19/12/07

Los judíos estadounidenses ante la guerra y la paz: ¿qué nos explican las encuestas y qué nos esconden?

19/12/2007
James Petras*
Rebelión
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Traducido para Rebelión por S. Seguí
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Introducción
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Una vez más, una encuesta hecha pública recientemente por el American Jewish Committee (AJC) (1) ha confirmado que en algunos asuntos de la mayor importancia hay grandes diferencias entre las opiniones de los Presidentes de las Organizaciones Judías Estadounidenses y la inmensa mayoría de judíos estadounidenses. En lo relativo a la guerra contra Iraq, la escalada de fuerzas militares estadounidenses en este país (la llamada surge) y las medidas militares contra Irán, la mayor parte de los judíos estadounidenses difieren de los líderes de las principales organizaciones judías de EE UU.
La mayoría de los comentadores judíos —liberales, progresistas o radicales— han destacado estas diferencias, afirmando que “la mayor parte de los judíos estadounidenses rechazan tajantemente el militarismo en Oriente Próximo y la política exterior del Partido Republicano defendida por las facciones judías de derechas” (2). Sin embargo, esta interpretación progresista obvía una pregunta aún más fundamental: ¿cómo es posible que una mayoría de judíos estadounidenses que, según la encuesta del AJC (y de muchas otras que se remontan ya a dos decenios), tienen opiniones opuestas a las de las organizaciones judías de ese país no cuestionen, ni hayan cuestionado, la posición de la organización judía dominante, y no tengan prácticamente ninguna influencia en el Congreso, el Gobierno o los medios de comunicación de EE UU, en comparación con los Presidentes de las Organizaciones Judías Estadounidenses?
La noción de mayoría silenciosa es cuestionable, por cuanto todos los comentadores judíos y no judíos señalan los altos índices de participación –articulada y desproporcionada— de los judíos en el proceso político, desde las campañas electorales a los movimientos de la sociedad civil. Tampoco es evidente que la mayoría progresista no disponga de los recursos materiales de la minoría reaccionaria. Hay judíos millonarios, incluso unos pocos multimillonarios, que mantienen opiniones opuestas a las de la jerarquía de las principales organizaciones judías. Hay probablemente algunas razones que explican el poder de los líderes judíos en la elaboración de la política de EE UU para Oriente Próximo y la relativa impotencia de la mayoría de judíos de este país.
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La encuesta, revisada
Los resultados de la encuesta que algunos analistas progresistas judíos han destacado muestran que 59% de los judíos están contra la manera cómo EE UU está conduciendo su campaña contra el terror, contra un 31% que está a favor. El problema de dar por sentado que el porcentaje contrario indica una opinión progresista está en que hay ideólogos sionistas y seguidores de éstos que también están en contra del modo cómo se está conduciendo la campaña porque la consideran insuficientemente brutal, autoritaria y arbitraria. Otros datos indican, por ejemplo, porcentajes mayoritarios de 67% contra 27% favorables a que EE UU debería haberse mantenido fuera de Iraq, de 76% contra 23% que estiman que la guerra en Iraq va “mal” o “muy mal”, de 68% contra 30% que consideran que la escalada (surge) ha empeorado la situación o no ha tenido repercusión alguna.
Más importante aún, una amplia mayoría (57% contra 35%) de judíos estadounidenses se opone a que su país lance un ataque militar preventivo contra Irán, incluso so el motivo fuera “impedir (a Irán) que desarrolle armas nucleares.” Los analistas progresistas citan a continuación datos de las encuestas que muestran que la mayor parte de los judíos estadounidenses se alinean en “alguna forma de progresismo” más que de “conservatismo” (42% contra 25%), y que se alinean muy mayoritariamente con los demócratas frente a los republicanos (58% contra 15%). La mayor parte estima que los demócratas tomarán “las decisiones correctas en relación con la guerra de Iraq” (61% contra 21%). Por último, los progresistas tienen opiniones muy favorables de los tres principales candidatos presidenciales demócratas.
A primera vista, estos resultados sugieren que los judíos estadounidenses estarían a la vanguardia de los movimientos contra la guerra en el Congreso, arrastrando a sus conciudadanos judíos para unirse y dar nueva vida al moribundo movimiento por la paz. Sin embargo, nada de esto ha sucedido.
Una de las razones de que exista esta brecha entre los resultados progresistas de la encuesta y el comportamiento belicista real de las principales organizaciones judías estadounidenses está en las opiniones no reveladas por los analistas progresistas pero sobre las que han hecho hincapié los 52 líderes de las principales organizaciones comunitarias (Daily Alert, 13.12.2007.) A saber, más del 80% (82%) de los judíos estadounidenses están de acuerdo en el que “el objetivo de los árabes no es la devolución de los territorios ocupados sino la destrucción de Israel.” Sólo un 12% de los entrevistados no está de acuerdo con esta afirmación. En cuanto al asunto clave de un compromiso en relación con Jerusalén, el 58% está en contra –con un 36% a favor— de que Israel se comprometa a establecer un marco de paz permanente.
