30/1/09

Demasiado poderosos para quebrar, demasiado poderosos para encarcelar

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Por Amy Goodman
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Hace poco, Karl Rove describió a George W. Bush como un apasionado de los libros, afirmando que “Existe un mito, perpetuado por los críticos de Bush, que sostiene que Bush preferiría quemar un libro antes que leerlo.” Muchos libros se escribirán relatando el capítulo de la historia que representó el gobierno de Bush. Pero ¿a qué fuentes se recurrirá para escribirlos?

Bajo el mandato de Bush, la Casa Blanca fue demandada judicialmente por extraviar correos electrónicos y por evadir leyes que protegen los registros públicos. Pocos días antes de que Bush terminara su mandato, un juez federal ordenó que las computadoras de la Casa Blanca fueran inspeccionadas a fondo en busca de correos electrónicos. Según se informó, trescientos millones de mensajes de correo electrónico habrían sido transmitidos a los Archivos Nacionales, pero otros 23 millones de mensajes continuaban “extraviados”. Dick Cheney dejó la vicepresidencia en una silla de ruedas debido a una lesión en la espalda que sufrió moviendo cajas en la mudanza de su oficina. En su intento por confiscar información, Cheney no sólo dejó lisiada a una nación, terminó él mismo lisiado. Cheney también logró obtener un fallo judicial favorable que le permite decidir qué registros puede mantener confidenciales.

George Stephanopoulos le preguntó a Barack Obama sobre la posibilidad de llevar a juicio a funcionarios del gobierno de Bush. A lo cual Obama dijo: “Aún estamos evaluando de qué manera procederemos en todo lo referido a interrogaciones, detenciones y demás, y sin duda que revisaremos prácticas pasadas. No creo que haya nadie que esté por encima de la ley. Pero, por otra parte, también tengo la convicción de que necesitamos mirar hacia delante y no quedarnos con la mirada puesta en el pasado. Creo por sobre todo que, cuando se trata de seguridad nacional, lo que debemos hacer es concentrarnos en que las cosas se hagan bien en el futuro, en vez de preocuparnos por lo qué se hizo mal en el pasado.”

La escritora especialista en temas jurídicos Karen Greenberg señala en la revista Mother Jones que: “La lista de potenciales violaciones jurídicas es, por supuesto, enorme. Según una estimación, el gobierno habría violado 269 leyes, entre normas de derecho nacional e internacional.”

Tortura, intervención de teléfonos y “rendición extraordinaria”: estos son sólo algunos de los delitos serios denunciados. El presidente Obama tiene ahora –más que ninguna otra persona– el poder para investigar.

John Conyers, presidente del Comité Judicial de la Cámara de Representantes, acaba de citar a declarar a Karl Rove en el marco de una investigación sobre la politización del Departamento de Justicia y el procesamiento del ex gobernador de Alabama Don Siegelman. Consulté al ex gobernador sobre esto. ‘Me da esperanzas. Pero ya hemos visto esto antes, de manera que no alcanza con el compromiso de John Conyers. Sabemos que él está comprometido con la búsqueda de la verdad. Creo que depende de cuán intenso sea el deseo de nuestros ciudadanos de llegar a la verdad, y de si vamos a respaldar a John Conyers y darle el apoyo que necesita, llamando, escribiendo y enviando mensajes de fax a nuestros congresistas para decirles que queremos que se haga justicia. Para ello debemos empezar por llevar a Karl Rove ante el Comité Judicial. Y allí podrá acogerse a la Quinta Enmienda o decir la verdad o mentir, pero tiene que presentarse ante ese comité.’

Hasta ahora Rove ha invocado el privilegio ejecutivo para evadir las citaciones del Congreso. En un comunicado de prensa, Conyers dijo: “Continuaré con esta investigación hasta su conclusión final, ya sea en el Congreso o en el ámbito judicial. El cambio llegó a Washington, y espero que Karl Rove esté listo para ello.”

La Presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, que en el pasado trabó la realización de audiencias de juicio político, ahora por lo menos está llamando a que se haga una investigación. Pelosi declaró a Fox News: “Creo que tenemos que aprender del pasado y no podemos dejar pasar la politización del Departamento de Justicia, por ejemplo, sin investigarla. … Quiero que la verdad salga a la luz.”

