ESPAÑA: Tenemos una economía parasitaria, desequilibrada sectorialmente y subordinada al capital financiero.
Joaquín Arriola
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El enorme volumen de empleo generado en los últimos años (seis millones desde que comenzó a funcionar el euro en 1999) y unas tasas de crecimiento superiores a la media de la Unión Europea (3,8% al año frente al 2,3% de la UE15 durante la última década) son casi los únicos resultados que un año tras otro los gobiernos de turno se colocan en el medallero como resultados de su respetiva gestión económica, hasta el punto de llevar al presidente Rodríguez Zapatero a decir en su informe económico de abril de 2007 ante el Parlamento: "El año 2006 ha sido, en términos económicos, el mejor año en la historia democrática española."
Pero un estudio más atento de los datos disponibles mostrará que las cosas no son tan triunfales como anuncia el gobierno. El crecimiento económico, medido por el aumento del Producto Interior Bruto, refleja el valor añadido anualmente a la economía, que se expresa en términos monetarios como el aumento conjunto de los salarios y beneficios de un año al siguiente. Pues bien, los crecimientos anuales de la masa de salarios y beneficios (del valor añadido o PIB) superiores a la media de los países más desarrollados de la Unión Europea (UE 15), es un comportamiento inherente al modelo de acumulación capitalista vigente en España desde los años sesenta, que podemos denominar como el modelo "naranjas, turismos (en plural) y ladrillo", es decir, el modelo basado en la exportación de productos agrarios y servicios turísticos, y en la demanda doméstica de infraestructuras y de bienes de consumo de largo plazo (turismos, pero también lavadoras y frigoríficos). Aunque el crecimiento es más rápido desde hace cuarenta años, el tamaño de esos salarios y beneficios es bastante inferior, en consecuencia la masa de salarios y beneficios por habitante es todavía hoy un 20% inferior a la de la media de la UE15. Si bien el acercamiento es rápido, hay que tener en cuenta que una de las debilidades del modelo de acumulación español es que en las crisis y recesiones los retrocesos son espectaculares: en 1983, se perdió en un año un 6% respecto al valor añadido por persona de la UE15, y en la crisis de 1993, un 6% en ese año y otro 3% al año siguiente. Está por ver que va a ocurrir en la próxima recesión, dado que la "velocidad" adquirida en los últimos años es mayor que en las décadas anteriores.
Por otro lado ese "diferencial de crecimiento" se ha ido acortando con el paso del tiempo, reflejando así el proceso de maduración y agotamiento progresivo del modelo. En los años sesenta la economía española crecía 2,5 puntos por encima de la media de la UE15, en los años setenta 0,5 puntos, en los ochenta 0,4 puntos, en los noventa, antes del euro, es decir de 1991 a 1997, 0,5 puntos. Pero a partir de la puesta en marcha del euro, España comienza a crecer de nuevo por encima de la media de la UE15;así en la última década (1998 -2007) el diferencial de crecimiento ha subido hasta 1,5 puntos. (todos los datos calculado a partir del anexo estadístico de la revista European Economy, primavera 2007).
La cuestión es que este cambio (de grado, que no de tendencia) responde a una única causa, la reducción espectacular de las tasas de interés que acompañó la sustitución de la peseta por el euro. La tasa de interés de largo plazo, que es la tasa a la que se calcula el coste de la financiación de la inversión productiva y del consumo, se situaba en la última década de economía de la peseta en el entorno del 11%, y en la primera década de la economía del euro ha caído a un 4%.
Este y no otro es el factor que explica el diferencial de crecimiento respecto a las principales economías europeas. Por ejemplo, si en España la transformación monetaria supuso recortar en 7 puntos el coste de la financiación, en Francia, la diferencia fue de 4 puntos y en Alemania de 3. En consecuencia, la llegada del euro supuso situar a la economía española en una posición privilegiada para acelerar la inversión y el consumo, y con ello el crecimiento económico. La reducción en el coste del crédito ha permitido todos estos años compensar el efecto recesivo de las políticas económicas de ajuste vinculadas al Pacto de Estabilidad comunitario. Por el contrario, en Francia, y sobre todo en Alemania, sin el efecto compensador de una reducción suficiente en el coste del crédito, las políticas restrictivas en vigor han debilitado la demanda de inversión y sobre todo la demanda de consumo, reduciendo así las tasas de crecimiento en esos países. Y este es todo el secreto del "milagro económico español".
