Argentina: Cine nacional: con mirada global
El productor Luis Alberto Scalella fue elegido vicepresidente de una entidad internacional
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Luis Alberto Scalella es un empresario de cine con los pies sobre la tierra.
Luis Alberto Scalella es un empresario de cine con los pies sobre la tierra.
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Cuentan que en 1996, Juan Bautista Stagnaro le alcanzó un video -"un telefilm", le dijo-, que había filmado su hijo Bruno, a cuatro manos con Israel Adrián Caetano. Lo vio, se entusiasmó y, para sorpresa del director para el que estaba por producir La furia , le dijo que después de pulirle algunas aristas y pasarlo de soporte digital a fílmico, podía distribuirlo. El director de Casas de fuego se quedó sin palabras. Aquella película era Pizza, birra, faso , la obra que muchos dicen que dio nacimiento al nuevo cine argentino. "Hizo 120.000 personas porque era buena", reconoce.
Ese mismo hombre, que puede discernir qué es arte, industria o ambas cosas a la vez, es el mismo que produce éxitos populares, masivos como pocos, desde Papá se volvió loco y Bañeros 3: todopoderosos , hasta Incorregibles , la comedia de acción con Guillermo Francella y Dady Brieva, que iniciará su carrera comercial el próximo jueves y aspira a convertirse en el primer título argentino de 2007 en superar el millón de espectadores.
Tras una brillante carrera como distribuidor, Scalella es, desde principios de la década del 90, protagonista del rescate de la pionera Argentina Sono Film, de la que ahora es presidente. Perteneciente a una saga de gente de cine (su padre fue un exitoso distribuidor y él mismo siguió sus pasos), junto a Carlos Luis Mentasti (ahora, al mando de Telefé Cine) viene respaldando numerosos éxitos -de todo tipo- del último cine nacional. Ahora, lejos de la calle Lavalle, instalado en sus nuevas oficinas del edificio que hasta hace poco fue de un laboratorio de productos medicinales en el barrio de Núñez (donde en 2008, en coincidencia con el 75° aniversario de Sono piensa inaugura un set de 600 metros cuadrados para el rodaje de sus películas), Scalella estudia los pasos para dar como flamante vicepresidente primero de la Federación Internacional de Asociaciones de Productores de Films (Fiapf), con sede en París, que encabeza el español Andrés Vicente Gómez.
La entidad coordina la actividad de 26 asociaciones de productores de 23 países en cuatro continentes, se ocupa de la discusión de temas relacionados con la propiedad intelectual y la piratería, políticas mediáticas e impositivas, el impacto de la globalización y las tecnologías digitales, regula la organización de muchos de los festivales internacionales, entre ellos una docena de categoría "A", como Berlín, Cannes, Venecia, San Sebastián y Mar del Plata. Con ese nuevo papel en el board directivo de la entidad, en la que también participa como delegado en la asamblea su colega Pablo Bossi (de Pampa Films), Scalella habló con LA NACION acerca del momento que vive el cine nacional, de lo que todavía queda por recorrer y del lugar que aspira a ocupar la Argentina como país productor de cine.
Scalella dixit
-¿Qué sentiste cuando fuiste elegido para este cargo?
-Preocupación. Mientras en mi país la gente ve poco cine propio, en Francia el público tiene un 45% de participación en la producción local. Cuando cada uno comenzó a exponer su caso en particular se me ocurrió una broma irónica: "¿Les contesto con Bañeros y El ratón Pérez , o sin los Bañeros y El ratón Pérez ?". Si saco esas películas, y alguna más que funcionó bien, el porcentaje que me da es impresentable. Hay un problema: lo que tenemos que hacer es aumentar la participación del público argentino haciendo cine plural. Que haya de todo, como en un menú: no puede ser que haya una sola propuesta de casi todos los grupos y muchas nada más que de uno.
-¿Por qué creés que se da este choque entre arte e industria?
