Irán: la difícil gestión del agua
A pesar de las numerosas dificultades, la república islámica ha decidido reestructurar el sistema de gestión de los recursos hídricos. Debido a varios aspectos, se trata de auténtica lucha contrarreloj para evitar una crisis hídrica que podría ser devastadora.
Mauro Scalercio
Al igual que muchos estados de Oriente Medio, Irán se ve obligado a gestionar con prudencia un patrimonio hídrico muy limitado. El problema no es sólo la escasez de agua potable sino sobre todo la ausencia de precipitaciones necesarias para mantener una adecuada producción agrícola. Algunas características geográficas y climáticas hacen que las decisiones políticas para la gestión de los recursos hídricos sean particularmente importantes. En primer lugar cabe destacar que la mayor parte de las precipitaciones se dan en la parte occidental del país, en particular en la región de Khuzastán, en la costa del mar Caspio, mientras que el resto del país está caracterizado por el clima seco de las estepas. Por lo tanto sólo el 10% del país cuenta con recursos hídricos suficientes para satisfacer las necesidades agrícolas y domésticas. A esto hay que añadir la irregularidad de las lluvias. De hecho la estación lluviosa se concentra entre los meses de octubre y marzo. A pesar de estos datos, actualmente la situación en Irán es relativamente positiva ya que el 98% de la población tiene acceso a las redes hídricas nacionales y la agricultura está atravesando un período floreciente. Pero si tenemos en cuenta el aspecto dinámico, la situación es un tanto alarmante. De hecho observamos como muchos indicadores nos muestran que la situación se está degradando, por lo que el país debería intervenir con urgencia.
Los recursos y sus límites
En primer lugar se deberían adoptar medidas dirigidas a estabilizar de la mejor manera posible las corrientes de agua, extremadamente variables debido a la acusada irregularidad de las precipitaciones. En este sentido cabe destacar el gran interés que ha puesto el país en la construcción de diques. Esta estrategia ha contado siempre con una gran importancia dentro de la política hídrica del país. De hecho, ya el régimen de los Sah de Persia puso en marcha la construcción de imponentes diques. La región más indicada para la construcción de las presas es la de Khuzastán. Lo que la hace especialmente indicada para ello son por una parte las abundantes lluvias y la riqueza de los cursos de agua, y por otra la morfología del territorio que, con sus amplios valles, es ideal para la construcción de diques artificiales. De hecho ésta es la mayor reserva de agua de Irán desde que en 1962 se construyesen 58 grandes presas. En los últimos 7 años se han construido otras 12, que aumentan en 4 billones de metros cúbicos de agua las reservas hídricas del país.
Otra importante fuente de agua potable son los pozos, que deberían suministrar agua de muy alta calidad a un coste relativamente bajo. Sin embargo Irán está descubriendo que su subsuelo contiene cada vez menos reservas debido a la sobreexplotación. El Ministro de Energía no ha dudado en dar la alarma, y ya en varias ocasiones ha subrayado que, si anteriormente había suficientes pozos a una profundidad de 40 metros, actualmente es necesario excavar hasta los 500 metros. En el último plan quinquenal se han introducido las medidas necesarias para la realización de proyectos a pequeña escala, con la participación de la población local, que han permitido la recuperación de 312 millones de metros cúbicos de agua.
Cerca de un 90% del agua se destina a la agricultura, uno de los sectores más importantes para las exportaciones iraníes, aunque evidentemente, está a gran distancia de la importancia de los recursos petrolíferos. Una de las prioridades para este sector debería ser la mejora de las tecnologías de irrigación, un objetivo difícil de alcanzar debido al aislamiento internacional de Irán. Además de la agricultura, el agua se emplea para el uso doméstico (6%) y la industria (1%). Otra de las medidas que contempla el gobierno es la depuración de las aguas residuales. De hecho, a pesar de que este tipo de aguas no reúne las características necesarias para el consumo doméstico, los sectores agrícola e industrial podrían emplearla sin problemas. El primer paso se dará a inicios del próximo año, cuando en el sur de la capital iraní se abra una planta para la depuración y el refinado de aguas residuales.