Ahora bien, cuando se facilita dinero barato para inversión y consumo, lo importante a largo plazo no es el impacto cuantitativo en la demanda y el crecimiento, sino determinar la asignación sectorial del crédito, porque según cuales sean las actividades a las que se asigne el crédito, la acumulación será más o menos sostenible en el tiempo. Este es el aspecto estructural de la economía, sobre el cual los gobiernos prefieren correr un tupido velo de silencio. Porque el hecho es que España ha estado sometida a un fuerte proceso de desindustrialización (desde la incorporación a la UE, el valor añadido industrial se redujo en los años 1990 a 1993, 1996, 2001 y 2002). Por tanto, la disponibilidad de crédito barato se encuentra con un terreno baldío en el ámbito industrial. La ausencia de políticas industriales activas, limitadas tanto por la propia voluntad de los gobiernos como por imperativos de la orientación neoliberal de la UE, ha impedido aprovechar esta coyuntura para un relanzamiento de la actividad industrial, para desarrollar nuevas actividades en ramas de producción de alta tecnología y alto valor añadido - es decir, de altos salarios además de beneficios.
El crédito ha sido canalizado por la banca privada hacia el consumo privado, tanto de servicios como de productos de consumo de largo plazo, muchos de ellos importados, y sobre todo, hacia el bien de consumo privado de mayor coste, la vivienda, que en nuestro país tiene también una función de inversión en el ciclo vital de los trabajadores, que al optar por la compra de vivienda piensan en la jubilación y la reducción de ingresos que esta comporta. En cuanto a los bienes de consumo de largo plazo, dado que una parte sustancial de los mismos son importados, la demanda se traduce inmediatamente en un agravamiento sin precedentes de la balanza comercial, que sitúa a España, tras los Estados Unidos, como el segundo país del mundo con el récord en déficit comercial y por cuenta corriente.
Así se comprueba con los datos de la Contabilidad Regional del INE que los únicos sectores que crecen más que la media de la economía española desde 1999 hasta ahora son los de la construcción, intermediación financiera y servicios inmobiliarios. Por el contrario, lo que está ocurriendo con la industria refleja el profundo proceso de pérdida de capacidad productiva de la economía española. No solo la industria crece menos que la media en todas las ramas, sino que incluso se encuentra en caída libre en algunas ramas, habiendo reducido el valor añadido generado en sectores como el textil y el calzado, sectores tradicionales, en proceso de deslocalización hacia el tercer mundo, o en el otro extremo en las ramas de equipo eléctrico, electrónico y óptico, que son ramas de alta tecnología en proceso de deslocalización hacia los países de mayor desarrollo.
Al mismo tiempo que la economía española crece más que las de sus socios comunitarios de Europa occidental, pierde peso industrial hacia el tercer mundo y los países de Europa oriental, pero también hacia los países centrales de la UE, donde las multinacionales están concentrando sus actividades de alto valor añadido.
Crecimiento sin cambio estructural que reproduce y profundiza el modelo tradicional de acumulación indicado más arriba, cuando este carece de viabilidad a largo plazo. Crecimiento que profundiza en la distribución favorable a los beneficios del valor añadido, porque las actividades en las que se concentra el crecimiento (construcción, hostelería, comercio, finanzas) no permiten mejoras salariales significativas - si los salarios medios no han crecido en España desde 1997, no es por casualidad. Crecimiento que rápidamente comienza a mostrar sus limitaciones en el momento en que comienzan a subir las tasas de interés, que responden a la política monetaria del Banco Central Europeo y a su diagnóstico del conjunto de la zona euro donde las particularidades de la economía española importan poco. Crecimiento que ha permitido un aumento enorme de los beneficios del capital financiero, de especuladores inmobiliarios, del capital comercial, que no ha beneficiado a la nación en su conjunto pues ni la inversión productiva ha aumentado al mismo ritmo, ni el gobierno ha tomado la iniciativa de trasladar parte de esos beneficios a inversiones públicas, porque la política fiscal de consenso entre PP y PSOE ha venido promoviendo una creciente desfiscalización de las rentas de capital, para colmo favoreciendo más las de carácter financiero.
En definitiva, detrás de las cifras embellecidas para consumo de masas, se esconde la realidad del crecimiento de una economía parasitaria, desequilibrada sectorialmente, subordinada al capital financiero y que precisa un urgente cambio de rumbo, que solo puede venir de una intervención decidida del sector público. Algo que en el contexto neoliberal de la política económica de la UE aparece como un desafío francamente rupturista.
