Apuntes de la Europa Antiestadounidense
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Gina es escéptica de que Lula pueda lograr algo trascendental por su país, pero su padre opina lo contrario. Juega con el bordado de American Airlines que orgullosamente porta en su uniforme mientras camina rumbo a la sala especial donde los viajeros sin visa de ingreso esperan la llegada de un vuelo hacia cualquier parte lejos de “la tierra prometida”.El aeropuerto de Fort Worth ubicado en las afueras de Dallas es uno de los más importantes de Estados Unidos. Cuando George W. Bush fue Gobernador de Texas experimentó un crecimiento notable entre otros factores, debido a la promoción que hizo el actual Presidente entre empresarios locales. Sus instalaciones son modernas, hay un cómodo flujo de pasajeros —existe un pequeño tren para traslados de una sala a otra—, pero lo que definitivamente sobresale a simple vista es el dispositivo de seguridad implementado: 349 cámaras de video instaladas prácticamente por todo el inmueble, sistemas de acceso computarizados y refinados guardias pero enérgicos, que motivan un ambiente donde es fácil sospechar que el hombre de negro que mira con seriedad ataviado en gabardina azul marino, podría ser un terrorista.“La paranoia ha disminuido en los últimos meses”, comenta uno de los vigilantes que ha pedido a un hombre calvo, de tez morena y barba cerrada que se quite los zapatos para revisárselos. “Después del 11 de septiembre les quitábamos los zapatos a todos”, recuerda. Gina sonríe coqueta ante el comentario y sigue caminando, sensual, hacia el área de tránsito, donde dos turcos, una argentina, otro mexicano y un silencio de capilla aguardan.Para que el tiempo pase más pronto, en el recinto hay varios televisores con la programación de CNN y las revistas estadounidenses clásicas entre las que sobresale Newsweek que publica en esa edición un reportaje especial sobre las opiniones que tienen diversos líderes del mundo en torno al crecimiento del sentimiento antiestadounidense en el mundo.El ex presidente de España, el socialista Felipe González contestaba así a la pregunta hecha por el influyente semanario: “La paradoja se hace patente en que la solidaridad mundial con Estados Unidos después del 11 de septiembre fue tan grande como el salvajismo de los ataques. Pero el gobierno de Estados Unidos ha disipado estos sentimientos. Su arrogante unilateralismo está inquietando al mundo. Definir los ataques terroristas como actos de guerra, facilitó emprender operaciones militares con el respaldo de las Naciones Unidas. Pero Estados Unidos confunde el terrorismo con los preceptos de una guerra clásica, con los cuáles no tiene nada en común. ¿Eje del mal? Una tontería”.
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Gina es escéptica de que Lula pueda lograr algo trascendental por su país, pero su padre opina lo contrario. Juega con el bordado de American Airlines que orgullosamente porta en su uniforme mientras camina rumbo a la sala especial donde los viajeros sin visa de ingreso esperan la llegada de un vuelo hacia cualquier parte lejos de “la tierra prometida”.El aeropuerto de Fort Worth ubicado en las afueras de Dallas es uno de los más importantes de Estados Unidos. Cuando George W. Bush fue Gobernador de Texas experimentó un crecimiento notable entre otros factores, debido a la promoción que hizo el actual Presidente entre empresarios locales. Sus instalaciones son modernas, hay un cómodo flujo de pasajeros —existe un pequeño tren para traslados de una sala a otra—, pero lo que definitivamente sobresale a simple vista es el dispositivo de seguridad implementado: 349 cámaras de video instaladas prácticamente por todo el inmueble, sistemas de acceso computarizados y refinados guardias pero enérgicos, que motivan un ambiente donde es fácil sospechar que el hombre de negro que mira con seriedad ataviado en gabardina azul marino, podría ser un terrorista.