¿Progresamos?
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Uno de los mitos de nuestra sociedad occidental parece ser el mito tecnológico; mito que, según se nos muestra, parece haber relegado a un segundo término, cuando no desterrado del todo, a los mitos espirituales, culturales y religiosos, (entendiendo el hecho religioso en el sentido de religar y no en el sentido institucional de las religiones y sus luchas de poder dogmático y fundamentalista), transformando muy sutilmente el pensamiento de una gran parte de los seres humanos de nuestra sociedad en un pensamiento mecanicista y materialista, por no decir inhumano. Porque digo yo: ¿Cómo puede ser humano un pensamiento desposeído de lo realmente mítico? Y digo sutilmente, porque lo tecnológico, los llamados avances... el llamado "progreso" que indiscutiblemente tanto bienestar nos da - eso sí, a unos pocos -, se nos ofrece casi siempre con una cara de dios incuestionable que parece decirnos que toda la humanidad goza y participa de él. Algo que es absolutamente falaz e incierto.
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Se nos muestra a este progreso como algo parecido a "el chupa-chups" que se le da al niño para que calle y no nos moleste, ya que su llanto lo sentimos como un antojo y no queremos que siga dándonos la vara con sus sollozos. Sollozos que nos apartan de nuestro entusiasmo por todo lo que podemos tener y consumir y distraen nuestros embotados sentidos de ese poseer sin límites que nos hará tan felices. Y no es que en realidad ese sollozar y llanto nos molesten "per se", sino que algo íntimo y esencial de nosotros se conmueve con él. Algo que ya hemos decidido no escuchar y no queremos que "nos dé la lata"; hecho que sin duda nos convertiría en poco "progresistas"... Algo cuya respuesta tal vez nos obligaría a cuestionarnos demasiadas cosas, y entre ellas, eso a lo que tan frívolamente denominamos "progreso". .
Lo cierto es que se me hace difícil asumir como verdadero progreso esa cosa a la que en nuestros días todo el mundo civilizado parece convenir en llamarlo así: "Progreso" y con mayúscula. Me explicaré; tomemos por ejemplo la Informática, la cibernética y la robótica. Por cada Ordenador que instala una oficina, se quedan sin trabajo de cinco a diez personas. De hecho, los bancos ya han empezado a cerrar oficina tras oficina con las consiguientes reducciones de plantilla -, puesto que con el desarrollo de las redes cibernéticas no serán necesarias tales oficinas. Y quien dice Bancos, dice también administraciones en general, empresas públicas y privadas, etc. etc. Otro tanto sucede cada vez que una industria automovilística, farmacéutica o del tipo que sea, instala algún robot que hace el trabajo de diez a veinte operarios... Se quedan sin trabajo de nuevo un número importante de operarios. ¿Y qué ocurre con estos trabajadores que engrosan las listas de paros?... Si son suficientemente jóvenes y tienen la suficiente estabilidad económica como para reciclar sus conocimientos y su formación, tal vez encuentren otros trabajos... Pero si superan una cierta edad y sus niveles económicos no les permiten dedicarse a realizar un reciclaje de formación y conocimientos, por más experiencia que tengan, les será muy difícil volver a trabajar... pero es absolutamente cierto que un robot, esto es una máquina, evita que el ser humano contraiga enfermedades, tenga accidentes, exponga en definitiva su salud.
