9/12/09

BOLETÍN DEMOCRACY NOW! EN ESPAÑOL

LOS TITULARES DE HOY

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Democracy Now! - USA/09/12/2009

ESCARBANDO en LQ Somos

Aminetu Haidar: "GRACIAS"


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sahara_017_2009
Una mujer, Aminetu Haidar, se ha atrevido a quitarle la máscara al rostro de un Estado poscolonial, el español, que muestra una faz de despiadada desconsideración por los sentimientos ciudadanos, actúa incapacitado de mantener relaciones prolongadas más allá del día después de unas elecciones y manifiesta sin disimulo una despreocupación imprudente por la seguridad humana. Falsea, miente, engaña repetidamente a las gentes de bien para lucrarse sin límite, siendo, además, impotente para sentir culpa e incapacitado para acatar las reglas sociales y los límites normativos de toda conducta contraria a la vida.

Nuestro Estado democrático y derecho, los poderes hegemónicos que lo dominan, personificados en los individuos de las castas monárquica, política, económica y diplomática, están actuando como verdaderos psicópatas, con Aminetu Haidar y con “todos aquellos que la están aconsejando o que la están indicando que son ofertas insuficientes, tiene que comprender [Aminetu] que le están impidiendo de forma rápida y urgente llevar a cabo su primer objetivo, que es coger un avión e ir a El Aaiún.” (1)
Porque, según lo escuchado en las noticias de hace una semana, “el Ministro Moratinos insiste en que si Aminetu Haidar quiere salir de nuestro país tiene que aceptar una de estas tres posibilidades: que tramite su pasaporte marroquí, que acepte el estatuto de refugiada o que obtenga la nacionalidad española y solicite así el pasaporte”.

El derecho a SER SAHARAUI, señor Moratinos, no entra dentro del circuito comercial de la oferta y la demanda de pasaportes o “papeles legales” para reagruparse con los hijos en la patria que se ama, máxime cuando su territorio es el resultado de un robo impune y usted proclama ser íntimo amigo de los ladrones. Observándole en la pantalla de la televisión, pareciera, más que un ministro, cualquiera de esos personajes mafiosillos de serie B de la televisión que ofrece un servicio ‘gratuito’ de falsificación de papeles, por compasión, a una mujer desvalida.

Sin embargo, su actuación despectiva para con el pueblo saharaui, su insolente holganza para cumplir con nuestra responsabilidad como Potencia administradora del Sahara occidental que somos todavía, (compromiso mayor el suyo por detentar la cartera de Ministro de Asuntos Exteriores) y por el carácter dado a las relaciones con el reino de Marruecos, en suma, su trabajo diplomático con el mundo árabe, se asemeja más a la sonada visita que realizó el economista ultraliberal Milton Friedman y sus “Chicago Boys” en 1975 al genocida Pinochet que sumió a Chile en una de las más grandes espirales de barbarie del siglo XX.

La diferencia estriba en que el imperialismo norteamericano enfrentaba el “peligro” de la insurgencia revolucionaria en “su” patio trasero de América latina y el Caribe, mientras que nuestro Estado, aquella enana potencia colonial de la Europa que se repartió el botín de África, sólo tiene hoy que cumplir con el Derecho internacional, incluidos los humanos sin ningunear a Aminetu Haidar, y con el deber de descolonizar definitivamente la ex-colonia.

Usted y su gobierno están muy confundidos haciendo las cuentas de pérdidas y ganancias en votos que acarreará este asunto, aparentemente diplomático. Porque, al contrario de lo vertido en sus declaraciones, Aminetu es quien nos aconseja que resulta mejor morir de hambre que vivir sin dignidad, porque Aminetu es quien nos indica cómo luchar y resistir por lo que en justicia nos pertenece.

El aeropuerto de Lanzarote lo hemos convertido en una cátedra abierta al mundo donde estamos aprendiendo una lección ejemplar a través de las enseñanzas de una de las mejores maestras en derechos humanos, Aminetu Haidar, mujer de carne y huesos maltratados cuya estatura moral nos enamora y encandila. Por ella sabemos que los derechos de los pueblos se ganan en la lucha y se pierden mendigando, con ella practicamos el dar sentido propio y colectivo a la vida y a la muerte, por ella la libertad es el aire que respiramos, la justicia el pan que nos alimenta y la dignidad el agua que nos calma la sed.

Una sola mujer, Aminetu Haidar, mujer saharaui, está desafiando pacíficamente el lógico actuar de la violencia de los estados dejándose morir.

La consecuencia es que todas somos Aminetu y nos sentimos felices porque le estamos dando vuelta a la lógica del terror con la humilde valentía de quienes otorgamos al conocimiento de lo que somos un lúcido sentido, y de quienes subvertimos, a conciencia, la irracionalidad del poder establecido, no dejándonos llevar por las razones de este enajenado sistema en, uno más, de sus brutales ataques de locura.

