EL AÑO HISTÓRICO DE 1968 (PARTE 10ª)
Diez acontecimientos que cambiaron el mundo
(…y Parte X)
Ricardo Ribera 26-03-2007/El Faro
cartas@elfaro.net
10.- Las redes de computadoras y la conquista de la luna
Los historiadores han señalado 1968 como el año en que empezó a operar la interconexión de ordenadores puestos en red. Inicialmente se trató de un proyecto secreto del Pentágono. Conectar las computadoras de las distintas unidades militares en el territorio de Estados Unidos iba a permitir la comunicación más segura y prácticamente instantánea entre ellas. Lo decisivo para los intereses militares, no obstante, estaba en el concepto mismo de una red: ésta carece de un centro definido y la comunicación puede establecerse sin él. En el ambiente de guerra fría esta característica era esencial: en caso de un ataque las fuerzas armadas tendrían capacidad de coordinación y de respuesta aun si la sede del alto mando fuese destruida en el primer golpe. Como ha pasado en otros momentos de la historia moderna de la ciencia y de la técnica, era la investigación con objetivos militares la que conseguía avances que serían después de gran importancia para usos civiles. Los altos presupuestos para investigación y experimentación de que disponen los Ministerios de Defensa hacen a menudo la diferencia.
Un tiempo después el Pentágono accedió transferir a un grupo de universidades esa tecnología, lo que permitió la interconexión de las bibliotecas universitarias así como el desarrollo en red de algunos proyectos de investigación académica. Era sólo cuestión de tiempo el diseño del lenguaje "html" y el surgimiento de la red mundial de redes o "www", más conocida como la internet. Pronto habría millones de computadoras en el mundo conectadas entre sí, intercambiando todo tipo de información. Significaría una revolución mundial no sólo por la comunicación entre personas particulares, sino sobre todo por las posibilidades que se abrían para las empresas. Se estaba verificando lo que un japonés bautizó en los años sesenta como "la sociedad de la información". Las grandes empresas usarán la revolución informática para fragmentar su producción en distintos países, coordinando el conjunto de operaciones desde un centro virtual, el cual puede estar en cualquier punto del mundo. Las transferencias electrónicas van a permitir una movilidad instantánea de capitales, para inversión o para especulación, lo cual es una de las bases del proceso actual de globalización capitalista. El arranque de esta intensificación de la mundialización de la economía, llamada globalización, que ha cambiado la vida en el mundo, hay que situarlo en estas primeras experiencias de redes entre computadoras.
La tecnología de internet está muy ligada a otro avance tecnológico; el de los satélites de comunicación. Paralelamente y en conexión con el desarrollo de la informática era la exploración del espacio otra prioridad militar, esta vez por medio de la NASA. Las dos superpotencias competían también en ese terreno, en lo que se dio en llamar "la carrera espacial". Los soviéticos llevaban ventaja: habían sido los primeros en poner a un satélite en órbita terrestre (el Sputnik), también en enviar a un ser vivo al espacio y hacerlo regresar (la perrita Laika) así como el primer ser humano, de ida y regreso (el astronauta Gagarin). Ahora los norteamericanos compensaban su atraso con un golpe de efecto espectacular: ¡ser los primeros en colocar un hombre en la luna! Los rusos tratarían de restar importancia al hecho y se centraron en conseguir ser los primeros en situar una estación permanente en el espacio, con largos períodos de permanencia para los astronautas. Pero no pudieron evitar el impacto propagandístico logrado por Estados Unidos, que trasmitió por televisión las imágenes del astronauta Armstrong al momento de descender la escalerilla de su nave y posar su pie en la luna.
Se ha dudado del hecho y se ha especulado si se trató de un montaje producido por la industria cinematográfica. Incluso la famosa frase pronunciada por Armstrong - "es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad"- más parecía sacada de un guión de Hollywood: demasiado perfecta para ser real. Incluso algún que otro escéptico ha señalado que en las imágenes se puede ver ondear la bandera norteamericana, lo que fuera imposible en la luna pues el satélite carece de atmósfera. Independiente de esta polémica, lo cierto es que si Estados Unidos no lo había logrado en esa fecha, estaba muy próximo a hacerlo y en los años siguientes obtendría otros éxitos aún más importantes para la carrera espacial. La conquista de la luna se había convertido para el imaginario colectivo en símbolo de la ilimitada capacidad humana y expandió un gran optimismo en el poder del conocimiento científico y de la tecnología.
