A propósito de Argentina: El triunfo de Cristina Kirchner reafirma el giro a la izquierda en América Latina
Julio César Pineda
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El triunfo de Cristina Kirchner reafirma el giro de la izquierda en América Latina que se inició en 1998 con la elección de Hugo Chávez en Venezuela, luego con Luis Inacio Lula Da Silva, en Brasil, en el 2002, Néstor Kirchner en Argentina en el 2003, Tabaré Vásquez en Uruguay en 2004 y posteriormente con la llegada al poder de Evo Morales en Bolivia, Michelle Bachelet en Chile, Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua, además de las reelecciones en Brasil y Venezuela. La excepción ha sido Costa Rica con Oscar Arias y Perú con Alan García, proclamados socialdemócratas. Sólo México y Colombia con Felipe Calderón y Álvaro Uribe se han alejado de sus izquierdas nacionales con una política cercana a Washington. La democracia tradicional con más acento en lo político que en lo social, ha sido incapaz de resolver los inmensos problemas sociales de América Latina, por eso las grandes mayorías se han inclinado por la izquierda con la esperanza de una sociedad más justa, pero sin el interés de perder la libertad. En Brasil, en la segunda vuelta un 70%, los más pobres depositaron su confianza en Lula. En Argentina, con las elecciones del pasado domingo se reafirma esta tendencia.
No puede hablarse de una sola izquierda latinoamericana ni de una sola visión socialista, ni de una actitud homogénea en la política exterior. Definitivamente, se han separado los que quieren resucitar el socialismo real plasmado en las constituciones soviéticas y cubanas dentro del marxismo-leninismo; que es la línea que pretenden imponer los presidentes Chávez, Morales, Correa y Ortega; están en contramarcha de la historia. Los últimos congresos del Partido Comunista Chino y así también de Vietnam se han abierto a la libre empresa, a la propiedad privada, a la inversión extranjera, a las múltiples alianzas económicas y políticas incluyendo una buena relación con Estados Unidos. La nueva Constitución venezolana, que intentan copiar los que quieren imponer el socialismo del siglo XXI, no es una reforma sino un nuevo proyecto político de Estado y sociedad, parece inspirarse más en la Constitución Stalin de 1936. Los europeos han catalogado estas expresiones del socialismo del siglo XXI de neo-comunismo con elementos nazis y fascistas. De tanto ir a la izquierda se llega a la derecha, es la famosa afirmación del infantilismo de izquierda.
La otra izquierda, socialista democrática y pluralista, realista, impregnada del compromiso social en nuestro continente es la expresión mayoritaria y la más exitosa, con demostraciones y continuidad en el poder, en Brasil, Chile, Uruguay y ahora en Argentina. Por eso, la prudencia en el mensaje y en las alianzas de la nueva presidenta argentina, su diálogo con empresarios de su país y su compromiso con los sectores laborales, su decisión de llevar como vicepresidente a un influyente miembro de la oposición tradicional, del radicalismo, de respetar a todas las alternativas de poder, de abrir la negociación con los organismos internacionales incluyendo el FMI. A la señora Kirchner no se le escuchó la repetida condena al modelo liberal ni los improperios contra Estados Unidos. Ella sabe que los líderes de la izquierda latinoamericana han encontrado una coyuntura económica favorable después de las crisis financieras de los años 90 y que es fundamental la inversión extranjera con la correspondiente seguridad jurídica. Desde el año 2000, el crecimiento de más del 4% en la región ha permitido mejorar las condiciones de vida con el control de la inflación que supera el 7%. Los gobiernos han sabido aprovechar los excedentes de las exportaciones de la materias primas y la disciplina fiscal. Nadie niega la demanda mundial de los productos básicos y el precio cada vez más alto de los mismos. La propia banca mundial ha señalado un retroceso en los niveles de pobreza aunque también afirma lo peligroso de la desesperación social de los sectores más abandonados en las grandes ciudades como México, Sao Paulo, Bogotá, Buenos Aires, Caracas, donde la economía informal absorbe más del 60% de la mano de obra, pero siguen teniendo esperanza en los nuevos mensajes de la nueva clase política latinoamericana donde en casi todos los países se rechazan formulas autoritarias o dictatoriales superando el 60% en casi todos. El Gobierno de Venezuela debería reflexionar sobre el camino equivocado con la nueva Constitución que nos ubica más en el pasado que en el futuro a pesar de las inmensas riquezas que están generando los precios del petróleo. Los 300.000.000 millones de dólares que han ingresado al país, deberían ofrecer una vida más digna y logros sociales superiores a los que presentan otros gobiernos en la región donde la reelección, como en el caso brasileño y argentino son demostración de la gobernabilidad regional y local.
