1/4/09

CUMBRE DEL G-20

Alemania y Francia sólo aprobarán el texto final del G-20 si se persiguen los paraísos fiscales y se reestructura el sistema financiero.
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Miles de personas toman el centro financiero de Londres
Tras una mañana, la decisión de la Policía de bloquear la salida a los manifestantes que se agolpaban frente al Banco de Inglaterra, desata los disturbios. La sede del Royal Bank of Scotland, uno de los símbolos de la crisis en Reino Unido, es asaltada.
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El apocalipsis para EEUU después del G-20
Un profesor ruso elabora una sorprendente teoría por la que EEUU se desintegraría en seis bloques si fracasa la Cumbre de Londres.
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Público - España/01/04/2009

ALFONSIN YA ES HISTORIA

A LOS 82 AÑOS, MURIO AYER EL EX PRESIDENTE RAUL ALFONSIN
El primer presidente democrático tras la última dictadura militar
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Escriben y opinan: Mario Wainfeld, José Natanson, Edgardo Mocca, Ricardo Forster, Antonio Cafiero, Ricardo Sidicaro, Fortunato Mallimaci, Graciela Fernández Meijide, Estela Carlotto, Néstor Kirchner, Eduardo Duhalde, Fernando de la Rúa, Carlos Menem, Gerardo Morales, Mauricio Macri, Elisa Carrió, Aníbal Ibarra, José Pampuro, Margarita Stolbizer, Felipe Solá, Ricardo López Murphy, Roberto Lavagna, Rubén Giustiniani, Julio Sanguinetti, José Sarney

La consagración a la política
Raúl Alfonsín, el militante tenaz, el político apasionado, el primer presidente tras la dictadura. El recuerdo de un hombre respetado y discutido que dejó su marca en la etapa democrática que se iniciaba en el ’83.

Por Mario Wainfeld
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Fue jefe de una tenaz minoría progresista dentro del radicalismo durante añares. Tuvo digna conducta contra la dictadura y rayó alta su presencia en la APDH. Fue congruente con ese pasado cuando llegó a la Casa Rosada. Ganó la mayoría en la UCR y la presidencia en campañas inolvidables, bañado en multitudes. Recuperó el verbo político, se colocó a la vanguardia en la lucha por los derechos humanos, poniendo en el banquillo a las cúpulas militares. Se hizo centro de la política durante un buen trienio, sus adversarios debieron replicarlo para hacerse competitivos. Dos récords se lleva: le cupo ser el primero que batió al peronismo en elecciones presidenciales libres y más tarde el primer mandatario democrático que entregó la banda a un dirigente de otro partido. Acaso como nadie llenó la Plaza dos veces con muchedumbres multipartidarias, en ambas ocasiones las defraudó. Exaltó la democracia con palabras inolvidables, también consagró las “Felices Pascuas”. Cedió ante los carapintadas, firmó las leyes de la impunidad. Coqueteó con la hegemonía, concertó el Pacto de Olivos y la Alianza. Prometió un sistema durable y eficiente, terminó envuelto en la hiperinflación y la anomia. Amaneció peleando contra las corporaciones, más adelante transó con ellas, sin mayor fortuna. La gestión del Estado no fue su fuerte, un síndrome radical: para peor le cayeron tiempos difíciles. Llevó a su partido, la novia de sus ojos, más alto que nunca y acompañó la mayor caída de su historia.

La mera enumeración previa, que se tratará de ampliar y hacer más cartesiana en las líneas que siguen, habla de un personaje de primer rango, en las maduras y en las verdes. No sería serio, ni justo ni interesante pretender describirlo en cuatro palabras o en un título.
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De la primavera al Plan Austral: La campaña del ’83 y su desembarco en el gobierno resultaron sus horas más gloriosas. Sintonizó las ansias de una sociedad herida, encerrada y privada de libertades básicas. Orador formidable y fogoso, enunció las menciones necesarias: la exaltación de la vida, la promesa “con la democracia se come, se educa, se cura”, el reproche a todo tipo de autoritarismo. La ilusión se palpaba en las calles: afiliaciones masivas, concentraciones de decenas o cientos de miles de argentinos esperanzados. Construyó su triunfo interpelando a una mayoría social amplia, ganó hasta en la provincia de Buenos Aires, fue plebiscitado.

