Comentario internacional de Enrique Vázquez: "Londres y los demás"
Madrid-De Gaulle tenía razón: el Reino Unido nunca tuvo genuino interés en construir una Europa política y/o militar, estaba al margen de lo que fue su esencia (la reconciliación franco-alemana) y se atenía a lo que es estructuralmente su política exterior: torpedear toda posibilidad de que en el continente emerja una gran potencia o una alianza de potencias. Quien quiera los detalles sobre lo último puede ver el manual de un tal Henry Kissinger -“Diplomacia” se titula, un poco sosamente–, gran teorizador de la ‘realpolitik’. La Francia del general De Gaulle pudo, en esa certeza, permitirse bloquear durante años la entrada en el proyecto fundacional europeo de Gran Bretaña, percibida como un agente mucho más volcado en la relación con los Estados Unidos y en su hecho insular que en el progreso de la Europa política. La novedad, y la ventaja, de la gran cumbre que la UE abrió ayer en Bruselas buscando la reanudación de su camino institucional es que todo esto se dice súbitamente en los periódicos, hay una inesperada desenvoltura a la hora de juzgar el papel de Tony Blair, conforme por lo demás al criterio de su gobierno, de la mayoría del pueblo británico y de casi toda la prensa, nacionalista y siempre crítica con lo de Bruselas. Lo último es la negativa frontal, educadamente expresada, a que aparezca un ministro europeo de Exteriores, contemplado en el tratado constitucional que se trata de reducir y acomodar, no de dinamitar. Londres ha dejado claro que no permitirá tal cosa porque no aceptará la menor disminución de poder de su centenario ‘Foreign Office’. Que personas como Durao Barroso o Javier Solana estén alarmados sobre el particular ahorra comentarios. El sucesor de Blair la semana próxima, Gordon Brown, es aún más ‘euroescéptico’ que Blair y estará encantado si Blair, que le ha hecho esperar más de la cuenta en el umbral del poder, le deja hecho todo el trabajo sucio: el Reino Unido nunca aceptará el euro, nunca cederá competencia alguna en Interior o Justicia, nunca aceptará la menor minusvaloración de su legislación frente a la (eventual) de Europa… y, en cambio, siempre se las arreglará para tener un buen pie en Bruselas y otro, y su corazón, en Washington. Un programa crecientemente incompatible con la UE…
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Colpisa/NACIONAL/22/06/2007
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