Turquía: ¿el enfermo (mental) de Europa?
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Turquía siempre se ha sentido sola en un mundo de enemigos. Sola, rodeada de quienes pretenden su desaparición. El manicomio que desde fuera suele parecer la política y la historia de Turquía tiene parte de su explicación en el hecho de que a principios del siglo XX estuvo a punto de desparecer como nación. El espantajo del enemigo mundial es agitado de vez en cuando ante el pueblo para justificar la ineptitud, la corrupción y el desastre de una clase política absolutamente incapaz de conseguir desarrollo, modernidad y libertad para el país. No hay crisis interna turca que no se trate de solucionar invocando al odio que el mundo les tiene y al peligro que la patria sufre por parte de los enemigos externos que sólo desean su humillación y su destrucción. Como obviamente esos enemigos son ficticios, los sucesivos gobiernos, laicos y kemalistas, se los han inventado.
Así invadieron el norte de Chipre, así provocaron la crisis del Egeo con Grecia, las crisis con Francia por el genocidio armenio... y ahora el ejército kemalista, ignorando al gobierno, concentra en la frontera con Irak a 200.000 militares dispuestos a entrar en el país vecino con el pretexto de destruir las bases del PKK.
Lo que esta medida esconde es una grave crisis interna. El islamismo moderado, que ganó por mayoría absoluta las tres últimas elecciones, y que en su asalto al poder ha logrado concentrar en sus manos la presidencia de la república, la presidencia del gobierno y la mayoría absoluta en el parlamento; está siendo amenazado cada vez con más virulencia por un ejército que no se resigna a ver como pueden esfumarse ante sus narices noventa años de laicismo republicano occidentalista, herencia irrenunciable de Kemal Atatürk.
Este ejército rabiosamente laico, único poder real en las historia de la Turquía moderna, tiene una larga tradición de golpes de estado. Cada vez que considera que los principios sacrosantos del fundador del estado son puestos en cuestionamiento derroca al gobierno de turno sin ningún miramiento. Si ahora no ha dado otro golpe de estado, al ver como la presidencia de la república caía en manos de un islamista, fue simplemente porque las negociaciones con la Unión Europea no soportarían ese golpe y la ruptura de las negociaciones supondría un grado de frustración tal para el pueblo, que el ejército no se atreve a presentarse como responsable. Aún así las declaraciones amenazantes del máximo representante del ejército son un serio aviso.
Este enfrentamiento con el islamismo ha llegado también a la calle. El partido republicano fundado por Kemal Atatürk ha impulsado movilizaciones, en defensa del laicismo, a las que se han sumado desde la izquierda hasta la derecha ultranacionalista y fascista de Los Lobos Grises.
Esta clase política laica ha sido en realidad la culpable, por su corrupción e ineficacia, de que la mayoría del los votos del pueblo hayan ido a parar a un partido islámico que ante amplios sectores del electorado aparece como más honrado y eficaz. Esa clase política, lejos de analizar por qué el pueblo turco a lo largo de los últimos años de consultas electorales le ha dado la espalda, lejos de preguntarse por qué el pueblo prefiere votar islamismo a votar a los defensores del laicismo; se dedican a tratar de derribar, por medio de amenazas militares y movilizaciones ultranacionalistas, aquello que no pueden conseguir por medio de sus amadas urnas laicas. No es que el pueblo se haya vuelto mayoritariamente islamista, es que mayoritariamente se ha cansado de la corrupta ineptitud y la falsa democracia con la que el kemalismo gobernó hasta ahora.
Otro foco de tensión está en la dificultosa negociación de Turquía respecto a su hipotética entrada en la UE. El papel protagonista al que aspira la Francia de Sarkozy, totalmente contraria (aunque últimamente está suavizando un poco su postura) a la entrada de Turquía en Europa, está llevando a la frustración a un país que siempre vio en esa entrada en Europa la solución de todos sus males. Pero presa de sus demonios ancestrales se ve imposibilitada para acometer las reformas exigidas por la UE, sobre todo en lo que se refiere al respeto a los derechos de sus minorías (fundamentalmente al problema kurdo), las libertades democráticas, el respeto a los derechos humanos, la situación de la mujer y el papel del ejército.