De manera que lo bueno y lo malo del progreso parece que, visto así a voz de pronto, van unidos de una manera, hoy por hoy, inseparable. Esto de que, para empezar, el progreso tenga aspectos "buenos y malos" en él, nos hace ver que este "dios progreso" no es ni tan exclusivamente bueno ni tan exultantemente dios; aunque tampoco podemos caer en la trampa de que es absolutamente malo y desechable. Pero la bondad del llamado progreso puede ser puesta de nuevo en cuestión si nos interrogamos por otro de los aspectos del progreso: el del alcance de su disfrute. ¿A cuántos seres humanos llegan todos esos avances tecnológicos del supuesto progreso? Y no ya a cuántos, considerando a toda la humanidad, sino a cuántos dentro de nuestra propia sociedad; y cuando digo "nuestra sociedad” no me refiero a los vecinos y a los amigos y gentes que conocemos y que por supuesto todos o casi todos tienen trabajo, casa, coche, ordenador, televisión, etcétera, etcétera, ya que pertenecen a la esfera social y económica en la que nos desenvolvemos y movemos nosotros mismos; sería muy sesgado y también muy etnocentrista hacer la reflexión, admitiendo exclusivamente como muestra a nosotros y a nuestros grupos de influencia.
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No, no podemos ni debemos permitirnos, incurrir en ese tipo de reflexiones. Así que cuando digo a cuántos seres humanos alcanza realmente tal progreso en nuestra sociedad, me refiero, no al micro grupo del que formamos parte, sino a toda la sociedad occidental llamada "el primer mundo"...La respuesta es que lamentablemente hay en nuestra propia sociedad demasiados seres humanos que no sólo se quedan fuera del disfrute de tales avances y, por lo tanto, de ese adorado progreso, sino que en parte su estado de pobreza ha sido generado por los resultados del propio progreso... Basta con que nos paremos a mirar las bolsas de pobreza, de desigualdad y de marginalidad de nuestras grandes ciudades. Lo que nos conduce a otra pregunta:
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¿A quién y a quiénes sirve el progreso y para qué?
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Podemos darnos muchas respuestas pero sólo nos brindaran cierta luz aquellas que no mezclen lo que es progreso tecnológico -que no científico- con lo que es progreso humanista. Ciertamente, en un primer nivel de respuesta, estaremos tentado de responder que el progreso sirve a la humanidad para mejorarla a ella misma y a su nivel de vida... Pero la cosa no es tan simple ni tan fácil, y visto lo visto, esto de hoy a lo que se viene en llamar "progreso" sirve más a la destrucción de la humanidad y a su enajenación cómo especie, que a otra cosa.
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A lo largo de mí vida me he preguntado muchas veces ¿para qué vivo? Me levanto, trabajo, gano dinero con el que puedo consumir objetos y bienes - que en su mayoría me crean la necesidad de ganar más dinero -, duermo, me vuelvo a levantar con la necesidad de trabajar para obtener más dinero con el que cubrir las necesidades que me he creado... Y la bola sigue hasta formar una montaña en la que la respuesta podría ser que vivo para trabajar, gastar, consumir, pagar... en lugar de trabajar y consumir para vivir.
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Cuando yo me di cuenta de que estaba atrapada en esa respuesta, la respuesta de un absurdo sin sentido en la que el progreso no me servía a mí sino yo a él, siendo su esclava y la esclava de aquellos que promueven el progreso exclusivamente con esos fines, di un giro de ciento ochenta grados a mi vida. Sí, ese aspecto fue uno de los que me impulsaron a tomar la decisión de "volar" a otros horizontes y aterrizar en África. Ése y otros muchos... Y allí estuve hasta que comprendí -a la vez que otras muchas cosas- que ellos tampoco están libres de ese consumismo occidental, sino que son tan esclavos o más (porque son más pobres, o al menos eso parece, ya que sus tierras son mucho más ricas que las nuestras...) que nosotros, y las diferencias son mucho más sangrantes. Regresé al seno de mi propia cultura a ver que podía hacer de mí misma y de mi sociedad.
