La cruzada de Irán
H. E. Manuchehr Mottaki *
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Una deficiencia importante del mundo de hoy es la persistencia de un sentido de geopolítica de suma cero. El mundo esperaba que algo diferente en la era postguerra fría promoviera la paz y la estabilidad. En cambio, después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, el ímpetu giró hacia una "guerra global contra el terrorismo" que, en la práctica, se convirtió en la razón fundamental para mantener una mentalidad de Guerra Fría y apoyar estrategias de guerra preventiva y cambio de régimen que han intensificado la inseguridad, la inestabilidad y el terrorismo internacional.
Consideremos el caso de mi país, Irán, que no ha invadido ningún país en los últimos 250 años. Después de décadas de lucha contra la dictadura y la dominación extranjera, nos garantizamos nuestra libertad e independencia en 1979 mediante el establecimiento de un sistema político de nuestra propia elección. Pero en lugar de mantener relaciones amistosas con Irán con base en esta nueva realidad, Estados Unidos constantemente intentó restablecer su dominación, ofreciendo incluso un masivo apoyo diplomático, financiero y militar a Saddam Hussein en su guerra contra mi país durante los años 1980.
La actual disputa por el programa nuclear pacífico y legal de Irán es parte de este patrón, plagado de acusaciones infundadas, doble moral y una inconsistencia moral y legal, todo oculto detrás de la supuesta amenaza de la proliferación. Pero el programa nuclear pacífico de Irán tiene sus orígenes a fines de los años 1960 y 1970. La demanda de energía de Irán superará su abastecimiento, quizá reduciendo o incluso eliminando su capacidad de exportación de petróleo en el futuro cercano. En consecuencia, Irán necesita con urgencia producir 20.000 megavatios de energía nuclear para el 2020.
Allá por el año 1973, el propio gobierno norteamericano detectó que Irán necesitaría energía nuclear. De hecho, Estados Unidos esperaba que Irán fuera capaz de generar 20.000 megavatios para 1994. A pesar del respaldo que recibió el programa nuclear civil de Irán por parte de Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Francia, todos ellos terminaron retractándose de sus compromisos contractuales después de nuestra revolución en 1979. Hoy, algunos de estos gobiernos incluso cuestionan la necesidad de energía nuclear que tiene Irán -una cuestión que les resultaba obvia hace 30 años-.
Irán no necesita armas nucleares para proteger sus intereses regionales, y este tipo de armas no tienen lugar en la estrategia de seguridad de Irán. Intenta ganarse la confianza de sus vecinos y se ha mantenido dentro de los márgenes del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). El último informe de la Agencia Internacional de Energía Atómica ha verificado que no hubo desviación alguna del programa nuclear civil al desarrollo de armas por parte de Irán. Es más, Irán propuso una participación regional y multinacional en sus instalaciones de enriquecimiento de uranio -sólo para toparse con el silencio resonante de las potencias occidentales-.
Mientras tanto, la política norteamericana hacia la no proliferación nuclear y el régimen del TNP es un ejemplo típico de doble moral y de falta de sensibilidad hacia los intereses de seguridad de otros países. Mientras Estados Unidos intenta utilizar la presión unilateral e ilegítima para prohibir el derecho legítimo de Irán a una energía nuclear pacífica, colaboró en el desarrollo de instalaciones nucleares de Israel. Por cierto, Estados Unidos actuó como intermediario para aislar a Israel -cuyo primer ministro ha hecho alarde de sus armas nucleares- de cualquier escrutinio internacional, ignorando al mismo tiempo el llamamiento por parte de Irán y otros países para crear una zona no nuclear en Oriente Medio.
Con respecto al terrorismo internacional, Irán, como víctima del terrorismo, lo condena en todas sus formas. Pero la misma doble moral se torna evidente aquí. Estados Unidos utilizó y sigue utilizando organizaciones extremistas para promover sus objetivos de política exterior.
Lo mismo puede decirse de la conducta norteamericana con respecto a los precursores de Al Qaeda en Afganistán en los años 1980, y de sus actuales negociaciones con grupos terroristas como la Organización de Mujaidines del Pueblo (MKO) y los kurdos PEJAK y PKK. La MKO, que alguna vez estuvo en la nómina de pagos de Saddam Hussein y fue responsable de la pérdida de muchas vidas inocentes en Irán e Irak, hoy está bajo protección del gobierno norteamericano en Irak y opera libremente en Estados Unidos.
