9/11/07

El complejo mosaico étnico de Myanmar

09/11/2007
Txente Rekondo*
Rebelión
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Cuatro actores acaparan el protagonismo en la realidad birmana, las fuerzas armadas o Tatmadaw, la comunidad de monjes budistas Sangha, la oposición política y las nacionalidades étnicas. La realidad de estas últimas no acapara los mismos titulares que el resto, y cuando se nos presenta se hace envuelta en un sinfín de tópicos e informaciones malintencionadas.

Las fronteras de Myanmar acogen en su seno a más de 135 grupos y subgrupos étnicos, muchos de los cuales disponen, o lo han hecho en el pasado, de movimientos políticos y militares. Las tierras bajas del país (el delta del Irrawaddy y el centro del mismo) están ocupadas por la etnia mayoritaria, los birmanos, mientras que las zonas periféricas (las montañas de la alta Myanmar y el litoral de Arakan al oeste y Tenasserim al este) están pobladas por las diferentes nacionalidades étnicas. Los principales grupos son los Arakan, Chin, Kachin, Kayang, Karen, Karenni, Lahu, Mon, Palaung, Pa-O ,Shan y Wa que durante décadas mantienen sus diferencias con los gobiernos centrales, en defensa de su propio destino como pueblo.

Una de las claves para entender esta compleja situación la encontramos una vez más en la actitud que mantuvieron las potencias coloniales en el pasado y el legado de éstas tras la independencia de Myanmar. Los británicos aplicaron aquí el mismo modelo que en India, separando algunas zonas de las minorías del gobierno central, utilizando las elites locales y las formas de poder tradicionales, al estilo de “divide y vencerás”. Como en otras realidades coloniales, las fronteras de Myanmar fueron decididas por intereses políticos de los diferentes poderes coloniales en la región, desechando las referencias al desarrollo histórico de los pueblos afectados. El efecto ha sido dividir a éstos en diferentes estados, impidiendo su desarrollo y minando su cohesión.

Así, vemos cómo hay más Kachin y Shan en China que en Myanmar, más población Chin (Zo) en India, y son más numerosos los Mon en Tailandia. Los Arakan, musulmanes, son más cercanos étnica y religiosamente a los pueblos fronterizos de Bangladesh, otro tanto sucede con los grupos de Naga y sus semejantes en India. Finalmente podemos encontrar áreas autónomas de población Shan y Wa en China.

Otro legado del colonialismo ha sido la tendencia a ignorar cualquier consideración lingüística, nacional o étnica más allá de la dominante. Y Myanmar “es un claro ejemplo de esta situación, donde una bomba de relojería fue dejada por la administración colonial en manos de los nuevos dirigentes tras la independencia”.

La etapa post colonial en Myanmar ha estado marcada por la actividad guerrillera de un importante número de organizaciones, la mayor parte de ellas ligadas a alguna de las nacionalidades étnicas del nuevo estado. Podemos encontrar cinco etapas en las mismas. En primer lugar está el período de 1942 hasta 1945, donde la lucha armada contra la ocupación japonesa estuvo protagonizada por las fuerzas comunistas del país y algunos grupos karen y kachin, que recibirán el apoyo británico para frenar el avance nipón.

La segunda fase comprende desde 1948 hasta finales de 1950, donde tendrá lugar la insurrección comunista, la presencia de las fuerzas del Kuomintang chino y las nuevas guerrillas karen, mon y rohingya. Posteriormente vendrá la tercera etapa, desde 1958 hasta mediados de los setenta, donde la represión del gobierno central encontrará respuesta en la aparición de movimientos secesionistas entre los kachin y los shan. Entre 1975 y finales de los ochenta, encontramos el esplendor de las fuerzas insurgentes, que llegarán a controlar importantes zonas del país y sobre todo, buena parte del comercio transfronterizo. Finalmente, a partir de los noventa, nos toparemos con una clara recesión de las fuerzas guerrilleras, en parte por la política gubernamental que logró firmar cerca de una veintena de acuerdos de alto el fuego con otros tantos grupos armados.

A partir de 1989 se sucederán los acuerdos de alto el fuego, tras los primeros pasos dados por las organizaciones afines al movimiento comunista, otras de carácter étnico seguirán sus pasos. El gobierno central buscará desactivar la resistencia armada al tiempo que impulsa las divisiones internas y los enfrentamientos entre los grupos armados, haciendo uso de algunos de estos como fuerza de choque contra aquellos que se mantienen en guerra contra los militares birmanos. La vieja política de “divide y vencerás” aplicada por los colonialistas es ahora utilizada por el gobierno central para debilitar a los insurgentes.

La diversidad de acuerdos, en todos los casos bilaterales, ha permitido que algunas organizaciones hayan conservado su armamento y controlen relativamente algunos territorios. A pesar de que la potencialidad armada de los insurgentes, sobre todo los que mantienen el alto el fuego, está muy debilitada, el hecho de conservar las armas todavía y las reticencias cada día mayores hacia la política de la junta militar puede hacer que algunos grupos retomen la vía de la lucha armada.