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De modo que a la pregunta ¿para qué vivo? no sigo respondiéndome ya, que vivo para todo eso que antaño me decía. Tampoco caigo ya en la trampa de confundir el progreso con el consumismo. Pero llegar a responderse cosas diferentes a las que me respondía, me ha supuesto un largo y arduo proceso. Durante ese proceso uno va tomando consciencia de otras realidades, y abriendo los ojos al hecho de que este deslumbrante progreso (que, ciertamente, tanto nos facilita la vida y aumenta nuestras posibilidades de desarrollo y evolución), nos convierte en autómatas deshumanizados, y nos torna tan dependientes de él, tan adoradores de sus supuestas virtudes, que además del hecho inalienable de su poco alcance –en términos absolutos- vamos perdiendo por el camino de su adoración el verdadero sentido y la verdadera esencia de las cosas, hasta tal punto que no me queda otro remedio que el de reconocer que tal “Progreso” es más bien un verdadero retraso. ¿Qué otra conclusión cabe alcanzar sí el bienestar que el progreso nos aporta, nos lo aporta sólo a unos cuantos y encima nos enajena de nuestra propia esencia, convirtiéndonos en máquinas insensibles y en esclavos de sus directrices y usos, haciéndonos servidores de la injusticia y la desigualdad?
Y si esto no es así, ¿por qué dependemos cada día más de esos avances y de ese pseudoprogreso? ¿Por qué somos cada día menos capaces de producir en nosotros mismos recursos internos que mantengan nuestro sistema inmunológico en buen estado?
¿Por qué generamos cada vez enfermedades más agresivas, complejas y desbastadoras, a la vez que les negamos la medicación contra ellas a los más pobres y desfavorecidos del planeta? ¿Por qué nuestros medios para destruirnos a nosotros mismos son cada vez más potentes y sofisticados?
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¿Por qué ese empeño en impedir que pueblos pertenecientes a culturas diferentes a las nuestras occcidentales obtengan una capacidad defensiva y de armamento igual a la nuestra, mientras que no sentimos ningún pudor en aumentar nuestra capacidad destructiva más y más?
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¿Y de nuestra incapacidad para generar activamente la paz, y hacer que esta mal llamada paz o "falsa paz", que consiste únicamente en una coyuntural no beligerancia, dependa sólo de que cada bando disponga de más armas disuasorias, cuanto más destructivas y sofisticadas mejor?
¿Por qué estamos cada vez más alejados de la Naturaleza y por qué nos aislamos día a día más y más como individuos unos de otros?¿Por qué se matan nuestros niños unos a otros como si hubiéramos perdido la capacidad de hacerles crecer en el respeto y en el amor a la vida?
¿Por qué aumenta en las sociedades civilizadas y súper desarrolladas el número de suicidios y de depresivos de manera alarmante?
¿Por qué hemos crecido en poder destructivo, tanto individualmente en autodestructvidad como en lo que concierne a la destrucción de colectivos y del planeta?
¿Por qué vamos despojándonos cada vez más, y a un mayor ritmo, de valores que nos precedieron y que enriquecieron nuestras vidas… valores tales como la libertad, tolerancia, la igualdad, la fraternidad –que no el uniformismo-, la solidaridad?
¿Por qué nos mostramos incapaces de crear valores nuevos que, al menos, se muestren en lo esencial con una riqueza operativa comparable a la que tenían los valores que desechamos? Y cuando digo valores que nos enriquecían me refiero a los que realmente lo hacían, no a costumbres, usos e "ismos" que nos anquilosaban y nos esclavizaban.
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Un sesgo muy común en nuestros días es el confundir costumbres y usos con tradición, de manera que si en mi familia es un uso y una costumbre comer en la cena habitualmente "sopa de ajo" se dice coloquialmente que es una tradición familiar... Eso puede valer como analogía coloquial y cariñosa, pero eso no es una tradición; no obstante, y lamentablemente, la palabra tradición (en su acepción de uso y costumbre), se va imponiendo de una manera inconsciente entre nosotros con la misma sutileza que el incuestionable "dios progreso”, mientras que su verdadero significado se va perdiendo y ocultando para nosotros? Tal vez este uso arbitrario y ambiguo de algunas palabras sea también una de las características de nuestros días sobre la que deberíamos reflexionar, ya que se escucha a menudo la palabra tradición unida a movimientos que se autodefinen como “tradicionales” y “espirituales”, que de tradicionales no tienen nada y que más que tradicionalmente espirituales podrían definirse como pseudoiniciáticos y pseudotradicionales cuando no contraespirituales...
