¿Adopta el Pentágono el nuevo orden multipolar?
Bob Gates, en conferencia de prensa, hace unos días en el Pentágono
Foto: Ap
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Opinión
Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
Alfredo Jalife-Rahme
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La nueva postura de la escuela “realista” sobre la adopción del nuevo orden multipolar por el mandamás del Pentágono, Bob Gates, no apareció en un lugar cualquiera, sino en The Washington Post (16/12/07), portavoz del establishment estadunidense, por cierto, zarandeado al arranque electoral de Iowa por la asombrosa revuelta ciudadana en el seno del Partido Demócrata.
El mensajero seleccionado, anterior apologista de la unipolaridad, Jimmie Lee Jim Hoagland, ha sido recipiendario dos veces del Premio Pulitzer, aunque cometió el grave error de haber apoyado ciegamente al infame títere iraquí de los neoconservadores straussianos, Ahmed Chalabi, lo cual confiere mayor realce a la cruda confesión de Bob Gates (“El descongelamiento al estilo Gates”): “el mundo no tiene más bloques. Vivimos ahora en un mundo multipolar”.
A partir de la catastrófica aventura militar anglosajona en Irak, feneció el, por fortuna, efímero orden unipolar que pretendió imponer el régimen torturador bushiano, lo cual dio inicio a la incipiente nueva era del mundo multipolar, como cualquier mínimo análisis geoeconómico deja vislumbrar.
Se podrá discutir hasta el agotamiento intelectual si el mundo es cuatripolar, pentapolar, hexapolar, heptapolar o hasta nanopolar, pero una cosa es segura: Estados Unidos cesó de ser la superpotencia unipolar y Rusia resucitó de los avernos neoliberales gracias al manejo magistral de la carta geoenergética por el zar Vlady Putin.
Más aún, el mundo se desglobaliza con el retorno del neonacionalismo (y hasta del neosocialismo) cuando la anglósfera, humillada en las arenas movedizas de la antigua Mesopotamia, no solamente ha sucumbido en su frente principal –la desregualda globalización financiera–, sino, peor aún, ha perdido otras tres batallas épicas en el mundo de la “globalización económica” (muy diferente de la desregulada “globalización financiera”): 1. la “globalización petrolera” frente a la OPEP y Rusia; 2. la “globalización mercantil” frente a China, y 3. la “globalización software” frente a India.
Hasta la “globalización alimentaria”, controlada por la anglósfera, tiene ya en Brasil un nuevo competidor en los rubros de soya, carne y etanol.
No deseamos ser cínicos, pero la anglósfera únicamente controla la “globalización del narcotráfico” y su atroz blanqueo financiero en los paraísos fiscales.
De ahí que sea más bien por necesidad que por voluntad que los “realistas” de Estados Unidos no tengan más remedio que adherirse al incipiente nuevo orden multipolar.
Lo interesante consiste en que no lo confiese un vulgar encuestador o un ordinario fiscalista, sino nada menos que el mandamás del ejército estadunidense, Bob Gates, quien, como buen estratega, se percata de que “ya no nos encontramos entrampados en una confrontación global con Rusia”.
A juicio del veterano Hoagland, “desafortunadamente, Putin ha rechazado o ignorado tales aperturas”. Bueno, eso es lo que dicen Hoagland y Gates, porque el zar geoenergético global Vlady Putin ha levantado todos los desafíos y los obstáculos que le impuso en el camino el régimen torturador bushiano desde hace siete años en forma unilateral.
El periodista Hoagland comenta que Gates ha realizado “aperturas sutiles sobre la defensa misilística balística y en otros temas contenciosos de seguridad” a un “Kremlin nuevamente hostil”. Justamente el periodista de The Washintogn Post rememora que Bob Gates, tanto bajo la égida de Ronald Reagan como la de Daddy Bush, “había apadrinado severos juicios de los servicios de inteligencia estadunidenses frente a Rusia” cuando “cultivó una imagen de halcón líder de la Agencia Central de Inteligencia”.
Pero no es lo mismo Bob Gates durante la bipolaridad, ya no se diga la unipolaridad, que ahora en la incipiente multipolaridad, cuando “ha emergido como una continua voz razonada en la política exterior en el seno de un gabinete que lucha para que no le llegue el agua al cuello” y, sobre todo, quien ha realizado la hazaña “de no parecerse a Donald Rumsfeld” (¡súper sic!): “Gates enfatiza que Rusia ya no es una amenaza significativa para los objetivos o a la seguridad de Estados Unidos”.
Las embajadas foráneas en Washington han comentado que Gates “es el único que goza de credibilidad” en el gabinete bushiano, y “ha eclipsado de varias maneras a la otra doctora en estudios soviéticos y rusos del gabinete, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice”.
Se encuentre en Bahrein, Munich o Singapur, Bob Gates se ha exhibido con su “diplomacia creativa”, lejos de las confrontaciones estériles, para dar la señal inequívoca del “compromiso de Estados Unidos con la cooperación multilateral”, espeta.