Esto refuerza, por una parte, al sector que cree que el lugar natural de Turquía es el Oriente Medio islámico y con ello al sector más integrista del islamismo; y por otra parte da argumentos al cavernícola nacionalismo otomano.
La paradoja, en un país absolutamente paradójico, es que quien ha logrado dar pasos más firmes de cara a la negociación de integración en la Unión Europea ha sido un partido islamista moderado. Quien hasta ahora ha cumplido más exigencias (aunque escasísimas) han sido los sucesivos gobiernos islamistas. Eso que a nosotros nos parecen planteamientos progresistas como: laicidad del estado, occidentalización de las costumbres, prohibición del velo etc, en Turquía son defendidos por un ejército con un largo historial represivo, golpista y corrupto; por un partido kemalista que se ha pasado gran parte de la historia reciente de Turquía siendo partido único sin ningún tipo de escrúpulo democrático, gobernando durante decenios con tortura, terrorismo de estado y represión brutal sobre las minorías. Y el resto de los partidos “laicos” han participado en el cambalache de falsa democracia de los últimos años, se han pringado con toda la mierda de un estado que flota sobre un mar de sangre, corrupción y desidia.
Los islamistas están en el poder, han acaparado todo el poder civil del estado por medio de las urnas, porque el absurdo, antidemocrático y sanguinario régimen kemalista ha obligado al pueblo a elegir entre lo malo mil veces conocido y lo nuevo por conocer. Y ha optado por lo nuevo, y las tres últimas legislaturas le reafirman en la certeza de que cualquier cosa es mejor que lo que tenían aunque esa cosa sea musulmana y aquella horrible sea laica.
Lograr que el ejército turco se someta al poder civil, deje de intervenir, tutelar y vigilar el funcionamiento político del estado, y deje de actuar por su cuenta, es la clave del futuro de Turquía. Y quizá sea el islamismo moderado el único con voluntad de hacerlo, y el único con suficiente respaldo popular para lograrlo. Paradójicamente es el islamismo moderado de Erdogan el que está acercando más a Turquía a las libertades democrático-burguesas. La entrada de 21 diputados kurdos en el parlamento de Ankara tras las últimas elecciones supone un tímido intento de afrontar el problema kurdo. Un gesto que en Turquía tiene un valor añadido pues sabido es que, junto con el laicismo, la sacrosanta unidad de la patria es la otra gran obsesión del ejército kemalista.
La tenaz insistencia de Erdogan en concretar una hoja de ruta hacia su entrada en la Unión Europea va logrando lentamente sus frutos.
En Turquía conviven dos mundos opuestos, incluso geográficamente, Europa y Asia, laicismo e Islam. Las reformas de Atatürk fueron todas encaminadas a europeizar un país asiático, a desislamizar un país islámico. Leyes, represión, utilización del sistema educativo, campañas de propaganda, partido único bajo su control, omnipresencia de un ejército utilizado como arma occidentalizadora... nada de todo esto ha servido para evitar que casi cien años después de la revolución kemalista Turquía siga siendo mayoritariamente islamista, que sienta afinidad con sus vecinos del Oriente Medio musulmán, que haya nueve millones de integristas, y que un partido islamista moderado haya conseguido la presidencia y el gobierno de la república.
Por otra parte se ha logrado que una capa importante de la población sea laica, europea, y aspire a vivir en una democracia burguesa de tipo occidental.