Movimientos que ridiculizan el sentido de lo que una "iniciación" es y confiere, confundiéndola con actos y descargas que, más que "iniciar", acaban con la riqueza y con el bagaje espiritual de cuantos se alistan a sus filas. Movimientos que, por lo general, no tienen más valor que el de enriquecer a los líderes que los dirigen.
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¿Y qué decir del despilfarro de esta sociedad en Marketing, en industrias televisivas de "Reality Shows" y en debates en dónde nadie se escucha, todos se atropellan hablando y el rigor, y el respeto, brillan por su ausencia, ridiculizando cualquier tema, frivolizando los llamados “debates y coloquios” hasta la saciedad? Y no es que esté cargando las tintas en una supuesta “maldad” o “inmoralidad” de esos programas haciendo recaer sobre ellos exclusivamente toda la responsabilidad, que cada uno, emisor y receptor tendrá la suya. ¡Ahí están los índices de audiencias! Pero ¿qué nos ha pasado para llegar ahí? ¿Qué nos ha pasado para que la cantidad de dinero que se obtiene por una actividad nos haga olvidar la utilidad, los valores y la ética de esa actividad? ¿Qué nos ha pasado que ya ni siquiera vemos nada anormal en "comprar y vender jugadores de fútbol, artistas, locutores, entrevistadores, etc. por millones de euros, por cifras que bastarían para levantar la economía de media África?
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¿Qué decir de todos esos despilfarros en "negocios deportivos y de ocio" - fundamentalmente en nuestro país, el fútbol -, con cifras astronómicas -insisto-, mientras tres cuartas partes de la humanidad se mueren de hambre, de miseria, de pobreza, de analfabetismo etc.?
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¿Es todo esto progreso?
Repito, ¿es todo esto progresar?
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Es posible que a estas alturas alguno esté tentado de pensar que soy una exagerada con eso de que el alcance del beneficio y disfrute de los avances tecnológicos y del progreso actual, únicamente llega a “un puñado de personas”; si no perdemos de vista la globalidad de la población mundial quizá dejen de calificarme de exagerada…Si tienen en cuenta que la utilización y aplicación de esa tecnología avanzada y magnífica – e insisto que verdaderamente lo es -, depende de la disponibilidad de fuentes energéticas que mayoritariamente suelen ser el petróleo, la electricidad, el agua y que estas dos últimas sólo llegan a tres cuartas partes de la humanidad.Pues bien, pueden ponerlo en duda, pero lo cierto es que más de dos tercios de la humanidad no disponen en su hábitat ni de agua corriente ni de petróleo ni mucho menos de electricidad... Así que difícilmente podrá disponer de avances tales como el teléfono, el fax, las redes informáticas, medios de comunicación, frigoríficos, aires acondicionados y otros muchos; por no mencionar avances mucho más necesarios que los citados, como son todos los del campo de la electromedicina, así como los adelantos en el campo sanitario y médico en general. Pero aún hay más; la mayoría de todos esos aparatos y avances tecnológicos, o bien emplean para su obtención y producción materias primas procedentes de países en vías de desarrollo cuya infraestructura es mantenida ausente para una mejor “neocolonización” y explotación de los países industrializados o son producidos por gentes de esos países cuya mano de obra no sólo es barata, sino que se obtienen desde la explotación del hombre por el hombre a través salarios miseria y horarios de trabajo de más de quince horas diarias sin seguridad social alguna ni reparto de beneficios ni nada.
¿Alguien piensa que realmente la esclavitud terminó? ¿Y qué hay entonces de los niños soldados, de las mujeres y niños con cuyos cuerpos y órganos se comercia, qué hay de la prostitución forzada, qué hay de los millones de trabajadores menores de edad que encerrados en miserables angares trabajan de sol a sol por un mísero e insuficiente salario, qué hay de los contratos precarios y basura…? ¿Se abolió la esclavitud? ¿De veras? En mi opinión, este sistema neoliberal, neocapitalista y de mercado consumista, sólo ha transformado la esclavitud, pero no sólo no la ha abolido, sino que la ha aumentado.¿Es eso progreso?
