Bienvenida sea la crisis
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Por: Michel Balivo
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Hace años que vengo diciendo que el modelo cultural y económico que hasta ahora imperó, recibió la extremaunción y es un muerto. Cuando algo no resulta viable a la vida está muerto, porque ni el ecosistema ni el ser humano pueden cargar con ese lastre. Solo los hábitos y las creencias siguen repitiéndose como si nada pasara, consumiendo su inercia.
Siguen como ganado rumiando con sus cuatro estómagos, sus ojos vidriosos perdidos en sus sensaciones estomacales, mientras el mundo cambia aceleradamente sin que se enteren. Esto se veía venir hace años, décadas. Bastaba sacar las cuentas para darse cuenta que no daban, que los capitales especulativos se concentraban mecánicamente cada vez en menos manos, haciendo quebrar las economías, poniendo y sacando gobiernos a placer.
Ahora finalmente después de describir un giro completo, el círculo se cierra en el primer mundo, y sus habitantes pasan a experimentar de primera mano lo que el tercer mundo lleva quinientos años viviendo. Que sea EEUU o Europa el malo de turno da lo mismo, antes fueron otros. Y si no cambiamos la dirección de nuestros hechos, mañana serán otros más.
Porque esas son las reglas de juego. Unos ganan al costo de que otros pierdan. Quien sea el ganador o el perdedor es cuestión de circunstancias, pero lo seguro es que alguien ganará y alguien perderá. Y mientras no reconozcamos y corrijamos eso, seguiremos girando en círculos. Empezaremos nuevamente soñando que vamos hacia la felicidad, para terminar donde comenzamos. Porque las reglas de juego no permiten otro resultado.
Los expertos analistas siguen haciendo complejas estadísticas de cómo las piezas del mecano pueden moverse. Es lógico que así lo hagan porque les pagan por eso y de eso viven. Pero si miras en lo esencial en lugar de los cuentitos, apariencias y vaivenes superficiales, no hay ninguna complejidad. Las tendencias están claras.
Por un lado se pone en evidencia que la biología es la que aún domina nuestra organización social en los hechos. Los peces grandes, los tiburones se comen a los pequeños. Los pequeños se rebelan masivamente. Se sacan las caretas los gobiernos, ponen en evidencia al servicio de quién están, recurren descaradamente al temor y la represión.
Por otra parte la sangre negra, el petróleo que recorre las venas de nuestra movilidad social moderna se termina, hay solo 5 países que tienen reservas considerables. En torno a ello girarán todos los intereses geopolíticos y las asociaciones internacionales. Podría decirse tranquilamente que esta no es una crisis financiera sino petrolera. Se está decidiendo definitivamente si quiebran las corporaciones o las sociedades y sus Estados.
La tercera cara y la más desapercibida de esta crisis global, es la inevitable desilusión de las creencias y sueños, de los mitos que nos han sugestionado, deslumbrado nuestras miradas hasta ahora. La fuerza de los hechos se impone desbordando toda ideología y sueño. Quedaremos con los ojos muy abiertos, despertando incrédulos de nuestro largo sueño, desorientados, sin saber que dirección darle ahora a nuestras acciones.
Entramos en tiempos de indeterminación. Cada cual, nación o persona tratando de arreglárselas como mejor pueda. No es nada nuevo, solo que el imperio de las circunstancias deja al descubierto las ideologías superpuestas a las personalidades e instituciones, que evidencian que son simplemente funcionales, adaptativas a las exigencias de su entorno. Funcionan o no funcionan, son o no son útiles, eso es todo.
En medio de todo este terremoto sin salida, que solo puede intensificarse, tambalearse crecientemente hasta desmoronarse estrepitosamente, es justo decir que la bolsa de valores y los bancos de Venezuela, son los únicos que hasta ahora no han sentido los temblores ni dado pérdidas. Básicamente porque tiene control de cambio, elevadas reservas internacionales que no están en dólares, una deuda pequeña, manejable, y se ha desenganchado del FMI.
