La Generación de los Ochenta en China
Beijing.
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Varias veces habrán escuchado en Chile cuando se habla de la generación de los ochenta. Pero aquí, la Balinghou (después de los 80) implica cosas distintas. Esta generación es la de los hijos únicos, fruto de la “Política Nacional de Planificación Familiar” iniciada en 1979, cuando China llegó a los 1.000 millones de habitantes. Un experimento social masivo del que ya se comienzan a sentir las consecuencias. Si bien esta política tiene excepciones (en las zonas rurales la ley permite tener un segundo hijo, especialmente si el primero ha sido niña; también si ambos padres son hijos únicos; si el primer hijo es minusválido, y las minorías étnicas no tienen restricciones), toparse con veinteañeros que tengan hermanos es una rareza. Predecir el futuro de la China socialista, donde se supone que la satisfacción personal se consigue sirviendo a la comunidad y no al individuo, y su población hoy está formada casi exclusivamente por pequeños emperadores, es una apuesta difícil. La estructura familiar ya es 4-2-1: cuatro abuelos, dos padres y un niño, quienes ponen todas sus expectativas en un hijo. Muchos los tildan de mimados, pero estos niños soportan una dura carga, las expectativas de toda su familia, y en un país donde el culto a los ancestros y la importancia de la descendencia aún sobrevive, hace que no sea una presión menor. Los primeros años viven un verdadero cuento de hadas, pero en cuanto llegan a la edad escolar no hacen otra cosa más que estudiar. Si a esta presión le sumamos que en un futuro próximo tendrán que hacerse cargo de seis ancianos en un país donde los sistemas de pensiones no existen, con una pirámide poblacional 4-2-1, acabará por no haber suficientes jóvenes para trabajar y cuidar a las generaciones mayores. Ya en 1999 se estimaba que había nueve trabajadores para cuidar a un chino pensionista, se espera que para el 2050, cuando la población llegue a los 1.500 millones, serán tres por cada uno.
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Varias veces habrán escuchado en Chile cuando se habla de la generación de los ochenta. Pero aquí, la Balinghou (después de los 80) implica cosas distintas. Esta generación es la de los hijos únicos, fruto de la “Política Nacional de Planificación Familiar” iniciada en 1979, cuando China llegó a los 1.000 millones de habitantes. Un experimento social masivo del que ya se comienzan a sentir las consecuencias. Si bien esta política tiene excepciones (en las zonas rurales la ley permite tener un segundo hijo, especialmente si el primero ha sido niña; también si ambos padres son hijos únicos; si el primer hijo es minusválido, y las minorías étnicas no tienen restricciones), toparse con veinteañeros que tengan hermanos es una rareza. Predecir el futuro de la China socialista, donde se supone que la satisfacción personal se consigue sirviendo a la comunidad y no al individuo, y su población hoy está formada casi exclusivamente por pequeños emperadores, es una apuesta difícil. La estructura familiar ya es 4-2-1: cuatro abuelos, dos padres y un niño, quienes ponen todas sus expectativas en un hijo. Muchos los tildan de mimados, pero estos niños soportan una dura carga, las expectativas de toda su familia, y en un país donde el culto a los ancestros y la importancia de la descendencia aún sobrevive, hace que no sea una presión menor. Los primeros años viven un verdadero cuento de hadas, pero en cuanto llegan a la edad escolar no hacen otra cosa más que estudiar. Si a esta presión le sumamos que en un futuro próximo tendrán que hacerse cargo de seis ancianos en un país donde los sistemas de pensiones no existen, con una pirámide poblacional 4-2-1, acabará por no haber suficientes jóvenes para trabajar y cuidar a las generaciones mayores. Ya en 1999 se estimaba que había nueve trabajadores para cuidar a un chino pensionista, se espera que para el 2050, cuando la población llegue a los 1.500 millones, serán tres por cada uno.
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Estrategia - Chile/13/11/2007
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