PARA ESCARBAR...LQ somos.
Tiempo de recreo
-
Estamos en el año 650 después de Gutenberg. Toda la información está ocupada por las editoriales... ¿Toda? ¡No! Un portal poblado por irreductibles lectores resiste todavía y siempre al invasor. Y la vida no es fácil para las guarniciones de críticos literarios de los medios de comunicación.
Para aquellos que alguna vez soñaron durante un ataque febril con publicar, se han encontrado con sucesivas barreras que parecen no tener fin, como la de Anacleto, nuestro ingenuo protagonista. Tras muchos meses, quizás no tanto, unas semanas, o probablemente sólo unas pocas noches de insomnio emborronando ficheros, le surge la idea de verse en imprenta, en letras de molde sobre papel comercial para un público desconocido, algo más imparcial que su cariñosa pareja o que sus incondicionales progenitores.
Inevitablemente, las intrigas del mundo editorial hacen su aparición y, como bien muestra el Sr. Prometeo en su blog http://miseriasliterarias.blogspot.com, lo hace empleando inescrutables caminos que parecen competir con aquellos otros divinos. Quien más quien menos intuye la película o, al menos, sus protagonistas: el pecuniario editor, un posible agente milagrero, tal vez la compasiva, mal pagada y resignada correctora (uno de cuyos ejemplos más interesantes puede encontrarse en el blog http://corteycorreccion.blogspot.com) y, por fin, un público deseoso de rascarse el bolsillo para aplaudir “eso”, precisamente “eso” que termina de finalizar nuestro querido, oh casualidades de la vida, escritor por descubrir.
Recopilando experiencias varias, testimonios de amargados y algún que otro guiño a la galería de “un consagrado”, Anacleto concluye que debería persistir en su segura carrera como funcionario. Sin embargo, recordando la infinitud de literatos célebres que empezaron desde una posición como la suya, repasa aquellos casos más probables que le permitirían disponer de un lugar privilegiado en todas las librerías del país, y parte del extranjero:
a) siendo hijo del editor o de su agente favorita;
b) siendo el lubricante del primero o de algún famosillo;
c) recibiendo el Nóbel; todos estos casos al margen de lo que se tenga que decir…
d) tratando el trascendente tema de los enigmas ocultos de las civilizaciones y su transmutación con la materia en forma de fastuosas construcciones, atacando a los pilares filosóficos y culturales más básicos en los que se asienta nuestra actual civilización, a riesgo de generar una completa reforma del código penal, el sistema de votación por listas y la mismísima definición del dinero, pilar indiscutible para el sustento de toda la raza humana del siglo XXI.
A la vista del panorama, definitivamente Anacleto decide no escribir o, al menos, no publicar, decide convertirse en uno de esos Bartleby mencionados por Vila-Matas en referencia a quienes optan por no escribir como una elección lúcida, y por carecer de talento.
Nuestro amigo también reconsidera su papel como lector. Si como futurible prosista parecía obligado a reinventarse según la moda, a claudicar y renunciar a muchos de sus pensamientos, como consumidor de libros no podrá acceder a aquello que escriban los que piensen o se expresen como él.Así, el incombustible A. se imagina en los próximos cincuenta años escogiendo entre leer aquello que decidan “recomendarnos” generosamente las editoriales (por favor, repásese la última lista de más vendidos para verificar lo raro que resulta encontrar algún fenómeno mediático o premio editorial) o caer en la ignorancia (bendita ella, que dicen que da la felicidad), quizás con ayuda de la cada vez más perfeccionada televisión. Se imagina uno así haciendo la ola con sus compadres de acuerdo con el ritmo marcado por determinados elegidos, designados a su vez por a saber qué élite, y así no desentonar ni correr el riesgo de ser calificado de misántropo o, peor aún, como un anacoreta asocial.
Nuestro mortal héroe decide que debe escribir e intentar publicar le pese a quien le pese, de ahí lo de héroe, de ahí lo de mortal.
Es entonces cuando descubre que hay otros muchos como él (quisiera pensar que peores, en ingenio, vocabulario o, al menos, que cometan más faltas de ortografía, pero sin duda parecen clones en intenciones). Descubre Internet como excelente caldo de cultivo para probar todas las jerarquías editoriales: desde la del mecanógrafo hasta la del director de una publicación, pasando por maquetador, diseñador informático y gráfico, ¿queda tiempo para escribir? También otros muchos ya han recorrido el mismo camino, e incluso se han adelantado. Tal como se menciona en el libro de Williams y Tapscott, Wikinomics, la nueva red facilita más que nunca la constitución y gestión eficiente de redes sociales, permitiendo que el trabajo colaborativo deje de pertenecer a la república de las utopías para invadir el mundo productivo.