En las décadas siguientes la superpotencia estadounidense superaría claramente a su rival soviético en la carrera espacial, no tanto en cuanto exploración del espacio, como en su capacidad de desarrollar nuevos sistemas de armas, ofensivas y defensivas, a modo de un escudo protector. La ventaja norteamericana no estaba tanto en un mejor nivel de sus científicos e ingenieros, como en su capacidad de financiar los montos astronómicos de tal proyecto. La Unión Soviética se arruinó en su empeño de seguir los pasos de su rival en esta doble carrera: la armamentista y la espacial. La conquista de la luna por Estados Unidos era un pequeño paso, en realidad, en comparación con el gran salto que significaría el proyecto del escudo antimisiles o "star wars" que lanzó la administración Reagan y que precipitó la ruina soviética. Primeros pasos los de 1968 para constituir a Estados Unidos en la única e indiscutida hiperpotencia militar del planeta, tal como lo ha llegado a ser hoy en día.
A modo de conclusión
Para concluir, una cita obligada, la del historiador y agudo analista Eric Hobsbawm: "En 1968-1969 una ola de rebelión sacudió a los tres mundos o grandes partes de ellos, encabezada esencialmente por la nueva fuerza social de los estudiantes cuyo número se contaba, ahora, por cientos de miles incluso en los países occidentales de tamaño medio, y que pronto se convertirían en millones." Hobsbawm utiliza conscientemente la palabra "rebelión". Considera que ya no estaba en el orden del día la "revolución mundial" como la había entendido la generación de 1917 (la de la revolución rusa); "nadie esperaba ya una revolución social en el mundo occidental". Y constata: "el futuro de la revolución estaba en las zonas campesinas del tercer mundo" pero, "incluso donde la revolución era una realidad o una posibilidad, ¿seguía siendo universal?" De tal modo, el historiador británico tiende a considerar 1968 más como una página que se cierra, que como una que se abre. "La revuelta estudiantil de fines de los sesenta fue el último estertor de la revolución en el viejo mundo."
Sin embargo, desde la perspectiva de los otros dos mundos, el socialista y el de los países periféricos, la época aparece preñada de revolución, en el sentido de cambios y transformaciones profundas. Por esto aquí se ha elegido un subtítulo con referencias indirectas a la revolución de 1917, pues recuerda el título del famoso reportaje de John Reed sobre la insurrección de octubre: "Diez días que estremecieron al mundo". Para el caso de 1968 se ha convertido en "Diez acontecimientos que cambiaron el mundo". En una visión seguramente menos eurocéntrica que la de Hobsbawm.
Aquí se ha adoptado tal vez una perspectiva más amplia, incorporando otros hechos significativos acaecidos en dicha coyuntura, lo que permite vislumbrar también ciertos procesos que más bien estaban arrancando su despliegue en 1968. Se ha tratado de mostrar asimismo el aspecto ideológico y cultural que refleja la época y que expande su influencia en los lustros siguientes. Muy distinta a la que predominará veinte años más tarde. Era aquella generación que pintaba en los muros "yankis go home", muy diferente a la que a mediados de los ochenta añadirá sarcástica: "…y, ¡llévennos con ustedes!" Una época cargada tal vez de mucha utopía y también, sin duda, de poesía. La que inspiraba a los jóvenes de los sesenta, como el que escribió en una pared del Barrio Latino de París: "Bajo los adoquines está la playa". En nuestra época, la de "otro mundo es posible", hay seguramente necesidad de conocer y apreciar esos tiempos anteriores cuando se pensó con ilusión, pero ilusoriamente, que todo iba a ser posible. Años en que pareció factible el asalto del cielo: que se podría traer el cielo a la tierra y así hacerla habitable. La realidad ha mostrado con terquedad dónde queda el horizonte de lo posible, hoy por hoy; pero también muestra día a día que tenemos los pies sobre el terreno de lo insostenible. Y que habrá que saltar a lo imposible. Algo del espíritu del 68 está haciendo falta para superar esa contradicción.
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