Conservó el impulso triunfal hasta fines del ’85, redondeando. Se quiso comer la cancha, plasmar y conducir un tercer movimiento histórico, superador del justicialismo y del radicalismo. “Por cien años más”, coreaban sus partidarios. La reforma constitucional, el traslado de la Capital a Viedma eran parte de esos sueños fundacionales que se fueron diluyendo cuando encontraron resistencia, fuera y dentro de su coalición inicial.

En el primer tramo, dispuso la investigación de la Conadep y el Juicio a las Juntas. Su propósito inicial –que los tribunales militares juzgaran a los represores– fue desbaratado por la solidaridad entre los uniformados. Todavía duraba la buena estrella: ese error de diagnóstico ayudó a que la Cámara Federal tramitara esa causa ejemplar, un hito imborrable.

En su arrebato inicial quiso reformar el régimen sindical, mediante la llamada ley Mucci. Le fue un búmeran, perdió apenas la votación en el Senado y consiguió la reconstitución del peronismo cerrado en defensa de la CGT. Una digresión breve: es tentador buscar un paralelo con lo sucedido décadas después con las retenciones móviles.

A medida que rodaba la gestión de gobierno se fue percibiendo la insuficiencia (si no la pobreza) de su diagnóstico sobre la coyuntura y sus eventuales soluciones. No bastaba el ímpetu democrático para relanzar la economía y abrir las ventanas de las fábricas. El peso de la deuda externa, el ancla del déficit, los cambios estructurales fueron subestimados en campaña y en los pininos de su mandato. Tampoco había noción del fin de un ciclo económico, que (simplificando mucho) corrió entre 1945 y el Rodrigazo de 1975. La pesadilla de la dictadura acaso camufló el final de un modelo que no se podía regenerar, en promedio estimado por radicales, peronistas y desarrollistas. Esa perspectiva angostada no era exclusiva de Alfonsín, de lejos el primus inter pares: era una carencia común de la clase política, frizada largo tiempo, lanzada al ruedo de sopetón por la catástrofe de Malvinas.

Su primer elenco de gobierno fue tropezando con un universo que no entendía del todo. Alfonsín, igualmente, mantenía el centro del ring. Confrontaba con las corporaciones, discutía de cuerpo presente con los que lo rebatían: se encaramó a un púlpito para regañar a un cura, lo refutó a Ronald Reagan en el corazón del imperio. Con el índice en ristre, ceñudo e implacable, reivindicaba ser la izquierda posible. Había que ver lo que decía el establishment sobre él, en aquel olvidado entonces.

La economía se le pialaba, la inflación galopaba. El peronismo renovador se hacía cargo de su innovación republicana, era su victoria pero le restaba originalidad. Saúl Ubaldini empezaba a ocupar las calles. Hubo un cambio de elenco, los compañeros de siempre relevados por técnicos más jóvenes y sintonizados con la época. La narrativa fundacional y ambiciosa, la utopía progresista, fue derivando a un relato “modernizador”. La gobernabilidad, entendida como la limitación de las demandas sociales, ganó terreno. Comenzó a definirse a los reclamos como eventuales desestabilizadores: la democracia se podía poner en riesgo si abundaban los reclamos acerca de cómo se comía, educaba o curaba. Cual un disyuntor que podía saltar si se agregaba mucho voltaje.

Dos años antes de la cita más evocada, en abril de 1985, Alfonsín llamó a una movilización para alertar contra un posible golpe. Fue esa una de las Plazas más colmadas y multicolores de la que se tiene memoria. Un arco político asombroso por lo vasto lo bancó. Nada comentó él del golpe, anunció (y pidió anuencia para) la “economía de guerra”, la defraudación fue grande pero todavía no rompió el hechizo. No fue un golpe de knock out, pero sí una premonición.