Así es como encuentra el portal el-recreo.com, espacio para lectores de “infantería” y curiosos de la escritura, donde la palabra clave es compartir desde las lecturas hasta las propias creaciones con otros visitantes de la web. Así es como descubre que muchos de los asiduos de tal espacio decidieron hace media docena de meses probar qué tal sabe la tinta y el papel, ahora que ya conocen los píxeles y el teclado, trasladando muchos de sus textos electrónicos a un libro con peso y forma, como el del las librerías, como esos que incluyen las editoriales en sus catálogos.
Iniciativas similares ya se han visto en http://www.bubok.com/ o en http://www.lulu.com/es. Menos fácil es conocer todo el proceso desde “dentro” y, además, con una fuerte componente cooperativa, como se ha hecho en el portal de literatura el-recreo.com. El libro, “Tiempo de recreo”, nació ya de una serie de improvisadas discusiones en los mismos foros del portal, entre escritores noveles y no tan noveles, de diferentes ciudades (e incluso algún continente), a las que le siguieron otras muchas para decidir su título, portada, tipo de letra, imprenta, tesorería, maquetación e incluso destino de muchos de los ejemplares (típicamente bibliotecas).
El libro demuestra que Anacleto puede tener entre sus manos un ejemplar que rivalice en aspecto con aquellos impuestos por las grandes editoriales sin que se le vaya la vida en ello, quizás no sólo, teniendo que renunciar a su único protagonismo por hacerlo en cooperación con otros, o quizás afortunadamente en colaboración con otros. ¿O cuando se ha visto a Obelix saber defenderse sin Ásterix?
LQSomos. Zoquete. Febrero de 2008
Estamos en el año 650 después de Gutenberg. Toda la información está ocupada por las editoriales... ¿Toda? ¡No! Un portal poblado por irreductibles lectores resiste todavía y siempre al invasor. Y la vida no es fácil para las guarniciones de críticos literarios de los medios de comunicación.
Para aquellos que alguna vez soñaron durante un ataque febril con publicar, se han encontrado con sucesivas barreras que parecen no tener fin, como la de Anacleto, nuestro ingenuo protagonista. Tras muchos meses, quizás no tanto, unas semanas, o probablemente sólo unas pocas noches de insomnio emborronando ficheros, le surge la idea de verse en imprenta, en letras de molde sobre papel comercial para un público desconocido, algo más imparcial que su cariñosa pareja o que sus incondicionales progenitores.
Inevitablemente, las intrigas del mundo editorial hacen su aparición y, como bien muestra el Sr. Prometeo en su blog http://miseriasliterarias.blogspot.com, lo hace empleando inescrutables caminos que parecen competir con aquellos otros divinos. Quien más quien menos intuye la película o, al menos, sus protagonistas: el pecuniario editor, un posible agente milagrero, tal vez la compasiva, mal pagada y resignada correctora (uno de cuyos ejemplos más interesantes puede encontrarse en el blog http://corteycorreccion.blogspot.com) y, por fin, un público deseoso de rascarse el bolsillo para aplaudir “eso”, precisamente “eso” que termina de finalizar nuestro querido, oh casualidades de la vida, escritor por descubrir.
Recopilando experiencias varias, testimonios de amargados y algún que otro guiño a la galería de “un consagrado”, Anacleto concluye que debería persistir en su segura carrera como funcionario. Sin embargo, recordando la infinitud de literatos célebres que empezaron desde una posición como la suya, repasa aquellos casos más probables que le permitirían disponer de un lugar privilegiado en todas las librerías del país, y parte del extranjero:
a) siendo hijo del editor o de su agente favorita;
b) siendo el lubricante del primero o de algún famosillo;
c) recibiendo el Nóbel; todos estos casos al margen de lo que se tenga que decir…
d) tratando el trascendente tema de los enigmas ocultos de las civilizaciones y su transmutación con la materia en forma de fastuosas construcciones, atacando a los pilares filosóficos y culturales más básicos en los que se asienta nuestra actual civilización, a riesgo de generar una completa reforma del código penal, el sistema de votación por listas y la mismísima definición del dinero, pilar indiscutible para el sustento de toda la raza humana del siglo XXI.
A la vista del panorama, definitivamente Anacleto decide no escribir o, al menos, no publicar, decide convertirse en uno de esos Bartleby mencionados por Vila-Matas en referencia a quienes optan por no escribir como una elección lúcida, y por carecer de talento.
