La actualidad del que se vayan todos. Los fantasmas de Kirchner
El presidente Kirchner junto al vicepresidente Daniel Scioli, el ministro del Interior Aníbal Fernández y el secretario Legal y Técnico Carlos Zannini.
Foto:Presidencia de la Nación
Daniel Cadabón (especial para ARGENPRESS.info)
“¿Y si el paro continúa?
Es necesario bueno tener paciencia y no apurarse como le
pasó a Sobisch.”
Presidente Kirchner
(Citado por Clarín; editorial domingo 22 de abril)
En menos de dos horas de convocatoria, mediante mensajes de texto y el boca a boca, la provincia de Santa Cruz sacudió el tablero nacional. Más de 4000 personas se movilizaron hasta la carpa que los docentes santacruceños instalaron en la ciudad de Río Gallegos. Está dicho, pero nunca está de más repetirlo: una movilización de 4000 personas en la ciudad del presidente tiene características masivas y políticamente catastróficas para el poder provincial, sobre todo, si la consigna que núcleo a tantas voluntades es “que se vayan todos”.
El periodista del diario “Clarín”, cayó en cuenta de que las declaraciones de Kirchner, referidas a su provincia tienen un valor político insustituible y por eso las publicó; pero, periodista experimentado en cuestiones de estado y en la engañifa permanente a sus lectores, prefirió no realizar una repregunta que, frente a un gobierno que se considera a si mismo como el máximo representante de los derechos humanos, caería de madura. ¿El fusilamiento del profesor Carlos Fuentealba fue una cuestión “de apuro”?
Las declaraciones del presidente Kirchner, no dejan lugar a la duda; entre él y Jorge Sobisch -mal que les pese a los “organismos” y la trasnochada burocracia de Ctera- las diferencias sobre las políticas represivas no son de tipo, son apenas, diferencias de grado; de oportunidad. En este sentido, debemos reconocerle al pingüino patagónico una mayor capacidad para la observación de las oportunidades, que al asesino neuquino.
Sobisch, desbordado por su concepción antiobrera, ordenó la masacre sin tener en cuenta las consecuencias nacionales de lo que significó que su esbirro apretara el gatillo. Su política represiva es de larga data y está(ba) convencido de que la utilización del cadáver de un luchador docente, le permitiría avanzar en su alicaída campaña electoral como el representante de la mano dura, conquistando el saludo de algunos turistas urgidos por llegar y del conjunto de los “halcones” burgueses, que hoy más que nunca, se aferran al único axioma cívico que el capitalismo reserva a los explotados: “tus derechos a luchar por el salario, terminan donde empiezan los míos a negártelo”.
Decimos diferencia de grado en política represiva. Pero, a no equivocarse, esta diferencia tampoco la encontramos (como parecen hacerlo los Yasky y Bonafini) entre la militancia peronista de un Kirchner y la movimientista provincial de un partido reaccionario como el de Sobisch; porque de ser así como se explicarían los asesinatos de Kosteky y Santillán bajo el gobierno re-peronista de Eduardo Duhalde.
Las diferencias son sólo temporales; sencillamente es una cuestión de oportunismo.
Así y todo, pese a la envergadura de los conflictos docentes y su impronta nacional, los fantasmas que acosan a los inquilinos de la Rosada no se resuelven solamente en Santa cruz y Neuquén.
La virtud que tienen los conflictos docentes, es la de haber colocado un factor de crisis en una herramienta fundamental, con la que el kirchnerismo cuenta para desplegar todo su dispositivo de cooptación de voluntades entre los sectores que se “autodenominan” del progresismo prudente y antiutópico.
La caída en desgracia de Yasky, nivel nacional, y de la celeste docente (Baradel) a nivel provincial, es un costo altísimo para el gobierno, sobre todo, teniendo en cuenta que nos encontramos en medio de un proceso de crisis económico-inflacionaria que, aunque sus escribas se nieguen a reconocerlo, hace previsibles nuevas luchas salariales antes de las elecciones de octubre, para las cuales una burocracia saludable es insustituible a la hora de ponerles un freno.
Hasta acá, pareciera que las crisis sindicales y sociales sólo tocaban de costado al kirchnerismo, el cual, prefiere presentarse solidamente instalado mientras los índices económicos simulan que el barco navega con en viento la popa. Sin embargo, pocos parecen percatarse que los acuerdos salariales-electorales del mes febrero, resueltos entre las burocracias docentes y el candidato Filmus, han naufragado estrepitosamente.