Y ¿por qué no llevarlo un paso más allá?

El representante demócrata por Ohio, Dennis Kucinich, que fue quien encabezó en el Congreso la presentación de cargos para el pedido de juicio político contra Bush y Cheney, llamó a “la formación de una Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación que tendría la facultad de obtener testimonios y reunir documentos oficiales que no sólo revelen al pueblo de Estados Unidos el engaño subyacente que nos ha dividido, sino que en ese proceso de búsqueda de la verdad encauce a nuestra nación por el camino de la reconciliación.”

Millones de personas han cumplido sentencias en cárceles estadounidenses por delitos mucho menores que los que se les atribuye al gobierno de Bush. Parecería que algunos criminales son como aquellos bancos que se consideran demasiado poderosos como para quebrar: son demasiado poderosos como para ir a prisión, demasiado poderosos como para ser enjuiciados. ¿Y si le aplicáramos la teoría jurídica del presidente Obama al ciudadano común? ¿Por qué mirar hacia el pasado? En aras de la unidad, podríamos perdonar delitos tanto grandes como pequeños. Pero muy pocos estarían de acuerdo en dejar libres y sin ningún castigo a asaltantes, violadores o ladrones que roban comercios a mano armada. Entonces ¿por qué dar un trato diferente a quienes podrían ser responsables de torturas, de espionaje ilegal generalizado y de haber involucrado a toda una nación en guerras que han causado incontables muertes?

Esto nos lleva nuevamente al tema de George Bush y los libros. La novela de Ray Bradbury “Fahrenheit 451” es una de las obras escogidas por la campaña de promoción de la lectura “The Big Read”, promovida por el National Endowment for the Arts (Fondo Nacional de las Artes). Este ambicioso programa está “dirigido a rescatar la lectura para volver a colocarla en el centro de la cultura estadounidense.” La idea es que ciudades, localidades y hasta estados enteros elijan un libro y alienten a todos a leerlo. En “Fahrenheit 451” (la temperatura en la cual el papel entra espontáneamente en combustión) los libros están prohibidos por ley. Los bomberos no apagan incendios, sino que los provocan, quemando las casas que contienen libros. Bradbury dijo: “Para destruir una cultura, no es necesario quemar libros. Alcanza con lograr que la gente deje de leerlos.” El gobierno de Bush, tan proclive al secreto, ya no está en el poder y, con Obama, ha sido reemplazado por un gobierno que promete transparencia. Pero la transparencia sólo sirve cuando viene acompañada de la asunción de responsabilidades.

Sin investigaciones públicas exhaustivas, emprendidas con firmeza y que abarquen todo el espectro de delitos que se le atribuyen al gobierno de Bush, no habrá asunción de responsabilidades, y este capítulo de la historia de Estados Unidos quedará inconcluso.
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
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Amy Goodman es presentadora de “Democracy Now!”, un noticiero internacional diario de una hora de duración que se emite en más de 550 emisoras de radio y televisión en inglés y en 200 emisoras en español. En 2008 fue distinguida con el “Right Livelihood Award”, también conocido como el “Premio Nobel Alternativo”, otorgado en el Parlamento Sueco en diciembre.
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© 2009 Amy Goodman
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Democracy Now! - USA/30/01/2009

4/1/09

Einstein, Israel, Gaza

Por Juan Gelman
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El pasado sábado 27, a las 11.30 hora local, 50 cazas de combate israelíes demolieron unos 50 puntos de Gaza en tres minutos. Fue una violación de los Diez Mandamientos y de la santidad del sabbath, pero tal vez no se apliquen cuando de matar palestinos se trata: centenares en esta ocasión y más de mil heridos. Hay diferentes puntos de vista sobre las razones de esta matanza brutal. Tel Aviv asegura que es una represalia por la ominosa práctica de Hamas de lanzar cohetes al territorio israelí. Analistas varios opinan que más bien tiene que ver con las próximas elecciones en Israel, donde todavía es primer ministro –interino y renunciante por corrupción– Ehud Olmert. Los hechos históricos indicarían otra cosa: se trata del nunca olvidado intento de reconstruir el “Gran Israel” echando a los palestinos de su tierra.

