¡Quién lo hubiera dicho!
En la Argentina, quien hoy es figura mañana puede desaparecer del mapa. ¿Alguien imaginaba que el Presidente no iría por la reelección? ¿O que Carrió renacería para convertirse en la referente de la oposición? Cuidado, dirigentes, mañana todo puede cambiar
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Por José Angel Di Mauro
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Por José Angel Di Mauro
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Algunos todavía no se convencen, pero en la política argentina, lo que hoy puede ser una posibilidad concretísima, a mediano plazo puede ser mirado como un disparate. Los proyectos políticos más sólidos pueden venirse abajo como un castillo de arena con la creciente. Ejemplos sobran: véase al no ingeniero Juan Carlos Blumberg, otrora el líder social con mayores perspectivas, dueño de la mayor movilización social de los últimos tiempos en la Argentina, reducido a la mínima expresión en términos políticos.O a José Octavio Bordón, destino de cinco millones de votos, dilapidados con un portazo. ¡La Alianza!, que había llegado para remedar en la Argentina la experiencia exitosa de la Concertación chilena… que acabó antes de tiempo y de la peor manera. O al más reciente caso de Ricardo López Murphy, que se creyó dueño también de tres millones de sufragios que jamás volvieron a acompañarlo.Igual, algunos programan a largo plazo. Los Kirchner, por ejemplo. Se trazaron en 1985 un plan que supuestamente sentaría a Néstor en el sillón de Rivadavia en 20 años, y así se lo contaron a Dante Dovena el verano de ese año, en una quinta de Ranelagh. El hoy diputado es el testigo que certifica semejante muestra de planificación, no sólo cumplida, sino incluso adelantada en dos años. ¿Alguien podía imaginar a Cristina Fernández de Kirchner presidenta electa cuando hace exactamente diez años era echada del bloque oficialista del Senado? Para la mayoría de sus colegas, ella no era más que “una loca”, representante de su no menos cuerdo esposo, un ignoto gobernador sureño. Y cuando dejó la Cámara alta para marchar hacia Diputados y convertirse en una más entre figuras de enorme peso que le restarían protagonismo, como Chacho Alvarez o Carrió, ¿cuántos no vislumbraron el ocaso de su imagen?Hace apenas tres meses, muchos se aventuraban a impulsar la candidatura presidencial de Mauricio Macri, alentados por la cosecha fenomenal del voto porteño. Hoy esos mismos se preguntan adónde fue ese 60% que esquivó olímpicamente a los candidatos macristas de la Capital. ¿Cuándo decidieron los Kirchner que la mujer sería quien sucedería a su esposo? Ellos son de planificar todo a largo plazo, pero difícilmente esa estrategia tenga más de dos años de elaboración. Todo pareciera indicar que en 2005 se tomó la determinación de “jugar la dama” en las presidenciales venideras y para tal fin se ensayó una jugada riesgosa, pero ambiciosa: liquidar con el as de espada de los K nada menos que a Eduardo Duhalde, enfrentándolo en su mismo terreno. Munidos de una generosa billetera y la premisa de que en el PJ se acompaña al que manda, la primera dama doblegó a su antecesora y se dio el pleito por liquidado, el nuevo campeón coronado y el viejo caudillo enviado a cuarteles de invierno. Probó su imbatibilidad electoral en el difícil territorio bonaerense y se resolvió entonces que estaban listos para avanzar hacia el nivel superior.Es volátil la política argentina. Imaginemos qué es lo que estaba previsto para esta escala presidencial de 2007. No vayamos más allá de 2003 para pensarlo; todos los analistas vislumbraban entonces a un Néstor Kirchner que iría en busca de su segundo y último mandato y a Chiche Duhalde tras la segura gobernación bonaerense. Parecen tiempos muy lejanos, pero hace apenas dos años pocos tenían dudas de que la hoy senadora disidente sería la heredera del poder de su esposo. Portadora de apellido, como alguna vez la llamó Cristina desde el escenario de Parque Norte donde transparentó la guerra al duhaldismo, Hilda González tenía en mente convertirse en gobernadora desde que asumió su banca de diputada en 2003, en un mandato que no concluyó pues se mudó al Senado. No por nada la esposa del todavía hombre fuerte de la Provincia había desechado en su regreso a la Cámara de Diputados encabezar, como siempre, la Comisión de Familia y Minoridad de ese Cuerpo, optando esta vez por la de Asuntos Municipales: buscaba imprimirle a su perfil un giro más acorde a su futuro, trascendiendo ahora las funciones meramente sociales.Es volátil la política argentina. Hoy Chiche ha sido confinada a una banca en el Senado y su enconada rival se dispone a migrar desde su escaño al sillón de Rivadavia. Es que mientras Eduardo Duhalde imaginaba un futuro alejado de la política, pero omnipresente, y su esposa recogiendo su legado, Cristina se cambiaba el peinado y le colocaban las extensiones dando con su cambio de look la prueba concreta de sus intenciones electorales. “Nadie se cambia el pelo si no es para los afiches”, concluía por entonces -fines de 2003- un guerrero duhaldista con una lógica acorde al pensamiento de los políticos argentinos, que muchas veces no se eleva más allá del grado elemental.
Pero, por lo visto, equivocado no estaba.
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Semanario Parlamentario - Argentina/07/11/2007
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