12/8/07

Conflictos del alma

Especiales
Ariel Terrero
Cubaprofunda
-
Insospechados conflictos taladran el alma cubana en estos días de verano. Más de un compatriota duda antes de montarse en un abarrotado y caldeado ómnibus para trasladarse hacia la playa, a la sacrosanta ceremonia anual de baños de mar, achicharramiento bajo el sol y tasación de cuerpos tan ligeros en paños que cortan la respiración del espectador. Con incertidumbre que envidiaría un Hamlet, los padres miden una y otra vez sus fuerzas, paciencia y ahorros, necesarios para lanzarse con los niños a alguno de los parques infantiles abiertos en la temporada. Y entre los pepillos, divididos con firmeza partidista en salseros, rockeros y reguetoneros, también asoma la indecisión antes de sumergirse en las vueltas y brincos de una fiesta nocturna.
¿Cuál es la causa de vacilación tan extendida? ¿La habitual tirantez que provocan los precios? ¿El temor al calor? ¿Las agonías del transporte? ¿La tentación de una almohada sin límites de tiempo? Un poco de todo, pero al potaje de razones tan variadas, se suma una vieja competencia, que exhibe este verano visos inéditos.
Por primera vez en Cuba, la pantalla cristalina del televisor ha extendido su influjo electromagnético a las 24 horas del día. Y dentro de la abundante oferta de películas, seriales, programas musicales y humorísticos, documentales y otros, la corona parece ganarla una vivencia real y excitante: la transmisión de los Panamericanos de Río de Janeiro.
En vivo y directo llegan hasta el rincón más humilde del archipiélago cubano, cada estocada de sus representantes, cada flechazo, cada vuelta al velódromo o a la pista de carrera del Estadio Joao Havelange, cada rematazo del voleibol, cada salto o lanzamiento, cada maratónico kilómetro vencido por la guajirita de Río Cauto, cada batazo, cada trompada… cada trompada tangible e intangible.
Los televisores enganchan, conmocionan, distraen de sus labores a los cubanos que permanecen en el trabajo y alejan de la playa a los vacacionistas que supuestamente huían de la civilización en alguna base de campismo. Hasta Fidel Castro reorienta la nueva misión de comentarista en jefe que ha asumido en su alargada y difícil convalecencia. El líder cubano se levanta temprano para no perderse topes y hazañas de sus coterráneos en Brasil, y reflexiona sobre el acontecer visible u oculto de la cita.
La lid deportiva continental embriaga el espíritu de una nación en pleno. En juego hay algo más que medallas o el segundo lugar por países que Brasil, por momentos, ha intentado quitarle. Cuando el equipo de voleibolistas cubanas vence sus limitaciones y, a un punto de la derrota, se alza contra los pronósticos para triunfar sobre las excelentes rivales brasileñas, un corrientazo llega desde la tierra carioca, a través de las pantallas, para caldear profundas células del alma nacional. Vibran los sentimientos, en especial, cuando la victoria tiene su sostén en el coraje. Sin distinción de género o colorido del deporte, esa medalla de oro conmociona más que la victoria esperada, probablemente tanto o más, incluso, que el laurel conquistado en la gran pasión deportiva de los cubanos: el béisbol.
Ante el dramático remate de Roxana Díaz en los 200 metros, la tensa puja de Víctor Moya para saltar más alto, las inesperadas coronas del jovencito arquero Adrián Puentes y la maratonista Mariela González, el triunfo de ciclistas, luchadores, esgrimistas, remeros, y tantos otros éxitos, no importa el color final de la medalla, se aguan los ojos, enronquecen unos, se tensan los nervios y aumenta la presión cardiovascular. En el interior de cada espectador explota algo de difícil definición, tan íntimo como común a tantos otros mortales de esta isla.
Por transferencia histórica, contra viento y marea de discursos políticos, asoma un gozo moral anidado en lo más profundo del alma cubana. Acaso, tiene raíces en el orgullo que despierta aún hoy el triunfo del desangrado Ejército Libertador frente al poderoso colonizador español en el siglo XIX ¿O será la misma satisfacción que genera la resistencia de esta pequeña nación frente a la persistente agresión política y económica de los sucesivos gobiernos del imperio estadounidense?
¿Es tal lectura una simple especulación política? ¿Entonces, por qué el espíritu se estremece con más pasión cuando el triunfo deportivo, o la derrota, son frente a Estados Unidos?
Lo cierto es que el alborozo provocado por una medalla de oro es visible también en cualquier otro país, más allá del particular color con que lo expresa cada uno. Los brasileños lo tiñen, por ejemplo, con sabor a su famosa torcida –y también abuchean de lo lindo, por cierto, cuando el rival es estadounidense.
Pero a los cubanos toca vivir también en tales competencias, como a pocos, experiencias de sabor muy diferente. El robo de talentos escamotea medallas a muchos países del Sur, pero ninguno, como Cuba, lo sufre en plena lid. En esta oportunidad, Fidel Castro en persona anunció –la prensa nacional lo había callado- la deserción de Guillermo Rigondeaux y Erislandy Lara, dos de los mejores boxeadores de la escuadra insular.
Bicampeón mundial y olímpico el primero; el segundo, campeón mundial, dejaron a sus compatriotas la aflicción, e indignación, de ver esfumarse dos posibles medallas. La alemana Arena Box Promotions hizo de nuevo el gran negocio –ya lo había realizado antes con otros púgiles cubanos- al comprar a ambos boxeadores, formados y bien probados ya en el deporte aficionado, para convertirlos al profesionalismo.
Rigondeaux y Lara quedaron como evidencia, en medio de los Juegos Panamericanos, de las contradicciones entre las ambiciones individuales de unos y un sistema social que se resiste a hacer del deporte un negocio mercantil.
Como siempre, esa trompada al deporte cubano ha caldeado más de una polémica en pasillos y esquinas de barrios, pero esta vez no ha sido suficiente para mermar el entusiasmo que han generado las voleibolistas cubanas y otros tantos medallistas. Tras sumar energía muscular, inteligencia táctica y coraje espiritual para alcanzar triunfos, dramáticos la mayoría, regresaron a la Patria para descubrir un tesoro moral sin precio: ser motivo y abono de esa cosa tan rica, íntima, extendida, dolorosa y sabrosa a la vez, que se llama orgullo nacional.
-
Más:
-
Más:
-
Subida creciente de precios a la hora de comer
Víctor Ego Ducrot
Variados pero coincidentes, los informes especializados indican que la comida será cada vez más cara. Los bienes y mercancías (“commodities”) en alza, las barrigas del Tercer Mundo en baja.
-
El genocidio silencioso
Pascual Serrano
Está siendo necesario destacar algunas recientes tragedias provocadas por la criminalización de la emigración que se está viviendo en los países ricos. Por ejemplo, ¿qué país del mundo la ley establece el encarcelamiento de una niña de once años por el delito de vivir con su madre e ir al colegio del barrio donde reside desde hace dos años?
más...
-
Las Reflexiones de Fidel
Fidel Castro Ruz
Lea en Cubadebate todos los artículos publicados por Fidel, que han sido publicados como "Reflexiones del Comandante en Jefe", desde el 28 de marzo de 2007 hasta hoy, con una enorme repercusión internacional.
más...
-
CubaDebate-Cuba/12/08/2007

No hay comentarios:

Locations of visitors to this page