Estas dos tendencias tan opuestas conviven dentro del país y explican muchas de las aparentes incoherencias de la política turca. Pero hay algo en lo que están de acuerdo la gran mayoría de los turcos (y ahora parece que también los líderes de los kurdos), en ver en la entrada en la Unión Europea la posibilidad de alcanzar el bienestar económico y la modernización que el país necesita. Para el pueblo turco cerrar esa puerta supondría quedar a merced de las mafias políticas, las mafias comunes, las mafias religiosas y las mafias militares. A.S.K.
Así invadieron el norte de Chipre, así provocaron la crisis del Egeo con Grecia, las crisis con Francia por el genocidio armenio... y ahora el ejército kemalista, ignorando al gobierno, concentra en la frontera con Irak a 200.000 militares dispuestos a entrar en el país vecino con el pretexto de destruir las bases del PKK.
Lo que esta medida esconde es una grave crisis interna. El islamismo moderado, que ganó por mayoría absoluta las tres últimas elecciones, y que en su asalto al poder ha logrado concentrar en sus manos la presidencia de la república, la presidencia del gobierno y la mayoría absoluta en el parlamento; está siendo amenazado cada vez con más virulencia por un ejército que no se resigna a ver como pueden esfumarse ante sus narices noventa años de laicismo republicano occidentalista, herencia irrenunciable de Kemal Atatürk.
Este ejército rabiosamente laico, único poder real en las historia de la Turquía moderna, tiene una larga tradición de golpes de estado. Cada vez que considera que los principios sacrosantos del fundador del estado son puestos en cuestionamiento derroca al gobierno de turno sin ningún miramiento. Si ahora no ha dado otro golpe de estado, al ver como la presidencia de la república caía en manos de un islamista, fue simplemente porque las negociaciones con la Unión Europea no soportarían ese golpe y la ruptura de las negociaciones supondría un grado de frustración tal para el pueblo, que el ejército no se atreve a presentarse como responsable. Aún así las declaraciones amenazantes del máximo representante del ejército son un serio aviso.
Este enfrentamiento con el islamismo ha llegado también a la calle. El partido republicano fundado por Kemal Atatürk ha impulsado movilizaciones, en defensa del laicismo, a las que se han sumado desde la izquierda hasta la derecha ultranacionalista y fascista de Los Lobos Grises.
Esta clase política laica ha sido en realidad la culpable, por su corrupción e ineficacia, de que la mayoría del los votos del pueblo hayan ido a parar a un partido islámico que ante amplios sectores del electorado aparece como más honrado y eficaz. Esa clase política, lejos de analizar por qué el pueblo turco a lo largo de los últimos años de consultas electorales le ha dado la espalda, lejos de preguntarse por qué el pueblo prefiere votar islamismo a votar a los defensores del laicismo; se dedican a tratar de derribar, por medio de amenazas militares y movilizaciones ultranacionalistas, aquello que no pueden conseguir por medio de sus amadas urnas laicas. No es que el pueblo se haya vuelto mayoritariamente islamista, es que mayoritariamente se ha cansado de la corrupta ineptitud y la falsa democracia con la que el kemalismo gobernó hasta ahora.
Otro foco de tensión está en la dificultosa negociación de Turquía respecto a su hipotética entrada en la UE. El papel protagonista al que aspira la Francia de Sarkozy, totalmente contraria (aunque últimamente está suavizando un poco su postura) a la entrada de Turquía en Europa, está llevando a la frustración a un país que siempre vio en esa entrada en Europa la solución de todos sus males. Pero presa de sus demonios ancestrales se ve imposibilitada para acometer las reformas exigidas por la UE, sobre todo en lo que se refiere al respeto a los derechos de sus minorías (fundamentalmente al problema kurdo), las libertades democráticas, el respeto a los derechos humanos, la situación de la mujer y el papel del ejército.
Esto refuerza, por una parte, al sector que cree que el lugar natural de Turquía es el Oriente Medio islámico y con ello al sector más integrista del islamismo; y por otra parte da argumentos al cavernícola nacionalismo otomano.