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Me inclino a creer que si el opio del pueblo era la religión en el marxismo, el opio de hoy es el mecanicista consumo con el que nos engañamos, al usar en el modo que lo hacemos las nuevas tecnologías, sin que ese uso se vea acompañado de su correspondiente avance ético, justo, equitativo y espiritual. ¿Es eso progreso?¿Y la educación? Educar, que deriva del Latín y significa educir, extraer, poner de manifiesto; y que en su sentido verdadero significa hacer brillar externamente nuestra esencia interior, esto es, sacar lo mejor de cada uno de nosotros, ha perdido todo su sentido y se desvirtúa con eslóganes subliminales de anuncios televisivos que postulan que el hombre es la máquina más perfecta del universo (y no quiero abordar aquí los sistemas de enseñanza memorísticos, anquilosantes, ni los sistemas educativos aleccionadores y represivos del verdadero desarrollo del pensamiento y consciencia humana, pensamiento y consciencia cuya evolución libre y veraz es el pilar del verdadero conocimiento; sí, ¿cuánto podría manifestarse de esos sistemas por los que hemos pasado y sufrido y que aún pesan sobre nosotros, y reflexionar acerca de ellos y de sus efectos pasados y actuales? Pero ello me llevaría todo un tratado, de modo que, según he dicho, no lo abordaré aquí).
¡Y yo que creía que varones y mujeres éramos seres humanos de la especie sapiens sapiens, y ni siquiera llegamos a necios brutos… y eso en el mejor de los casos!
¿Es eso progreso?
Se me antoja que sistema nuestro de "progresar" tiene (hoy por hoy y tal vez en las próximas décadas), más de "retroceso" que de "avance"; y el precio que pagamos a mediano y largo plazo es tan costoso y demoledor para nosotros y nuestro entorno, nuestro planeta, que o aprendemos a cambiar el sistema y a encauzarlo por rutas constructivas o acabaremos destruyéndonos a nosotros mismos a fuerza de tanto "progresar".
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Y si seguimos, sería interminable la lista... Tampoco pretendo aburrir al lector ni manifestarme de modo tal que éste crea que soy partidaria de retornar a la edad media, o de andar por la selva desnuda, o de vivir en cavernas cómo lo hacían los trogloditas en la prehistoria, ni de abolir los avances tecnológicos actuales y futuros... ¡Nada más lejos de mi intención! ¡Por supuesto que tales logros y avances en sí mismos y puestos a un verdadero servicio del ser humano en particular y de la humanidad en general son algo maravilloso y magnífico!… Lo único que trato de señalar es que, aun cuando realmente hay mucho de positivo y beneficioso en tales avances, el giro que toma en general el progreso, ese giro deshumanizante y elitista, es más bien un fracaso que un progreso y que tal progreso no sirve realmente a la humanidad, sino a unos intereses poco claros y poco benéficos en realidad, aún cuando se disfracen de todo lo contrario. Intento destacar que mientras esos indiscutibles avances tecnológicos no estén al servicio y disposición real de todos y cada uno de los seres humanos y vayan, además, acompañados de un verdadero desarrollo y evolución de los valores éticos y morales, tanto en su uso y aplicación como en su obtención, sólo puede hablarse de lo que unos cuantos progresan y no de un progreso general; y mucho menos cuando, en algunos casos, ese mismo “progresar” se alcanza a costa de la explotación y miseria de otros; añadiéndose a ello, el que los que “progresamos” vamos perdiendo nuestra sensibilidad, solidaridad y humanidad por el camino. De modo que no parece que ese tan absoluta y cristalinamente positivo avance tecnológico y progreso que cantamos sirva realmente también a los más desposeídos de la tierra... y si me apuran ni a nosotros mismos.
