Para el financista Soros, éste es el fin de un ciclo que comenzó hace 25 años
HACIA UN NUEVO PARADIGMA FINANCIERO
Por: Oscar Raúl Cardoso
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Donde se detiene todo? Una primera aproximación a la respuesta es que el inversor estadounidense descubrió este lunes que, una vez aprobado el paquete de rescate financiero por 700 mil millones de dólares, su vida podría volver a ser algo parecido a lo que fue antes de la crisis. La realidad no funciona de ese modo simple y, peor aún, el piso del derrumbe todavía permanece indefinido. Esa fue la explicación que dio Ted Weiseberg, un agente de valores, después de la asfixiante jornada de ayer en Wall Street y en otras Bolsas.La explicación contrasta, sin embargo, con otros datos que sugieren que la opinión pública estadounidense está más sintonizada con la realidad de lo que sus dirigentes piensan. Ayer CNN divulgó una encuesta nacional según la cual seis de cada diez estadounidenses creen que una "depresión", no ya una recesión, es posible o muy posible en su país.Pensar en el horizonte como 1929-1930 es, hoy por hoy, alcanzar la cumbre del pesimismo. Una depresión implicaría duplicar, y hasta triplicar dicen algunos economistas, la tasa de desempleo ubicada hoy en alrededor del seis por ciento.Otro de los indicadores que sirven de muestra es -como alguna vez lo señaló el titular de la Reserva Federal, Ben Bernanke, considerado el gran experto en la depresión del 29-30- que el producto bruto de Estados Unidos se encogió un 13% en aquella crisis. ¿Estamos por ver, por fin, la cara oscura de la globalización? Los hechos de las últimas semanas parecen validar el diagnóstico que hace el financista George Soros en su más reciente libro: "El nuevo paradigma financiero: La crisis del crédito del 2006 y qué significa". El tramo más lúgubre es cuando Soros insiste en que la "burbuja hipotecaria" está dentro de una "burbuja más enorme" que está a punto de estallar.Esta "superburbuja", agrega Soros, fue creada durante los pasados 25 años y es el resultado de tres tendencias subyacentes: la expansión del crédito, la desregulación y la globalización. El financista no habla en este punto sólo de la difusión de nuevas tecnologías de comunicación o del surgimiento de China e India. Lo que en realidad enjuicia es el emerger de EE.UU. como el mayor deudor del planeta.Es algo así como la "tercermundización" de EE.UU. que en los últimos dos años ha tenido un déficit de cuenta corriente de más del seis por ciento de su producto bruto, un porcentaje usualmente hallado en las naciones en desarrollo en los tiempos previos al estallido de crisis de reservas de divisas.Los signos parecen claros; la población parece saber que está atravesando un cambio en un modo de vida que la llevó a gastar mucho más de los que sus medios le permitían durante demasiado tiempo. En cambio sus dirigentes -y no sólo los gubernamentales- aun perseveran en el intento de que las cosas vuelvan al, para ellos, pasado dorado sin importar cómo se paga ese regreso, mientras los que reciben la factura no sean ellos.Esto también puede leerse en los derrumbes de las Bolsas de ayer. Los que tienen dinero prefieren hasta ahora sufrir las pérdidas antes que ceder. ¿Es insensato? Para quien lo crea así basta con ver las declaraciones ayer en el Capitolio de Richard S. Fuld Jr., el hombre que presidió a la banca Lehman Brothers hasta su reciente ruina. Fuld defendió su remuneración: 350 millones de dólares desde el 2000.
Donde se detiene todo? Una primera aproximación a la respuesta es que el inversor estadounidense descubrió este lunes que, una vez aprobado el paquete de rescate financiero por 700 mil millones de dólares, su vida podría volver a ser algo parecido a lo que fue antes de la crisis. La realidad no funciona de ese modo simple y, peor aún, el piso del derrumbe todavía permanece indefinido. Esa fue la explicación que dio Ted Weiseberg, un agente de valores, después de la asfixiante jornada de ayer en Wall Street y en otras Bolsas.La explicación contrasta, sin embargo, con otros datos que sugieren que la opinión pública estadounidense está más sintonizada con la realidad de lo que sus dirigentes piensan. Ayer CNN divulgó una encuesta nacional según la cual seis de cada diez estadounidenses creen que una "depresión", no ya una recesión, es posible o muy posible en su país.Pensar en el horizonte como 1929-1930 es, hoy por hoy, alcanzar la cumbre del pesimismo. Una depresión implicaría duplicar, y hasta triplicar dicen algunos economistas, la tasa de desempleo ubicada hoy en alrededor del seis por ciento.Otro de los indicadores que sirven de muestra es -como alguna vez lo señaló el titular de la Reserva Federal, Ben Bernanke, considerado el gran experto en la depresión del 29-30- que el producto bruto de Estados Unidos se encogió un 13% en aquella crisis. ¿Estamos por ver, por fin, la cara oscura de la globalización? Los hechos de las últimas semanas parecen validar el diagnóstico que hace el financista George Soros en su más reciente libro: "El nuevo paradigma financiero: La crisis del crédito del 2006 y qué significa". El tramo más lúgubre es cuando Soros insiste en que la "burbuja hipotecaria" está dentro de una "burbuja más enorme" que está a punto de estallar.Esta "superburbuja", agrega Soros, fue creada durante los pasados 25 años y es el resultado de tres tendencias subyacentes: la expansión del crédito, la desregulación y la globalización. El financista no habla en este punto sólo de la difusión de nuevas tecnologías de comunicación o del surgimiento de China e India. Lo que en realidad enjuicia es el emerger de EE.UU. como el mayor deudor del planeta.Es algo así como la "tercermundización" de EE.UU. que en los últimos dos años ha tenido un déficit de cuenta corriente de más del seis por ciento de su producto bruto, un porcentaje usualmente hallado en las naciones en desarrollo en los tiempos previos al estallido de crisis de reservas de divisas.Los signos parecen claros; la población parece saber que está atravesando un cambio en un modo de vida que la llevó a gastar mucho más de los que sus medios le permitían durante demasiado tiempo. En cambio sus dirigentes -y no sólo los gubernamentales- aun perseveran en el intento de que las cosas vuelvan al, para ellos, pasado dorado sin importar cómo se paga ese regreso, mientras los que reciben la factura no sean ellos.Esto también puede leerse en los derrumbes de las Bolsas de ayer. Los que tienen dinero prefieren hasta ahora sufrir las pérdidas antes que ceder. ¿Es insensato? Para quien lo crea así basta con ver las declaraciones ayer en el Capitolio de Richard S. Fuld Jr., el hombre que presidió a la banca Lehman Brothers hasta su reciente ruina. Fuld defendió su remuneración: 350 millones de dólares desde el 2000.
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