Otro aspecto a tener en cuenta es la gravedad del problema de la contaminación. Como apuntábamos anteriormente el 98% de la población iraní tenga acceso a la red hídrica, sin embargo sólo el 23% lo tiene al sistema de desagüe o alcantarillado. Por lo tanto el resto da las aguas residuales va a parar al terreno o a las corrientes fluviales, contaminando tanto el agua de superficie como los pozos subterráneos. La gravedad de la situación ha llevado a la comunidad internacional a intervenir, y en especial el Banco Mundial, que ha concedido varios préstamos a Irán para la construcción de plantas depuradoras y de irrigación en las zonas más necesitadas el país, por un total de 334 millones de dólares.
Problemas de gestión
El problema es tan simple como de difícil solución. Se trataría de determinar si para los próximos años habrá suficiente cantidad de agua para satisfacer las necesidades de la población, de la industria y de la agricultura iraní. Un estudio de las Naciones Unidas muestra la gravedad del asunto. El dato más significativo es el volumen de las reservas per capita. Si en 1990 estas alcanzaban un volumen en torno a los 2200 metros cúbicos al año, en el 2025 la cifra se reducirá hasta los 800 metros cúbicos, provocando los que las Naciones Unidas llama una crisis hídrica. El principal problema para Irán no es sólo que lo recursos hídricos se están reduciendo, sino que la población está en constante aumento.
Durante la historia reciente del país, la gestión de los recursos hídricos ha atravesado tres fases. La primera inició con los albores de construcción de los grandes diques de los años sesenta. Esa estrategia formaba parte del plan general de modernización que puso en marcha el régimen de la dinastía Palhevi. Además de los diques, la estrategia contemplaba un uso más racional del agua y la superación de las medidas tradicionales como el qanat, un tipo de canal subterráneo con diversos pozos de los que obtener el agua. Por lo tanto la primera fase estuvo caracterizada por la intención de construir un sistema nacional integral de obtención y distribución en un contexto de abundancia relativa de agua.
La segunda fase comenzó en 1979 con la revolución islámica del Ayatolá Jomeini. En realidad se trata se una fase transitoria, ya que el nuevo régimen se vio obligado a defenderse de la agresión del Irak de Saddam Hussein, que en 1980 invadió el País dando inicio a una larga guerra de dejó a ambos países extenuados. Evidentemente durante este período no tuvo cabida una política dirigida a la gestión del agua, que permaneció idéntica a la del período precedente, a excepción de los esfuerzos que se realizaron para recuperar los daños de la guerra.
La tercera fase dio inicio durante la segunda mitad de los años noventa, cuando el país comenzó a ser consciente de su situación y de los riesgos de una mala gestión y puso en marcha diferentes medidas. Durante los últimos años la república islámica ha llevado a cabo una política concreta en diferentes frentes. Cabe destacar como se ha estructurado la organización de los recursos hídricos. En primer lugar la gestión ha mejorado gracias a la colaboración del ministerio de agricultura y de la construcción, coordinando de manera más eficaz la fase de distribución y de consumo. Además se ha creado el Consejo Supremo del Agua, presidido por el Presidente de la República y compuesto por expertos del sector. Se ha desarrollado un Plan General para el agua con el fin de diferenciar y proponer a las autoridades las estrategias a seguir. Otra iniciativa interesante es la formación (en colaboración con la UNESCO) de un centro regional para la gestión urbana del agua, con sede en Teherán, y que aspira a fomentar la colaboración con los países de Oriente Medio que presentan problemas similares a los iraníes. Además el centro colabora con el Instituto de Educación sobre el Agua (UNESCO). Hay que subrayar que para la realización de dichos proyectos se han triplicado los fondos respecto al precedente plan quinquenal.
Conclusiones
La gestión de un patrimonio tan importante como es el agua dentro de un contexto tan delicado como el de Irán, es de extrema dificultad, que se complica aún más debido al aislamiento internacional aunque la comunidad internacional haya ofrecido su ayuda. La situación iraní es muy preocupante ya que durante años la gestión del agua no ha sido una prioridad para el País, que ahora tiene que hacer frente a los daños de una estructura agrícola ineficiente, carente de depuradoras y con una nefasta gestión de recursos hídricos de superficie. Sin embargo, a pesar de las dificultades parece que Irán ha tomado el buen camino, aunque también es verdad que es necesario prestar una mayor atención a la gestión agrícola y poner en marcha un sistema de incentivos al cultivo de productos de secano. El verdadero problema el aislamiento del País, que podría provocar posteriores crisis económicas y la disminución de los fondos destinados a la reestructuración del sistema hídrico del País.
