GCC: crecimiento constante, pero desordenado
A más de un siglo del nacimiento del Consejo de Cooperación del Golfo (GCC), el 25 de mayo de 1981, los seis países firmantes del acuerdo, Riyad, Bahrein, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, aún no han cumplido la misión inicial de la organización: favorecer la integración de sus economías. En numerosas ocasiones, los miembros fundadores han actuado sin orden ante el reto de la globalización. Actualmente, a pesar del fracaso de la cooperación ordenada y estructurada, debemos tener en cuenta que las economías del Golfo han crecido igualmente.
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Massimiliano Frenza Maxia
Massimiliano Frenza Maxia
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Las razones de los problemas
Con el paso de los años, entre guerras regionales, tensiones internas entre los mismos países firmantes, presiones comerciales del extranjero y la voluntad por parte de todos los países de llegar a fructíferos acuerdos comerciales, el proceso de integración de las economías del Golfo en el GCC ha experimentado una aceleración a la vez que una repentina paralización, lo que no le ha permitido alcanzar resultados sustanciosos. La integración tendría que haber favorecido en particular la creación de un área de libre comercio, la armonización de las legislaciones vigentes y la adopción de una política tarifaria común para las importaciones y el petróleo. Poco a poco, se han ido desatendiendo todos estos principios de fundación por razones principalmente políticas.Durante sus primeros años, el GCC principalmente se dirigió a alcanzar el objetivo de la “seguridad colectiva” del área, dejando las razones económicas de su nacimiento en un segundo lugar. De hecho, en aquel momento, más que las razones económicas, el verdadero problema eran los factores políticos relacionados con la agresividad excesiva de los ayatolá de Irán y Saddam Hussein, y recientemente el terrorismo fundamentalista. Sin embargo, con el paso del tiempo, la fuerza de la revolución islámica iraní y la eliminación del régimen baathista iraquí han contribuido a que los temas económicos hayan recuperado importancia en el debate interno del GCC.Las economías del Golfo, a pesar de que se hayan consolidado en los últimos 20 años gracias a los ingentes ingresos del sector petrolífero y del gas, no se han mantenido inmunes a las tensiones financieras provocadas por la agresividad iraquí y, por ende, las dos guerras del Golfo, que han llevado al derrocamiento de Saddam Hussein. Estos acontecimientos han hecho que los países firmantes sufran ciclos de paralización económica, estagflación o recesión, fenómenos a los que los miembros de la GCC non han hecho frente mediante políticas coordinadas a nivel regional, y que, sin embargo, se han preferido afrontar utilizando métodos habituales como depreciaciones competitivas para favorecer sus exportaciones o aumentando las tarifas aduaneras para desfavorecer las importaciones, con el fin de agilizar sus economías.Estos mecanismos habrían sido imposibles en un sistema realmente centralizado, como tendría que haber sido el GCC. Se trata, pues, de un sistema que en teoría debería haber previsto una política tarifaria común, una moneda única bajo el control de una autoridad soberana y, sobre todo, una política monetaria compartida. Todas las formas de coordinación transnacional, lejanas de aplicarse en la realidad, actualmente siguen estando condicionadas por los miembros que, desordenadamente, contribuyen a alejar aún más la perspectiva común, entre ellas la referente a los trabajadores extranjeros, recientemente abordada.
Las razones de los problemas
Con el paso de los años, entre guerras regionales, tensiones internas entre los mismos países firmantes, presiones comerciales del extranjero y la voluntad por parte de todos los países de llegar a fructíferos acuerdos comerciales, el proceso de integración de las economías del Golfo en el GCC ha experimentado una aceleración a la vez que una repentina paralización, lo que no le ha permitido alcanzar resultados sustanciosos. La integración tendría que haber favorecido en particular la creación de un área de libre comercio, la armonización de las legislaciones vigentes y la adopción de una política tarifaria común para las importaciones y el petróleo. Poco a poco, se han ido desatendiendo todos estos principios de fundación por razones principalmente políticas.Durante sus primeros años, el GCC principalmente se dirigió a alcanzar el objetivo de la “seguridad colectiva” del área, dejando las razones económicas de su nacimiento en un segundo lugar. De hecho, en aquel momento, más que las razones económicas, el verdadero problema eran los factores políticos relacionados con la agresividad excesiva de los ayatolá de Irán y Saddam Hussein, y recientemente el terrorismo fundamentalista. Sin embargo, con el paso del tiempo, la fuerza de la revolución islámica iraní y la eliminación del régimen baathista iraquí han contribuido a que los temas económicos hayan recuperado importancia en el debate interno del GCC.Las economías del Golfo, a pesar de que se hayan consolidado en los últimos 20 años gracias a los ingentes ingresos del sector petrolífero y del gas, no se han mantenido inmunes a las tensiones financieras provocadas por la agresividad iraquí y, por ende, las dos guerras del Golfo, que han llevado al derrocamiento de Saddam Hussein. Estos acontecimientos han hecho que los países firmantes sufran ciclos de paralización económica, estagflación o recesión, fenómenos a los que los miembros de la GCC non han hecho frente mediante políticas coordinadas a nivel regional, y que, sin embargo, se han preferido afrontar utilizando métodos habituales como depreciaciones competitivas para favorecer sus exportaciones o aumentando las tarifas aduaneras para desfavorecer las importaciones, con el fin de agilizar sus economías.Estos mecanismos habrían sido imposibles en un sistema realmente centralizado, como tendría que haber sido el GCC. Se trata, pues, de un sistema que en teoría debería haber previsto una política tarifaria común, una moneda única bajo el control de una autoridad soberana y, sobre todo, una política monetaria compartida. Todas las formas de coordinación transnacional, lejanas de aplicarse en la realidad, actualmente siguen estando condicionadas por los miembros que, desordenadamente, contribuyen a alejar aún más la perspectiva común, entre ellas la referente a los trabajadores extranjeros, recientemente abordada.
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La cuestión de los trabajadores extranjeros
A finales del año pasado, el Ministro de trabajo de Bahréin sorprendió a muchos anunciando que, con motivo de la cumbre de diciembre del Consejo de Cooperación del Golfo, su país propondría un límite de seis años de residencia para todos los extranjeros que trabajan en el Golfo. Dicha moción está motivada por la preocupación del Gobierno a que la cultura y costumbres locales estén sufriendo una erosión gradual.Bahréin cree que los extranjeros roban puestos de trabajo a los trabajadores locales, que, en su opinión, llevan una cultura incompatible con la del país. Este mismo criterio ha adoptado el ministro de Trabajo de los Emiratos Árabes Unidos, declarando que en este sentido su país comparte las mismas preocupaciones que Bahréin. Estas declaraciones, que no pactadas con anterioridad e incluidas de repente en agenda, han desconcertado a los demás componentes del GCC, muy conscientes de que dependenexcesivamente de los trabajadores extranjeros en cualquier campo, desde los trabajadores manuales a los dirigentes de empresas.
La cuestión de los trabajadores extranjeros
A finales del año pasado, el Ministro de trabajo de Bahréin sorprendió a muchos anunciando que, con motivo de la cumbre de diciembre del Consejo de Cooperación del Golfo, su país propondría un límite de seis años de residencia para todos los extranjeros que trabajan en el Golfo. Dicha moción está motivada por la preocupación del Gobierno a que la cultura y costumbres locales estén sufriendo una erosión gradual.Bahréin cree que los extranjeros roban puestos de trabajo a los trabajadores locales, que, en su opinión, llevan una cultura incompatible con la del país. Este mismo criterio ha adoptado el ministro de Trabajo de los Emiratos Árabes Unidos, declarando que en este sentido su país comparte las mismas preocupaciones que Bahréin. Estas declaraciones, que no pactadas con anterioridad e incluidas de repente en agenda, han desconcertado a los demás componentes del GCC, muy conscientes de que dependenexcesivamente de los trabajadores extranjeros en cualquier campo, desde los trabajadores manuales a los dirigentes de empresas.
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El programa nuclear del Golfo: un mensaje dirigido a toda la región
En cambio, el CGC se muestra unánime en materia nuclear. Sus miembros han anunciado que seguirán desarrollando los estudios que contemplan la realización de un programa nuclear común, emitiendo leyes para desarrollar las infraestructuras necesarias para su puesta en marcha, lo que ha generado numerosas dudas sobre la utilidad económica y militar de un programa similar. El principal interrogante es el significado de esta decisión en este momento histórico-político particular. Muchos se preguntan para qué sirve, si no para fines nucleares encubiertos, el desarrollo, también costoso, de una fuente de energía alternativa en un área como la del Golfo en donde no sólo se produce crudo, sino que además se refina y revende listo para su comercialización. Para muchos analistas, se trata de un mensaje explícito dirigido en particular a Irán e Israel, y también a India y Pakistán, naciones que Abdel Khaleq Abdullah, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de los Emiratos y supervisor general del Gulf Strategic Report (Informe Estratégico del Golfo), ha definido “fieras nucleares”. Por tanto, el objetivo, es este caso no encubierto, del GCC sería conseguir a corto plazo un equilibrio nuclear en toda la región petrolífera.
El programa nuclear del Golfo: un mensaje dirigido a toda la región
En cambio, el CGC se muestra unánime en materia nuclear. Sus miembros han anunciado que seguirán desarrollando los estudios que contemplan la realización de un programa nuclear común, emitiendo leyes para desarrollar las infraestructuras necesarias para su puesta en marcha, lo que ha generado numerosas dudas sobre la utilidad económica y militar de un programa similar. El principal interrogante es el significado de esta decisión en este momento histórico-político particular. Muchos se preguntan para qué sirve, si no para fines nucleares encubiertos, el desarrollo, también costoso, de una fuente de energía alternativa en un área como la del Golfo en donde no sólo se produce crudo, sino que además se refina y revende listo para su comercialización. Para muchos analistas, se trata de un mensaje explícito dirigido en particular a Irán e Israel, y también a India y Pakistán, naciones que Abdel Khaleq Abdullah, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de los Emiratos y supervisor general del Gulf Strategic Report (Informe Estratégico del Golfo), ha definido “fieras nucleares”. Por tanto, el objetivo, es este caso no encubierto, del GCC sería conseguir a corto plazo un equilibrio nuclear en toda la región petrolífera.
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La unión aduanera y monetaria
Los trabajos en el proceso de integración monetaria y aduanera de los países GCC se han paralizado en distintas ocasiones. La unión aduanera, en principio fijada para 2005, se ha aplazadado, así como se ha dilatado en cuatro años la emisión de la moneda única, aplazada al 2010. En 2001, veinte años más tarde de que se definiesen estos ambiciosos objetivos, los estados miembros tomaron conciencia de los pocos objetivos alcanzados. Basta pensar que el comercio interregional creció del 5% de 1982 al 7% en 2000, un dato bastante desolador. ¿Por qué la integración ha sido tan lenta? Sin duda, ha influido negativamente la confianza excesiva en los beneficios derivados del petróleo, pero también hay otras causas, como la incompatibilidad de las respectivas estrategias de desarrollo. Las principales diferencias se han manifestado desde Arabia Saudí, que ha apostado por sustituir las importaciones dando sustanciosos incentivos a los productores locales y protegiéndolos con tarifas altas y aranceles, y Bahréin, que ha incentivado a sus empresas firmando joint-ventures con inversores extranjeros. También tiene una enorme importancia la pérdida de sorebanía causada por la aprobación de una moneda única que imposibilita que se lleven a cabo individualmente políticas expansivas de tipo monetario y fiscal cuando cae el precio del petróleo Este último aspecto representa, sin duda alguna, el impedimento mayor para la integración.
La unión aduanera y monetaria
Los trabajos en el proceso de integración monetaria y aduanera de los países GCC se han paralizado en distintas ocasiones. La unión aduanera, en principio fijada para 2005, se ha aplazadado, así como se ha dilatado en cuatro años la emisión de la moneda única, aplazada al 2010. En 2001, veinte años más tarde de que se definiesen estos ambiciosos objetivos, los estados miembros tomaron conciencia de los pocos objetivos alcanzados. Basta pensar que el comercio interregional creció del 5% de 1982 al 7% en 2000, un dato bastante desolador. ¿Por qué la integración ha sido tan lenta? Sin duda, ha influido negativamente la confianza excesiva en los beneficios derivados del petróleo, pero también hay otras causas, como la incompatibilidad de las respectivas estrategias de desarrollo. Las principales diferencias se han manifestado desde Arabia Saudí, que ha apostado por sustituir las importaciones dando sustanciosos incentivos a los productores locales y protegiéndolos con tarifas altas y aranceles, y Bahréin, que ha incentivado a sus empresas firmando joint-ventures con inversores extranjeros. También tiene una enorme importancia la pérdida de sorebanía causada por la aprobación de una moneda única que imposibilita que se lleven a cabo individualmente políticas expansivas de tipo monetario y fiscal cuando cae el precio del petróleo Este último aspecto representa, sin duda alguna, el impedimento mayor para la integración.
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Conclusiones
Pese al difícil contexto regional, la supervivencia del GCC durante más de un cuarto de siglo se considerada un éxito excepcional y único en su género. De hecho, todos los intentos anteriores llevados a cabo dentro del panorama árabe-islámico han tenido una vida breve, basta recordar la unión entre Egipto y Siria (RAU), la Unión del Magreb Árabe (UMA), la unión de Egipto, Sudán, Libia y Siria, iniciativas que nacieron muertas. Los retos a los que en la actualidad se enfrentan los países del Golfo desde luego no son nuevos, sin embargo, la novedad reside en su mayor complejidad. Ante todo, se presenta el creciente problema del terrorismo internacional que amenaza de cerca la estabilidad de toda la región del Golfo, que corre el riesgo de convertirse en el campo de acción principal de la revolución de inspiración jihadista. Aunque los países del Golfo se consideren pertenecientes al grupo de países ricos, han empezado a sufrir, sobre todo a partir de la última década del siglo pasado, problemas como la pobreza y el paro, a pesar de los enormes cantidades de recursos financieros destinados a este sector, sobre todo como consecuencia del uso, a menudo indiscriminado, de mano de obra extranjera a bajo coste que, además, ha contribuido sensiblemente a acrecentar las preocupaciones sobre la protección de la identidad árabe de la región. En la actualidad, el GCC tiene que buscar una solución a este reto. También existen problemas vinculados a la seguridad, a las crecientes preocupaciones sobre la reanudación del programa nuclear iraní, precisamente en un momento en el que los países árabes del Golfo han hecho un llamamiento para que Oriente Medio se convierta en una región privada de armas de distribución masiva. El ministro del Interior saudí, el príncipe Naif, ha insistido recientemente en la necesidad de un plan para preservar la seguridad de los países miembros que tome en consideración medidas disuasorias y preventivas. Más allá de la cuestión nuclear, por el momento, la propuesta actualmente en desarrollo que podría obtener más consenso es la del rey Abdalá, que ha sugerido que se ponga en marcha rápidamente la Península Shield Force, un dispositivo de defensa colectivo ya existente emplazado en la ciudad saudí de Hafar Al-Batin, al que Arabia Saudí proporciona la mayor cuota de soldados.
Conclusiones
Pese al difícil contexto regional, la supervivencia del GCC durante más de un cuarto de siglo se considerada un éxito excepcional y único en su género. De hecho, todos los intentos anteriores llevados a cabo dentro del panorama árabe-islámico han tenido una vida breve, basta recordar la unión entre Egipto y Siria (RAU), la Unión del Magreb Árabe (UMA), la unión de Egipto, Sudán, Libia y Siria, iniciativas que nacieron muertas. Los retos a los que en la actualidad se enfrentan los países del Golfo desde luego no son nuevos, sin embargo, la novedad reside en su mayor complejidad. Ante todo, se presenta el creciente problema del terrorismo internacional que amenaza de cerca la estabilidad de toda la región del Golfo, que corre el riesgo de convertirse en el campo de acción principal de la revolución de inspiración jihadista. Aunque los países del Golfo se consideren pertenecientes al grupo de países ricos, han empezado a sufrir, sobre todo a partir de la última década del siglo pasado, problemas como la pobreza y el paro, a pesar de los enormes cantidades de recursos financieros destinados a este sector, sobre todo como consecuencia del uso, a menudo indiscriminado, de mano de obra extranjera a bajo coste que, además, ha contribuido sensiblemente a acrecentar las preocupaciones sobre la protección de la identidad árabe de la región. En la actualidad, el GCC tiene que buscar una solución a este reto. También existen problemas vinculados a la seguridad, a las crecientes preocupaciones sobre la reanudación del programa nuclear iraní, precisamente en un momento en el que los países árabes del Golfo han hecho un llamamiento para que Oriente Medio se convierta en una región privada de armas de distribución masiva. El ministro del Interior saudí, el príncipe Naif, ha insistido recientemente en la necesidad de un plan para preservar la seguridad de los países miembros que tome en consideración medidas disuasorias y preventivas. Más allá de la cuestión nuclear, por el momento, la propuesta actualmente en desarrollo que podría obtener más consenso es la del rey Abdalá, que ha sugerido que se ponga en marcha rápidamente la Península Shield Force, un dispositivo de defensa colectivo ya existente emplazado en la ciudad saudí de Hafar Al-Batin, al que Arabia Saudí proporciona la mayor cuota de soldados.
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Traducción de Paula Caballero Sánchez
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Equilibri.net - Italia/18/04/2008