Política Sexual
Queremos dedicar algunas reflexiones a un libro que ha tenido gran impacto en el movimiento feminista mundial: Política Sexual, de la norteamericana Kate Millett.
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Por Olmedo Beluche
Por Olmedo Beluche
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Queremos dedicar algunas reflexiones a un libro que ha tenido gran impacto en el movimiento feminista mundial: Política Sexual, de la norteamericana Kate Millett. La autora es una de las fundadoras National Organization for Women (NOW), que tuvo un beligerante papel en los movimiento de mujeres de los años 60.
Pese a su indiscutible trascendencia, este ensayo permanece prácticamente desconocido, tal vez como una forma más de ignorar el aporte científico de una mujer, tal vez por la forma contundente con que destruye mitos ideológicos y pseudo científicos sobre uno de los temas que siguen siendo tabú en nuestra sociedad. Quizá por una mezcla de ambas razones, porque además de ser un libro revolucionario, lo hizo una mujer.
Primero unas consideraciones de forma, pese a ser un riguroso tratado de más de 500 páginas, que aborda la relación entre los sexos desde diversos ángulos (literario, sociológico, histórico, psicológico, etc.), es tremendamente ameno. Lo que engancha a su lectura es el análisis literario del que parte en el capítulo primero, y con el que culmina en el tercero, basado en la obra de autores como Henry Miller, Norman Mailer, D. H. Lawrence y Jean Genet.
Por ejemplo, basándose en el análisis de la obra El Balcón de J. Genet, al que califica del "único autor masculino contemporáneo que ha sabido trascender... los mitos sexuales prevalecientes", Millett asienta su análisis conceptual. Empieza por una afirmación tajante: "...no cabe alterar la sociedad sin transformar previamente la personalidad, cuya faceta sexual requiere, en particular, una revisión radical y absoluta". Porque, como ha dicho previamente, "la casta sexual prevalece sobre todas las demás formas de desigualdad social", de ahí "la inutilidad de cualquier revolución que deje intacta la unidad básica de explotación y opresión, es decir, la existente entre los sexos".
En este sentido, Millett define el patriarcado como una institución perpetuada mediante "el conjunto de relaciones y compromisos estructurados de acuerdo con el poder, en virtud de los cuales un grupo de personas queda bajo el control de otro grupo". De ahí la legitimidad de hablar de una "política sexual". Según Millett, el patriarcado se apoya en dos principios: el control del macho sobre la hembra y del macho de más edad sobre el más joven.
Como toda forma de poder social, el patriarcado se asienta sobre la violencia y el consenso (ideología). Aquí la ideología que sostiene el "status" superior del hombre sobre la mujer, se basa en la construcción de un "temperamento" distinto para cada sexo, modelado de acuerdo a diversos estereotipos (masculinos y femeninos), y sobre un "papel sexual" o código de conducta que la sociedad asigna a cada uno.
Apoyándose en un estudio de R. Stoller, se establece la diferencia entre los conceptos sexo y género. Siendo el sexo las características fisiológicas diferenciadas, mientras que el género se refiere a los "aspectos esenciales de la conducta -a saber, los afectos, los pensamientos, las fantasías- que aún hallándose ligados al sexo, no dependen de factores biológicos".
Millett demuestra cómo la identidad (temperamento y rol) femenina o masculina no están determinadas biológicamente, sino que son una construcción cultural que se aprende. En los niños esta identidad de género se establece con la adquisición del lenguaje. "Cada momento de la vida del niño implica una serie de pautas acerca de cómo tiene que pensar o comportarse para satisfacer las exigencias inherentes al género".
Kate Millett destruye toda la teoría psicoanalítica de Freud respecto de la personalidad femenina que, aparentando cientificidad, se monta sobre un mito absurdo: "la envidia del pene". De esta manera Freud construye una imagen negativa de la mujer como si tratara de un ser inferior y frustrado por razón de su origen biológico, cerrando "todas las vías que le hubiesen permitido encontrar una explicación social de la insatisfacción femenina".
En el plano histórico y político, Millett reseña la historia del movimiento feminista anglosajón desde el siglo XIX, y cómo guarda vasos comunicantes con el movimiento antiesclavista, aunque no todos los antiesclavistas defendieron la igualdad política y social para las mujeres. También establece cómo las victorias parciales (como el derecho al voto, al divorcio, etc.) no han conseguido la plena igualdad de los sexos debido a que persiste la opresión patriarcal montada sobre identidades de género discriminatorias para la mujer.
Millett rescata como una de las fuentes privilegiadas del feminismo la obra de Federico Engels. Así mismo señala que, a pesar de que en los primeros años de revolución, la "Unión Soviética desplegó, a ciencia cierta, un esfuerzo consciente por abolir el patriarcado...", posteriormente retrocedió, bajo Stalin, hasta retomar los esquemas de familia e identidad de género patriarcales. Produciéndose la coincidencia de que, bajo ropajes distintos, la Alemania nazi, la Rusia stalinista o las democracias capitalistas como Estados Unidos, sustentaban la misma ideología y legislación discriminatoria contra la mujer.
Al margen de la ilusión pacifista, en boga en los años sesenta, que tiñe las conclusiones del libro de Kate Millett, podemos afirmar con ella: "Por ser el grupo alienado más numeroso de nuestra sociedad, y en virtud de su ira secularmente contenida, el sexo femenino podría desempeñar, en la revolución social, una función dirigente completamente desconocida en la historia"
Queremos dedicar algunas reflexiones a un libro que ha tenido gran impacto en el movimiento feminista mundial: Política Sexual, de la norteamericana Kate Millett. La autora es una de las fundadoras National Organization for Women (NOW), que tuvo un beligerante papel en los movimiento de mujeres de los años 60.