Mauro Scalercio
Al igual que muchos estados de Oriente Medio, Irán se ve obligado a gestionar con prudencia un patrimonio hídrico muy limitado. El problema no es sólo la escasez de agua potable sino sobre todo la ausencia de precipitaciones necesarias para mantener una adecuada producción agrícola. Algunas características geográficas y climáticas hacen que las decisiones políticas para la gestión de los recursos hídricos sean particularmente importantes. En primer lugar cabe destacar que la mayor parte de las precipitaciones se dan en la parte occidental del país, en particular en la región de Khuzastán, en la costa del mar Caspio, mientras que el resto del país está caracterizado por el clima seco de las estepas. Por lo tanto sólo el 10% del país cuenta con recursos hídricos suficientes para satisfacer las necesidades agrícolas y domésticas. A esto hay que añadir la irregularidad de las lluvias. De hecho la estación lluviosa se concentra entre los meses de octubre y marzo. A pesar de estos datos, actualmente la situación en Irán es relativamente positiva ya que el 98% de la población tiene acceso a las redes hídricas nacionales y la agricultura está atravesando un período floreciente. Pero si tenemos en cuenta el aspecto dinámico, la situación es un tanto alarmante. De hecho observamos como muchos indicadores nos muestran que la situación se está degradando, por lo que el país debería intervenir con urgencia.
Los recursos y sus límites
En primer lugar se deberían adoptar medidas dirigidas a estabilizar de la mejor manera posible las corrientes de agua, extremadamente variables debido a la acusada irregularidad de las precipitaciones. En este sentido cabe destacar el gran interés que ha puesto el país en la construcción de diques. Esta estrategia ha contado siempre con una gran importancia dentro de la política hídrica del país. De hecho, ya el régimen de los Sah de Persia puso en marcha la construcción de imponentes diques. La región más indicada para la construcción de las presas es la de Khuzastán. Lo que la hace especialmente indicada para ello son por una parte las abundantes lluvias y la riqueza de los cursos de agua, y por otra la morfología del territorio que, con sus amplios valles, es ideal para la construcción de diques artificiales. De hecho ésta es la mayor reserva de agua de Irán desde que en 1962 se construyesen 58 grandes presas. En los últimos 7 años se han construido otras 12, que aumentan en 4 billones de metros cúbicos de agua las reservas hídricas del país.
Otra importante fuente de agua potable son los pozos, que deberían suministrar agua de muy alta calidad a un coste relativamente bajo. Sin embargo Irán está descubriendo que su subsuelo contiene cada vez menos reservas debido a la sobreexplotación. El Ministro de Energía no ha dudado en dar la alarma, y ya en varias ocasiones ha subrayado que, si anteriormente había suficientes pozos a una profundidad de 40 metros, actualmente es necesario excavar hasta los 500 metros. En el último plan quinquenal se han introducido las medidas necesarias para la realización de proyectos a pequeña escala, con la participación de la población local, que han permitido la recuperación de 312 millones de metros cúbicos de agua.
Cerca de un 90% del agua se destina a la agricultura, uno de los sectores más importantes para las exportaciones iraníes, aunque evidentemente, está a gran distancia de la importancia de los recursos petrolíferos. Una de las prioridades para este sector debería ser la mejora de las tecnologías de irrigación, un objetivo difícil de alcanzar debido al aislamiento internacional de Irán. Además de la agricultura, el agua se emplea para el uso doméstico (6%) y la industria (1%). Otra de las medidas que contempla el gobierno es la depuración de las aguas residuales. De hecho, a pesar de que este tipo de aguas no reúne las características necesarias para el consumo doméstico, los sectores agrícola e industrial podrían emplearla sin problemas. El primer paso se dará a inicios del próximo año, cuando en el sur de la capital iraní se abra una planta para la depuración y el refinado de aguas residuales.
Otro aspecto a tener en cuenta es la gravedad del problema de la contaminación. Como apuntábamos anteriormente el 98% de la población iraní tenga acceso a la red hídrica, sin embargo sólo el 23% lo tiene al sistema de desagüe o alcantarillado. Por lo tanto el resto da las aguas residuales va a parar al terreno o a las corrientes fluviales, contaminando tanto el agua de superficie como los pozos subterráneos. La gravedad de la situación ha llevado a la comunidad internacional a intervenir, y en especial el Banco Mundial, que ha concedido varios préstamos a Irán para la construcción de plantas depuradoras y de irrigación en las zonas más necesitadas el país, por un total de 334 millones de dólares.
