ha sido todavía más clara, advirtiendo no querer politizar los temas económicos. Lo que no quería es que la petición de reevaluación del yuan adquiriese fines de política interior, ya que esto dañaría no sólo las relaciones comerciales bilaterales, si no, en general, el progreso de los vínculos chino-americanos. Las cosas no han ido mejor en el transcurso del año 2007, año en el que Pekín ha recibido contínuas acusaciones de Washington por sus tarifas en partes de automóviles, por presuntos subsidios a las exportaciones, por la falsificación de videos y DVD y por el cierre de su mercado a estos productos procedentes de los Estados Unidos, desobedeciendo los compromisos asumidos y admitidos en la OMC (Organización Mundial del Comercio). Los chinos han detectado esta hostilidad, que se encuentra lejos del espíritu de colaboración del secretario del Tesoro Henry Paulson Jr, mostrada durante la sesión de mayo del DEE, atribuyéndoselo a la dirección democrática del Congreso americano, empeñado en contrastar la política comercial del Presidente Bush, juzgada demasiado suave a la hora de dirigir el problema del déficit y el peligroso superávit de liquidez a disposición de Pekín. La inminencia de las próximas elecciones presidenciales americanas del 2008 parece ser una explicación más que suficiente para tales acciones, dirigidas a recoger votos y que tratan de utilizar a China como un chivo expiatorio de las actuales dificultades de la economía, la pérdida de puestos de trabajo, los productos inseguros, etc. Pero la sospecha de que esto sea un auténtico sentimiento anti-chino en todo el espectro político americano se da por la veintena de propuestas de ley presentadas al Congreso en los últimos dos años, que apuntan a sancionar de alguna manera la evidente competencia desleal de los productos chinos. El mismo Bush, aunque partidario del DEE, ha confirmado recientemente la nueva política de aranceles iniciada en marzo sobre algunos productos, indiferente a las protestas chinas, aún arriesgándose a presentar una imagen no demasiado complaciente. De hecho, esta acción legislativa refleja el deseo de crear presiones internacionales sobre la política monetaria de Pekín, después de la falta de disponibilidad mostrada a la hora de intervenir enérgicamente en su propia moneda. En esta cuestión se se fundan algunas de las principales tensiones existentes entre los dos gigantes.
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Detrás de las disputas comerciales, la devaluación del yuan
El superávit comercial de China hacia los Estados Unidos fue en el 2006 de 232.500 millones de dólares, mientras sus reservas suman más de un billón de dólares, generados de tales diferencias y en parte también de abundantes inversiones externas directas. China ha explicado repetidamente a la Administración de Bush que una rápida depreciación de su moneda, cuyo valor sería inferior al 25-40% respecto a su posicionamiento libre en el mercado, tendría efectos desastrosos para su economía y, a su vez, para la economía global. Pekín se ha mostrado dispuesta a aumentar la importación de productos para reducir el desequilibrio, pero Washington rechaza disminuir las restricciones relativas a la exportación de productos de alta tecnología, especialmente si son potencialmente útiles a fines militares. También la garantía de aumentar parte de su mercado a las compañías americanas y la cuota de acciones chinas para inversores extranjeros no ha tenido el efecto deseado por el Congreso, aún satisfaciendo al Secretario del tesoro Paulson. En realidad, en prueba de disponibilidad a la víspera del DEE de mayo, el gobernador del Banco Central Chino, Zhou Xiaochuan, había tomado medidas para extender la banda de fluctuaciones del yuan contra el billete verde a 0,5% al día de 0,3%. Desde entonces, en el 2005, ha sido abandonado el régimen de tasa fija de cambio, tomado hace 11 años, a favor de un régimen de “fluctuaciones dirigidas”, la moneda se ha apreciado lentamente hasta el 8%. Aquello referente al gobernador ha sido claramente un acto simbólico, indicando que los plazos y la modalidad para una eventual depreciación son decididos en Pekín, no en el Congreso americano. El Primer Ministro Wen Jiabao es consciente de los riesgos conectados a su política monetaria, a partir de los impulsos inflacionistas en los créditos demasiados