Hoagland agrega que “Gates fue la figura principal para persuadir al presidente Bush de divulgar la versión pública del Estimado en Inteligencia Nacional (NIE, por sus siglas en inglés) del 3 de diciembre pasado, que absolvió a la teocracia chiíta persa del pecado capital de la militarización nuclear a partir de 2003” (ver Bajo la Lupa: “¿Acuerdo secreto del Pentágono y Ahmadinejad?”, 2/1/08).
A De Defensa (28/12/07), centro de pensamiento europeo de estrategia, no se le podía pasar por alto la confesión “multipolar” de Bob Gates, la cual tilda correctamente de “revolucionaria”, como tampoco soslayó el gran analista Jim Lobe, quien pone de relieve la cosmogonía del secretario del Pentágono (jefe visible del grupo “realista”) considerada “anatema” por la camarilla de Cheney, “cada día más aislado”, los neoconservadores straussianos y los “cristianos sionistas” (antiwar.com, 28/12/07).
En la perspectiva lúcida de Lobe, 2007 será considerado en Estados Unidos como la fecha de la “última batalla” y del triunfo de los “realistas”, encabezados por Bob Gates, sobre los halcones (los neoconservadores straussianos y la dupla Cheney-Rumsfeld), “quienes concentraron el poder a consecuencia de los atentados terroristas del 11/9”.
A juicio de Lobe, el triunfo de los “realistas” fue posible gracias a los resultados catastróficos de la política de los halcones desacreditados en Irak, Medio Oriente y Norcorea, lo que permitió que Bob Gates “modificase la reorientación (sic) del Pentágono”, apoyado tras bambalinas por Condi Rice (quien fue su subalterna en el Consejo de Seguridad Nacional estadunidense hace una generación), con el nombramiento de dos almirantes: Michael Mullen, jefe del estado mayor conjunto de las fuerzas armadas, y William Fallon, a cargo de las operaciones en el Medio Oriente.
El incipiente orden multipolar no representa ningún nuevo descubrimiento conceptual ni una idea original, por cierto, ya muy trillada por los estrategas rusos y chinos, como hemos dado cuenta en Bajo la Lupa, columna propositivamente “multipolar”.
Lo único que hace el “nuevo Pentágono” en forma precautoria es aceptar juiciosamente la “realidad” inexorable que dominará las relaciones internacionales del siglo XXI, más de corte geoenergético y geoeconómico que militar, en medio de una creciente “hipercomplejidad” que deja atrás el simplismo maniqueo de la unipolaridad y sus engendros malignos: el unilateralismo y su “guerra preventiva” que llevó hasta la ignominia el régimen torturador bushiano.
El mensajero seleccionado, anterior apologista de la unipolaridad, Jimmie Lee Jim Hoagland, ha sido recipiendario dos veces del Premio Pulitzer, aunque cometió el grave error de haber apoyado ciegamente al infame títere iraquí de los neoconservadores straussianos, Ahmed Chalabi, lo cual confiere mayor realce a la cruda confesión de Bob Gates (“El descongelamiento al estilo Gates”): “el mundo no tiene más bloques. Vivimos ahora en un mundo multipolar”.
A partir de la catastrófica aventura militar anglosajona en Irak, feneció el, por fortuna, efímero orden unipolar que pretendió imponer el régimen torturador bushiano, lo cual dio inicio a la incipiente nueva era del mundo multipolar, como cualquier mínimo análisis geoeconómico deja vislumbrar.
Se podrá discutir hasta el agotamiento intelectual si el mundo es cuatripolar, pentapolar, hexapolar, heptapolar o hasta nanopolar, pero una cosa es segura: Estados Unidos cesó de ser la superpotencia unipolar y Rusia resucitó de los avernos neoliberales gracias al manejo magistral de la carta geoenergética por el zar Vlady Putin.
Más aún, el mundo se desglobaliza con el retorno del neonacionalismo (y hasta del neosocialismo) cuando la anglósfera, humillada en las arenas movedizas de la antigua Mesopotamia, no solamente ha sucumbido en su frente principal –la desregualda globalización financiera–, sino, peor aún, ha perdido otras tres batallas épicas en el mundo de la “globalización económica” (muy diferente de la desregulada “globalización financiera”): 1. la “globalización petrolera” frente a la OPEP y Rusia; 2. la “globalización mercantil” frente a China, y 3. la “globalización software” frente a India.
Hasta la “globalización alimentaria”, controlada por la anglósfera, tiene ya en Brasil un nuevo competidor en los rubros de soya, carne y etanol.
No deseamos ser cínicos, pero la anglósfera únicamente controla la “globalización del narcotráfico” y su atroz blanqueo financiero en los paraísos fiscales.
De ahí que sea más bien por necesidad que por voluntad que los “realistas” de Estados Unidos no tengan más remedio que adherirse al incipiente nuevo orden multipolar.