“La paranoia ha disminuido en los últimos meses”, comenta uno de los vigilantes que ha pedido a un hombre calvo, de tez morena y barba cerrada que se quite los zapatos para revisárselos. “Después del 11 de septiembre les quitábamos los zapatos a todos”, recuerda. Gina sonríe coqueta ante el comentario y sigue caminando, sensual, hacia el área de tránsito, donde dos turcos, una argentina, otro mexicano y un silencio de capilla aguardan.Para que el tiempo pase más pronto, en el recinto hay varios televisores con la programación de CNN y las revistas estadounidenses clásicas entre las que sobresale Newsweek que publica en esa edición un reportaje especial sobre las opiniones que tienen diversos líderes del mundo en torno al crecimiento del sentimiento antiestadounidense en el mundo.El ex presidente de España, el socialista Felipe González contestaba así a la pregunta hecha por el influyente semanario: “La paradoja se hace patente en que la solidaridad mundial con Estados Unidos después del 11 de septiembre fue tan grande como el salvajismo de los ataques. Pero el gobierno de Estados Unidos ha disipado estos sentimientos. Su arrogante unilateralismo está inquietando al mundo. Definir los ataques terroristas como actos de guerra, facilitó emprender operaciones militares con el respaldo de las Naciones Unidas. Pero Estados Unidos confunde el terrorismo con los preceptos de una guerra clásica, con los cuáles no tiene nada en común. ¿Eje del mal? Una tontería”.
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Quizá porque en términos de política exterior es un lugar común pensar que Londres hace lo que dice Washington o viceversa, el irreverente contenido del plantón que mantienen grupos antiglobalización desde hace casi dos años frente al Parlamento inglés es un hallazgo extraño para los turistas acarreados por la elegante mística que gira en torno al Palacio de Buckingham, la calle Picadilly, el Big Ben y otros sitios poco reflejados en la ristra de cartelones colocados frente al Parlamento Británico, donde abundan las imágenes de niños iraquíes famélicamente deformados por las secuelas que dejó la pasada guerra entre Estados Unidos e Irak, también fotomontajes donde se revela que George W. Bush es “el estúpido más buscado del mundo” o consignas igual de poco sobrias que lo consideran “un lunático con armas”. Lo que más abunda sin embargo es una frase: Stop the war colision.Brian, quien ese 29 de diciembre del 2002 permanecía detrás del tendedero de cuestionamientos, se acerca para lanzar una mirada a los que a su vez lo miran y cierra su puño izquierdo mientras lo va levantando. Aquello es una protesta elaborada desde el silencio, sin embargo, al ver las cámaras fotográficas y una vieja grabadora de audio, quita la cinta adhesiva de su boca y empieza a cantar mal entonado una especie de himno por la paz del mundo. Al terminar señala con su dedo índice un pendón que solamente dice, pide: “No George, No George…”, junto con otro mensaje escrito en árabe: “Nunca ha existido una buena guerra ni una mala paz”, una frase de Benjamín Franklin.Ese mismo día, The Financial Times —una de las publicaciones más influyentes de Inglaterra— publicó un editorial en el cual hacía una severa crítica a las formas del discurso norteamericano en contra del terrorismo. “Árabes y musulmanes ven gran parte de lo que EU y el mundo occidental hacen o dicen como un intento de aplastarlos. El presidente Bush dijo tras el 11 de septiembre: “Nos odian por nuestras libertades” Lo que odian no son las “libertades” de Bush, sino “la forma en que Occidente a menudo encuentra conveniente, política y comercialmente, apoyar a los déspotas árabes y musulmanes que niegan a sus pueblos esas libertades”, se comenta para luego dar pie a un consejo: “EU debería imitar un poco más a la UE en su política de ayudas. En lugar de financiar por ejemplo, el Ejército egipcio, debería destinar más dinero a promover la democracia, apoyar a la mujer y modernizar y ampliar la educación”.