onerosos de un ya frágil sistema bancario; en juego está también la credibilidad internacional, pero Wen parece dispuesto a cualquier medida excepto a una drástica reevaluacion de la moneda nacional: instrumentos fiscales para frenar algunos tipos de exportaciones y nuevos canales para gastar las reservas de divisa extranjera y facilitar la fuga de capitales. Mientras, gracias a la débil moneda china, libre de las tendencias especulativas del mercado, las empresas que trabajan con el extranjero resultan menos expuestas a los riesgos de las tasas de cambio y son capaces de atraer ingentes inversiones directas; mientras las importaciones que van desde la comida a la energía de la maquinaria resultan más caras, deprimiendo así los consumos domésticos o el crecimiento de la industria. En todo caso el Primer Ministro está tratando de actuar con cautela, para no desestabilizar el sector de las exportaciones, que produce riqueza y puestos de trabajo y, por lo tanto, una cierta estabilidad social. Aunque una reforma monetaria se realizaría fundamentalmente por el bien del país y sería llevada a cabo en el menor tiempo posible, visto su papel crítico en el mercado global, Pekín ha encontrado numerosos apoyos, tanto en Estados Unidos como en el extranjero, sosteniendo que su política monetaria refleja el actual nivel de desarrollo de la economía china orientada a las exportaciones, y que su impacto sobre la americana no sería exclusivamente negativo. Las familias que compran productos chinos ven aumentar su poder adquisitivo y la posibilidad de ahorro; también las empresas, obviamente, acceden a productos a precios competitivos. Además, la compra de títulos del tesoro por parte de China contribuye a tener bajos los tipos de interés, favoreciendo los préstamos de las familias y de las empresas. Tales beneficios van a compensar la perdida de puestos de trabajo en los sectores productivos que sufren por la competencia china, calculados en cerca de 150.000 al año. El hecho que la tasa de desempleo no aumente demuestra tal asunto. Con esta perspectiva, es preciso imponer leyes que fomenten el aumento de productos chinos para impedir que cada año se pierdan aproximadamente un 1% del total.
Detrás de las disputas comerciales, la devaluación del yuan
El superávit comercial de China hacia los Estados Unidos fue en el 2006 de 232.500 millones de dólares, mientras sus reservas suman más de un billón de dólares, generados de tales diferencias y en parte también de abundantes inversiones externas directas. China ha explicado repetidamente a la Administración de Bush que una rápida depreciación de su moneda, cuyo valor sería inferior al 25-40% respecto a su posicionamiento libre en el mercado, tendría efectos desastrosos para su economía y, a su vez, para la economía global. Pekín se ha mostrado dispuesta a aumentar la importación de productos para reducir el desequilibrio, pero Washington rechaza disminuir las restricciones relativas a la exportación de productos de alta tecnología, especialmente si son potencialmente útiles a fines militares. También la garantía de aumentar parte de su mercado a las compañías americanas y la cuota de acciones chinas para inversores extranjeros no ha tenido el efecto deseado por el Congreso, aún satisfaciendo al Secretario del tesoro Paulson. En realidad, en prueba de disponibilidad a la víspera del DEE de mayo, el gobernador del Banco Central Chino, Zhou Xiaochuan, había tomado medidas para extender la banda de fluctuaciones del yuan contra el billete verde a 0,5% al día de 0,3%. Desde entonces, en el 2005, ha sido abandonado el régimen de tasa fija de cambio, tomado hace 11 años, a favor de un régimen de “fluctuaciones dirigidas”, la moneda se ha apreciado lentamente hasta el 8%. Aquello referente al gobernador ha sido claramente un acto simbólico, indicando que los plazos y la modalidad para una eventual depreciación son decididos en Pekín, no en el Congreso americano. El Primer Ministro Wen Jiabao es consciente de los riesgos conectados a su política monetaria, a partir de los impulsos inflacionistas en los créditos demasiados onerosos de un ya frágil sistema bancario; en juego está también la credibilidad internacional, pero Wen parece dispuesto a cualquier medida excepto a una drástica reevaluacion de la moneda nacional: instrumentos fiscales para frenar algunos tipos