El consabido plan de estabilización, el Austral, contó con apoyo sensible de la población y obró los clásicos efectos inmediatos de esos programas. Se frenó en seco la inflación, lo que pareció dar sentido a la nueva moneda. La UCR revalidó en las elecciones parlamentarias de ese año, un canto de cisne inadvertido.
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En caída: Su prospecto de democracia fincaba en la civilidad y los partidos, las corporaciones eran su bestia negra. Contra la Iglesia Católica, mantuvo la lid bastante tiempo: le torcieron el brazo en el Congreso Pedagógico, por mayor organización y militancia. Pero primó sobre el oscurantismo católico cuando promovió y logró la sanción de la Ley de Divorcio, un paso enorme en la secularización y modernización de la sociedad civil.

En su fatal ’87, viró su relación con las corporaciones económicas: no había podido vencerlas, las sumó a su gobierno. Los “capitanes de la industria” lograron puestos dominantes, la cúpula rancia de la CGT se quedó con el Ministerio de Trabajo. Fue un retroceso a pura pérdida: melló su capital simbólico sin compensación pragmática alguna.

En ese devenir, llegó Semana Santa. Otra vez congregó una asistencia masiva, fiel, con decenas de miles de espontáneos, de todo pelaje. Tenía a toda la sociedad y al peronismo remozado a su vera, cedió ante las demandas de los militares amotinados. Una doble duda será perenne. La más obvia, es si estaba forzado a rendirse: su entorno y él mismo siempre porfiaron que sí, que evitaron un mal mayor, que salvaron al sistema democrático. No fue ésa la lectura preponderante, ni la de este diario. Otro interrogante, quizá más táctico pero enorme, es por qué eligió, amén de retroceder, engañar a la multitud que lo vitoreaba y le ponía el cuerpo. Cuatro años atrás estaba un paso por delante del conjunto de la sociedad, el punto óptimo para un líder popular. En las Felices Pascuas, decepcionó.

Jamás se le perdonó el “doble discurso”. La sociedad era, todavía, exigente, menos vencida que en el futuro inminente. Carlos Menem podría, más adelante, confesar que había roto el contrato electoral y ser reelegido.

El discurrir de la economía no lo ayudaba, el peronismo renovador le dio una paliza en las elecciones de 1987. Los años siguientes fueron tremendos, en caída libre. El gobierno se fue amoldando, sin logros palpables, a los dictados de los organismos internacionales de crédito. El contexto internacional no ayudaba, los precios de las materias primas rozaban el piso.

El gobierno perdió identidad, acechado por la malaria, la inflación y la pérdida general de rumbo. Eduardo Angeloz, un competidor interno que no le gustaba ni medio, fue el candidato. Se adelantaron los comicios para ver si se mejoraba el score, Carlos Menem ganó por goleada. Entre la anomia, los saqueos y la hiperinflación fue forzoso adelantar la entrega del mando y dejarle las manos libres para dictar las arrasadoras leyes de Reforma del Estado y de Emergencia económica. No es cuestión de quitarle responsabilidad a ese presidente y a la sociedad que lo acompañó pero el declive del alfonsinismo les hizo el campo orégano.
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Un lugar en el mundo: La política exterior sigue siendo uno de sus buenos legados, en la línea de la autonomía defendida por los gobiernos nacional-populares. Argentina fue eje de una firme presencia regional en la normalización democrática de Nicaragua. Alfonsín cortó de un tajo las veleidades belicistas de militares y dirigentes argentinos dirimiendo los conflictos territoriales con Chile. Sometió a consulta popular no vinculante el tratado por el canal de Beagle, goleó a los falaces nacionalistas o dinosaurios que le hicieron frente.

Puso el cimiento del Mercosur, un proyecto inacabado y formidable, típico del último cuarto de siglo, un giro a favor de la unidad de la región.
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Compañeros y correligionarios: Creyó llevarse puesto al peronismo, cuya capacidad de reconversión y adaptación le fue torciendo la mano. Desistió de su afán hegemonista e innovador y se acomodó al rol de consocio del bipartidismo. Una de las tareas comunes era ocluir el surgimiento de terceras fuerzas, aun al precio de consentir lados oscuros del enemigovio. La provincia de Buenos Aires fue el territorio dilecto de esa transacción compleja, complaciente, llena de canjes lícitos o no tanto, justificada en nombre de la gobernabilidad y de defender la organización partidaria.