¿O acaso ellos no forman también parte de la humanidad?
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Por otro lado, abundando en lo de ir perdiendo sensibilidad y humanismo por el camino, no parece que esto a lo que llamamos “Progreso” sirva a un verdadero, bello y justo crecimiento de la humanidad en su conjunto, que es a lo que sí podría llamarse PROGRESO, más allá del avance tecnológico que ello supusiera. De manera que mucho me temo que si la línea que marca el progreso y los avances de la ciencia, sigue igual, dentro de algunas décadas, las bolsas de pobreza serán más grandes y los grupos que disfruten del “progreso” más reducidos (aunque en números relativos da la sensación de que aumentan más), y eso sí, más ricos, más elitistas y etnocéntricos y más robóticos... Además de más ciegos y menos humanos; ya que otro de los resultados sutiles del pseudomito tecnológico es, no lo olvidemos, la sutil transformación de lo humano en robot, del pensamiento humano en pensamiento mecanicista y material.
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Cuando yo era estudiante de medicina, un profesor decía que la cirugía era el fracaso de la medicina, en el sentido de que el cuerpo humano debería ser capaz de mantenerse en unos márgenes de salud óptimos o de, al menos, recuperarla si la pierde sin la necesidad de la intervención de técnicas cruentas... Mientras él hablaba de esto, invariablemente, yo pensaba en la cantidad de seres vivos que no sólo son capaces de mantenerse sanos y de recuperar la salud si enferman, sino que son capaces de reproducir miembros y partes de su organismo si por alguna razón los pierden; véase si no a una lagartija que reproduce su cola si se la cortan; o a cualquier planta y árbol...
¿Y como siendo el ser humano, supuestamente en la escala evolutiva, algo tan superior a una lagartija y a una planta no es capaz de hacer algo así? ¡Somos tan fuertes y tan frágiles! El progreso, si fuera real, debería venir en ayuda de nuestras flaquezas y ponerse al servicio de nuestras necesidades, facilitando nuestro crecimiento esencial y expandiendo nuestras consciencias para fortalecer y afianzar nuestros vínculos con una humanidad fraterna y solidaria.
Pero hasta hoy no veo que esa sea la dirección. Y volviendo al hilo de lo que pensaba cuando escuchaba aquello de que el avance de la cirugía era en realidad el fracaso de la medicina, parece que esos seres vivos vegetales y animales que se mantienen sanos, recuperan la salud y, si es necesario, reproducen partes perdidas de su organismo sin ninguna intervención ajena a sí mismos y sin ningún avance "tecnológico"... Parece ser, decía que cuánto más se acercan a nosotros o nosotros a ellos, más desvalidos y frágiles se tornan hasta el punto de que pierden esas facultades, esa sabiduría interna, y necesitan de veterinarios, biólogos, científicos, etcétera, etcétera. Eso pensaba yo cuando escuchaba aquello... y ahora me pregunto si no será este progreso, de alguna forma y tal como se plantea, con tanto sesgo eufórico, con tanta “robotización” una forma más de aletargamiento de lo humano, del sometimiento de la humanidad y de su fracaso.
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¿Y no será que la función del verdadero ser humano de hoy es la de reflexionar de manera auténticamente humana sobre la reconducción de éste progreso de forma que pueda convertirse en un progreso real para toda la humanidad sin excepciones, más aun, para todo el planeta y la vida que lo habita y sin desigualdades?
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O el salto de consciencia de la humanidad, del que tanto se habla en este principio del milenio, va por esas sendas, o pronto no habrá ni consciencia ni humanidad, tan solo un “salto mortal”.
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LQSomos. Hannah. Julio de 2008
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(Este texto es un extracto de uno de los capítulos de mi libro “¿Dónde están las manos de mi alma?” Publicado en Blogspot el día 1 de junio de 2005, lo subí a Blogia en Noviembre del mismo año al trasladarme de servidor y lo vuelvo a editar hoy para tod@s). -
LQSomos/11/07/2008