Irán siempre consideró que la estabilidad regional es de vital interés para su propia seguridad y desarrollo. Nuestros esfuerzos para establecer una seguridad regional y un acuerdo de cooperación en el Golfo Pérsico datan de 1986, en el apogeo de la guerra con Irak. Hemos seguido persiguiendo estas iniciativas en la era post-Saddam y nos comprometimos a tomar medidas generadoras de confianza con nuestros vecinos inmediatos para contrarrestar las agitaciones extrarregionales.
Irán actualmente aplica las mismas consideraciones políticas a Irak y Afganistán, a pesar de su oposición a las invasiones lideradas por Estados Unidos en estos países. Irán estableció excelentes relaciones con el Afganistán post-talibán y el Irak post-Saddam, y los más altos funcionarios de ambos países rechazan insistentemente las acusaciones norteamericanas de interferencia iraní. Estas acusaciones están destinadas a retratar a Irán como una amenaza para la estabilidad regional e inducir a que otros países, por temor, creen una coalición antiiraní, con el objetivo de desviar la atención de las consecuencias de las fallidas políticas estadounidenses no sólo en Irak, sino también en el Líbano y con respecto al conflicto palestino-israelí.
El mundo merece algo mejor. Debe definirse un orden global justo en términos de paz y seguridad, alivio de la pobreza, distribución más justa de la riqueza, mejor protección del medio ambiente y respeto por las particularidades culturales locales. Podemos construir un orden global basado en la justicia, que rechace el actual orden unipolar fortaleciendo la tolerancia por la diversidad en lugar de buscar la imposición y la asimilación. Un orden de este tipo será culturalmente inclusivo y menos hegemónico, y abarcará estados, actores no-estados y grupos sociales para minimizar la violencia y maximizar el bienestar económico.
Erich Fromm, el difunto psicólogo y filósofo alemán, alguna vez dijo que "la historia es una tumba de culturas que llegaron a sus fines catastróficos por su incapacidad para una reacción voluntaria planificada y racional a los desafíos". No podemos predecir nuestro destino, pero podemos estar seguros de que la seguridad sólo vendrá de la mano de una verdadera solidaridad y de la cooperación global.
Consideremos el caso de mi país, Irán, que no ha invadido ningún país en los últimos 250 años. Después de décadas de lucha contra la dictadura y la dominación extranjera, nos garantizamos nuestra libertad e independencia en 1979 mediante el establecimiento de un sistema político de nuestra propia elección. Pero en lugar de mantener relaciones amistosas con Irán con base en esta nueva realidad, Estados Unidos constantemente intentó restablecer su dominación, ofreciendo incluso un masivo apoyo diplomático, financiero y militar a Saddam Hussein en su guerra contra mi país durante los años 1980.
La actual disputa por el programa nuclear pacífico y legal de Irán es parte de este patrón, plagado de acusaciones infundadas, doble moral y una inconsistencia moral y legal, todo oculto detrás de la supuesta amenaza de la proliferación. Pero el programa nuclear pacífico de Irán tiene sus orígenes a fines de los años 1960 y 1970. La demanda de energía de Irán superará su abastecimiento, quizá reduciendo o incluso eliminando su capacidad de exportación de petróleo en el futuro cercano. En consecuencia, Irán necesita con urgencia producir 20.000 megavatios de energía nuclear para el 2020.
Allá por el año 1973, el propio gobierno norteamericano detectó que Irán necesitaría energía nuclear. De hecho, Estados Unidos esperaba que Irán fuera capaz de generar 20.000 megavatios para 1994. A pesar del respaldo que recibió el programa nuclear civil de Irán por parte de Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Francia, todos ellos terminaron retractándose de sus compromisos contractuales después de nuestra revolución en 1979. Hoy, algunos de estos gobiernos incluso cuestionan la necesidad de energía nuclear que tiene Irán -una cuestión que les resultaba obvia hace 30 años-.