Cabe recordar, que estos acuerdos tenían un doble objetivo: uno, evitar, justamente, la coyuntura actual; el aumento del sueldo mínimo docente a 1040 pesos, buscaba, que este año electoral comenzara sin conflictos; mostrando, de paso, al ministro Filmus como un candidato con inquietudes sociales, dispuesto a mejorar la situación de catástrofe educativa, reparando la histórica situación de atraso salarial de los maestros. Sin duda, que tanto el primero, como el segundo de estos objetivos fracasó, y que las direcciones nacionales de la Ctera, así como, las provinciales del Suteba, tiene que afrontar un fuerte desprestigio social, que transciende a los trabajadores del magisterio.
El kirchnerismo ha dilapidado, en apenas unos meses, lo que a la centroizquierda burocrática le ha llevado años construir: LA IMAGEN, de que hay una alternativa posible, dentro del régimen económico actual, para que una dirección sindical oficialista “crítica” negocie pacíficamente una distribución más justa de la riqueza.
Los discursos yaskystas, tan comunes, sobre la lucha por la justicia social y la distribución equitativa de la riqueza, han chocado frontalmente con las aspiraciones de las bases docentes. En su complicidad pasiva, los campeones de la distribución de la riqueza le han demostrado a los trabajadores de la educación, en medio de un cuadro de rebelión docente, que recorre, y recorrerá el país, donde están sus intereses. Es en este marco, que los trabajadores de la educación de Neuquén y de Santa Cruz ya no le piden “huevos, huevos; huevos”, al Hugo, sino que renuncie como secretario general al gremio de los docentes nacionales.
El otro Hugo, Moyano, pudo darle con un gusto al presidente. El jueves 19 de abril cargó a su aparato arriba de camiones, que las empresas propietarias cedieron gentilmente, para que un baño de gente le agradezca “al presidente su disposición a favor de los trabajadores”.
El cierre de las negociaciones colectivas (paritarias) con la burocracia de los gordos arrojó incrementos salariales que apenas rozan un 16 % promedio, y esto en medio de una escalada inflacionaria que afecta, fundamentalmente, a los productos de primera necesidad. Todo este acuerdo, que es pan para hoy y hambre para mañana, no soluciona los graves problemas laborales por los que atraviesa casi el 50% de los trabajadores argentinos que se encuentran sub-ocupados o trabajando en negro y con salarios, apenas por encima de la canasta de indigencia. Es el propio secretario general de la CGT, quien reconoce lo explosivo de esta situación cuando declara: “Se, que ahora van a venir los mismos de siempre a discutir sobre la “insuficiencia” de los montos logrados”.
En realidad, no es necesario que venga nadie a desmentir al empresario Moyano
Son los propios medios oficialistas, los que manifiestan que el crecimiento del producido industrial no se ve correlacionado con una ampliación de la mano de obra fabril. Este fenómeno nac & pop, tan “sui generis”, que es recibido con profundo beneplácito por todas las cámaras empresariales del país, tiene una explicación simple. Hoy, el trabajador industrial produce el fuerte aumento del PBI a puro sudor y sangre. El incremento de la producción industrial se basa, exclusivamente, en la superexplotación del trabajo obrero. Con lo cual, queda por analizar el verdadero significado, que este 16 % de mejora salarial anual, representa en los costos empresariales y cuanto en el aumento de la tasa de ganancia que toman las patronales; antes de salir a festejar y agradecer el acuerdo que los sindicalistas acaban de firmar en paritarias con el ministro Tomada
Aquellos, que se apresuran a definir la política salarial del kirchnerismo como una tendencia, aun insuficiente, pero tendencia al fin, que va en dirección de una distribución más justa de la riqueza, les quedará por explicar a la sociedad en general y a los trabajadores en particular, la supuesta situación paradójica, de que, con cada aumento salarial anunciado, la brecha entre ricos y pobres no hace más que crecer.
Los fantasmas del presidente Kirchner no terminan acá. Queda por ver, si la tan mediáticamente explotada solidez económica es tal, y si con esto alcanza para acallar los gritos, que desde el sur, vuelven a cobrar actualidad después de diciembre de 2001.
ARGENPRESS.info/23/04/2007
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