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Charles de Gaulle está más tranquilo. No hay gente corriendo de prisa por los andenes como en el aeropuerto texano. Los empleados de las aerolíneas se dan tiempo para sonreír y platicar entre ellos largo rato con un dejo de desidia que molesta a una comitiva de ejecutivos chinos deseosos de saber dónde está su equipaje. Los agentes franceses de migración no desentonan la orquesta del rélax que se vive. Apenas si revisan el pasaporte mientras dan los primeros bostezos de la noche.Cerca de ahí queda el barrio de Galliani. Un suburbio de París que refleja casi todo lo que el turista promedio no espera ver en la Ciudad Luz. Oscurece más pronto que en el resto de la ciudad porque el servicio de alumbrado público es tan deficiente como lo es en cualquier barrio latinoamericano. Hay maleantes al acecho de robar o de pelearse con viejos rivales (o nuevos si los hay). Ahí en Galliani se encuentra la última estación del metro parisino que más que servir a pasajeros para sus traslados sirve a indigentes para vivir unos días más en medio del frío que azota la ciudad durante este invierno.El grafitti no falta en las paredes y las consignas antiyanquis mucho menos. No se sabe con exactitud sin embargo, si la motivación es racional o meramente emocional. Una de las empleadas que labora en el Hotel Mister Bed Bagnolet, en el número 4 de la avenida General de Gaulle, cuenta en un extraño español: “Las personas de por aquí están molestas con todo, resentidas con todos, con el gobierno, con los ricos, con los franceses, con los extranjeros y por supuesto que también contra los americanos. Es un resentimiento que hay en todo París, pero que aquí es más evidente porque aquí está la pobreza de París”.Sin duda que Gallianni no es Campos Elíseos, tan llenos de gente sonriente el último día del 2002, celebrando la llegada de un 2003 en que se presagia un inminente ataque de Estados Unidos al régimen encabezado por Sadam Husein en Irak. EU —respaldado por Inglaterra— va aumentando su presencia militar en la zona no con la misma velocidad con que el rechazo a la guerra crece en Europa.Todavía no son visibles los resultados de la oficina permanente del gobierno norteamericano dedicada a mejorar la imagen de EU en el mundo. El despacho recién creado tiene como objetivo dotar de una buena imagen a la coalición antiterrorista. “Lo que lleva a esto es el convencimiento del presidente de que Estados Unidos es una gran fuerza para el bien en el mundo”, indicó el portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer, a mediados del año pasado, cuando se anunció el proyecto. “Escuchamos mensajes de otras naciones en las que no perciben a nuestro país con los mismos ojos que nosotros.”Un francés que colabora con la Embajada estadounidense comenta que la preocupación “se centra sobre todo en el Medio Oriente y Europa, áreas en las que, a juicio del gobierno, Estados Unidos tiene problemas de imagen en relación con su apoyo a Israel y a su supuesto unilateralismo en política exterior”.Junto con este diagnóstico, un reporte hecho por el Consejo de Relaciones Exteriores de EU indica que: “Las actitudes negativas hacia la política de Estados Unidos también son fuertes en Estados que están en la primera línea en la lucha contra el terrorismo y entre nuestros más cercanos aliados”.“Alrededor del mundo, de Europa Occidental al Lejano Oriente, varios ven a Estados Unidos como arrogante, hipócrita, ensimismado, egoísta y despectivo hacia otros”, agrega el estudio.