Eduardo Duhalde fue el dirigente con el que tuvo más afinidades, en esa provincia y en su difuso pensamiento económico (llamémoslo) desarrollista-productivista. Lo apoyó en su gobierno provisional, al que sumó dos ministros radicales, bien plegados a la corporación militar y a la judicial que regentearon.

Con Carlos Menem cerró el círculo de socio menor del bipartidismo, al suscribir el llamado Pacto de Olivos. Otra vez eligió conceder en un trance complejo. Ese acuerdo es, a ojos del cronista, injustamente criticado por su origen secreto. Las negociaciones políticas suelen iniciarse así, nada hay de escandaloso en ello. En este caso, el producido se sometió al voto popular y la Constituyente. Fue legal y legítimo, el cuestionamiento válido es a su fondo: habilitó la concentración del poder menemista, a cambio de quedar como la oposición de su majestad.

Néstor Kirchner le llamó la atención de entrada, pero siempre le incomodó que no le prodigara deferencia. Si bien se mira, hay mucho más del primer Alfonsín en el primer Kirchner de lo que se suele aceptar en trincheras distintas, hubiera venido bien un reconocimiento del otro. Un punto alto de la injusticia fue cuando el ex presidente omitió mencionarlo en marzo de 2004, en el acto de la recuperación de la ESMA. Su punto de vista está contado con más detalle por el propio Alfonsín, en el reportaje que se publica en esta misma edición.

Luego, acompañó la candidatura de Roberto Lavagna por la UCR: evitar la consunción radical que vio de cerca en 2003 fue su última obsesión. Un peronista a la cabeza de los boinas blancas, el fin de una tradición. Alfonsín ya había consentido un ensayo general, mucho más gravoso para la Argentina, sobrevolado en el párrafo que viene.
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La Alianza: El Frepaso le sacaba ventaja al herido radicalismo, pero tal vez ninguno se bastaba para remover al menemismo en 1999. Carlos “Chacho” Alvarez quiso acortar camino, lo eligió para sugerirle la formación de una coalición política. Alfonsín se prendó más de la idea que su mayor beneficiario inmediato, Fernando de la Rúa. Atisbó en la Alianza una tabla de salvación y, zorro viejo al fin, acaso intuyó la victoria en la interna abierta. Era otra ofrenda en el altar de su partido: él detestaba a De la Rúa a quien siempre clasificó como un pelmazo de derecha, con sagacidad premonitoria.

Atravesó el mandato de De la Rúa con patente incomodidad. Tenía aliados apreciados en el primer gabinete: Federico Storani, José Luis Machinea, el propio Alvarez. Pero lo desazonaba la tonalidad del gobierno, su política claudicante y recesiva. Su influencia era módica y cada vez que hablaba “los mercados” le ladraban y lo acusaban de aumentar el riesgo país, hacer bajar el Merval y exacerbar la inflación. Ninguna de esas variables precisaba su ayuda, pero el rencor del poder económico le calzaba los puntos. Fue apenas ayer, no se rememora ya.

Ante el escándalo de las coimas senatoriales, calló en ejercicio de la solidaridad corporativa. Con los nuevos gabinetes terminó su poca empatía y optó por ser orgánico antes que sincero, un tributo a la flaqueante gobernabilidad que no es sensato censurar.

Adiós: Le cupo ser protagonista y (por un entrañable rato) líder de una etapa aún inconclusa e insatisfactoria. Un referente de primer nivel, en logros, errores, recuperación de derechos y regresiones. Jamás dejó de ser un militante, un hombre consagrado full time a la pasión política, el mejor (con gran margen) entre sus correligionarios. Y no escapó a las carencias de su partido y de su época. Advenían las primaveras democráticas y transcurría, en materia económico social, “la década perdida”. Esas dos referencias ulteriores acaso circunscriban su responsabilidad en los fracasos y su participación en los éxitos, sin anularlos: el tono de época tiene su peso, que en el momento no se termina de pulsar.

