18/9/07

África: los movimientos migratorios hacia Israel

Tras haber afirmado política y económicamente el retorno del pueblo hebreo a su tierra de origen, Israel se encuentra por primera vez con un problema característico de la mayor parte de países avanzados: la inmigración ilegal. Tras la Segunda Guerra Mundial y el drama del holocausto, el Estado de Israel se convirtió en refugio de la “Aliyá” (inmigración hebrea), sin embargo en los últimos años se está afrontando la llegada, tanto legal como ilegal, de personas de nacionalidades y procedencia cultural diferentes -en parte provenientes de países africanos- que están modificando la composición demográfica del país, creando numerosas incógnitas sobre la posible integración.
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Alberto Grossetti
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La balanza demográfica

Israel se sitúa entre los pocos países en los que la inmigración representa la mayoría de su población originaria, sin embargo, recientemente ésta tendencia se ha invertido, y el número de personas que abandonan el país ha superado la cifra la cifra de entradas. En el 2006, por ejemplo, los inmigrantes ascendían a 19.000, contra una media anual hasta entonces se situaba entre 21.000 y 22.000 personas. Las previsiones para 2007, por su parte, prevén la llegada de 14.000 inmigrantes, y la salida de 20.000. Según el ministro para la Inmigración y la Absorción, Zeed Boim, ésta situación es la consecuencia directa de las condiciones de los judíos en el mundo: la mayoría de ellos habitan en países desarrollados, democráticos y comprometidos en la lucha contra el antisemitismo (razón que en el siglo pasado dio inicio a la “Aliyá”). La población del Estado de Israel cuenta con 7,2 millones de ciudadanos, de los cuales el 76% son judíos, contra un 19% de árabes. Sin embargo, mientras la población árabe crece a un ritmo del 2,8%, la judía lo hace al 1,3. Por otro lado, se teme que la inmigración proveniente de EE.UU., con sus 5,2 millones de habitantes de origen hebreo, se reduzca significativamente.

Actualmente, Israel registra en su territorio la presencia de 300.000 inmigrantes, llegados gracias a la “Ley de Retorno”, que permite inmigrar a cualquier persona con vínculos familiares con ciudadanos israelíes, o simplemente de religión judía. Cada año, cerca de 6.000 inmigrantes no judíos emprenden el proceso de conversión, pero se estima que sólo un tercio lo finaliza, convirtiéndose al judaísmo. Recientemente, Boim ha destacado cómo la conversión de los no judíos es vital para la supervivencia del Estado de Israel, así como promover la plena integración de aquellos que sientan ésta necesidad. De aquí el empeño por agilizar la burocracia y evitar el abandono de los procesos de conversión (lo que sucede entre el 30 y el 50% de los aspirantes) desde las fases preliminares. Los líderes religiosos, y parte de la derecha parlamentaria, afirman que es necesario revisar la “Ley de Retorno”, que ha contribuido a la progresiva mutación de la sociedad, llevando a Israel a no ser más un Estado exclusivamente judío. Éstos, sostienen que la fuerza y la legitimidad política del país se ha sostenido siempre sobre la división de la población en distintos preceptos religiosos. La mezcla con grupos de diversa proveniencia ha aportado grandes beneficios al país, sobre todo en lo que se refiere a la inmigración “culta” americana y soviética, pero los recientes cambios en la composición de los flujos migratorios han levantado voces ha favor de abrir las puertas sólo a quienes puedan constituir un valor positivo, y no una fuente de problemas.

Las diferencias entre la población inmigrante

La inmigración ha contribuido a la peculiar cultura de la población israelí, que durante años se ha configurado de manera multi-étnica, acogiendo personas de diversa proveniencia geográfica. Sobre el proceso de integración pende el problema del acerbo cultural de los diversos grupos: los inmigrantes provenientes de África se mueven en grupos familiares numerosos y tienen niveles educativos más bajos respecto a los europeos o los americanos. El Estado se encuentra en la dificultad y la necesidad de dar vida a diferentes políticas para promover el éxito económico y la integración social de las personas que se encuentran en una situación más desfavorable. En particular, se ha destacado como el país de origen puede influir de manera determinante sobre la nueva condición socio-económica (trabajo, sueldos, lugar de residencia, relaciones con las población ya residente) de los inmigrantes.

Junto con la caída de la inmigración estadounidense y rusa, se ha producido un aumento de los flujos provenientes de África. Israel es el único país occidental con territorio en África, por consiguiente más fácilmente alcanzable que Europa y meta favorita de los numerosos africanos que huyen de la pobreza o de la guerra.