Jcpineda01@gmail.com
El triunfo de Cristina Kirchner reafirma el giro de la izquierda en América Latina que se inició en 1998 con la elección de Hugo Chávez en Venezuela, luego con Luis Inacio Lula Da Silva, en Brasil, en el 2002, Néstor Kirchner en Argentina en el 2003, Tabaré Vásquez en Uruguay en 2004 y posteriormente con la llegada al poder de Evo Morales en Bolivia, Michelle Bachelet en Chile, Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua, además de las reelecciones en Brasil y Venezuela. La excepción ha sido Costa Rica con Oscar Arias y Perú con Alan García, proclamados socialdemócratas. Sólo México y Colombia con Felipe Calderón y Álvaro Uribe se han alejado de sus izquierdas nacionales con una política cercana a Washington. La democracia tradicional con más acento en lo político que en lo social, ha sido incapaz de resolver los inmensos problemas sociales de América Latina, por eso las grandes mayorías se han inclinado por la izquierda con la esperanza de una sociedad más justa, pero sin el interés de perder la libertad. En Brasil, en la segunda vuelta un 70%, los más pobres depositaron su confianza en Lula. En Argentina, con las elecciones del pasado domingo se reafirma esta tendencia.
No puede hablarse de una sola izquierda latinoamericana ni de una sola visión socialista, ni de una actitud homogénea en la política exterior. Definitivamente, se han separado los que quieren resucitar el socialismo real plasmado en las constituciones soviéticas y cubanas dentro del marxismo-leninismo; que es la línea que pretenden imponer los presidentes Chávez, Morales, Correa y Ortega; están en contramarcha de la historia. Los últimos congresos del Partido Comunista Chino y así también de Vietnam se han abierto a la libre empresa, a la propiedad privada, a la inversión extranjera, a las múltiples alianzas económicas y políticas incluyendo una buena relación con Estados Unidos. La nueva Constitución venezolana, que intentan copiar los que quieren imponer el socialismo del siglo XXI, no es una reforma sino un nuevo proyecto político de Estado y sociedad, parece inspirarse más en la Constitución Stalin de 1936. Los europeos han catalogado estas expresiones del socialismo del siglo XXI de neo-comunismo con elementos nazis y fascistas. De tanto ir a la izquierda se llega a la derecha, es la famosa afirmación del infantilismo de izquierda.
La otra izquierda, socialista democrática y pluralista, realista, impregnada del compromiso social en nuestro continente es la expresión mayoritaria y la más exitosa, con demostraciones y continuidad en el poder, en Brasil, Chile, Uruguay y ahora en Argentina. Por eso, la prudencia en el mensaje y en las alianzas de la nueva presidenta argentina, su diálogo con empresarios de su país y su compromiso con los sectores laborales, su decisión de llevar como vicepresidente a un influyente miembro de la oposición tradicional, del radicalismo, de respetar a todas las alternativas de poder, de abrir la negociación con los organismos internacionales incluyendo el FMI. A la señora Kirchner no se le escuchó la repetida condena al modelo liberal ni los improperios contra Estados Unidos. Ella sabe que los líderes de la izquierda latinoamericana han encontrado una coyuntura económica favorable después de las crisis financieras de los años 90 y que es fundamental la inversión extranjera con la correspondiente seguridad jurídica. Desde el año 2000, el crecimiento de más del 4% en la región ha permitido mejorar las condiciones de vida con el control de la inflación que supera el 7%. Los gobiernos han sabido aprovechar los excedentes de las exportaciones de la materias primas y la disciplina fiscal. Nadie niega la demanda mundial de los productos básicos y el precio cada vez más alto de los mismos. La propia banca mundial ha señalado un retroceso en los niveles de pobreza aunque también afirma lo peligroso de la desesperación social de los sectores más abandonados en las grandes ciudades como México, Sao Paulo, Bogotá, Buenos Aires, Caracas, donde la economía informal absorbe más del 60% de la mano de obra, pero siguen teniendo esperanza en los nuevos mensajes de la nueva clase política latinoamericana donde en casi todos los países se rechazan formulas autoritarias o dictatoriales superando el 60% en casi todos. El Gobierno de Venezuela debería reflexionar sobre el camino equivocado con la nueva Constitución que nos ubica más en el pasado que en el futuro a pesar de las inmensas riquezas que están generando los precios del petróleo. Los 300.000.000 millones de dólares que han ingresado al país, deberían ofrecer una vida más digna y logros sociales superiores a los que presentan otros gobiernos en la región donde la reelección, como en el caso brasileño y argentino son demostración de la gobernabilidad regional y local.
Jcpineda01@gmail.com
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El Universal - Venezuela/02/11/2007
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