Irán no necesita armas nucleares para proteger sus intereses regionales, y este tipo de armas no tienen lugar en la estrategia de seguridad de Irán. Intenta ganarse la confianza de sus vecinos y se ha mantenido dentro de los márgenes del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). El último informe de la Agencia Internacional de Energía Atómica ha verificado que no hubo desviación alguna del programa nuclear civil al desarrollo de armas por parte de Irán. Es más, Irán propuso una participación regional y multinacional en sus instalaciones de enriquecimiento de uranio -sólo para toparse con el silencio resonante de las potencias occidentales-.
Mientras tanto, la política norteamericana hacia la no proliferación nuclear y el régimen del TNP es un ejemplo típico de doble moral y de falta de sensibilidad hacia los intereses de seguridad de otros países. Mientras Estados Unidos intenta utilizar la presión unilateral e ilegítima para prohibir el derecho legítimo de Irán a una energía nuclear pacífica, colaboró en el desarrollo de instalaciones nucleares de Israel. Por cierto, Estados Unidos actuó como intermediario para aislar a Israel -cuyo primer ministro ha hecho alarde de sus armas nucleares- de cualquier escrutinio internacional, ignorando al mismo tiempo el llamamiento por parte de Irán y otros países para crear una zona no nuclear en Oriente Medio.
Con respecto al terrorismo internacional, Irán, como víctima del terrorismo, lo condena en todas sus formas. Pero la misma doble moral se torna evidente aquí. Estados Unidos utilizó y sigue utilizando organizaciones extremistas para promover sus objetivos de política exterior.
Lo mismo puede decirse de la conducta norteamericana con respecto a los precursores de Al Qaeda en Afganistán en los años 1980, y de sus actuales negociaciones con grupos terroristas como la Organización de Mujaidines del Pueblo (MKO) y los kurdos PEJAK y PKK. La MKO, que alguna vez estuvo en la nómina de pagos de Saddam Hussein y fue responsable de la pérdida de muchas vidas inocentes en Irán e Irak, hoy está bajo protección del gobierno norteamericano en Irak y opera libremente en Estados Unidos.
Irán siempre consideró que la estabilidad regional es de vital interés para su propia seguridad y desarrollo. Nuestros esfuerzos para establecer una seguridad regional y un acuerdo de cooperación en el Golfo Pérsico datan de 1986, en el apogeo de la guerra con Irak. Hemos seguido persiguiendo estas iniciativas en la era post-Saddam y nos comprometimos a tomar medidas generadoras de confianza con nuestros vecinos inmediatos para contrarrestar las agitaciones extrarregionales.
Irán actualmente aplica las mismas consideraciones políticas a Irak y Afganistán, a pesar de su oposición a las invasiones lideradas por Estados Unidos en estos países. Irán estableció excelentes relaciones con el Afganistán post-talibán y el Irak post-Saddam, y los más altos funcionarios de ambos países rechazan insistentemente las acusaciones norteamericanas de interferencia iraní. Estas acusaciones están destinadas a retratar a Irán como una amenaza para la estabilidad regional e inducir a que otros países, por temor, creen una coalición antiiraní, con el objetivo de desviar la atención de las consecuencias de las fallidas políticas estadounidenses no sólo en Irak, sino también en el Líbano y con respecto al conflicto palestino-israelí.
El mundo merece algo mejor. Debe definirse un orden global justo en términos de paz y seguridad, alivio de la pobreza, distribución más justa de la riqueza, mejor protección del medio ambiente y respeto por las particularidades culturales locales. Podemos construir un orden global basado en la justicia, que rechace el actual orden unipolar fortaleciendo la tolerancia por la diversidad en lugar de buscar la imposición y la asimilación. Un orden de este tipo será culturalmente inclusivo y menos hegemónico, y abarcará estados, actores no-estados y grupos sociales para minimizar la violencia y maximizar el bienestar económico.
Erich Fromm, el difunto psicólogo y filósofo alemán, alguna vez dijo que "la historia es una tumba de culturas que llegaron a sus fines catastróficos por su incapacidad para una reacción voluntaria planificada y racional a los desafíos". No podemos predecir nuestro destino, pero podemos estar seguros de que la seguridad sólo vendrá de la mano de una verdadera solidaridad y de la cooperación global.
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* H. E. Manuchehr Mottaki es ministro de Relaciones Exteriores de la República Islámica de Irán.
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* H. E. Manuchehr Mottaki es ministro de Relaciones Exteriores de la República Islámica de Irán.
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Traducción de Claudia Martínez
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