19/7/07

Zapatero en México

19/07/2007
Tintero económico
Alejandro Villagómez
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En tan sólo tres décadas, España nos mostró lo que se puede hacer con el crecimiento económico, siempre y cuando exista convicción y pragmatismo
La visita del presidente del Gobierno español es un buen pretexto para realizar una comparación entre nuestro país y el español, o más concretamente, entre el desarrollo de nuestra economía y el de la “madre patria”. Por cierto, una comparación que nos deja bastante mal parados, porque no hemos sido capaces de enfrentar nuestros problemas con responsabilidad y madurez.
Hace tan sólo tres décadas, España era una economía que se ubicaba entre las de mayor atraso entre los países de desarrollo medio. La Guerra Civil y el triunfo del franquismo poco aportaron para su desarrollo, y sí para su estancamiento, tanto en el ámbito político como en el económico y el social.
Cruzar la frontera de Francia con España era transitar del primer al tercer mundo, tal como se denominaban en ese tiempo. España era una economía dominada aún por una fuerte participación del sector primario, un sector secundario o industrial poco desarrollado y un sector de servicios prácticamente en pañales.
Los niveles de analfabetismo aún eran altos y sus índices de desarrollo humano muy similares a los que presentaban los países latinoamericanos de desarrollo medio y bajo. Desde luego que en el comparativo internacional, nuestra economía superaba en diversos aspectos a la economía española después de que habíamos transitado por el denominado “milagro mexicano” o la época del desarrollo estabilizador.
Todo parecía apuntar a que nuestro país no tardaría en dar alcance a las economías desarrolladas del mundo y pasaríamos a formar parte de este exclusivo club. La historia, por desgracia, fue otra. Una historia cruda y cruel que nos mostró de manera brutal nuestras limitaciones y carencias. Tres décadas después, la situación es diametralmente opuesta.
España es una economía con mucho dinamismo que se ha ubicado placenteramente entre las economías de desarrollo alto y como un digno socio en la Unión Europea. Su estructura económica presenta una composición radicalmente distinta de la que tenía hace 30 años.
Los sectores de alta tecnología y de servicios son los ahora dominantes. Un ejemplo son los bancos españoles que se encuentran entre los mayores del mundo o el caso de las empresas en telecomunicaciones. Sus niveles de educación, salud y seguridad social ya los quisiéramos compartir y su índice de desarrollo humano avanzó sustancialmente.
Lo que sucedió puede ser muy complejo de explicar, pero en realidad es más sencillo de decir de lo que se cree. Simplemente entendieron qué elementos se requerían para remontar su atraso y de una manera pragmática decidieron dar los pasos necesarios para lograrlo. Y a diferencia del caso chileno, en donde el cambio estructural se da en el arco de una dictadura militar y la represión de todo su desarrollo político, en España el cambio económico radical va acompañado (o fue permitido) por el cambio político y social que se produce con la caída de la dictadura franquista.
Mejor aún, el mayor dinamismo se adquiere en el marco de un gobierno socialista, el de Felipe González. Es cuando se da paso a acuerdos políticos fundamentales que permite a su vez los acuerdos necesarios en el ámbito económico y social para dar paso a reformas estructurales de alto impacto, como son el seguridad social (en particular pensiones), en el mercado laboral, en el sector financiero, en el marco de regulación y en su inserción en el mercado internacional.
Reformas que nuestra izquierda denomina neoliberales, pero que en España les permitió abrir las puertas del desarrollo y crecimiento. En los 70 España también era una economía que expulsaba muchos trabajadores al resto de Europa ante la incapacidad de generar los empleos necesarios y en la actualidad esos flujos de mano de obra han disminuido sustancialmente, o en todo caso se ha convertido en un país receptor de migrantes, en particular de África y Sudamérica.
Pero lo más interesante es que los recursos generados por esos trabajadores españoles en el extranjero tuvieron un papel importante en el desarrollo de su economía al ser canalizados a la inversión productiva vía las cajas de ahorro. En México ésta ha sido una faena casi imposible por falta de una política de Estado en la materia.
Es cierto que España recibió un impulso y apoyo importante por parte de los países de la comunidad europea en forma de recursos financieros y apoyos técnicos que veían a ese país más como un socio que como un apéndice (por desgracia nuestros vecinos del norte no piensan ni actúan igual), pero lo importante es que se supo aprovecharse de esa coyuntura utilizando eficientemente dichos recursos, los cuales se transformaron efectivamente en inversión productiva generadora de empleo.
En nuestro país, muchos de estos apoyos (que han existido aunque más limitados) y los recursos generados por las bonanzas petroleras han servido en su mayoría para generar rentas a los grupos monopólicos que detentan el poder en las esferas política, social y económica. Pero los resultados están a la vista de todos y son cruelmente claros cuando nos comparamos con economías como la española, chilena o coreana. Simplemente en los 80 prácticamente no crecimos, y en los siguientes 15 años nuestro crecimiento promedio difícilmente llega a 3.5% anual.
Mientras tanto, sigamos viendo discutir a nuestros políticos si es mejor gravar al capital vía el CETU o el ISR. Probablemente uno sea más patriótico que el otro.
alejandro.villagmez@cide.edu

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