Dado el carácter preferente que la mayoría de judíos estadounidenses otorga a ser pro israelí y el hecho de que la fuente de identidad es más la lealtad a Israel que la observancia del Talmud o los mitos y ritos religiosos, resulta evidente que tanto la mayoría progresista como la minoría reaccionaria de judíos que encabezan las principales organizaciones judías estadounidenses tienen un punto fundamental de acuerdo y convergencia: el apoyo a Israel y sus prejuicios anti árabes, a su expansión y al expolio de Palestina. Esta convergencia predominante hace posible que los reaccionarios Presidentes de las Organizaciones Judías Estadounidenses hablen en nombre de la comunidad judía sin prácticamente oposición alguna de la mayoría progresista dentro o fuera de sus organizaciones. Al ondear la bandera israelí y repetir los tópicos sobre la “amenaza existencial” a Israel en los momentos pertinentes, la mayoría de judíos han dado su aquiescencia o, peor aún, han subordinado sus restantes opiniones progresistas al respaldo activo de la identidad de sus líderes con Israel. La delegación en éstos como cabezas visibles y portavoces reconocidos de los judíos intimida a los judíos progresistas, o los fuerza a seguir públicamente la línea partidista de que “Israel (sic) es quien mejor sabe lo mejor para Israel”, y por extensión para todos los judíos estadounidenses que se identifican con Israel.
Un segundo factor importante que socava las actividades de los judíos progresistas estadounidenses contra la política militar en Oriente Próximo (Líbano, Irán, Iraq y Palestina) es la influencia de la opinión pública israelí. Un artículo del diario Haaretz, del 9 de diciembre de 2007, documenta una encuesta sobre derechos civiles que muestra que “Israel ha llegado a nuevas cimas de racismo…” y documenta un incremento del 26% en los incidentes antiárabes (Association for Civil Rights in Israel Annual Report for 2007) (3). El Informe señala que el número de judíos que manifiestan sentimientos de odio hacia los árabes se ha doblado. El 50% de los judíos israelíes se oponen a la igualdad de derechos de sus compatriotas árabes. Según un estudio de la Universidad de Haifa, el 74% de los jóvenes judíos de Israel consideran que los árabes son “poco limpios”.
Los judíos progresistas estadounidenses que se identifican con un estado colonial racista se hallan ante un dilema: actuar contra su identidad más íntima en favor de sus opiniones progresistas o respaldar a Israel y someterse al liderazgo de sus líderes bendecidos y reconocidos de Estados Unidos.
Ante estas cuestiones, todo analista serio debe distinguir entre opiniones y compromisos. Si bien una mayoría de judíos estadounidenses pueden tener en privado opiniones progresistas, sus compromisos basados en su identidad como judíos están a favor del Estado de Israel y de sus principales portavoces en Estados Unidos.
Esto explica, probablemente, la escasa disposición de los judíos progresistas a criticar a los principales líderes reaccionarios judíos y a sus organizaciones de masas, y peor aún a atacar y difamar a cualquier crítico de la configuración del poder sionista. Los judíos progresistas han subordinado sus opiniones progresistas a su lealtad e identidad con Israel. En lo relativo a la organización, esto ha significado que la mayoría de las principales organizaciones judías estadounidenses siguen estando dirigidas y controladas por líderes belicistas y pro Israel. Las organizaciones judías progresistas están al margen del mapa organizativo, no tienen virtualmente ninguna influencia en el Congreso o en la Casa Blanca, ni en los defensores de un Partido Demócrata y un Congreso favorables a la guerra.
Los analistas progresistas que señalan ese abrumador apoyo judío al Partido Demócrata, a sus tres candidatos presidenciales y a su preferencia por una etiqueta de liberales, a diferencia de los líderes de las principales organizaciones, caen en una falacia lógica y sustantiva elemental. Hay liberales , como los Clinton, que han apoyado las guerras contra Iraq y que están entre los más activos defensores de un ataque militar contra Irán. La mayoría demócrata del Congreso ha aprobado todas las asignaciones para gastos militares que les han presentado los republicanos y la Casa Blanca. Ser demócrata y liberal no son indicadores de ser progresista a juzgar por cualquier indicador de política exterior, desde las guerras de Oriente Próximo a los intentos desestabilizadores en Venezuela.
La aparente paradoja de unos judíos progresistas opuestos a la guerra que contribuyen con fuertes sumas al belicista Partido Demócrata se debe al apoyo incondicional de éste a Israel, que acalla cualquier disonancia que pudiera darse en las cabezas de los activistas políticos judíos progresistas.
El ataque al estudio de la Estimación Nacional de Inteligencia (National Intelligence Estimate) dado a conocer en diciembre de 2007, que niega que Irán tenga un programa de armas nucleares, está siendo liderado por la configuración del poder sionista estadounidense, mientras que la opinión de los judíos progresistas es silenciada o no es opuesta. Peor aún, los activistas judíos por la paz, liberales y radicales, han actuado de filtro en el movimiento contra la guerra, prohibiendo toda crítica de Israel y etiquetando a los individuos o activistas ciudadanos críticos con el lobby belicista sionista como antisemita.
La encuesta de opinión sobre el alto porcentaje de judíos estadounidenses que sostienen opiniones más progresistas que los líderes de las principales organizaciones judías estadounidenses sería bienvenido si condujese a algo más que unas opiniones de orden privado comprometidas con las identidades israelíes.
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(1) www.ajc.org/site/c.1J1TSPHKoG/b.36428551
(2) Glen Greenwald, “New Poll Reveals How Unrepresentative Neo-Con Jewish Groups Are”, salon.com
(3) Informe anual de la Asociación en pro de los derechos civiles en Israel, 2007
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*James Petras es especialista de la política sionista estadounidense y analista de la prensa judía israelí y estadounidense. Es también autor de The Power of Israel in the United States (Clarity Press 2006) y The Rulers and the Ruled in the US Empire: Bankers, Zionists and Militants (Clarity Press 2007)

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