En el amplio abanico de organizaciones y movimientos podemos englobarlos en tres grupos. Por un lado estarían aquellos que cooperan con la Liga Nacional por la Democracia (NLD) y algunos que obtuvieron escaños en las elecciones del 2000, la Liga por la Democracia de la Nacionalidades Shan (SNLD) y la Liga por la Democracia de Arakan (ALD) serían dos ejemplos. Por otro lado encontramos a los grupos que mantienen los acuerdos de alto el fuego, pero que a su vez se dividen también entre los que lograron acuerdos políticos como la Organización Independiente Kachin (KIO) y el Ejército del Estado Shan (SSA) y los que son grupos paramilitares escindidos de los grupos principales, como el Ejército Budista Democrático Karen (DKBA).

Finalmente están las organizaciones que mantienen la lucha armada, algunos de éstos han mantenido conversaciones y negociaciones con el gobierno central pero han fracasado. Uno de los más antiguos es la Unión Nacional Karen (KNU) que a pesar de los recientes reveses (muerte de uno de sus fundadores, una escisión) sigue atacando al ejército birmano. El Ejército del Estado Shan –Sur (SSA-S) es en estos momentos el más fuerte de todos ellos, y estaría atrayendo hacia una confluencia a otras organizaciones que en estos momentos mantienen el cese de las hostilidades. Este mismo verano, la Organización de Liberación del Pueblo de las Minorías del Estado Shan (SSNPLO) ha roto el alto el fuego.

El Partido Progresista Nacional Karenni (KNPP) y el Frente Nacional Chin (CNF) prosiguen con sus ataques militares contra las fuerzas gubernamentales. Por último, cabría mencionar la actitud del Ejército del estado Wa Unido (UWSA), el más poderoso de los que mantienen el alto el fuego, pero que estaría pensando seriamente retomar la lucha armada también.

Otro factor importante en esta coyuntura es la participación de influencias externas al conflicto. En el pasado los británicos apoyaron la independencia de los Karen, China asistía al Partido Comunista Birmano, mientras que EEUU y Taiwán hacían lo propio con las tropas del Kuomintang que se refugiaron en Myanmar, o también, el apoyo musulmán a los rebeldes de Arakan, India sosteniendo a los Naga y Chin, mientras que Tailandia apoyaba a diferentes grupos en el litoral.

En la actualidad, China, EEUU, India y Tailandia siguen jugando sus bazas en el contexto étnico de Myanmar, buscando como en el pasado situaciones que permitan extraer mayores beneficios a sus intereses regionales y mundiales.

A ese grupo de estados habría que sumar la aparición en los últimos años de las llamadas ONGs, que en ocasiones hacen el trabajo sucio de esos gobiernos, así como de legiones de misioneros de diferentes iglesias, dispuestos a aprovecharse de las dificultades locales para proseguir con su proselitismo religioso y dividir las sociedades nacionales.

En los meses del 2006 y 2007 este conflicto silenciado en Occidente ha continuado cobrándose más víctimas entre las poblaciones de las nacionalidades étnicas. Los efectos de las minas, los desplazados por los enfrentamientos, o aquellos obligados por el ejército birmano (en ocasiones por motivos estratégicos y en otras para explotar los recursos naturales sin ingerencias), las penosas condiciones de vida de esa población civil la hace además más vulnerable a un sinfín de enfermedades, como el SIDA u otras relacionadas con los desastres naturales, el comercio de la droga sigue inundando las zonas de una dependencia física y económica hacia el narcotráfico, los pueblos locales son destrozados por las fuerzas del gobierno central, y las torturas, desapariciones y trabajos forzados son la tónica general que deben sufrir los pueblos de esas nacionalidades.

La lucha de las nacionalidades étnicas surge hace muchas décadas, y no es una situación que emerge al hilo de los recientes acontecimientos en Myanmar. El movimiento nacional Karen surge en el siglo XIX, formándose la primera organización nacional antes incluso que el Partido del Congreso de India.

Los llamamientos de estas semanas por parte de importantes dirigentes de los grupos alzados en armas, en aras a lograr una mayor unión entre los diferentes pueblos y poder afrontar unas negociaciones en una posición de fuerza ante los acontecimientos venideros son una prueba más de que las organizaciones de las nacionalidades étnicas apuestan por una solución negociada a este largo conflicto. La desconfianza hacia la Liga Nacional por la Democracia (NLD), a la que ven como una plataforma dominada por birmanos y además de la que desconfían por su reciente actitud pasiva en las movilizaciones recientes contra la junta militar, hacen que apuesten por esa unidad de acción estratégica a medio plazo.

La lucha por la democracia y los derechos humanos en Myanmar no puede separarse de la lucha que mantienen los pueblos o nacionalidades étnicos por la autodeterminación. Una paz duradera, la libertad y la justicia para Myanmar no se podrán materializar si no se resuelve el asunto de las nacionalidades étnicas y si sus derechos no son garantizados legalmente. El ejercer su derecho de autodeterminación es la clave para que el complejo puzzle étnico de Myanmar comience a ver la luz. Si así se realiza, más adelante esos pueblos decidirán libremente la forma de relación que desean mantener con el resto del país, bien sea una federación, una autonomía o la creación de un estado propio.
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*TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

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