Además tiene asociaciones estratégicas con Rusia, China e Irán entre muchos otros, fondos y bancos bilaterales que le aseguran, hasta donde es posible, continuar con su desarrollo endógeno, transferencia e intercambio de tecnologías. Pero no se queda en su desarrollo interno. Propicia y hace disponible este modelo que ha venido desarrollando, a toda América Latina y caribeña.
Es de notarse que Rusia se acerca a la OPEP y a América Latina, y otro tanto hace China que ya participa del Banco Interamericano de Desarrollo, es el segundo operador económico en Latinoamérica, posee la quinta parte de la población y la mitad de toda la producción mundial. Lo mismo puede decirse de Irán que está ayudando al desarrollo agrícola e industrial de varios países. Todos ellos han mostrado interés en el modelo alternativo de Petrocaribe y el Alba.
Con todo lo cual comienza a bosquejarse un mundo multipolar o policéntrico. Las fuerzas en juego no dejan más que dos alternativas. O la mecanicidad nos arrastra hacia el abismo y se pretende seguir imponiendo decisiones unilaterales que ya nadie aceptará, o nos damos cuenta que nos jugamos juntos el destino y que ya hemos llegado al límite de las posibilidades de concentración de capitales y ganadores.
Lo fundamental de los presentes acontecimientos, es que las circunstancias objetivas que hacían posible este estado de cosas ya no lo posibilitan más, han cambiado. Por concentración y aceleración nos han conducido al final del juego en que por acumulación mecánica se concentraban crecientemente las ganancias en cada vez menos manos.
¿Hasta dónde podía continuar este irracional y estúpido juego? ¿Hasta dónde podían soportarlo el ecosistema y sus criaturas? Hasta que la vida toda reacciona sacudiéndoselo antes de que la extermine. Así todas las discusiones se vuelven superfluas ante los hechos que se desencadenan. Y solo estamos en el principio.
No es nada extraño, lo mismo hace cualquier ser vivo cuando lo llevas al extremo de sus limitaciones y tolerancia. Hoy que el sistema de imposiciones se generalizó o globalizó, ya no queda tiempo ni lugar adónde escapar. Por lo tanto sobrevienen las reacciones en cadena del ecosistema y sus criaturas. No lo digo yo, son los hechos los que nos sacuden.
Podrá parecernos justo o injusto, sensato o loco, pero los hechos son los hechos y nos afectan sin importar lo que opinemos al respecto. Ante la fuerza de los hechos desencadenados, ante el imperio de las circunstancias, solo cabe elegir direcciones de acción, de respuesta. Bajo el fárrago de palabras y reacciones histéricas, las elecciones son simples.
El juego de “para ganar yo es necesario que pierdas tú”, llegó por concentración al límite de sus posibilidades. Por lo tanto se terminó el tiempo para esperar a ver qué pasa. Lo que iba a pasar inevitablemente, ya pasó. No podía ser de otro modo, ¿verdad? Si sacas y sacas más rápido de lo que se repone, ¿qué va a pasar?
Si gastas más de lo que ganas, ¿qué va a suceder? Si vives empeñando un futuro incierto que desconoces, ¿adónde puedes llegar? A que los hechos le imponen a tus hábitos y creencias ingenuas, artificiales, virtuales, las leyes de la existencia. Te encuentras cara a cara con la estructura, con las leyes y principios de vida.
Pese a que vivamos y nos organicemos en ciudades, no hemos superado que yo sepa la dependencia del ecosistema que nos alimenta, nos provee de agua y oxígeno, de toda la materia prima necesaria a nuestra forma de vida. Y más allá de la debacle financiera que solo es sintomática, esa es la interdependencia que los presentes hechos ponen en evidencia.