La paradoja, en un país absolutamente paradójico, es que quien ha logrado dar pasos más firmes de cara a la negociación de integración en la Unión Europea ha sido un partido islamista moderado. Quien hasta ahora ha cumplido más exigencias (aunque escasísimas) han sido los sucesivos gobiernos islamistas. Eso que a nosotros nos parecen planteamientos progresistas como: laicidad del estado, occidentalización de las costumbres, prohibición del velo etc, en Turquía son defendidos por un ejército con un largo historial represivo, golpista y corrupto; por un partido kemalista que se ha pasado gran parte de la historia reciente de Turquía siendo partido único sin ningún tipo de escrúpulo democrático, gobernando durante decenios con tortura, terrorismo de estado y represión brutal sobre las minorías. Y el resto de los partidos “laicos” han participado en el cambalache de falsa democracia de los últimos años, se han pringado con toda la mierda de un estado que flota sobre un mar de sangre, corrupción y desidia.
Los islamistas están en el poder, han acaparado todo el poder civil del estado por medio de las urnas, porque el absurdo, antidemocrático y sanguinario régimen kemalista ha obligado al pueblo a elegir entre lo malo mil veces conocido y lo nuevo por conocer. Y ha optado por lo nuevo, y las tres últimas legislaturas le reafirman en la certeza de que cualquier cosa es mejor que lo que tenían aunque esa cosa sea musulmana y aquella horrible sea laica.
Lograr que el ejército turco se someta al poder civil, deje de intervenir, tutelar y vigilar el funcionamiento político del estado, y deje de actuar por su cuenta, es la clave del futuro de Turquía. Y quizá sea el islamismo moderado el único con voluntad de hacerlo, y el único con suficiente respaldo popular para lograrlo. Paradójicamente es el islamismo moderado de Erdogan el que está acercando más a Turquía a las libertades democrático-burguesas. La entrada de 21 diputados kurdos en el parlamento de Ankara tras las últimas elecciones supone un tímido intento de afrontar el problema kurdo. Un gesto que en Turquía tiene un valor añadido pues sabido es que, junto con el laicismo, la sacrosanta unidad de la patria es la otra gran obsesión del ejército kemalista.
La tenaz insistencia de Erdogan en concretar una hoja de ruta hacia su entrada en la Unión Europea va logrando lentamente sus frutos.
En Turquía conviven dos mundos opuestos, incluso geográficamente, Europa y Asia, laicismo e Islam. Las reformas de Atatürk fueron todas encaminadas a europeizar un país asiático, a desislamizar un país islámico. Leyes, represión, utilización del sistema educativo, campañas de propaganda, partido único bajo su control, omnipresencia de un ejército utilizado como arma occidentalizadora... nada de todo esto ha servido para evitar que casi cien años después de la revolución kemalista Turquía siga siendo mayoritariamente islamista, que sienta afinidad con sus vecinos del Oriente Medio musulmán, que haya nueve millones de integristas, y que un partido islamista moderado haya conseguido la presidencia y el gobierno de la república.
Por otra parte se ha logrado que una capa importante de la población sea laica, europea, y aspire a vivir en una democracia burguesa de tipo occidental.
Estas dos tendencias tan opuestas conviven dentro del país y explican muchas de las aparentes incoherencias de la política turca. Pero hay algo en lo que están de acuerdo la gran mayoría de los turcos (y ahora parece que también los líderes de los kurdos), en ver en la entrada en la Unión Europea la posibilidad de alcanzar el bienestar económico y la modernización que el país necesita. Para el pueblo turco cerrar esa puerta supondría quedar a merced de las mafias políticas, las mafias comunes, las mafias religiosas y las mafias militares. A.S.K.
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ASOCIACIÓN SOLIDARIEDAD CON EL KURDISTÁN-A.S.K.
utopiaforo@nodo50.org/http://www.nodo50.org/utopiaforo
www.nodo50.org/utopiaforo/kurdistan_comunicado.htm
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kaosenlared.net - Barcelona/14/11/2007
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