La oscura opinión de Barack Obama sobre el tratado de libre comercio con america del norte (TLCAN)
Quinceañero y sin fiesta: En el 2008, el TLCAN está cumpliendo 15 años de agitada existencia. Efectivamente, en 1993, los presidentes de Estados Unidos y México, así como el primer ministro de Canadá, suscribían el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que permitiría la circulación de mercancías importadas, exentas de aranceles (impuestos) a través de las fronteras canadiense, estadounidense y mexicana.
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Por: Federico Müller
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El acuerdo también estipulaba designar plazos de prórroga temporales para aquellos sectores y productos vulnerables a la competencia internacional. Es decir, se les brindaría protección aduanera mediante su apertura gradual al libre mercado, y la desgravación progresiva de sus aranceles. Con ello, se buscaría otorgarles un período para su maduración técnica y comercial. Entre estos sectores se hallaban -en el caso mexicano- la agricultura, en la producción de oleaginosas, y la adquisición de automóviles del extranjero por consumidores nacionales.
Una mirada ensombrecida al comercio exterior
Barack Obama, candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Demócrata, en su reciente gira por Europa cautivaba a los corazones alemanes por su elocuencia. Lo empezaban a imaginar como una esperanza para lograr la paz mundial. Contagiados por ese mismo sentimiento, pero tropicalizado, algunos articulistas mexicanos ven en él a un líder político capaz de mejorar las relaciones económicas y migratorias entre México y el país que aspira a gobernar. Abogado, egresado de una prestigiada universidad norteamericana, en 2004 (noviembre) fue electo senador por el estado de Illinois. En su corta experiencia como congresista, ha participado en apenas dos debates sobre comercio exterior. Se opuso mediante su voto a que Estados Unidos firmara un acuerdo comercial con América Central y República Dominicana (CAFTA-RD); y de manera inopinada daba su aprobación al acuerdo comercial entre EU-Omán (Bossio, nov. 06).
De ahí que su sentir sobre el TLCAN no sea nada sorpresivo. Lo que sí desconcierta, y más a cualquier profesor universitario seguidor de la teoría económica neoclásica, es lo endeble de sus argumentos en contra del comercio exterior. En varias ocasiones ha señalado: el TLCAN es un acuerdo “malo”. “Debería reflejar el concepto de que nuestro comercio no sólo debe ser bueno para Wall Street, sino para el resto de la gente (Delgado, abril 08)”. “Carece de fuertes protecciones laborales y medioambientales” (Wallerstein, marzo 08). Las reacciones en contra de su postura proteccionista no se hicieron esperar. Fue el cubano-americano, secretario de comercio de EU, Carlos Gutiérrez, quien aseveraba que no solamente los flujos de capital se han incrementado a raíz del acuerdo, sino que éste “generará a finales de 2008 una relación comercial de un billón de dólares”. Continúa: “Si tomas los 14 años antes del Nafta, la tasa de desempleo promedio de Estados Unidos era de 7.1 %. En los 14 años posteriores a la introducción del Nafta, la tasa promedio de desempleo ha sido de 5.1 %” (Delgado, abril 08).
Por otro lado, el sector comercio de EU, en voz de Thomas Donohue, presidente de la US Chamber of Commerce, agrupación que integra a alrededor de 3 millones de negocios, ha dicho que lucharán para que el TLCAN no se reabra o renegocie (Saldaña, sep. 08).
El comercio internacional (CI): ¿virtuoso o perverso?
Adjetivar un instrumento de política económica, resulta ocioso porque ya la propia teoría económica advierte que ante la apertura comercial de las fronteras de cualquier país, se presentarán sectores ganadores y perdedores. Es indiscutible que el CI genera riqueza, y también es cierto que afecta a las empresas orientadas al mercado nacional. Pero afirmar que por el libre comercio se han cerrado empresas y destruido empleos, es confundir las causas con los resultados. El crónico subdesarrollo de la economía mexicana, la ineptitud de los gobiernos nacionales en la formulación de políticas tributarias de sustento a los sectores desfavorecidos por el TLCAN, y el desaprovechamiento de los períodos de gracia que ofrecía éste, son los verdaderos culpables de los efectos perniciosos que pudiera tener el comercio exterior en México.