¿Cómo se redondea el juicio sobre una figura central? ¿Por las grandes metas que se propuso? ¿Por sus acciones más gloriosas? ¿Por sus peores errores y defecciones? La discusión política suele elegir alguna de esas opciones, lógicas en el fragor pero incompletas.

Digamos que el apabullante relato de su trayectoria se abre a cien interpretaciones o alineamientos, también proporcionales a su entidad.

El cronista votó contra Alfonsín en el ’83, se desayunó bastante pronto de que su victoria era lo mejor que pudo pasarle a la Argentina y lo escribió hace casi 25 años. Lo apoyó en las urnas en la consulta popular sobre el Beagle y le hizo el aguante en la Plaza cuando “la economía de guerra” y las “Felices Pascuas”, padeció el imaginable desencanto ulterior, que lo marcó para siempre. Escribe esta columna con tristeza, sentimiento subjetivo de pérdida y respeto aunque sin renegar de las discrepancias.

El ex presidente se afilió al radicalismo a los 18 años y militó hasta dar el último suspiro. Fue un militante inclaudicable, amén de un dirigente de primer nivel, un presidente ungido por clamor popular, un batallador en el llano o en la cima. La vocación política signó su existencia. Atravesó con entereza su enfermedad y murió en la casa donde siempre vivió. Por si es menester subrayarlo: todas estas referencias son elogios en la escala de valores del cronista. Los políticos democráticos de raza, aun aquellos con los que se disiente o se embronca, le caen mejor que la nueva cosecha de deportistas (fogueados en deportes individuales), empresarios ricos, hijos de empresarios ricos o gentes de la farándula que surfean en la antipolítica en pos de votos, a veces con buena fortuna.

Voló muy alto, sufrió reveses crueles. En los últimos tiempos, cuando flaqueaba su salud, recibió reconocimientos un poco tardíos pero merecidos de sus adversarios políticos. El canibalismo de la lucha política argentina es proverbial, él se ganó una tregua y algo habrá hecho para lograrla.

El cronista no cree en generalidades tales como “el juicio de la historia”. La historia no es un área de consensos, desangelada: es un terreno de disputa, tanto como la política. Y luchadores-emblema como Raúl Alfonsín, como el Cid, como Perón siguen luchando después de muertos. Su legado, su mensaje serán recuperados por otros, con coherencia o sin ella, para bien o para mal. A diferencia del Cid no será ganador en una sola, última batalla: revistará en combates y aun derrotas ulteriores a su partida, tal el sino de los políticos vocacionales e incansables que la siguen peleando cuando sus cuerpos dijeron “basta”.

SUBNOTAS
Un hombre de su tiempo
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Un final junto a su familia
“Era un hombre de convicciones”
“Perdimos un hombre de bien”
La trayectoria y el legado
Reivindicación de las coincidencias
Unidos en el elogio
El recuerdo del Juicio a las Juntas
Una casa de lutoPor Horacio Cecchi

Página/12 Web - Argentina/01/04/2009

ALIANZA DE ARGENTINA, BRASIL Y MEXICO EN LONDRES

Unidos frente a las potencias
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Los países latinoamericanos, Argentina, Brasil y México, formarán el jueves un frente común en la cumbre del G-20. Las delegaciones solicitarán fondos extra para financiar a los países emergentes y una reforma de los organismos internacionales de crédito para dar más voz al mundo en desarrollo. La intención de los tres países de unirse para apoyar conjuntamente esos objetivos quedó evidenciada en la asamblea anual del Bancos Interamericano de Desarrollo (BID).

El representante argentino en el directorio del BID, Eugenio Díaz Bonilla, explicó que “la forma en la que se está haciendo la reactivación de los países industrializados, sobre todo en el caso de Estados Unidos, implica que van a absorber mucho del ahorro mundial, con lo que queda menos capital” para los países en desarrollo. Por eso Bonilla destacó la importancia “de que los organismos internacionales tengan una mayor capacidad de préstamo para ayudar” a los países latinoamericanos y otras regiones en vías de desarrollo. A su vez, el argentino indicó que el Gobierno buscará impulsar en Londres una reforma en la estructura de poder de los organismos multilaterales internacionales, “sobre todo el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI)”.