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Heildelberg es una ciudad con más bicicletas que automóviles. Es universitaria desde principios de siglo y está considerada por sus mejores épocas como cuna de la cultura alemana cantada por todos los poetas románticos. Aquí hay una alta presencia de extranjeros que acuden sobre todo para estudiar literatura, historia y humanidades. Luis Herrera es un andaluz que está por ahí y todavía cree en el comunismo. Se ha quedado en vacaciones de invierno para trabajar en una tienda de enlatados que sí abre en esta temporada. Apenas hay coincidencias en la charla y ya pide firmar un manifiesto contra la guerra titulado “No en nuestro nombre”. La frase de moda entre los activistas pacifistas.El texto convoca a intelectuales, artistas, académicos y otras personas de la “sociedad civil del mundo”, a manifestar su acuerdo con cuatro puntos básicos en “estos nuevos tiempos”. En el primero de ellos se interroga: “¿Qué clase de mundo será éste si se permite al gobierno de EU lanzar comandos, asesinos y bombas dondequiera se le antoje? Nos hallamos ante una nueva política imperial hacia el mundo y una política interior que genera y manipula el miedo para limitar los derechos”. Después hace el llamado: “Reclamamos que no se apoyen las exigencias de Bush en los organismos internacionales. Y desde aquí llamamos a todas las mujeres y hombres de nuestro país a levantarse y hablar. No queremos que hablen y actúen por nosotros.”
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No pasaba nada en la mañana del 2 de enero de 2003 en Innsbruck, capital de Tirol, en Austria. Tal vez lo más relevante para los turistas sucedía en la célebre estación para esquiar; tal vez lo más relevante para el mundo entero sucedía en el desierto de Irak, hasta donde Bush envió ese día 17 mil soldados especializados en el combate en el desierto.Las nuevas tropas se sumaron a los 60 mil soldados desplegados en torno a Irak, para que a finales de enero, sumen 100 mil en total. Unidades de tropas terrestres, de carros de combate, aviación y artillería, junto con los militares hacían su arribo a Medio Oriente, tras haber estado concentrados durante un tiempo considerable en la Tercera División de Infantería de Georgia, especializada en la lucha en el desierto.Se antoja imaginar un poco lo que pasará por la mente de esos soldados inspirados quizás en su patria o en su Presidente que no ha dejado de asegurar que Dios está de su lado, de cantar “God Bless America”, de definir como “cruzada” y “justicia infinita” su guerra contra el terrorismo y de aseverar incluso en el mismo Congreso de Estados Unidos que lo que motiva a los terroristas “es su odio a la libertad y a la democracia”, sin dar ningún contexto a sus determinaciones militares de los últimos meses.Cerca de Innsbruck está Verona, una ciudad italiana que ocupa parte de la región de la Toscana. Ahí la gente salía de compras, vestía Arman y el turismo superfluo buscaba el supuesto balcón en que se inspiró Shakespeare para escribir Romeo y Julieta, otros compraban discos hechizos a los africanos de Senegal y de Marruecos y uno podía tomar café o hacer cualquier otra cosa.
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La tarde del domingo 6 de enero en Florencia, frente al histórico campanario de Giotto y el Baptisterio de San Juan, un grupo de mujeres del Partido de la Refundación Comunista mantenían una protesta y una campaña de recolección de fondos para los trabajadores desempleados. A cambio de una combativa postal contra el neoliberalismo pedían un apoyo de 5 euros (poco menos de 5 dólares). “Muera el neoliberalismo”, decía el recuerdo de Florencia.Unos kilómetros antes de llegar a Roma, en una pequeña montaña está situada la ciudad de Asís. La misma en la que nació uno de los santos más venerados en el mundo católico pero menos comprendidos, dicen los monjes franciscanos. San Francisco de Asís, “el santo de los pobres” tiene un modesto altar en una iglesia todavía más modesta, encallada en las serranías italianas.Aparte de Dios, abunda otra palabra en el pequeño pueblo: paz. Por todos lados las tres letras. En el jardín del templo, en la entrada principal, en la salida; en español, en árabe, en francés, en italiano, en portugués, en inglés. La palabra en la soledad. Sin ningún texto contextual, sin una explicación, sin predicados para Oriente u Occidente, sin Bush, sin Sadam. Un mensaje silencioso.
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Ya en Roma es distinto, por la Via Atilio Benignini abundan los grafittis contra Berlusconi, contra Bush, contra la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN), contra Israel, contra Ariel Sharon, contra casi todo. En Roma no hay ese silencio de Asís. Un taxista comenta: “¿Eje del Mal? Bush-Berlusconi, no hay más”. Las pintas en las paredes no se limitan a consignar críticas, también sirven para convocar a marchas contra la guerra o contra cualquier otra cosa que esté mal.