Pese a su indiscutible trascendencia, este ensayo permanece prácticamente desconocido, tal vez como una forma más de ignorar el aporte científico de una mujer, tal vez por la forma contundente con que destruye mitos ideológicos y pseudo científicos sobre uno de los temas que siguen siendo tabú en nuestra sociedad. Quizá por una mezcla de ambas razones, porque además de ser un libro revolucionario, lo hizo una mujer.
Primero unas consideraciones de forma, pese a ser un riguroso tratado de más de 500 páginas, que aborda la relación entre los sexos desde diversos ángulos (literario, sociológico, histórico, psicológico, etc.), es tremendamente ameno. Lo que engancha a su lectura es el análisis literario del que parte en el capítulo primero, y con el que culmina en el tercero, basado en la obra de autores como Henry Miller, Norman Mailer, D. H. Lawrence y Jean Genet.
Por ejemplo, basándose en el análisis de la obra El Balcón de J. Genet, al que califica del "único autor masculino contemporáneo que ha sabido trascender... los mitos sexuales prevalecientes", Millett asienta su análisis conceptual. Empieza por una afirmación tajante: "...no cabe alterar la sociedad sin transformar previamente la personalidad, cuya faceta sexual requiere, en particular, una revisión radical y absoluta". Porque, como ha dicho previamente, "la casta sexual prevalece sobre todas las demás formas de desigualdad social", de ahí "la inutilidad de cualquier revolución que deje intacta la unidad básica de explotación y opresión, es decir, la existente entre los sexos".
En este sentido, Millett define el patriarcado como una institución perpetuada mediante "el conjunto de relaciones y compromisos estructurados de acuerdo con el poder, en virtud de los cuales un grupo de personas queda bajo el control de otro grupo". De ahí la legitimidad de hablar de una "política sexual". Según Millett, el patriarcado se apoya en dos principios: el control del macho sobre la hembra y del macho de más edad sobre el más joven.
Como toda forma de poder social, el patriarcado se asienta sobre la violencia y el consenso (ideología). Aquí la ideología que sostiene el "status" superior del hombre sobre la mujer, se basa en la construcción de un "temperamento" distinto para cada sexo, modelado de acuerdo a diversos estereotipos (masculinos y femeninos), y sobre un "papel sexual" o código de conducta que la sociedad asigna a cada uno.
Apoyándose en un estudio de R. Stoller, se establece la diferencia entre los conceptos sexo y género. Siendo el sexo las características fisiológicas diferenciadas, mientras que el género se refiere a los "aspectos esenciales de la conducta -a saber, los afectos, los pensamientos, las fantasías- que aún hallándose ligados al sexo, no dependen de factores biológicos".
Millett demuestra cómo la identidad (temperamento y rol) femenina o masculina no están determinadas biológicamente, sino que son una construcción cultural que se aprende. En los niños esta identidad de género se establece con la adquisición del lenguaje. "Cada momento de la vida del niño implica una serie de pautas acerca de cómo tiene que pensar o comportarse para satisfacer las exigencias inherentes al género".
Kate Millett destruye toda la teoría psicoanalítica de Freud respecto de la personalidad femenina que, aparentando cientificidad, se monta sobre un mito absurdo: "la envidia del pene". De esta manera Freud construye una imagen negativa de la mujer como si tratara de un ser inferior y frustrado por razón de su origen biológico, cerrando "todas las vías que le hubiesen permitido encontrar una explicación social de la insatisfacción femenina".
En el plano histórico y político, Millett reseña la historia del movimiento feminista anglosajón desde el siglo XIX, y cómo guarda vasos comunicantes con el movimiento antiesclavista, aunque no todos los antiesclavistas defendieron la igualdad política y social para las mujeres. También establece cómo las victorias parciales (como el derecho al voto, al divorcio, etc.) no han conseguido la plena igualdad de los sexos debido a que persiste la opresión patriarcal montada sobre identidades de género discriminatorias para la mujer.
Millett rescata como una de las fuentes privilegiadas del feminismo la obra de Federico Engels. Así mismo señala que, a pesar de que en los primeros años de revolución, la "Unión Soviética desplegó, a ciencia cierta, un esfuerzo consciente por abolir el patriarcado...", posteriormente retrocedió, bajo Stalin, hasta retomar los esquemas de familia e identidad de género patriarcales. Produciéndose la coincidencia de que, bajo ropajes distintos, la Alemania nazi, la Rusia stalinista o las democracias capitalistas como Estados Unidos, sustentaban la misma ideología y legislación discriminatoria contra la mujer.
Al margen de la ilusión pacifista, en boga en los años sesenta, que tiñe las conclusiones del libro de Kate Millett, podemos afirmar con ella: "Por ser el grupo alienado más numeroso de nuestra sociedad, y en virtud de su ira secularmente contenida, el sexo femenino podría desempeñar, en la revolución social, una función dirigente completamente desconocida en la historia"
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kaosenlared.net - Barcelona/12/11/2007
1 comentario:
Se agradece una reseña sobre un libro clave en la historia reciente. En efecto es desconocido.
Pero es de lo mejor que se puede leer.
Se lo recomiendo a todas las mujeres.
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