Nos enfrentamos a un nuevo orden agrario mundial
23/09/2007
Opinión
JOSÉ ANTONIO TURRADO*
elmundo-lacronica.com
elmundo-lacronica.com
-
Los agricultores y ganaderos hemos pasado en pocos meses de pertenecer a una denostada profesión a que se nos valore por lo que hacemos y en algunos casos hasta que se nos compense en su justo precio. Cierto que algunos dirigentes políticos españoles y mundiales todavía no se han dado cuenta que hemos entrado en un ciclo en el que cobra de nuevo valor el papel del agricultor y ganadero como garante del suministro de alimentos, como garante de la conservación del medio ambiente y el equilibrio territorial y con papel decisivo en la producción de energías limpias. En un año hemos pasado de que sobre de todo lo que nosotros producimos, a una escasez que no se recordaba desde la Segunda Guerra Mundial, y que no tiene un carácter coyuntural sino estructural. Alimentos tan básicos como la leche y los cereales están escaseando en todos los mercados mundiales y como consecuencia de ello hay repuntes de precios que se aproximan al cien por cien de lo que era la cotización hace doce meses. El análisis simplista de todo esto es echar la culpa a la demanda de productos agrícolas para la producción de biocombustibles, o echar la culpa a una climatología que en su conjunto no ha sido distinta a la habitual de las últimas décadas. Y un análisis más profundo y certero nos lleva a justificar la carestía de alimentos en la demanda surgida desde los países llamados emergentes, esos a los que desde la sociedad rica le estábamos negando el derecho a comer.
Con el poder adquisitivo que están adquiriendo los tres mil millones de habitantes de India y China, con los 800 millones de personas que todavía se mueren de hambre en el mundo, y con las perspectivas de crecimiento demográfico mundial en las próximas décadas, no parece que haya que hacer muchos esfuerzos para justificar el papel del agricultor y ganadero como proveedor de alimentos. Algunos líderes políticos europeos se están dando cuenta de este gran reto y no quieren que las despensas de sus ciudadanos dependan de la inestabilidad de los mercados mundiales y de la falta de garantías sanitarias y de calidad. En este sentido Nicolás Sarkozy ya ha adelantado que va a proponer una reforma de la PAC que vuelva a los principios que la inspiraron y que prime a quien produce, justo lo contrario de lo que ocurre ahora.
En este nuevo marco mundial en el que hay que producir alimentos para más personas y además hay que producir para crear alternativas al petróleo como fuente de energía, todas las zonas productoras serán pocas y habrá que recurrir de nuevo a las inversiones y a la tecnología para aumentar la productividad. Es el momento en el que nadie sensato cuestiona las transformaciones en regadío y en el que nadie sensato debería de cerrar las puertas a la tecnología transgénica. Por el contrario, debemos de cerrar las puertas a la deforestación de terrenos vírgenes en amplias áreas del planeta en las que se hacen auténticas barbaridades medioambientales en aras a una productividad agraria que nunca llega, pues no es fácil ser agricultor donde no hay vocación, ni infraestructuras, ni mecanización que permitan el éxito. Hoy por hoy, la seguridad alimentaria tiene que seguir llegando de la mano de Europa, América del Norte y Australia, zonas del planeta en las que se dispone de las tierras de cultivo, las infraestructuras, la mecanización, la tecnología, los medios de transporte, los conocimientos, la necesaria industrialización agroalimentaria, y una regulación política que da cierta estabilidad a la renta de las familias agrarias.
La noticia que en estos momentos trasciende a la opinión pública es la de una subida inesperada de ciertas producciones agropecuarias, o mejor dicho, lo que trasciende es que como consecuencia de ello haya subido el pan, la leche u otros servicios básicos. Pero lo realmente importante es que estamos a nivel mundial en una situación de escasez de productos agroalimentarios de primera necesidad y somos los agricultores y ganaderos los que, con el apoyo de las administraciones, tenemos que dar respuesta al problema. El sector está preparado para afrontar el reto y espera y desea que las administraciones públicas legislen a favor de una agricultura profesional en la que se valore el esfuerzo, la productividad y la calidad de lo que vendemos, en definitiva que se pongan los ojos en el agricultor como se pusieron en la década de los cincuenta del siglo pasado cuando Europa entera ansiaba poder llevar pan de centeno a la boca. Es lo mismo que hace medio siglo pero con una visón global, mundializada, y donde además de comer queremos energías limpias para mover nuestras industrias y nuestros servicios.
Con el poder adquisitivo que están adquiriendo los tres mil millones de habitantes de India y China, con los 800 millones de personas que todavía se mueren de hambre en el mundo, y con las perspectivas de crecimiento demográfico mundial en las próximas décadas, no parece que haya que hacer muchos esfuerzos para justificar el papel del agricultor y ganadero como proveedor de alimentos. Algunos líderes políticos europeos se están dando cuenta de este gran reto y no quieren que las despensas de sus ciudadanos dependan de la inestabilidad de los mercados mundiales y de la falta de garantías sanitarias y de calidad. En este sentido Nicolás Sarkozy ya ha adelantado que va a proponer una reforma de la PAC que vuelva a los principios que la inspiraron y que prime a quien produce, justo lo contrario de lo que ocurre ahora.
En este nuevo marco mundial en el que hay que producir alimentos para más personas y además hay que producir para crear alternativas al petróleo como fuente de energía, todas las zonas productoras serán pocas y habrá que recurrir de nuevo a las inversiones y a la tecnología para aumentar la productividad. Es el momento en el que nadie sensato cuestiona las transformaciones en regadío y en el que nadie sensato debería de cerrar las puertas a la tecnología transgénica. Por el contrario, debemos de cerrar las puertas a la deforestación de terrenos vírgenes en amplias áreas del planeta en las que se hacen auténticas barbaridades medioambientales en aras a una productividad agraria que nunca llega, pues no es fácil ser agricultor donde no hay vocación, ni infraestructuras, ni mecanización que permitan el éxito. Hoy por hoy, la seguridad alimentaria tiene que seguir llegando de la mano de Europa, América del Norte y Australia, zonas del planeta en las que se dispone de las tierras de cultivo, las infraestructuras, la mecanización, la tecnología, los medios de transporte, los conocimientos, la necesaria industrialización agroalimentaria, y una regulación política que da cierta estabilidad a la renta de las familias agrarias.
La noticia que en estos momentos trasciende a la opinión pública es la de una subida inesperada de ciertas producciones agropecuarias, o mejor dicho, lo que trasciende es que como consecuencia de ello haya subido el pan, la leche u otros servicios básicos. Pero lo realmente importante es que estamos a nivel mundial en una situación de escasez de productos agroalimentarios de primera necesidad y somos los agricultores y ganaderos los que, con el apoyo de las administraciones, tenemos que dar respuesta al problema. El sector está preparado para afrontar el reto y espera y desea que las administraciones públicas legislen a favor de una agricultura profesional en la que se valore el esfuerzo, la productividad y la calidad de lo que vendemos, en definitiva que se pongan los ojos en el agricultor como se pusieron en la década de los cincuenta del siglo pasado cuando Europa entera ansiaba poder llevar pan de centeno a la boca. Es lo mismo que hace medio siglo pero con una visón global, mundializada, y donde además de comer queremos energías limpias para mover nuestras industrias y nuestros servicios.
-
*José Antonio Turrado, secretario general de Asaja CyL
*José Antonio Turrado, secretario general de Asaja CyL
No hay comentarios:
Publicar un comentario