Podemos correr ansiosa y agitadamente hacia el futuro imaginario todo lo que queramos, pero seguimos de todos modos parados en el mismo lugar, sujetos a las mismas condiciones. Donde quiera que vayamos imperan las mismas leyes para la existencia. Y si soñamos e intentamos superar esas limitaciones que nos impone la existencia, ya quedó en evidencia que ni explotarnos unos a otros, ni montar burbujas financieras y especulativas que multiplican 18 veces el producto real, es el camino.
Es posible que estos hechos faciliten la decisión de que hemos de reunirnos, aún con todas nuestras resistencias, a debatir los fundamentos de un sistema financiero mundial ecológico, más racional y justo, que nos permita seguir adelante. Pero yo creo que ya llegó la hora de preguntarnos qué estamos haciendo y para donde creemos estar yendo.
Porque el sistema financiero y especulativo de explotación en que hemos derivado, no es más que consecuencia práctica de las creencias que nos impulsan, de la inercia de los hábitos que en ese intento hemos acumulado y que no saben más que continuar.
Los deseos de continuar de ese tropismo acumulativo, se visten hoy como ayer de supuestas superioridades de razas, géneros y clases. Porque en algo han de apoyar su pretensión de que otros los mantengan y obedezcan, de algún modo han de justificar su negación de la libertad ajena y la insensibilidad o deshumanización que ello conlleva.
Y es negando y traicionando la propia humanidad como nacen compensatoria, sustitutivamente las ideologías y las contra ideologías. Pero no hay modo de reemplazar la humanidad negada y traicionada, justamente posibilitada por la humana libertad de elegir. No hay modo de resolver el callejón contradictorio de soledades y alienaciones en que nos metimos.
Salvo reconociendo el mal e ignorante uso que hicimos de nuestra libertad de elegir como queremos vivir. Es cierto que gracias a ello podemos negar temporalmente la libertad ajena y que eso puede tomar visos de impunidad. Pero cada decisión tomada y llevada a los hechos tiene un precio, una consecuencia, que por su repetición nos impone su tendencia.
Es justamente ese tropismo acumulativo de nuestras decisiones conductualizadas, el que hoy nos estalla ante nuestras narices. No hay ideología, lucha ni sistema que pueda resolverlo, solo será más de lo mismo, solo lo agravará. El único modo es el más simple de todos, pero tal vez el más difícil para la inercia de los hábitos y creencias desarrollados en este camino agotado.
Reconocer la libertad y el respeto al otro como lo esencial del ser humano, e iniciar el camino de la solidaridad como ejercicio conductual cotidiano. Por errar en nuestras elecciones fue que entramos en el camino temporal, que siempre proyecta y posterga al mañana el momento en que la felicidad llegará, será.
En realidad la felicidad natural de existir se perdió, se fue, o la infelicidad entró, por la puerta del violentar la libertad de elegir. La felicidad o el bienestar, como la salud, es el estado natural de existir. La enfermedad es el resultado del error, de la perversión de la vida. Y se la pervierte cuando se abusa de la libertad de elegir, negando, violando la ajena.
No hay ideología que pueda sustituir ni reparar eso. Cuando violentas la libertad ajena te haces dependiente de aquello que violentas. En los hechos el carcelero está tan preso como el prisionero, aunque esté del lado de afuera de las rejas. No solo el carcelero está preso, también todos los que han de producir para el sustento de ambos.
Y si a eso le sumas los jueces, abogados, fiscales, policías, ejércitos y organizaciones secretas que giran alrededor, te podrás dar cuenta del costo de aquél aparentemente ingenuo e impune primer error. ¿No es más sensato tratar de comprender las raíces y desanudar toda la trama del sufrimiento que arrastramos?
Y en la raíz, no está más que el insensato deseo de quedarte con más de lo que necesitas de lo que juntos producimos. Dime tú para qué lo quieres. ¿Para calmar tus fantasmas del temor al futuro? Pues esos fantasmas, no son más que la representación del mal uso que haces, de tu humana libertad de elegir que dirección le darás a tus acciones aquí y ahora.