-No lo sé. La participación que reclama el cine de autor argentino debería ser dirigida a que no le ocupe espacio el cine extranjero, no el argentino comercial que ayuda a que más gente vea cine argentino y los promedios no sean tan bajos. Por suerte, en la Asociación General de Productores, en el último año y medio, hemos encontrado puntos en común y tiramos para el mismo lado. Se está dando un diálogo muy importante: todos entendemos que hay que sostener al cine argentino y su ley de cine. Tanto antes con Jorge Coscia como ahora con Jorge Alvarez, desde el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales nos sentimos muy apoyados. Todo el cine, no uno en desmedro del otro: lo sentimos todos los sectores.
-¿Por qué creés que la elección recayó en la Argentina?
-Es una respuesta a la trascendencia del cine argentino, a su capacidad de producción y a la importante labor que ha realizado el Incaa en cuanto al conocimiento del cine argentino en el extranjero, a la relación con las cinematografías de otros países, la española, la italiana, con la India y China. Es un punto intermedio entre lo que es el cine norteamericano de las majors , que también está en la Fiapf, y el europeo. No es que están reconociendo únicamente el último cine argentino, sino una historia, que viene de los tiempos de Luis Sandrini y Mirtha Legrand, Amadori y Torre Nilsson hasta La historia oficial y El hijo de la novia : no hay tantos países con tantas películas trascendentes. La Fiapf necesitaba un representante de la industria cinematográfica argentina y a Alvarez le pareció que yo podía ocupar ese papel. Fui década y media distribuidor de la Fox, la gente de la Motion Pictures Association of America me conoce bien, mi padre fue el introductor más importante del cine italiano en toda América latina
-¿Muchos temas por discutir?
-Los que están definidos en la misión de la Fiapf y otros que se van agregando. Por ejemplo, revaluar la cinematografía latinoamericana en el seno de la Fiapf, discutir acuerdos bilaterales, definir la difusión de material independiente en las plataformas digitales on demand , estudiar la evolución de los mercados locales. Me parece que esta decisión sirve para el país. Me propongo escuchar, participar, defender con buenas armas al cine nacional frente al mundo. Que un argentino esté en la Fiapf es un reconocimiento al cine nacional, a todos los realizadores que lo hacen y reciben premios, hace más de un siglo.
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Por Claudio D. Minghetti
De la Redacción de LA NACION
Ese mismo hombre, que puede discernir qué es arte, industria o ambas cosas a la vez, es el mismo que produce éxitos populares, masivos como pocos, desde Papá se volvió loco y Bañeros 3: todopoderosos , hasta Incorregibles , la comedia de acción con Guillermo Francella y Dady Brieva, que iniciará su carrera comercial el próximo jueves y aspira a convertirse en el primer título argentino de 2007 en superar el millón de espectadores.
Tras una brillante carrera como distribuidor, Scalella es, desde principios de la década del 90, protagonista del rescate de la pionera Argentina Sono Film, de la que ahora es presidente. Perteneciente a una saga de gente de cine (su padre fue un exitoso distribuidor y él mismo siguió sus pasos), junto a Carlos Luis Mentasti (ahora, al mando de Telefé Cine) viene respaldando numerosos éxitos -de todo tipo- del último cine nacional. Ahora, lejos de la calle Lavalle, instalado en sus nuevas oficinas del edificio que hasta hace poco fue de un laboratorio de productos medicinales en el barrio de Núñez (donde en 2008, en coincidencia con el 75° aniversario de Sono piensa inaugura un set de 600 metros cuadrados para el rodaje de sus películas), Scalella estudia los pasos para dar como flamante vicepresidente primero de la Federación Internacional de Asociaciones de Productores de Films (Fiapf), con sede en París, que encabeza el español Andrés Vicente Gómez.