Ben Gurion, que inauguró el cargo de primer ministro del flamante Estado de Israel, aceptó la partición de Palestina en territorios israelíes y territorios palestinos que la ONU estableció en 1947. Pero tenía un viejo pensamiento de fondo: en carta a su mujer confió que un Estado judío “parcial” –un proyecto de 1937 del ocupante británico que nunca se llevó a cabo– era sólo un comienzo y que planeaba organizar un ejército de primera y utilizar la coerción o la fuerza para absorber toda la extensión del país (Letters to Paula and the Children, David Ben Gurion, University of Pittsburg Press, 1971, carta de fecha 5-12-37, págs. 153-57). Esto se cumplió con la ocupación militar israelí de los territorios palestinos desde 1967 a la fecha. En el 2006, Tel Aviv se “retiró” de Gaza, a la que impuso un cerco implacable. El triunfo de Hamas en las inobjetables elecciones de ese año disgustó a Israel: un Estado que se dice democrático no tenía por qué respetar la democracia cuando de palestinos se trata.

Olmert es del partido Kadima, una escisión del derechista Likud, del que no se diferencia mucho, como prueban las guerras que sigue desatando. El Likud, a su vez, desciende del Herut, organismo que dio forma política al grupo paramilitar de Menahem Begin, también primer ministro de Israel (1977-1983). Los nombres cambian, pero la contumacia no. En diciembre de 1948, a siete meses de la declaración de independencia de Israel, Begin visitó EE.UU. y causó reacciones dispares. Por ejemplo, la de Albert Einstein, Hannah Arendt, el rabino Jessurun Cardozo y otros 26 destacados intelectuales judíos estadounidenses. Consta en una carta abierta que el New York Times publicó el 4-12-48.

El texto comienza así: “Entre los fenómenos políticos más inquietantes de nuestra época figura la aparición, en el recién creado Estado de Israel, del ‘Partido de la Libertad’ (Tnuat Herut), un partido político estrechamente emparentado con los partidos nazifacistas por su organización, sus métodos, su filosofía política y su demanda social. Fue creado por los miembros y partidarios de la ex Irgun Zvai Lemi, una organización terrorista de extrema derecha y chauvinista en Palestina. La visita actual a EE.UU. de Menahem Begin, jefe de ese partido, ha sido evidentemente calculada para dar la impresión de un sostén estadounidense a su partido y para cimentar los lazos políticos con los elementos sionistas conservadores de EE.UU.”.

Continúa así: “Muchos norteamericanos de reputación nacional han prestado su nombre para acoger esa visita. Es inconcebible que quienes se oponen al fascismo en el mundo entero, muy correctamente informados sobre el pasado y las perspectivas políticas de M. Begin, puedan sumar sus nombres y apoyar al movimiento que él representa”. Señala que es preciso informar a la opinión pública del país sobre el pasado y los objetivos de Begin –“uno de los que han predicado abiertamente la doctrina del Estado fascista”– para no dar la impresión en Palestina de “que una mayoría de EE.UU. respalda a elementos fascistas en Israel”. A continuación menciona la matanza que las fuerzas israelíes provocaron en la aldea árabe de Deir Yassin, “que no había participado en la guerra y que incluso había combatido a las bandas árabes que querían convertirla en su base de operaciones”. Precisa: “El 9 de abril (de 1948), bandas de terroristas (israelíes) atacaron esa pacífica aldea, que no era un objetivo militar, asesinaron a la mayoría de sus habitantes –240 hombres, mujeres y niños–- y dejaron a algunos con vida para hacerlos desfilar por las calles de Jerusalén. Invitaron a todos los corresponsales extranjeros a ver las montañas de cadáveres y los destrozos causados en Deir Yassin”. El texto acusa a Herut de preconizar en el seno de la comunidad judía una “mezcla de ultranacionalismo, misticismo religioso y superioridad racial”, signo indudable de un partido fascista para el cual el terrorismo “es un medio para alcanzar su objetivo de ser un ‘Estado líder’”. Agrega: “Es más trágico aún que la alta dirección del sionismo estadounidense se haya negado a hacer campaña contra los designios de Begin”. Han pasado 60 años desde que se publicó esta carta que Einstein firmó. ¿Habrá perdido actualidad? Muchas cosas cambiaron en Israel desde entonces. Su objetivo central
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Página/12 Web - Argentina/04/01/2009

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