Por su parte, Rodrigo Brand De Lara, portavoz de la secretaria de Hacienda de México, señaló que el presidente de su país, Felipe Calderón, propondrá “la agilización de los procesos de otorgamiento de créditos”, así como “la creación de una gran línea de contingencia a corto plazo para los países emergentes”. Calderón exigirá también la reforma de la estructura de gobierno de los organismos multilaterales para que reflejen la mayor importancia de los emergentes en la economía global. El gobierno mexicano considera que esas medidas contribuirán a reducir la incertidumbre sobre la disponibilidad de recursos y a evitar una mayor aversión al riesgo en los mercados de capital internacionales.

El ministro de Planeamiento de Brasil, Paulo Bernardo Silva, señaló que “sólo las acciones coordinadas de países como los del G-20 y la acción enérgica de las instituciones financieras internacionales pueden restaurar el flujo equilibrado global de recursos financieros”. El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva pretende encabezar la posición de las economías emergentes durante el encuentro.
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SUBNOTAS
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Página/12 Web - Argentina/01/04/2009

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Rebelión/01/04/2009

Polémico reclamo por Malvinas en Qatar

La cumbre de Londres / Pocas horas antes de viajar a Gran Bretaña
La Presidenta comparó las Malvinas con la cuestión palestina; dijo que los países desarrollados no acatan a la ONU en ambos casos
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La presidenta Cristina Kirchner realizó ayer una fuerte embestida sobre los países desarrollados, a los que les pidió que apoyen a la Argentina en su reclamo a Gran Bretaña para negociar la soberanía sobre las islas Malvinas, y comparó el conflicto por el archipiélago con la situación de los territorios palestinos.

Su encendido discurso tuvo lugar en Qatar, donde se celebró la II Cumbre de Presidentes de América del Sur y de los Países Arabes. La Presidenta acusó a los países de mayor poder económico de incumplir las resoluciones de las Naciones Unidas (ONU) y equiparó los conflictos sobre Malvinas y la cuestión palestina por haber sido éstos abordados por el organismo internacional.

Sus dichos se produjeron, en forma sugestiva, pocas horas antes de llegar a Londres, adonde arribó anoche. Allí participará de la cumbre del G-20, que tratará las reformas de la economía y las finanzas globales.

Desde Doha, Cristina Kirchner abogó por "la recreación de un orden multilateral y multipolar".

"El Reino Unido, que tiene un enclave colonial inadmisible en el siglo XXI en nuestras islas Malvinas, que se avenga a cumplir con la resolución de las Naciones Unidas", exhortó. Esa resolución ordena reanudar negociaciones por la soberanía de las islas.

La jefa del Estado criticó con dureza "la resolución incumplida en materia de reconocimiento del Estado palestino y el conflicto de Medio Oriente". La ONU ha reconocido el derecho de los palestinos a tener un estado propio.

En su discurso ante el resto de los mandatarios, Cristina Kirchner agradeció "profundamente" la inclusión de las Malvinas en la Declaración de Doha, tras la cumbre de Qatar.

Contra Al-Bashir
La Presidenta dio la nota cuando se levantó del plenario de la cumbre mientras pronunciaba su discurso el primer mandatario de Sudán, Omar al-Bashir, sobre quien pesa un pedido de captura internacional por orden del Tribunal Penal Internacional, cuyo fiscal es el argentino Luis Moreno Ocampo. Al-Bashir está acusado de crímenes de lesa humanidad. También la jefa del Estado se ausentó de la foto de todos los presidentes por ese mismo motivo.

"Tal vez una de las cuestiones más sobresalientes luego de la caída del Muro de Berlín haya sido precisamente el surgimiento de un mundo donde las reglas solamente tienen que ser cumplidas por aquellos países que no tienen la suficiente fuerza para oponerse a otras resoluciones", opinó la Presidenta.