La entidad coordina la actividad de 26 asociaciones de productores de 23 países en cuatro continentes, se ocupa de la discusión de temas relacionados con la propiedad intelectual y la piratería, políticas mediáticas e impositivas, el impacto de la globalización y las tecnologías digitales, regula la organización de muchos de los festivales internacionales, entre ellos una docena de categoría "A", como Berlín, Cannes, Venecia, San Sebastián y Mar del Plata. Con ese nuevo papel en el board directivo de la entidad, en la que también participa como delegado en la asamblea su colega Pablo Bossi (de Pampa Films), Scalella habló con LA NACION acerca del momento que vive el cine nacional, de lo que todavía queda por recorrer y del lugar que aspira a ocupar la Argentina como país productor de cine.
Scalella dixit
-¿Qué sentiste cuando fuiste elegido para este cargo?
-Preocupación. Mientras en mi país la gente ve poco cine propio, en Francia el público tiene un 45% de participación en la producción local. Cuando cada uno comenzó a exponer su caso en particular se me ocurrió una broma irónica: "¿Les contesto con Bañeros y El ratón Pérez , o sin los Bañeros y El ratón Pérez ?". Si saco esas películas, y alguna más que funcionó bien, el porcentaje que me da es impresentable. Hay un problema: lo que tenemos que hacer es aumentar la participación del público argentino haciendo cine plural. Que haya de todo, como en un menú: no puede ser que haya una sola propuesta de casi todos los grupos y muchas nada más que de uno.
-¿Por qué creés que se da este choque entre arte e industria?
-No lo sé. La participación que reclama el cine de autor argentino debería ser dirigida a que no le ocupe espacio el cine extranjero, no el argentino comercial que ayuda a que más gente vea cine argentino y los promedios no sean tan bajos. Por suerte, en la Asociación General de Productores, en el último año y medio, hemos encontrado puntos en común y tiramos para el mismo lado. Se está dando un diálogo muy importante: todos entendemos que hay que sostener al cine argentino y su ley de cine. Tanto antes con Jorge Coscia como ahora con Jorge Alvarez, desde el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales nos sentimos muy apoyados. Todo el cine, no uno en desmedro del otro: lo sentimos todos los sectores.
-¿Por qué creés que la elección recayó en la Argentina?
-Es una respuesta a la trascendencia del cine argentino, a su capacidad de producción y a la importante labor que ha realizado el Incaa en cuanto al conocimiento del cine argentino en el extranjero, a la relación con las cinematografías de otros países, la española, la italiana, con la India y China. Es un punto intermedio entre lo que es el cine norteamericano de las majors , que también está en la Fiapf, y el europeo. No es que están reconociendo únicamente el último cine argentino, sino una historia, que viene de los tiempos de Luis Sandrini y Mirtha Legrand, Amadori y Torre Nilsson hasta La historia oficial y El hijo de la novia : no hay tantos países con tantas películas trascendentes. La Fiapf necesitaba un representante de la industria cinematográfica argentina y a Alvarez le pareció que yo podía ocupar ese papel. Fui década y media distribuidor de la Fox, la gente de la Motion Pictures Association of America me conoce bien, mi padre fue el introductor más importante del cine italiano en toda América latina
-¿Muchos temas por discutir?
-Los que están definidos en la misión de la Fiapf y otros que se van agregando. Por ejemplo, revaluar la cinematografía latinoamericana en el seno de la Fiapf, discutir acuerdos bilaterales, definir la difusión de material independiente en las plataformas digitales on demand , estudiar la evolución de los mercados locales. Me parece que esta decisión sirve para el país. Me propongo escuchar, participar, defender con buenas armas al cine nacional frente al mundo. Que un argentino esté en la Fiapf es un reconocimiento al cine nacional, a todos los realizadores que lo hacen y reciben premios, hace más de un siglo.
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Por Claudio D. Minghetti
De la Redacción de LA NACION
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Notas relacionadas: Cambio de fecha para Mar del Plata
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Lanacion.com-Argentina/02/07/2007
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