¡Sahara vencerá! ¡Viva Aminetu Haidar!
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LQSomos. Beatriz Martínez Ramírez. Diciembre de 2009.
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* VP 2ª del Club de Amigos de la Unesco de Madrid

Madrid, 8 de diciembre de 2009
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(1) Declaraciones del Ministro de Asuntos exteriores español, LD. TV.
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Para más información sobre la causa saharaui:
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LQSomos/09/12/2009

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Rebelión/09/12/2009

inSurGente

Capitalismo y Milenarismo; un artículo de Santiago Alba Rico

”(…) Bajo el capitalismo, objetivamente hablando, la alimentación y la salud no dependen ya de una intervención divina. El capitalismo produce pobreza y muerte, pero no es ese su objetivo. El capitalismo produce riqueza, placeres y remedios, pero no es ese tampoco su objetivo. Como no puede hacer diferencias y ha desarrollado de una manera sin precedentes las fuerzas productivas –incluidas las tecnologías médicas y agrícolas- ha puesto a disposición del ser humano potencialidades que al mismo tiempo no le permite usar(…)”. "Leer más:..."

inSurGente/09/12/2009

Una Constitución de baja intensidad

Foto para la melancolía, un artículo del periodista Antonio Álvarez-Solís


"(...) Estados Unidos, Inglaterra, Francia se habían quedado sin Franco en el gobierno de la colonia del sur y necesitaban gentes que, convencidas o no, pudieran conservar la máquina del franquismo, que era la que les interesaba para su negocio. Por eso fueron barridos de toda influencia los personajes que verdaderamente pudieran enlazar épocas realmente políticas con su necesaria continuidad. Los comunistas fueron amortizados por Santiago Carrillo, los socialistas fueron destruidos en Suresnes, los liberales vivían un momento agónico y los nacionalistas se enfrentaban a la dura negación de que ya eran objeto en nombre de una secular teología política seca como una roca. Se encargó, pues, a los siete redactores del documento constitucional que hicieran un texto deshuesado, repleto de censura, poblado de ambigüedades y elásticamente manejable para evitar que el Estado fuera algo más que un vacío documento notarial -con un notario real previamente designado por el dictador- por el que se transmitía a la ciudadanía una herencia de rabassa morta. Una Constitución sin ciudadanía detrás; una Carta Magna hecha de retazos profesorales por profesores que habían sido formados en la vida muerta de una España muerta. (...)"

Foto para la melancolía
Por Antonio Álvarez-Solís

La noticia de la muerte de Jordi Solé Tura ha sido acompañada en varios periódicos de la ya clásica foto de época en la que aparecen reunidos los llamados «padres de la Constitución», que eran siete si no me falla el recuerdo, ya que tiendo a olvidar estos trances como si la memoria me los negara. Pero a pesar de tal propósito de olvido, debe vivir en mí dramáticamente el suceso, ya que no he podido evitar nunca una serie de turbaciones cuando este tipo de rememoraciones violentan mi habitual serenidad de anciano. Durante todos estos años sigo preguntándome quiénes eran en su profundidad aquellos caballeros que redactaron la Carta Magna y qué emociones bullían posiblemente en su espíritu.

Franco acababa de morir y había dejado exhausta la política española. No hablo de que hubiera un sucesor o no lo hubiera realmente. El muñeco siempre está ahí. Digo exactamente que Franco acababa de morir dejando inane la política, porque el daño más profundo que las dictaduras producen en un país es la eliminación de la mecánica política como motor creador utilizado por la colectividad. Las dictaduras producen únicamente robots políticos. En suma, Franco nos había privado de la capacidad de hacer política. España estaba muerta tras los años revitalizadores de la II República. Aquellos siete caballeros no eran, por tanto, eslabones de una cadena viva que tuviera continuidad. De un modo abrupto se encontraban sin tradición inmediata de libertad; no estaban entrenados en ella y no podían producirla. Procedían de un muerto todavía vivo y eran vivos absolutamente muertos. La libertad hay que heredarla palpitante para ejercerla cuando llega el momento decisivo de un cambio ¡Qué difícil es lograr que un motor herrumbroso rompa de súbito a funcionar! Aquellos siete ciudadanos, unidos por el único afán de dar un masaje cardiaco a la ciudadanía amojamada, poseían una ideología teórica y contaminada de servidumbre; tenían ante todo miedo a la calle. Eran huérfanos dejados por el general que había cortado con hacha de verdugo la posible historia de España, por otra parte tan triste siempre e insuficiente de sustancia. Hicieron, pues, los siete de la fama, una Constitución absolutamente inventada en un panorama pobre de ideas donde entre otros temores imperaba el miedo a sí mismos. Un miedo que trataban de derivar retóricamente hacia posibilidades lúgubres, como era la posibilidad de la intervención militar. No sabían qué hacer ni con ellos mismos ni con cuarenta millones de ciudadanos aún no liberados tampoco de su larga anestesia. Nadie les dijo, ni ellos quisieron saberlo, que la intervención militar era imposible, porque no la querían las grandes potencias ni sus gobernantes reales, los poderes fácticos verdaderos, como son los económicos.