Lo interesante consiste en que no lo confiese un vulgar encuestador o un ordinario fiscalista, sino nada menos que el mandamás del ejército estadunidense, Bob Gates, quien, como buen estratega, se percata de que “ya no nos encontramos entrampados en una confrontación global con Rusia”.
A juicio del veterano Hoagland, “desafortunadamente, Putin ha rechazado o ignorado tales aperturas”. Bueno, eso es lo que dicen Hoagland y Gates, porque el zar geoenergético global Vlady Putin ha levantado todos los desafíos y los obstáculos que le impuso en el camino el régimen torturador bushiano desde hace siete años en forma unilateral.
El periodista Hoagland comenta que Gates ha realizado “aperturas sutiles sobre la defensa misilística balística y en otros temas contenciosos de seguridad” a un “Kremlin nuevamente hostil”. Justamente el periodista de The Washintogn Post rememora que Bob Gates, tanto bajo la égida de Ronald Reagan como la de Daddy Bush, “había apadrinado severos juicios de los servicios de inteligencia estadunidenses frente a Rusia” cuando “cultivó una imagen de halcón líder de la Agencia Central de Inteligencia”.
Pero no es lo mismo Bob Gates durante la bipolaridad, ya no se diga la unipolaridad, que ahora en la incipiente multipolaridad, cuando “ha emergido como una continua voz razonada en la política exterior en el seno de un gabinete que lucha para que no le llegue el agua al cuello” y, sobre todo, quien ha realizado la hazaña “de no parecerse a Donald Rumsfeld” (¡súper sic!): “Gates enfatiza que Rusia ya no es una amenaza significativa para los objetivos o a la seguridad de Estados Unidos”.
Las embajadas foráneas en Washington han comentado que Gates “es el único que goza de credibilidad” en el gabinete bushiano, y “ha eclipsado de varias maneras a la otra doctora en estudios soviéticos y rusos del gabinete, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice”.
Se encuentre en Bahrein, Munich o Singapur, Bob Gates se ha exhibido con su “diplomacia creativa”, lejos de las confrontaciones estériles, para dar la señal inequívoca del “compromiso de Estados Unidos con la cooperación multilateral”, espeta.
Hoagland agrega que “Gates fue la figura principal para persuadir al presidente Bush de divulgar la versión pública del Estimado en Inteligencia Nacional (NIE, por sus siglas en inglés) del 3 de diciembre pasado, que absolvió a la teocracia chiíta persa del pecado capital de la militarización nuclear a partir de 2003” (ver Bajo la Lupa: “¿Acuerdo secreto del Pentágono y Ahmadinejad?”, 2/1/08).
A De Defensa (28/12/07), centro de pensamiento europeo de estrategia, no se le podía pasar por alto la confesión “multipolar” de Bob Gates, la cual tilda correctamente de “revolucionaria”, como tampoco soslayó el gran analista Jim Lobe, quien pone de relieve la cosmogonía del secretario del Pentágono (jefe visible del grupo “realista”) considerada “anatema” por la camarilla de Cheney, “cada día más aislado”, los neoconservadores straussianos y los “cristianos sionistas” (antiwar.com, 28/12/07).
En la perspectiva lúcida de Lobe, 2007 será considerado en Estados Unidos como la fecha de la “última batalla” y del triunfo de los “realistas”, encabezados por Bob Gates, sobre los halcones (los neoconservadores straussianos y la dupla Cheney-Rumsfeld), “quienes concentraron el poder a consecuencia de los atentados terroristas del 11/9”.
A juicio de Lobe, el triunfo de los “realistas” fue posible gracias a los resultados catastróficos de la política de los halcones desacreditados en Irak, Medio Oriente y Norcorea, lo que permitió que Bob Gates “modificase la reorientación (sic) del Pentágono”, apoyado tras bambalinas por Condi Rice (quien fue su subalterna en el Consejo de Seguridad Nacional estadunidense hace una generación), con el nombramiento de dos almirantes: Michael Mullen, jefe del estado mayor conjunto de las fuerzas armadas, y William Fallon, a cargo de las operaciones en el Medio Oriente.
El incipiente orden multipolar no representa ningún nuevo descubrimiento conceptual ni una idea original, por cierto, ya muy trillada por los estrategas rusos y chinos, como hemos dado cuenta en Bajo la Lupa, columna propositivamente “multipolar”.
Lo único que hace el “nuevo Pentágono” en forma precautoria es aceptar juiciosamente la “realidad” inexorable que dominará las relaciones internacionales del siglo XXI, más de corte geoenergético y geoeconómico que militar, en medio de una creciente “hipercomplejidad” que deja atrás el simplismo maniqueo de la unipolaridad y sus engendros malignos: el unilateralismo y su “guerra preventiva” que llevó hasta la ignominia el régimen torturador bushiano.
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