de exportaciones y nuevos canales para gastar las reservas de divisa extranjera y facilitar la fuga de capitales. Mientras, gracias a la débil moneda china, libre de las tendencias especulativas del mercado, las empresas que trabajan con el extranjero resultan menos expuestas a los riesgos de las tasas de cambio y son capaces de atraer ingentes inversiones directas; mientras las importaciones que van desde la comida a la energía de la maquinaria resultan más caras, deprimiendo así los consumos domésticos o el crecimiento de la industria. En todo caso el Primer Ministro está tratando de actuar con cautela, para no desestabilizar el sector de las exportaciones, que produce riqueza y puestos de trabajo y, por lo tanto, una cierta estabilidad social. Aunque una reforma monetaria se realizaría fundamentalmente por el bien del país y sería llevada a cabo en el menor tiempo posible, visto su papel crítico en el mercado global, Pekín ha encontrado numerosos apoyos, tanto en Estados Unidos como en el extranjero, sosteniendo que su política monetaria refleja el actual nivel de desarrollo de la economía china orientada a las exportaciones, y que su impacto sobre la americana no sería exclusivamente negativo. Las familias que compran productos chinos ven aumentar su poder adquisitivo y la posibilidad de ahorro; también las empresas, obviamente, acceden a productos a precios competitivos. Además, la compra de títulos del tesoro por parte de China contribuye a tener bajos los tipos de interés, favoreciendo los préstamos de las familias y de las empresas. Tales beneficios van a compensar la perdida de puestos de trabajo en los sectores productivos que sufren por la competencia china, calculados en cerca de 150.000 al año. El hecho que la tasa de desempleo no aumente demuestra tal asunto. Con esta perspectiva, es preciso imponer leyes que fomenten el aumento de productos chinos para impedir que cada año se pierdan aproximadamente un 1% del total.
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La firme reacción de Pekín
Paulson intervino nuevamente el mes pasado para frenar la aprobación de medidas proteccionistas, como represalia para el uso del yuan como subsidio a las exportaciones y en nombre de los estándares de seguridad en el trabajo, alegando que Pekín responderá haciendo lo mismo con los productos americanos, golpeando sobre todo a los enormes intereses de las corporaciones americanas en China. En los medios oficiales chinos tuvo mucha importancia la iniciativa de un centenar de multinacionales, entre ellas Boeing, Citigroup, General Motors y Microsoft, de protestar contra las propuestas del Congreso en nombre del respeto a las reglas del libre mercado. De hecho, el enfrentamiento entre Estados Unidos y China ya ha tenido lugar: después de los aranceles impuestos, el reclamo de algunos productos defectuosos y inseguros para la salud y la presentación de cinco acciones legales en la sede de la OMC por parte americana, la reacción china no se ha hecho esperar. Pekín ha presentado por primera vez un acción al organismo de composición de las disputas de la OMC contra las leyes anti-dumping y anti-subsidios lanzados por el Congreso americano en el sector de los neumáticos, que generan una doble tasa, prohibida por el reglamento del organismo. En julio, se prhibió importar la carne de siete multinacionales americanas por presunta contaminación de salmonelosis y residuos químicos medicinales, pocas semanas después del bloqueo total de los productos pesqueros por parte de la Federal Drug and Food Administration, debido también a razones de salud pública. Las empresas americanas en China están obviamente preocupadas por este clima, especialmente en vista de la entrada en vigor en enero de 2008 de la nueva ley fiscal sobre las rentas de las sociedades, que pondrá fin al tratamiento preferencial del que se beneficiaban hasta ahora las compañías extranjeras. Las condiciones para hacer negocios podrían empeorar últeriormente. Pekín, además de tener como garantía tales intereses, puede apuntar también sobre la riqueza acumulada en bonos del estado EEUU de más de 347.000 millones (en el 2006), fruto de sus exportaciones: en el futuro, Washington podría verse amenazado por la venta de algunos de estos valores de alta liquidez, que podrían hacer estallar los tipos de interés americanos en una noche.