El enorme volumen de empleo generado en los últimos años (seis millones desde que comenzó a funcionar el euro en 1999) y unas tasas de crecimiento superiores a la media de la Unión Europea (3,8% al año frente al 2,3% de la UE15 durante la última década) son casi los únicos resultados que un año tras otro los gobiernos de turno se colocan en el medallero como resultados de su respetiva gestión económica, hasta el punto de llevar al presidente Rodríguez Zapatero a decir en su informe económico de abril de 2007 ante el Parlamento: "El año 2006 ha sido, en términos económicos, el mejor año en la historia democrática española."
Pero un estudio más atento de los datos disponibles mostrará que las cosas no son tan triunfales como anuncia el gobierno. El crecimiento económico, medido por el aumento del Producto Interior Bruto, refleja el valor añadido anualmente a la economía, que se expresa en términos monetarios como el aumento conjunto de los salarios y beneficios de un año al siguiente. Pues bien, los crecimientos anuales de la masa de salarios y beneficios (del valor añadido o PIB) superiores a la media de los países más desarrollados de la Unión Europea (UE 15), es un comportamiento inherente al modelo de acumulación capitalista vigente en España desde los años sesenta, que podemos denominar como el modelo "naranjas, turismos (en plural) y ladrillo", es decir, el modelo basado en la exportación de productos agrarios y servicios turísticos, y en la demanda doméstica de infraestructuras y de bienes de consumo de largo plazo (turismos, pero también lavadoras y frigoríficos). Aunque el crecimiento es más rápido desde hace cuarenta años, el tamaño de esos salarios y beneficios es bastante inferior, en consecuencia la masa de salarios y beneficios por habitante es todavía hoy un 20% inferior a la de la media de la UE15. Si bien el acercamiento es rápido, hay que tener en cuenta que una de las debilidades del modelo de acumulación español es que en las crisis y recesiones los retrocesos son espectaculares: en 1983, se perdió en un año un 6% respecto al valor añadido por persona de la UE15, y en la crisis de 1993, un 6% en ese año y otro 3% al año siguiente. Está por ver que va a ocurrir en la próxima recesión, dado que la "velocidad" adquirida en los últimos años es mayor que en las décadas anteriores.
Por otro lado ese "diferencial de crecimiento" se ha ido acortando con el paso del tiempo, reflejando así el proceso de maduración y agotamiento progresivo del modelo. En los años sesenta la economía española crecía 2,5 puntos por encima de la media de la UE15, en los años setenta 0,5 puntos, en los ochenta 0,4 puntos, en los noventa, antes del euro, es decir de 1991 a 1997, 0,5 puntos. Pero a partir de la puesta en marcha del euro, España comienza a crecer de nuevo por encima de la media de la UE15;así en la última década (1998 -2007) el diferencial de crecimiento ha subido hasta 1,5 puntos. (todos los datos calculado a partir del anexo estadístico de la revista European Economy, primavera 2007).
La cuestión es que este cambio (de grado, que no de tendencia) responde a una única causa, la reducción espectacular de las tasas de interés que acompañó la sustitución de la peseta por el euro. La tasa de interés de largo plazo, que es la tasa a la que se calcula el coste de la financiación de la inversión productiva y del consumo, se situaba en la última década de economía de la peseta en el entorno del 11%, y en la primera década de la economía del euro ha caído a un 4%.
Este y no otro es el factor que explica el diferencial de crecimiento respecto a las principales economías europeas. Por ejemplo, si en España la transformación monetaria supuso recortar en 7 puntos el coste de la financiación, en Francia, la diferencia fue de 4 puntos y en Alemania de 3. En consecuencia, la llegada del euro supuso situar a la economía española en una posición privilegiada para acelerar la inversión y el consumo, y con ello el crecimiento económico. La reducción en el coste del crédito ha permitido todos estos años compensar el efecto recesivo de las políticas económicas de ajuste vinculadas al Pacto de Estabilidad comunitario. Por el contrario, en Francia, y sobre todo en Alemania, sin el efecto compensador de una reducción suficiente en el coste del crédito, las políticas restrictivas en vigor han debilitado la demanda de inversión y sobre todo la demanda de consumo, reduciendo así las tasas de crecimiento en esos países. Y este es todo el secreto del "milagro económico español".