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El escritor Salman Rushdie escribió: “El odio a Estados Unidos se ha convertido en una placa de identificación, haciendo posible una retórica de golpes en el pecho, quemas de banderas, de palabras y acciones que hacen a los hombres sentirse bien. Contiene una fuerte dosis de hipocresía, de odiar más a lo que más se desea y elementos de autorrepudio. (‘Odiamos a Estados Unidos porque han hecho de ellos mismos lo que nosotros no hemos podido hacer de nosotros’)”.De lo que Estados Unidos ha sido acusado —de mente cerrada, de estereotipado, de ignorancia— es también lo que sus acusadores verían si se miraran al espejo. En estos días parece haber muchos de estos acusadores, tanto fuera del mundo musulmán como dentro de éste. Cualquiera que haya visitado Gran Bretaña y Europa, o seguido las conversaciones públicas ahí durante los últimos cinco meses, se hubiera sorprendido, incluso conmocionado, por la intensidad del sentimiento antiestadounidense entre grandes segmentos de la población.Ese sentimiento de Occidente es un fenómeno más petulante que su contraparte islámica, y mucho más personalizado. A los países musulmanes no les gusta el poder estadunidense, su “arrogancia”, su éxito; pero en el Occidente no estadunidense, la objeción principal parece ser el propio pueblo estadunidense. Noche tras noche, me he encontrado escuchando las insolencias de londinenses en contra de la rareza de los ciudadanos de EU. El patriotismo, obesidad, emotividad, su interés en ellos mismos: éstos son los asuntos críticos.Sería fácil para Estados Unidos, en el actual clima de hostilidad, no responder a las críticas constructivas, o peor: empezar a actuar como la aplastante superpotencia que es, tomando decisiones y ejerciendo su autoridad sin tomar en cuenta las preocupaciones de lo que percibe como un mundo ya hostil. El trato dado a los detenidos en el Campo Rayos X es una señal preocupante. El deseo del secretario de Estado, Colin Powell, de brindarle a estas personas el estatus de prisioneros de guerra y los derechos de la Convención de Ginebra fue una respuesta digna de un estadista ante la presión global, pero Powell no ha podido persuadir al presidente Bush ni a (el secretario de la Defensa) Donald Rumsfeld.
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En Barcelona, sorprende la belleza de la Iglesia de la Sagrada Familia hecha por Gaudí, pero sorprende también que ese sábado 11 de enero, The New York Times hiciera un planteamiento tácito en contra de la guerra al aseverar: “Pese a las maniobras iraquíes, EU no puede decir que Bagdad viola los requerimientos de la ONU y a continuación entrar en guerra… EU debe hacer todos los esfuerzos que pueda para resolver este conflicto sin llegar a la guerra”.Sorprende más todavía, la edición del día siguiente de la revista Crónica del periódico El Mundo, en la cual se presenta una serie de fotografías ridiculizantes del presidente Bush. En el artículo se comenta que un ilustrador de la agencia fotográfica Avantis “ha tenido la osadía de imaginar a George Bush en diversas facetas irreverentes”. La mofa hace recordar la aparición de libros como Bush Dyslexicon o el de The Bushisms o bien, el contenido de sitios de internet como dumbya.com, bushsuckz.com y bushlite.com.Entre las facetas del mandatario norteamericano que presenta Crónica está la del Gran Dictador Bush: “Totalitarista surgido de las urnas; Lawrence-Bush: “Por sus sueños imperialistas en el desierto”; Rambo Bush: “Por su empeño en las soluciones armadas”; Freddy Bush: “Causante, como Krueger, de terribles pesadillas”; y King Kong Bush: “Incapaz de defender su propio país. Su sueño: ser el poderoso primate que detiene a los aviones de sus ataques a las Torres Gemelas y, además salva a la chica, símbolo de la mujer americana”.