Ese mañana que añoras o temes, no es más que la resultante de las direcciones de acción que decidiste aquí y ahora, la cosecha de los frutos de tus acciones acumuladas. Si cada vez producimos más y mejor, ¿como es posible que cada vez más seres humanos no dispongan de lo necesario? La complejidad del escenario colectivo puede hacer difícil discernir las raíces.
Pero en la intimidad no es tan difícil reconocer que es el temor y la posesión, la ambición resultante, la que produce ese desvío y lo globaliza en el escenario colectivo. Si todos producimos para todos, es a todas luces estúpido e innecesario andar cargando con el mundo para calmar nuestros temores y sus fantasmas.
El solo hecho de corregir esas conductas, haría innecesaria la gran mayoría de las instituciones que generaron, terminando con nuestra libertad de decidir como queremos vivir con el cuento de corregir las disparidades naturales. El único modo de liberarnos de leyes zoológicas es elegir la natural sensibilidad humana de la solidaridad.
¡Qué mejor futuro que ese! Y no hay dinero que pueda comprarlo. Pero si puede convertirse en herramienta solidaria, libertadora, para revertir el curso de usar a los demás. Una vez más, esa es la propuesta de la revolución bolivariana que se abre paso creciente. Y si las presentes condiciones inevitables sirven para propulsar la solidaridad, bienvenidas sean.
Pero en las raíces de todo este complejo panorama, está la creencia de que para que yo gane tu o alguien ha de perder, y cuantos más pierden más gano. Esas son las simples reglas de este calidoscópico debacle financiero global. Del que solo podremos salir definitivamente cuando trascendiendo las ideologías, volvamos a la sencillez de una mirada sincera y solidaria.
Mañana ya está aquí, siempre lo estuvo. Porque esas reglas de juego no podían conducirnos a otro resultado que temer y desconfiar unos de los otros. Por eso digo que hay que parar la máquina loca que pusimos en marcha y preguntarnos qué estamos haciendo. ¿Queremos realmente vivir soñando futuros amores y felicidades, mientras en lo más íntimo tememos y desconfiamos de todo y todos?
No, ¿verdad? Entonces desactivemos la bomba de interna violencia comenzando a ser solidarios aquí y ahora, porque es aquí y ahora que decidimos las conductas que construyen todo posible mañana. Si las semillas son de confianza en la vida, esa será la cosecha. Si son de temor y desconfianza pues ya estamos saboreando y sufriendo sus frutos.
En síntesis, todas las ideologías no son sino disfraces y justificaciones de juegos de intereses, bajo los cuales habita la creencia que para que unos ganen otros han de perder. Otro modo de decirlo es la creencia de que la vida no puede proveer lo suficiente para todos, la desconfianza en lo que el futuro nos puede deparar.
Y de ese modo el temor, la creencia en un futuro mal, hace que desconfiemos, defraudemos, traicionemos la confianza del hermano aquí y ahora. Sembrando la semilla de la desconfianza, el engaño y la mentira como una cuña entre tu y yo. Así es como el temor y la desconfianza se multiplica cual imaginarios fantasmas que habitan tras todo lo existente.
El oscuro futuro de desconfianza y temor se cierra cada vez más sobre nosotros, y no hay otro modo de reabrir caminos que la sinceridad, la sencillez, la solidaridad, De otro modo toda intención se estrellará con interminables montañas de sistemas de intereses, se desviará en el oscuro torbellino de la impotencia, morirá en lo personal sin poder llegar al otro, al mundo.
Por mucho que extiendas tu mirada atisbando el horizonte temporal, la semilla que condiciona tu cosecha de mañana está justamente entre tus manos aquí y ahora. Cuando estás decidiendo qué sembrarás, estás decidiendo también que cosecharás. Yo cuando menos no he visto todavía la primera semilla de manzanos que dé peras o tomates. ¿Y tú?
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LPyC/26/10/2008