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Por: Federico Müller
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El acuerdo también estipulaba designar plazos de prórroga temporales para aquellos sectores y productos vulnerables a la competencia internacional. Es decir, se les brindaría protección aduanera mediante su apertura gradual al libre mercado, y la desgravación progresiva de sus aranceles. Con ello, se buscaría otorgarles un período para su maduración técnica y comercial. Entre estos sectores se hallaban -en el caso mexicano- la agricultura, en la producción de oleaginosas, y la adquisición de automóviles del extranjero por consumidores nacionales.
Una mirada ensombrecida al comercio exterior
Barack Obama, candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Demócrata, en su reciente gira por Europa cautivaba a los corazones alemanes por su elocuencia. Lo empezaban a imaginar como una esperanza para lograr la paz mundial. Contagiados por ese mismo sentimiento, pero tropicalizado, algunos articulistas mexicanos ven en él a un líder político capaz de mejorar las relaciones económicas y migratorias entre México y el país que aspira a gobernar. Abogado, egresado de una prestigiada universidad norteamericana, en 2004 (noviembre) fue electo senador por el estado de Illinois. En su corta experiencia como congresista, ha participado en apenas dos debates sobre comercio exterior. Se opuso mediante su voto a que Estados Unidos firmara un acuerdo comercial con América Central y República Dominicana (CAFTA-RD); y de manera inopinada daba su aprobación al acuerdo comercial entre EU-Omán (Bossio, nov. 06).
De ahí que su sentir sobre el TLCAN no sea nada sorpresivo. Lo que sí desconcierta, y más a cualquier profesor universitario seguidor de la teoría económica neoclásica, es lo endeble de sus argumentos en contra del comercio exterior. En varias ocasiones ha señalado: el TLCAN es un acuerdo “malo”. “Debería reflejar el concepto de que nuestro comercio no sólo debe ser bueno para Wall Street, sino para el resto de la gente (Delgado, abril 08)”. “Carece de fuertes protecciones laborales y medioambientales” (Wallerstein, marzo 08). Las reacciones en contra de su postura proteccionista no se hicieron esperar. Fue el cubano-americano, secretario de comercio de EU, Carlos Gutiérrez, quien aseveraba que no solamente los flujos de capital se han incrementado a raíz del acuerdo, sino que éste “generará a finales de 2008 una relación comercial de un billón de dólares”. Continúa: “Si tomas los 14 años antes del Nafta, la tasa de desempleo promedio de Estados Unidos era de 7.1 %. En los 14 años posteriores a la introducción del Nafta, la tasa promedio de desempleo ha sido de 5.1 %” (Delgado, abril 08).
Por otro lado, el sector comercio de EU, en voz de Thomas Donohue, presidente de la US Chamber of Commerce, agrupación que integra a alrededor de 3 millones de negocios, ha dicho que lucharán para que el TLCAN no se reabra o renegocie (Saldaña, sep. 08).
El comercio internacional (CI): ¿virtuoso o perverso?
Adjetivar un instrumento de política económica, resulta ocioso porque ya la propia teoría económica advierte que ante la apertura comercial de las fronteras de cualquier país, se presentarán sectores ganadores y perdedores. Es indiscutible que el CI genera riqueza, y también es cierto que afecta a las empresas orientadas al mercado nacional. Pero afirmar que por el libre comercio se han cerrado empresas y destruido empleos, es confundir las causas con los resultados. El crónico subdesarrollo de la economía mexicana, la ineptitud de los gobiernos nacionales en la formulación de políticas tributarias de sustento a los sectores desfavorecidos por el TLCAN, y el desaprovechamiento de los períodos de gracia que ofrecía éste, son los verdaderos culpables de los efectos perniciosos que pudiera tener el comercio exterior en México.
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Vanguardia - México/07/10/2008
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