"Vemos cómo se constituye un mundo donde hay reglas que solamente deben ser cumplidas por los países menos poderosos militar, tecnológica y económicamente, mientras que hay otros países que pueden violentar resoluciones de las Naciones Unidas que obligan a respetar derechos de otros países", aseguró.

"Las Malvinas y la cuestión palestina son solamente dos de los ejemplos terribles de no cumplimiento de las propias normas de los organismos internacionales en materia de derecho y reconocimiento de nuestros países", fustigó la Presidenta.

Por ese motivo, la jefa del Estado aseguró en Doha que "la recreación de un orden multilateral y multipolar es una cuestión estratégica y vital".

La oportunidad de su discurso no fue menor. Cristina Kirchner se encontrará hoy con los demás mandatarios del G-20, con la reina Isabel II de Inglaterra y con el primer ministro británico, Gordon Brown, que el fin de semana último, durante la Cumbre de Países Progresistas que se realizó en Viña del Mar, rechazó el reclamo de la Presidenta por las Malvinas.

Al margen del encuentro de la cumbre, Cristina Kirchner tuvo reuniones bilaterales con el titular de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, y los presidentes de Paraguay, Fernando Lugo, y de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, con quien analizó posiciones comunes para llevar a la cumbre del G-20.

La defensa de la creación del Estado palestino fue una señal de acercamiento de Cristina Kirchner a los países del mundo árabe, muchos de ellos enfrentados con Israel.

La cuestión palestina es un tema de fondo en el conflicto de Medio Oriente. El discurso de la Presidenta fue escuchado, entre otros, por el titular de la Autoridad Palestina.

El gobierno de los Kirchner comenzó durante el mandato de la Presidenta un período de acercamiento a los países árabes en aras de abrir nuevos mercados para productos argentinos y consolidar la cooperación Sur-Sur, tal como aseguran en la Cancillería, que conduce Jorge Taiana.
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LA NACION - Argentina/01/04/2009

ISRAEL: Esto no es unidad, es extrema derecha

Preocupación en la izquierda
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El lema de la campaña de Paz Ahora lanzada recientemente, "Esto no es unidad, es de extrema derecha", expresa la oposición del movimiento al Gobierno de Biniamín Netaniahu y a la participación del Partido Laborista en él."Nuestro objetivo es exponer la verdad al público", dijo el secretario general de la organización, Yariv Oppenheimer (foto), añadiendo "este es uno de los gobiernos más derechistas conocido en Israel".Los activistas de Paz Ahora manifestarán frente a la Knéset cuando el nuevo Gobierno preste juramento, con camiones y tractores que portarán carteles con el lema "Un Gobierno de los colonos está en marcha".El objetivo de la campaña, según Oppenheimer, es "dejar claro al público que, a pesar de los esfuerzos de Netaniahu de presentar la coalición como un Gobierno de centro derecha que busca la paz, en realidad, es el Gobierno más extremista conocido en Israel porque no admite una solución de dos Estados y que está comprometido con la población de colonos y el Consejo Yesha".Oppenheimer, miembro del Laborismo, se opuso a la decisión de su partido para unirse a la coalición."Fue un error", dijo Oppenheimer, agregando "el Partido Laborista está jugando el juego de la derecha, es artificial y concede legitimidad a uno de las más extremistas Gobiernos en la historia del Estado. El Partido Laborista es una insignificante minoría en la coalición y no tendrá ningún impacto en las cuestiones políticas".Paz Ahora afirma que el próximo Gobierno espera ampliar la construcción de asentamientos, bloquear todas las iniciativas de proceso de paz y oponerse a cualquier compromiso con los palestinos y sirios. El movimiento tiene intención de trabajar de divulgar las garantías y promesas hechas a los asociados de la coalición en la construcción de asentamientos, aumentar las patrullas en los territorios palestinos e incrementar los esfuerzos de relaciones públicas en contra de la aprobación de asentamientos y puestos avanzados.
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Aurora - Israel/01/04/2009

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