Nuestro amigo también reconsidera su papel como lector. Si como futurible prosista parecía obligado a reinventarse según la moda, a claudicar y renunciar a muchos de sus pensamientos, como consumidor de libros no podrá acceder a aquello que escriban los que piensen o se expresen como él.Así, el incombustible A. se imagina en los próximos cincuenta años escogiendo entre leer aquello que decidan “recomendarnos” generosamente las editoriales (por favor, repásese la última lista de más vendidos para verificar lo raro que resulta encontrar algún fenómeno mediático o premio editorial) o caer en la ignorancia (bendita ella, que dicen que da la felicidad), quizás con ayuda de la cada vez más perfeccionada televisión. Se imagina uno así haciendo la ola con sus compadres de acuerdo con el ritmo marcado por determinados elegidos, designados a su vez por a saber qué élite, y así no desentonar ni correr el riesgo de ser calificado de misántropo o, peor aún, como un anacoreta asocial.
Nuestro mortal héroe decide que debe escribir e intentar publicar le pese a quien le pese, de ahí lo de héroe, de ahí lo de mortal.
Es entonces cuando descubre que hay otros muchos como él (quisiera pensar que peores, en ingenio, vocabulario o, al menos, que cometan más faltas de ortografía, pero sin duda parecen clones en intenciones). Descubre Internet como excelente caldo de cultivo para probar todas las jerarquías editoriales: desde la del mecanógrafo hasta la del director de una publicación, pasando por maquetador, diseñador informático y gráfico, ¿queda tiempo para escribir? También otros muchos ya han recorrido el mismo camino, e incluso se han adelantado. Tal como se menciona en el libro de Williams y Tapscott, Wikinomics, la nueva red facilita más que nunca la constitución y gestión eficiente de redes sociales, permitiendo que el trabajo colaborativo deje de pertenecer a la república de las utopías para invadir el mundo productivo.
Así es como encuentra el portal el-recreo.com, espacio para lectores de “infantería” y curiosos de la escritura, donde la palabra clave es compartir desde las lecturas hasta las propias creaciones con otros visitantes de la web. Así es como descubre que muchos de los asiduos de tal espacio decidieron hace media docena de meses probar qué tal sabe la tinta y el papel, ahora que ya conocen los píxeles y el teclado, trasladando muchos de sus textos electrónicos a un libro con peso y forma, como el del las librerías, como esos que incluyen las editoriales en sus catálogos.
Iniciativas similares ya se han visto en http://www.bubok.com/ o en http://www.lulu.com/es. Menos fácil es conocer todo el proceso desde “dentro” y, además, con una fuerte componente cooperativa, como se ha hecho en el portal de literatura el-recreo.com. El libro, “Tiempo de recreo”, nació ya de una serie de improvisadas discusiones en los mismos foros del portal, entre escritores noveles y no tan noveles, de diferentes ciudades (e incluso algún continente), a las que le siguieron otras muchas para decidir su título, portada, tipo de letra, imprenta, tesorería, maquetación e incluso destino de muchos de los ejemplares (típicamente bibliotecas).
El libro demuestra que Anacleto puede tener entre sus manos un ejemplar que rivalice en aspecto con aquellos impuestos por las grandes editoriales sin que se le vaya la vida en ello, quizás no sólo, teniendo que renunciar a su único protagonismo por hacerlo en cooperación con otros, o quizás afortunadamente en colaboración con otros. ¿O cuando se ha visto a Obelix saber defenderse sin Ásterix?
LQSomos. Zoquete. Febrero de 2008
-
“Tiempo de recreo” (www.tiempoderecreo.com) es una iniciativa de los miembros del portal de literatura www.el-recreo.com, con el prólogo y la desinteresada colaboración de la escritora Rosa Ribas, que recientemente ha publicado “El pintor de Flandes” (2006, Roca) y “Entre dos aguas” (2007, Umbriel). Contiene asimismo unas notas sobre el desarrollo del libro y el espíritu del portal literario el-recreo, firmadas por el fundador y administrador de la misma, Enrique M. Camba “Papillón”
“Tiempo de recreo” (www.tiempoderecreo.com) es una iniciativa de los miembros del portal de literatura www.el-recreo.com, con el prólogo y la desinteresada colaboración de la escritora Rosa Ribas, que recientemente ha publicado “El pintor de Flandes” (2006, Roca) y “Entre dos aguas” (2007, Umbriel). Contiene asimismo unas notas sobre el desarrollo del libro y el espíritu del portal literario el-recreo, firmadas por el fundador y administrador de la misma, Enrique M. Camba “Papillón”
-
LQsomos/11/02/2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario