La crisis económica actual no es únicamente financiera. Es también una crisis arraigada en el conflicto entre empresarios y trabajadores. Es una crisis del capitalismo y no sólo de las finanzas. Para demostrarlo echaremos un vistazo a la historia económica de los últimos años centrándonos en la productividad, los salarios y los beneficios empresariales:
. I. La edad de oro . Desde finales de la Segunda Guerra Mundial hasta 1970 la productividad del trabajo progresa. Los trabajadores cada vez usan máquinas más sofisticadas, están más preparados y deben trabajar más duro y rápido.
Durante estos años, los salarios reales aumentan. Pero la productividad aumenta más rápidamente, y por lo tanto, los beneficios y la acumulación de capital, en términos absolutos, aumentan más todavía.
Así la clase obrera pudo mejorar sus niveles de consumo mientras los patrones se lucraban con los beneficios. Es lo que se ha calificado cómo “edad de oro”. . II. La globalización neoliberal . Esto cambia al estallar la crisis de los 70 e imponerse la vía de la globalización neoliberal como salida.
A partir de los 80 los salarios reales dejan de crecer. La revolución tecnológica sustituye trabajadores por robots y máquinas. La actividad productiva se fracciona y una parte se dirige a espacios con salarios inferiores. La población activa crece con la incorporación de mujeres e inmigrantes lo que, acompañado de la precarización de las relaciones laborales, empuja los salarios hacia abajo.
No obstando, la productividad crece de nuevo. En esta ocasión las ganancias van íntegramente a los empresarios y a los gestores de las empresas, mayoritariamente en forma de reparto de dividendos y remuneraciones exorbitantes. La distribución de la renta empeora pasando a ser mucho más injusta que antes. . III. El incremento del consumo . Esto no evita que la clase obrera aumente de nuevo el consumo gracias a dos vías:
1ª El incremento de las horas de trabajo remunerado aportadas por la unidad familiar con la incorporación masiva de la mujer al trabajo. Una incorporación que a la vez comporta una adición de consumo: segundo automóvil, guarderías, electrodomésticos, ropa, restaurantes,...
2ª El endeudamiento de las familias, que, como es conocido, se encuentra en la base de la crisis actual. . IV. El festín de los poderosos . Para las clases pudientes esto ha sido fantástico: han podido incrementar su consumo e invertir en actividades exageradamente lucrativas gracias al crecimiento exponencial de los productos financieros.
Una parte de estos productos han prosperado precisamente a la sombra de los préstamos que debían solicitar los trabajadores para acceder a bienes que en muchos casos para ellos eran imprescindibles (vivienda, automóvil, vacaciones...). El crédito ha forzado el consumo hasta límites inimaginables.
Los efectos sociales de todo esto han sido demoledores, incluso en los años de bonanza económica: miles de accidentes mortales por la precariedad laboral, aparición de nuevos riesgos psicosociales, agravación de algunos de los riesgos laborales existentes previamente, inquietud profunda por el nivel de endeudamiento,..., e incluso desintegración de muchas unidades familiares. . V. ¿La solución está en recuperar la confianza de los consumidores? . Para los economistas mediáticos y los que los rodean, la salida de la crisis pasa por recuperar la confianza de los consumidores retomando el estado de la economía que existía antes. Esta estrategia no toma en consideración los problemas que acabamos de relatar y su desenlace catastrófico.
Los trabajadores están conteniendo el gasto para protegerse de las situaciones adversas que ya han empezado a vivir y temen que se prolonguen. La vía del endeudamiento está agotada. El problema para muchos es como pagar la deuda que les permitió adquirir mercancías durante el periodo de bonanza económica. Al gastarse menos también es más difícil la recuperación.
Por otra parte, los pequeños síntomas de recuperación, allá dónde se producen, no comportan ni creación de nuevos empleos ni incremento de la remuneración. Las respuestas de los empresarios a la crisis son las reducciones de plantillas y salarios. Los trabajadores que todavía conservan sus puestos de trabajo se ven obligados a trabajar más por menos. Esto empeora de nuevo la brecha en los ingresos y en los niveles de vida entre empresarios y trabajadores. . VI. Cambios estructurales sí, ¿pero cuáles? . Esta es una crisis grave que requiere cambios estructurales pero en la dirección contraría a la que proponen las organizaciones patronales y buena parte de los economistas convencionales.
No se pueden garantizar resultados sostenibles en el ámbito del empleo sin cuestionar radicalmente la distribución de la renta y sin abordar la disminución de la jornada laboral. Los recursos de la Seguridad Social sólo aumentarán si también lo hacen el número de ocupados, las bases de cotización y/o las tasas de contribución. . La vía de la autorregulación empresarial ha resultado ser una estafa: . Los consejos de administración únicamente son capaces de autorregularse para apropiarse de las ganancias de las empresas, dar incentivos desmesurados a los directivos y conseguir los recursos que permitan materializar los proyectos que aporten futuras ganancias.
Los “lobbyes” empresariales, por una parte, se dedican a contratar profesional para escabullirse de la normativa existente, socavarla o destruirla. Por la otra, financian grupos de reflexión, para dar forma a la defensa de sus intereses, expandirlos desde los medios de comunicación y presentar su actividad como beneficiosa para la humanidad.
Por esta razón hace falta una reglamentación sólida, tanto del sector financiero como del resto de la actividad empresarial. Una reglamentación que no se pueda deshacer ni arrinconar desde los consejos de administración y que deje claro que pueden y que no pueden hacer.
Los trabajadores deben tener más poder en el interno de las empresas dando pasos en la dirección de una verdadera democracia económica y social. - LQSomos/28/10/2009 |