La firme reacción de Pekín
Paulson intervino nuevamente el mes pasado para frenar la aprobación de medidas proteccionistas, como represalia para el uso del yuan como subsidio a las exportaciones y en nombre de los estándares de seguridad en el trabajo, alegando que Pekín responderá haciendo lo mismo con los productos americanos, golpeando sobre todo a los enormes intereses de las corporaciones americanas en China. En los medios oficiales chinos tuvo mucha importancia la iniciativa de un centenar de multinacionales, entre ellas Boeing, Citigroup, General Motors y Microsoft, de protestar contra las propuestas del Congreso en nombre del respeto a las reglas del libre mercado. De hecho, el enfrentamiento entre Estados Unidos y China ya ha tenido lugar: después de los aranceles impuestos, el reclamo de algunos productos defectuosos y inseguros para la salud y la presentación de cinco acciones legales en la sede de la OMC por parte americana, la reacción china no se ha hecho esperar. Pekín ha presentado por primera vez un acción al organismo de composición de las disputas de la OMC contra las leyes anti-dumping y anti-subsidios lanzados por el Congreso americano en el sector de los neumáticos, que generan una doble tasa, prohibida por el reglamento del organismo. En julio, se prhibió importar la carne de siete multinacionales americanas por presunta contaminación de salmonelosis y residuos químicos medicinales, pocas semanas después del bloqueo total de los productos pesqueros por parte de la Federal Drug and Food Administration, debido también a razones de salud pública. Las empresas americanas en China están obviamente preocupadas por este clima, especialmente en vista de la entrada en vigor en enero de 2008 de la nueva ley fiscal sobre las rentas de las sociedades, que pondrá fin al tratamiento preferencial del que se beneficiaban hasta ahora las compañías extranjeras. Las condiciones para hacer negocios podrían empeorar últeriormente. Pekín, además de tener como garantía tales intereses, puede apuntar también sobre la riqueza acumulada en bonos del estado EEUU de más de 347.000 millones (en el 2006), fruto de sus exportaciones: en el futuro, Washington podría verse amenazado por la venta de algunos de estos valores de alta liquidez, que podrían hacer estallar los tipos de interés americanos en una noche.
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Conclusiones
A la espera de la respuesta de las disputas legales abiertas a la OMC entre China y los Estados Unidos, parece improbable una rotura total de las relaciones comerciales entre los dos países, en cuanto las dos economías están vinculadas recíprocamente. Las tensionesestán todavía muy lejos de los niveles alcanzados en los años 80 durante el enfrentamiento entre los Estados Unidos y Japón. La mayor visibilidad de las discusiones tenidas hasta ahora no implica por lo tanto la voluntad de una auténtica guerra comercial. Los mismos procedimientos en sedes internacionales podrían no traer nada y revelarse un deseo de la Administración de Bush de anticipar acciones más peligrosas por parte del Congreso. La influencia alcanzada por China en el Sureste Asiático hace todavía más necesaria la búsqueda de un diálogo estratégico por parte americana, que ha perdido parte de su influencia sobre tradicionales aliados (Japón, Corea del Sur y Europa) al no constituiryasu principal compañero económico.
Conclusiones
A la espera de la respuesta de las disputas legales abiertas a la OMC entre China y los Estados Unidos, parece improbable una rotura total de las relaciones comerciales entre los dos países, en cuanto las dos economías están vinculadas recíprocamente. Las tensionesestán todavía muy lejos de los niveles alcanzados en los años 80 durante el enfrentamiento entre los Estados Unidos y Japón. La mayor visibilidad de las discusiones tenidas hasta ahora no implica por lo tanto la voluntad de una auténtica guerra comercial. Los mismos procedimientos en sedes internacionales podrían no traer nada y revelarse un deseo de la Administración de Bush de anticipar acciones más peligrosas por parte del Congreso. La influencia alcanzada por China en el Sureste Asiático hace todavía más necesaria la búsqueda de un diálogo estratégico por parte americana, que ha perdido parte de su influencia sobre tradicionales aliados (Japón, Corea del Sur y Europa) al no constituiryasu principal compañero económico.
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Traducción de Carolina Sabater
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Equilibri.net - Italy/20/11/2007
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