Ahora bien, cuando se facilita dinero barato para inversión y consumo, lo importante a largo plazo no es el impacto cuantitativo en la demanda y el crecimiento, sino determinar la asignación sectorial del crédito, porque según cuales sean las actividades a las que se asigne el crédito, la acumulación será más o menos sostenible en el tiempo. Este es el aspecto estructural de la economía, sobre el cual los gobiernos prefieren correr un tupido velo de silencio. Porque el hecho es que España ha estado sometida a un fuerte proceso de desindustrialización (desde la incorporación a la UE, el valor añadido industrial se redujo en los años 1990 a 1993, 1996, 2001 y 2002). Por tanto, la disponibilidad de crédito barato se encuentra con un terreno baldío en el ámbito industrial. La ausencia de políticas industriales activas, limitadas tanto por la propia voluntad de los gobiernos como por imperativos de la orientación neoliberal de la UE, ha impedido aprovechar esta coyuntura para un relanzamiento de la actividad industrial, para desarrollar nuevas actividades en ramas de producción de alta tecnología y alto valor añadido - es decir, de altos salarios además de beneficios.
El crédito ha sido canalizado por la banca privada hacia el consumo privado, tanto de servicios como de productos de consumo de largo plazo, muchos de ellos importados, y sobre todo, hacia el bien de consumo privado de mayor coste, la vivienda, que en nuestro país tiene también una función de inversión en el ciclo vital de los trabajadores, que al optar por la compra de vivienda piensan en la jubilación y la reducción de ingresos que esta comporta. En cuanto a los bienes de consumo de largo plazo, dado que una parte sustancial de los mismos son importados, la demanda se traduce inmediatamente en un agravamiento sin precedentes de la balanza comercial, que sitúa a España, tras los Estados Unidos, como el segundo país del mundo con el récord en déficit comercial y por cuenta corriente.
Así se comprueba con los datos de la Contabilidad Regional del INE que los únicos sectores que crecen más que la media de la economía española desde 1999 hasta ahora son los de la construcción, intermediación financiera y servicios inmobiliarios. Por el contrario, lo que está ocurriendo con la industria refleja el profundo proceso de pérdida de capacidad productiva de la economía española. No solo la industria crece menos que la media en todas las ramas, sino que incluso se encuentra en caída libre en algunas ramas, habiendo reducido el valor añadido generado en sectores como el textil y el calzado, sectores tradicionales, en proceso de deslocalización hacia el tercer mundo, o en el otro extremo en las ramas de equipo eléctrico, electrónico y óptico, que son ramas de alta tecnología en proceso de deslocalización hacia los países de mayor desarrollo.
Al mismo tiempo que la economía española crece más que las de sus socios comunitarios de Europa occidental, pierde peso industrial hacia el tercer mundo y los países de Europa oriental, pero también hacia los países centrales de la UE, donde las multinacionales están concentrando sus actividades de alto valor añadido.
Crecimiento sin cambio estructural que reproduce y profundiza el modelo tradicional de acumulación indicado más arriba, cuando este carece de viabilidad a largo plazo. Crecimiento que profundiza en la distribución favorable a los beneficios del valor añadido, porque las actividades en las que se concentra el crecimiento (construcción, hostelería, comercio, finanzas) no permiten mejoras salariales significativas - si los salarios medios no han crecido en España desde 1997, no es por casualidad. Crecimiento que rápidamente comienza a mostrar sus limitaciones en el momento en que comienzan a subir las tasas de interés, que responden a la política monetaria del Banco Central Europeo y a su diagnóstico del conjunto de la zona euro donde las particularidades de la economía española importan poco. Crecimiento que ha permitido un aumento enorme de los beneficios del capital financiero, de especuladores inmobiliarios, del capital comercial, que no ha beneficiado a la nación en su conjunto pues ni la inversión productiva ha aumentado al mismo ritmo, ni el gobierno ha tomado la iniciativa de trasladar parte de esos beneficios a inversiones públicas, porque la política fiscal de consenso entre PP y PSOE ha venido promoviendo una creciente desfiscalización de las rentas de capital, para colmo favoreciendo más las de carácter financiero.
En definitiva, detrás de las cifras embellecidas para consumo de masas, se esconde la realidad del crecimiento de una economía parasitaria, desequilibrada sectorialmente, subordinada al capital financiero y que precisa un urgente cambio de rumbo, que solo puede venir de una intervención decidida del sector público. Algo que en el contexto neoliberal de la política económica de la UE aparece como un desafío francamente rupturista.
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La República - Spain/23/09/2007
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