Problemas de gestión
El problema es tan simple como de difícil solución. Se trataría de determinar si para los próximos años habrá suficiente cantidad de agua para satisfacer las necesidades de la población, de la industria y de la agricultura iraní. Un estudio de las Naciones Unidas muestra la gravedad del asunto. El dato más significativo es el volumen de las reservas per capita. Si en 1990 estas alcanzaban un volumen en torno a los 2200 metros cúbicos al año, en el 2025 la cifra se reducirá hasta los 800 metros cúbicos, provocando los que las Naciones Unidas llama una crisis hídrica. El principal problema para Irán no es sólo que lo recursos hídricos se están reduciendo, sino que la población está en constante aumento.
Durante la historia reciente del país, la gestión de los recursos hídricos ha atravesado tres fases. La primera inició con los albores de construcción de los grandes diques de los años sesenta. Esa estrategia formaba parte del plan general de modernización que puso en marcha el régimen de la dinastía Palhevi. Además de los diques, la estrategia contemplaba un uso más racional del agua y la superación de las medidas tradicionales como el qanat, un tipo de canal subterráneo con diversos pozos de los que obtener el agua. Por lo tanto la primera fase estuvo caracterizada por la intención de construir un sistema nacional integral de obtención y distribución en un contexto de abundancia relativa de agua.
La segunda fase comenzó en 1979 con la revolución islámica del Ayatolá Jomeini. En realidad se trata se una fase transitoria, ya que el nuevo régimen se vio obligado a defenderse de la agresión del Irak de Saddam Hussein, que en 1980 invadió el País dando inicio a una larga guerra de dejó a ambos países extenuados. Evidentemente durante este período no tuvo cabida una política dirigida a la gestión del agua, que permaneció idéntica a la del período precedente, a excepción de los esfuerzos que se realizaron para recuperar los daños de la guerra.
La tercera fase dio inicio durante la segunda mitad de los años noventa, cuando el país comenzó a ser consciente de su situación y de los riesgos de una mala gestión y puso en marcha diferentes medidas. Durante los últimos años la república islámica ha llevado a cabo una política concreta en diferentes frentes. Cabe destacar como se ha estructurado la organización de los recursos hídricos. En primer lugar la gestión ha mejorado gracias a la colaboración del ministerio de agricultura y de la construcción, coordinando de manera más eficaz la fase de distribución y de consumo. Además se ha creado el Consejo Supremo del Agua, presidido por el Presidente de la República y compuesto por expertos del sector. Se ha desarrollado un Plan General para el agua con el fin de diferenciar y proponer a las autoridades las estrategias a seguir. Otra iniciativa interesante es la formación (en colaboración con la UNESCO) de un centro regional para la gestión urbana del agua, con sede en Teherán, y que aspira a fomentar la colaboración con los países de Oriente Medio que presentan problemas similares a los iraníes. Además el centro colabora con el Instituto de Educación sobre el Agua (UNESCO). Hay que subrayar que para la realización de dichos proyectos se han triplicado los fondos respecto al precedente plan quinquenal.
Conclusiones
La gestión de un patrimonio tan importante como es el agua dentro de un contexto tan delicado como el de Irán, es de extrema dificultad, que se complica aún más debido al aislamiento internacional aunque la comunidad internacional haya ofrecido su ayuda. La situación iraní es muy preocupante ya que durante años la gestión del agua no ha sido una prioridad para el País, que ahora tiene que hacer frente a los daños de una estructura agrícola ineficiente, carente de depuradoras y con una nefasta gestión de recursos hídricos de superficie. Sin embargo, a pesar de las dificultades parece que Irán ha tomado el buen camino, aunque también es verdad que es necesario prestar una mayor atención a la gestión agrícola y poner en marcha un sistema de incentivos al cultivo de productos de secano. El verdadero problema el aislamiento del País, que podría provocar posteriores crisis económicas y la disminución de los fondos destinados a la reestructuración del sistema hídrico del País.
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Equilibri.net - Italy/01/09/2007
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