Estados Unidos, Inglaterra, Francia se habían quedado sin Franco en el gobierno de la colonia del sur y necesitaban gentes que, convencidas o no, pudieran conservar la máquina del franquismo, que era la que les interesaba para su negocio. Por eso fueron barridos de toda influencia los personajes que verdaderamente pudieran enlazar épocas realmente políticas con su necesaria continuidad. Los comunistas fueron amortizados por Santiago Carrillo, los socialistas fueron destruidos en Suresnes, los liberales vivían un momento agónico y los nacionalistas se enfrentaban a la dura negación de que ya eran objeto en nombre de una secular teología política seca como una roca. Se encargó, pues, a los siete redactores del documento constitucional que hicieran un texto deshuesado, repleto de censura, poblado de ambigüedades y elásticamente manejable para evitar que el Estado fuera algo más que un vacío documento notarial -con un notario real previamente designado por el dictador- por el que se transmitía a la ciudadanía una herencia de rabassa morta. Una Constitución sin ciudadanía detrás; una Carta Magna hecha de retazos profesorales por profesores que habían sido formados en la vida muerta de una España muerta.

La ausencia de políticos aunténticamente tales en el Estado español era evidente en aquella época en que siete caballeros, sin otro vínculo que sobrevivir al margen de la calle, se sentaron a pensar frágilmente una Constitución que no enterrara a Franco en la fosa común de la historia para liberarse de su fantasma. Recuerdo cómo en poco tiempo desaparecieron de la vida social activa los que podrían reponer la historia perdida e inyectarla en la situación nueva. Se dijo que su edad no podía decir nada útil a la juventud, que sus rencores prolongarían la guerra civil, que su formación ideológica resultaba incompatible con los nuevos tiempos, que en muchos casos su ausencia de España les había dejado exangües de caudal político. Como a los guerrilleros condenados al fin por sus propios dirigentes desde el exterior, los políticos que hubieran aportado una visión repleta de sugestiones fueron sacrificados prácticamente en silencio y los ciudadanos que se sentaban en platea para contemplar el nuevo espectáculo resultaron condenados a ver el nuevo Nodo ideado por el Régimen, escrito así, con mayúscula. Siete caballeros que no habían trabajado en un pueblo real, con libertad real y con democracia aleccionadora. Cada cual traía un librillo con instrucciones para el paso corto. Y para evitar la poderosa decisión política que creara un mundo real y nuevo, echaron mano de figuras verbales engañosas como la pretendida prudencia, la necesidad de alumbrar un futuro moderno y la voluntad de anclar la transición en la seguridad. Eran siete caballeros que hablaban, inmóviles en su pensamiento de baja intensidad, de sables que no hubieran salido nunca a la calle porque habrían tenido que desfilar frente a la embajada americana o la cancillería inglesa. Y ya no era el momento. Había que inventar un remedo de democracia. La Unión Soviética estaba viva y su propuesta de acabar con la situación española había sido triturada ya por el Sr. Churchill, que protegía, como dijo el premier inglés en una sesión parlamentaria, a su «hijo de puta español». Cuando Franco murió los siete caballeros se encontraron entre las manos con unos mimbres con los que no sabían hacer un cesto capaz de contener una democracia cierta.

Y ocurrió lo que tenía que ocurrir dada la baja calidad de las materias ideológicas con que se amasó la Constitución. El gran papel no sólo envolvió un Estado profundamente franquista, reflejo del creciente fascismo internacional, sino que sirvió de muro vertical y horizontal para impedir que las masas pudieran hacerse cargo de sí mismas en el seno de una auténtica democracia. La ciudadanía española retrocedió a épocas de poderes con mentalidad rural y caciquil, con lo que el daño para la libertad fue profundo. Franco no sólo ató a España con sus leyes medievales, sino que cancerizó las conciencias para dejarlas sólo aptas para la contemplación de la política hecha en el seno impenetrable de las capas dirigentes. Una vez más la España dormida en sí misma volvió a ser la única España posible.

No puedo evitar esta serie de consideraciones, que ut supra dejo expuestas, cuando vuelvo a contemplar la foto, ya girada en bistre, de los siete caballeros que fueron los padres de la Constitución de 1978. Para el Sr. Solé Tura mi recuerdo de transeúnte generacional. Ante todo, mi respeto ante su muerte. Pero dicho esto, me pregunto si todo lo que nos está pasando, desde la incapacidad para entender nada de la realidad hasta la repetición de viejas violencias institucionales, no constituirá el pie verdadero de esa foto que ya no dice nada a los jóvenes porque jamás dijo nada a los espíritus que esperaban otro país y otra libertad.
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inSurGente/09/12/2009

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