POR QUÉ HAY QUE EXIGIR A BATASUNA UNA CONDENA EXPLICITA DE LA VIOLENCIA
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CARLOS CARNICERO
El zumbido
¿Por qué no quiere Batasuna condenar la violencia de ETA? La respuesta es sencilla pero múltiple. En primer lugar, porque no quiere dar por perdida la legitimidad histórica del uso de la violencia de ETA. Esa pretensión, ese bagaje doctrinario y político que sería vigente en el tiempo por la ausencia de un acto de repudio del terrorismo, le sería de gran utilidad en un futuro aparentemente normalizado de Euzkadi, porque estaría construido sobre la ensoñación de que la violencia de ETA no solo fue una respuesta adecuada a la represión del Estado Español sino que además fue imprescindible para lograr los objetivos políticos que sin duda se atribuirían.
En segundo lugar, ETA se resiste a ceder el mando y permanece atenta a cualquier síntoma de cansancio de la sociedad española por la existencia del terrorismo. Que ETA esté presente, incluso aunque no actúe, es una forma de coacción que manifiesta que puede volver y por eso nunca explicitará el más mínimo arrepentimiento.
El paralelismo que se pretende establecer con el modelo británico utilizado en Irlanda para lograr la pacificación está resultando demoledor para la política española. Irlanda fue tierra sistemáticamente conquistada por el invasor inglés hasta el punto de que la partición del país fue la solución provisional a un problema que tenía en su raíz la ilegitimidad de la pretensión británica de colonizar la isla.
Euzkadi nunca fue tierra conquistada por un estado invasor y sus complejas situaciones históricas son comunes a las de otras regiones de España que padecieron las convulsiones del siglo XIX, la guerra civil y la dictadura franquista igual que el País Vasco. Lo primero que hizo la transición española fue atender a la construcción de un Estado en el que las reivindicaciones autonómicas fueran reconocidas con una profundidad que no tiene precedentes ni en los estados federales. El Estatuto de Gernika es la manifestación jurídica de esa consolidación democrática y se elaboró desde el consenso general de que tenía que significar la verdadera normalización de la vida política en el País Vasco. Quienes entonces se quedaron al margen de ese gran acuerdo naturalmente no lo quieren reconocer y pretenden que no significó nada.
Es muy posible que Irlanda del Norte no llegue nunca al estadio de Euzkadi en el desarrollo de su Autonomía. ETA se empecina en hablar de un proceso de normalización pendiente porque considera que lo que hay no vale nada. De esa manera, partir de desde cero le permite pedir sin límites. Quien acepta la dialéctica desde la comparación de las dos situaciones no se da cuenta de que esa es precisamente la raíz de la pretensión de ETA y Batasuna: la profunda autonomía vasca no vale para ellos nada y la equiparan al punto de partida irlandés.
La firmeza del Gobierno en el proceso que ha emprendido Batasuna para burlar la ley de partidos es una magnífica noticia que traerá, probablemente, una reactivación del terrorismo de ETA como contrapartida negativa. Tenemos que estar preparados para esa eventualidad. Este habrá sido un episodio más en la trayectoria de todos los gobiernos democráticos para tratar de acortar el final del terrorismo. Pero convendría que extrajéramos lecciones para el futuro de este y otros gobiernos.
Solo la derrota y la rendición de ETA desde un reconocimiento explícito por su parte de la ilegitimidad del uso de la violencia puede cerrar un episodio siniestro de la historia de España desde unos parámetros que no tenga consecuencias políticas para el futuro. No nos podemos permitir el precedente en términos históricos de que el terrorismo fue al menos tan rentable que los que lo practicaron ni siquiera tuvieron que condenarlo para lograr su reinserción. Si cometiéramos esa torpeza dejaríamos abiertas las puertas para una reaparición del terrorismo en el momento en el que los herederos de Batasuna y ETA consideraran que el marco alcanzado se les hubiera quedado pequeño.
La condena explícita y concreta de la violencia por parte de Batasuna no solo es condición que exige la ley. Debiera ser además de eso el punto de partida de todos los demócratas para poder sentarse a la mesa con quienes han utilizado o apoyado el terrorismo sabiendo que nunca podrán invocar ni su rentabilidad ni su legitimidad.
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