La inmigración de Etiopía

El inicio del éxodo de los miembros del grupo de “Falasha Mura”, descendientes de los judíos etíopes obligados a convertirse al cristianismo por la fuerza entre los siglos XVIII y XIX, resurgió en 1974, cuando, tras el golpe de Estado del coronel Mengistu Haile Mariam (que sustituyó al emperador Haile Selassie), fueron objeto de una violenta ola antisemita que provocó la muerte de 2.500 personas y el exilio de otras 7.000. Según la Ley de Retorno, éstos habrían tenido la posibilidad de entrar en Israel, pero a falta de documentos que certificaran que efectivamente se trataba de judíos, junto con la distancia generacional de las tradiciones judías, levantaron las dudas acerca de la legitimidad y la conveniencia de extender el derecho de inmigración a los Falasha Mura. Actualmente, en el país, 110.000 israelíes son de descendencia etíope, y muchos han abandonado sus poblados para alcanzar Addis Abeba y la embajada israelí con la esperanza de que les sea reconocida la posibilidad de ser acogidos en Israel según el derecho de reunificación familiar.

Confinados en espacios comunes que recuerdan a los campos de refugiados (condiciones higiénicas pésimas, falta de agua potable, enfermedades como la tuberculosis y la malaria), esperan la respuesta de Israel desde hace años, creando las condiciones -según las ONG que operan sobre el terreno- para una crisis humanitaria.

El Gobierno israelí ha afirmado haber elaborado una lista de las personas objeto de la Aliyá, que llegarán a Israel antes de fin de año; pero ha sido acusado de racista por el representante de la comunidad Falasha Mura, que ha denunciado la disparidad de trato respecto a los americanos o los rusos, incentivados a ingresar en el país. Afirman que la historia del pueblo judío ha estado marcada por la discriminación y el sufrimiento y, por tanto, el Estado de Israel no debería adoptar políticas discriminatorias hacia una población avocada a la pobreza.

Refugiados sudaneses

En los últimos meses, cerca de 1.400 refugiados sudaneses han entrado ilegalmente en Israel a través de a porosa frontera con Egipto. Para el Gobierno israelí, Sudán forma parte de los países enemigos, y el ingreso de grupos provenientes del conflicto de Darfur se aprecia como potencialmente peligroso. Muchos de los prófugos sudaneses, antes de llegar a Israel para pedir asilo político, han residido en Egipto durante años, y -según la opinión de algunos periodistas- no se puede excluir que entre ellos se hayan escondido terroristas islámicos. Las dificultades económicas y los abusos parecen las principales razones por las que estos refugiados habrían decidido abandonar Egipto: según la declaraciones de los sudaneses que actualmente residen en Israel, el 71% afirma haber sufrido violencia verbal o física, así como notables dificultades de integración con la población egipcia. Los sudaneses comenzaron a cruzar las fronteras en el 2005 después de que la policía matara a 27 manifestantes. Por otro lado, militares israelíes han declarado en los medios haber visto a la policía egipcia golpear hasta la muerte a sudaneses que trataban de abandonar el país.

La respuesta de Israel no ha sido clara: la acogida de los refugiados ha pasado a través de diversos órganos no coordinados entre ellos (policía, ejército, administraciones locales), muchos se han visto obligados a buscar refugio en las calles, mientras que otros han sido encarcelados. Pese a que Israel firmó la convención de refugiados de 1951, se aprecia un vacío legislativo en materia de asilo político. Lo solicitantes, a menos que sean judíos, deben remitir su solicitud al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Israel, que, según algunas ONG, no son imparciales ni independientes del Gobierno, que se reserva el derecho a rechazar personas de Estados enemigos. Después de afirmar la imposibilidad de conceder asilo político a los refugiados, el Gobierno ha dado órdenes a las fuerzas de seguridad de proceder al arresto y posterior repatriación a Egipto.

Algunos estudiantes universitarios han firmado una petición, suscrita también por parte del Parlamento israelí, para detener la repatriación de los refugiado sudaneses, cuya vida se vería amenazada, tanto en Sudán como en Egipto.

Conclusiones

La mutación de las la composición de los flujos migratorios entrantes está creando preocupación en los ámbitos gubernamentales y religiosos. El reciente descenso de la población proveniente de Norteamérica viene acompañado por un aumento de la inmigración africana, tanto legal como clandestina. La respuesta del Gobierno parece articularse sobre dos frentes: por una parte, estimular y apoyar la llegada de judíos provenientes del mundo occidental, con capacidad para aportar beneficios económicos en términos de conocimiento así como reforzar la naturaleza hebraica del Estado; por otro lado impedir la inmigración proveniente de zonas diferentes en cultura y nivel de desarrollo, que introducirían potenciales problemas de integración y seguridad.
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Equilibri.net /18/09/2007 - Italy

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