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En uno de los muros del vicerrectorado de la Universidad Complutense de Madrid puede leerse en grafitti color azul: “No queremos la guerra”. Éste es un reclamo que se reproduce en más bardas y paredes de la Ciudad Universitaria y de las calles de Madrid, sobre todo en la zona de Lavapiés.Después del Prestige, en la capital española no hay otro tema de debate más importante que el de la inminente invasión a Irak. Hay de todos colores y sabores. Agustín de Grado, destacado editorialista del periódico La Razón asegura en un artículo: “El Desafío de Corea no deslegitima a Bush en Irak. Los que tienen como deporte favorito convertir a Bush en un pim-pam-pum, están encantados con el desafío nuclear de la Corea comunista. Les permite zurrar al presidente de EU por querer atacar a Sadam y zurrarle también por no atreverse con Kim Jong II… La doctrina Bush del ataque preventivo es hoy, al menos, el remedio para evitar que Irak se convierta en otra Corea del Norte”.Fernando González Urbaneja, editorialista de la sección de Economía del ABC toca un punto vital, el de la economía mundial tras la probable guerra.”La administración Bush aunque concentrada en cuestiones de seguridad (tras el reto terrorista del 11S) que renta buenos dividendos políticos a los republicanos no quiere perder la cara ante la situación económica. Los Bush no olvidan que la recesión de los primeros noventa les hizo perder la reelección (además de Ross Perot) y abrió la puerta a los mandatos Clinton. Así que a Bush le preocupa la reelección y pondrá en juego todos los recursos para que otra recesión no concluya en desahucio del inquilino de la Casa Blanca”.En el mismo rotativo pero en la revista “Los Domingos”, se publica una entrevista al filósofo español Julián Marías, quien recalca entre otras cosas su respaldo a Estados Unidos. “¿Imperio? Los Estados Unidos mandan menos de lo que tendrían que mandar. No se les perdona que nos hayan librado de Hitler y de Stalin”.Por otra parte, Jan Nedervenn Pieterse, profesor de Sociología en la Universidad de Illinois publica en El País un largo ensayo sobre el imperialismo en el que asegura que el actual proyecto imperial de los Estados Unidos tiene carencias en todos estos aspectos: legitimidad, poder de atracción y cercanía. “Con Estados Unidos situándose a sí mismo fuera del derecho internacional y renunciando incluso a la pretensión de legitimidad, lo que queda es el gobierno por la fuerza. Esto no es sólo imperio, sino imperio desnudo y autoritarismo a escala mundial, que desmantela de paso el marco institucional internacional que Estados Unidos ha ayudado a construir durante décadas”.Pero será tal vez Javier Cercas, en su columna para la revista País Semanal, quien hace una reflexión menos militante al desmenuzar la obra de Jean Francois Revel, autor de Ni Marx ni Jesús: la obsesión antiamericana. Cercas dice: “En el libro se recopila el carácter contradictorio del antiamericanismo visceral cuya irracionalidad lleva a reprocharle a Estados Unidos, por turno o de forma simultánea”.Para Revel, la caída del Muro y la conversión de Estados Unidos en incontestable primera potencia mundial ha llevado esta obsesión a la apoteosis: buena muestra de ello son esos escritos que, con una lógica delirante y por tanto irrefutable, atribuyen los atentados del 11 de septiembre al FBI, la CIA o a la extrema derecha americana o las declaraciones del teólogo brasileño Leonardo Boff quien poco después de que tuviera lugar la increíble carnicería de las Torres Gemelas lamentó que aquel mismo día un solo avión se hubiese estrellado contra el Pentágono: hubiera preferido que fueran veinticinco”.“Es un hecho: lo peor del antiamericanismo visceral es que es la justificación y el mejor carburante del americanismo visceral”, culmina.
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Milenio/03/08/2007
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